Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, Roma, 2001/Presentación

EXPERIENCIAS SOBRE EL MODO DE LLEVAR CHARLAS FRATERNAS

Roma, 19 marzo 2001

PRESENTACION

El 19 de marzo de 1975, durante una tertulia, nuestro Padre decía que la charla fraterna es un medio bendito, sobrenatural, de sabor evangélico, de primitivos cristianos; en cuanto abrimos el corazón, sin trampa, dejando que entre la luz, la claridad, hasta el último rincón, nos quedamos felices, serenos, tranquilos, se nos quitan las falsas enfermedades y vamos con alegría a las enfermedades verdaderas[1]. Y en muchas otras ocasiones también le escuchamos afirmar que la Confidencia —esa charla sincera, llena de sentido sobrenatural— es el medio de santificación más soberano que, aparte de los sacramentos, tenemos en el Opus Dei.[2]

Este medio de dirección espiritual personal nació en la Obra por una especial providencia de Dios, con espontaneidad, con naturalidad, como una fuente: porque el agua está allí y no puede dejar de brotar; porque es parte de la vida nuestra.[3] Los primeros tomaron voluntariamente —libérrimamente— la costumbre de contar a nuestro Padre todas sus cosas, de abrir la conciencia de par en par. Después,

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cuando el desarrollo de la labor apostólica hizo que resultase físicamente imposible que pudiera escucharles personalmente, comenzaron a abrir su alma al Director, con la misma visión sobrenatural, con la misma sencillez y confianza con que hablaban a nuestro Fundador.

Desde entonces, todos los fieles del Opus Dei somos conscientes de que la charla fraterna es un medio sobrenatural, dispuesto por el Señor para nuestra santificación en el mundo: los Directores son instrumentos de Dios, y cuentan con las gracias convenientes para ayudarnos; por tanto, acudimos siempre con disposiciones de completa sinceridad, con el deseo de que sea cada vez más claro, más pleno, más íntimo el conocimiento que tienen de nuestra lucha ascética[4], deseando facilitar, a quienes tengan la misión de formarnos, el conocimiento de todas nuestras circunstancias personales (...): nos ha de dar alegría hacer que nuestra alma sea transparente.[5] Y esto, independientemente de quien sea la persona designada para llevar nuestra charla, porque a la Confidencia no se va por amistad, ni por motivos personales; sino por motivos sobrenaturales; cualquiera que sea quien recibe la Confidencia, es vuestro mismo Padre quien la recibe.[6]

Por eso, todos en el Opus Dei agradecemos que, a través de la charla fraterna -así se nos ha explicado desde que llegamos a la Obra-conozcan el Padre y sólo los Directores a los que corresponda nuestras disposiciones personales, nuestros talentos y limitaciones, nuestro modo de ser, para que puedan ayudarnos a crecer en santidad y nos confíen los trabajos y encargos apostólicos que podamos desempeñar con mayor eficacia, en servicio de Dios y de la Iglesia. Es una tarea que se ha llevado siempre -y se lleva- con una delicadeza extrema.

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Por su parte, quienes reciben el encargo de escuchar las Confidencias fomentan constantemente en su corazón el afán de ser —con su oración, con su mortificación, con su cariño humano y sobrenatural, con su petición asidua de luces al Espíritu Santo— buenos pastores, transmisores fieles de la voluntad de Dios para cada alma, estando siempre dispuestos a dar, como Cristo, la vida por sus hermanos.

Hemos de suplicar al Señor, a través de la intercesión de San Josemaría, que nos ayude con su gracia para que todos en el Opus Dei crezcamos continuamente en la visión sobrenatural, en la sinceridad y en la docilidad con que vivimos este medio tan fundamental de dirección espiritual, teniendo siempre presentes aquellas palabras de nuestro queridísimo Padre: a Jesús siempre se va y se vuelve por María, y ya sabéis cómo se va: por la Confidencia y la Confesión.[7]

Referencias

  1. De nuestro Padre, palabras tomadas en una tertulia, 19-III-1975, en Noticias, IV-75, p. 49.
  2. De nuestro Padre, palabras tomadas en una tertulia, en Crónica, VII-84, p. 9.
  3. De nuestro Padre, palabras tomadas en una tertulia, 28-X-1970, en Crónica, 1-71, p. 36.
  4. Cfr. Catecismo de la Obra, n. 208.
  5. De nuestro Padre, Carta 24-III-1931, n. 41.
  6. De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 132.
  7. De nuestro Padre, apuntes tomados en una tertulia, en Crónica 1-78, p. 14.