Ex miembros con buen espíritu

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Por Pablo, 15 de septiembre de 2004


En algunos correos, últimamente, y en otros que de vez en cuando leemos en la web, llegan testimonios de ex miembros de la obra que manifiestan su gratitud a la institución, defienden la praxis, la doctrina, las formas y los modos, declaran que fueron muy felices cuando estuvieron dentro y nos acusan a otros ex miembros de mentir como bellacos y de que nos mueve el odio y el rencor. Estos ex miembros en "buen plan", a pesar de su felicidad dentro, se marcharon (¿?) pero ahora son tan ex miembros como lo somos el resto. Según la doctrina interna de la obra y palabras del fundador, son personas que no supieron perseverar. Y quien no persevera, es un egoísta, un soberbio, un Judas, un infeliz que cambia su primogenitura por un plato de lentejas, un destinado al fuego eterno y muchas cosas más "mejores".

Ni en la doctrina interna ni en la externa ni en los medios de formación de la obra se predica que no pasa nada si alguno se va (no dicen ni recuerdan que en los Estatutos está prevista la dispensa), y que la dispensa es igual de legal que la admisión, la oblación y la fidelidad. Escriba (del verbo escribir) un ex miembro en buen plan o en mal plan, ambos estamos fuera de la "vocación divina". Y estos ex miembros en buen plan nos recuerdan que nos vamos a chamuscar en el fuego eterno, porque a muchos de nosotros no nos gustó lo que vimos; ellos sí se salvarán porque no dijeron ni pío aunque también se marcharon. Pues si así fuera, todo se reduciria a que quien habla bien de la obra, ese se salvará, aunque "haya tirado por la ventana su vocación", y el que la critica, se condenará. Pues para eso no haría falta ni entrar ni pasarse 18 años dentro.

Si los de "en buen plan" y "buen espíritu" piensan que siguen siendo 'fieles' y que ellos no van a ir al infierno, me gustaría que dijeran en qué cita, carta, vademécum, glosas, catecismo, etc., han oído o leído tan magnánima consideración. En el Derecho Particular de la Prelatura sólo se contempla que es la propia institución quien decida que un miembro no siga pero nunca por iniciativa del interesado. La "idoneidad" sólo la deciden los superiores y en muchos testimonios que también se han relatado aquí, hemos comprobado que suelen enviar a casa de sus padres (si los tienen) o a la calle, precisamente a aquellos a los que para nada se han planteado marcharse. Hasta cuando quieren hacerlo bien, se equivocan.

Estos ex miembros siguen pensando inconscientemente, que quien les juzgará cuando pasen a mejor vida, será la Comisión Regional, no Dios. Y en el día del Juicio oirán: "porque no hablaste mal de la obra, ven a sentarte aquí, al lado del delegado de san Miguel"; "porque te callaste que se falta al secreto en la dirección espiritual, vete a sentarte allá, al lado del sacerdote Prefecto Regional de Asuntos Espirituales" (no es de coña, existe ese cargo. Ver el Derecho Particular de la Obra de Dios), y "porque no denunciaste que a los que trabajan en labores internas no se ha cotizado por ellos a la Seguridad Social, ve a sentarte junto al Administrador General" (también existe ese cargo). Al resto nos juzgará Dios y su juicio consistirá en otra escala de valores y si hemos obrado en consecuencia: "Porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; peregriné, y me acogiste; estaba desnudo y me vestiste; enfermo, y me visitaste; preso, y veniste a verme" (Mateo 25, 35-37). Algún ex miembro de la obra que más o menos se las apañó para seguir ese amor a Dios y a los demás, viéndose en las puertas del cielo, añadirá: "pero es que yo me fui del opusdei y dije que no me gustaba lo que hacían y el fundador y muchos directores me auguraron el infierno". A lo que es de suponer que Dios dirá: "oye, Satur, ¿Alguien sabe qué es el Opus Dei?".

Así que escriben algunos que han estado 18 años y sí que saben lo que es el opusdei, y nos cuentan que nada ni nadie les ha impedido marcharse. Más o menos que se levantaron un buen día por la mañana, reunieron a todos los del centro y dijeron "hasta luego, Lucas, que he pensado que aunque soy muy felíz aquí, me voy". Y sus 'hermanos', sus directores: ¡que te vaya muy bien!, palmaditas en la espalda, ¿cuánto dinero necesitas para empezar una nueva vida?, aquí nos tienes para lo que quieras, pásate por aquí cuando desees y nos cuentas lo bien que estás, a ver cuándo nos preparas una barbacoa en tu casa y hacemos unas risas, oye yo apadrino tu primer hijo, toma tus papeles de la Seguridad Social al día, tus cotizaciones también para que cuando te llegue la edad tengas derecho a una jubilación, rompemos delante de ti tu testamento donde casualmente alguien escribió que lo dejabas todo al colegio mayor Moncloa y a la Universidad de Navarra pero como no lo podías leer sino sólo firmar, pues eso, que era una broma; rompemos también delante de ti los papeles que firmaste en blanco, te presentaremos nuevas amistades para que no te quedes aislado, y para celebrarlo, ¡a ver, Josealvaro, saca la guitarra para despedir a nuestro hermano, que se lo ha merecido después de 18 años! Y todos a coro cantan: "Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va". Abrazos, deseos de buena suerte y justo antes de emprender la dirección hacia la puerta principal (se va por la puerta grande), una última sorpresa: un telegrama del prelado dándole su bendición y recordándole que su cariño de padre no le faltará nunca porque todos somos hijos de Dios, estemos o no estemos en la obra.

Sigamos imaginando: en los medios de formación están previstas y se recuerda con frecuencia (no con tanta frecuencia como la obediencia, la negación de sí mismo, la anulación de yo y el cariño a los abuelos), una charla o una meditación donde el que predica dice a la concurrencia: "Dios os sigue queriendo igual sigáis o no sigáis en la obra, aquí nadie os va a impedir decidir libremente según vuestra conciencia, podéis se felices fuera y ser muy buenos cristianos si veis que esto no es lo vuestro, seguiremos tan amigos cuando os vayáis, nadie se va al infierno por dejar la Obra". Es mucho imaginar pero si así sucediera, si la obra fuera capaz de reconocer que es igual de legal irse que quedarse (lo constata en sus Constituciones) y dejara libertad sin coaccionar para que cada uno respondiera según su conciencia..., ¿cuántos no darían un salto de alegría y se marcharían tan contentos y agradecidos? ¿O es que se lo dicen a unos pocos privilegiados que, con esa seguridad de que ellos ya no se van a condenar, se atreven a condenarnos a los demás, tan ex miembros, tan soberbios, tan egoístas, tan malos, tan perversos y tan Judas como nosotros (según la doctrina de la obra)?

En la meditación interna que envió Compaq ("El error irreparable") no se habla de ex miembros en buen plan o con buen espíritu. Escrivá sólo pronunció aquella memorable frase: "para entrar, hay que empujar las puertas pero para irse, están abiertas de par en par", que como bien sabemos, no tiene nada que ver con la realidad.

Los que se han ido con el carné de ex miembro en buen plan deberían, por justicia con los que quedan dentro, dar charlas en centros de estudios y demás centros, sobre lo felices que son ahora fuera de la obra. Deberían ir de tertulia en tertulia, como esos que empezaron la labor en Chiquidistán o comieron una vez con el fundador, hablándoles de lo que se están perdiendo porque resulta que sí, que fuera de la obra sí que hay salvación. Y que hay mujeres y hombres estupendos (en todos los sentidos) con los que formar una familia y se siente un no sé qué cuándo se espera a la cigüeña. Y que no se tiene ninguna culpabilidad de no haber sido fiel ni de no haber perseverado (siempre que uno se vaya en buen plan y calladito).



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