Es duro leer esto

Por VadoVia, 6 de octubre de 2006


Es muy duro leer todo esto en esta web y ver tanta gente que ha sufrido mucho. Yo también he sufrido. No daré detalles porque tengo miedo del poder del Opus Dei y de cómo lo ejercen algunos de ellos. Efectivamente tengo miedo por los míos y por mi mismo pero puedo certificar que he visto muchas barbaridades de las que aquí se describen. Al mismo tiempo debo decir que hay gente en el opus dei que es maravillosa y que muchos actúan con rectitud. Ojalá estos puedan rescatar la parte buena de la institución sobre todo la buena voluntad que tuvo su fundador en el origen pero que luego entre él mismo -con su personalidad que se fue trastornando progresivamente- y sus aduladores distorsionaron tan profundamente. Se encerraron en si mismos y empezaron a competir por quién hacía la cosa más rígida y más eficiente, y terminaron por ver al mundo, a ellos mismos, y a la iglesia como enemigos, y bajo esa premisa falsa, han construido una entelequia fantasiosa y normativa, al margen de la naturaleza humana, que los tiene petrificados y viendo enemigos en todos. La leche propia ya la derramé. El muy tonto no entendí en primer lugar que no era rico, pero mucho menos entendí que el joven rico –que es muy admirable- dice que ya ama a su prójimo como a si mismo, cuestión que ni entonces yo cumplía, ni cumplo hoy. Si hubiese leído bien, ni el santo papa me convence de entrar al Opus Dei, al menos no por ese argumento mal amañado para que uno “pite”. Con todo, doy gracias a Dios por haber estado en el Opus Dei porque quise entender lo que el fundador dijo al principio -y no lo que él dijo entremedio, ni mucho menos al final y, menos todavía lo que han hecho los póstumos- que la libertad, era libertad y que esta me haría libre a través de la búsqueda de la verdad. Pero es que yo seguí buscando la verdad, en cambio en el Opus Dei, se olvidaron de los pobres (o los utilizaron), se detuvieron por el miedo y establecieron el “control”. Como consecuencia, se amodorraron, bloqueándose a la incesante búsqueda de lo que Dios nos propone. La llamada de Dios y su libertad (con las ilegítimas coacciones del jóven rico) fueron la que me llevaron al Opus Dei –y también gracias a Dios- fue la misma libertad/verdad la que me llevó fuera, sin perjuicio de que no es fácil salir. En el Opus Dei se nos intenta convencer que el bien está donde el Director cree que está la fidelidad. Y la fidelidad no es a la Iglesia, sino al Opus Dei. Es la falta de libertad que había en el interior de la obra que hacía que estuviese tan inquieto porque incluso en el plano de mis metas, que son las que dan energía, no las fijaba yo, sino que mi director de turno. Se esperaba obediencia –aunque se decía que no habían votos pero los había- en áreas en que no tenía porqué haberla. Me asfixié. Peor aún, tenía observaciones a lo que es bueno, y esas reflexiones eran interpretadas como resistencias, eran “mal espiritu”. No en su mérito, sino mediante el exclusivo expediente de estimarse unilateralmente como desobediencia por el director, amén de ser acusado, de paso, de soberbio, y de bueno para nada. Pretendían que les endosara mi conciencia, el bien más sagrado que el Señor me ha dado junto a la libertad y su amor...


No me explico cómo el Opus Dei no hace algo por reconciliarse como buenos cristianos con sus ex/miembros aunque tenga que suspender todas sus actividades por un buen tiempo. Y qué ojalá, si lo hace, lo haga con Amor como Dios manda y no narcisamente, por mero cálculo de conveniencia, como medio de que no los ataquen más. Que no lo haga por conveniencia, sino por justicia. Tampoco me explico como no rompen esas normas escritas en piedra y corrigen lo que está mal. Gracias a Dios en el tema del apostolado me fue mal (hacía poco y tenía un tiquismiquis que me hacía tic-tac en la conciencia) y sólo me pito un supernumerario que parece estar feliz, gracias a Dios. Pero cargo en la conciencia ese frenesí colectivo porque pitasen muchos, y las listitas por las que recé. Hice un daño, si bien no directo, hice el daño de dejar hacer. Gracias a Dios, no recuerdo que haya sido con menores de edad.

Es una pena leer esta página y ver tanto legítimo resentimiento. ¿Qué tiene el Opus dei que produce tanto resentimiento? No he visto ninguna otra organización de la iglesia que produzca esto, y a estos niveles. Tal vez los jesuitas han tenido problemas de convivencia con el mundo pero no con sus exmiembros. No conozco bien su historia, salvo saber que Ignacio de Loyola, se intercambió sus ropas nobles con las de un mendigo, lo que ya hace bastante diferencia con monseñor Escrivá que tenía calcetines con iniciales (ni sabía yo que los había) y supongo que la versión oficial es que eran calcetines frutos del cariño de sus hijas mayores o menores….. Y también entiendo que los jesuitas han tenido sus problemas porque han estado, parece que desde siempre y no sólo con el Padre Arrupe, en la frontera, en la búsqueda de la verdad y cuando descubrieron que el poder temporal no descendía de Dios o cuando quisieron expandir el cristianismo en China para adaptarlo a las nueva realidad cultural, entonces salieron a acuchillarlos los fariseos de la misma iglesia (ni que pensar lo que sería el mundo hoy con cientos de millones de chinos creyendo en Cristo de no haber mediado esa mano oscura que paró la expansión). O sea, los jesuitas no han tenido problemas por petrificarse y ser nostálgicos del pasado, sino todo lo contrario: por estar en la vanguardia. Al Opus dei, en cambio, no lo atacan los fariseos, sino los publicanos, y no por ser progresistas, sino por ser anacrónicos y por torcer su propio espíritu y el de Cristo.

Pensaba que mis penas con el Opus Dei tenía que vivirlas solo y refugiarme en el abba pater pero, junto con seguir haciéndolo, me siento más acompañado en el sufrimiento al saber que tantos otros, las han visto duras también. No todo en el Opus Dei fue decepcionante. Ni mucho menos porque sol también había (y gente con sol, también ahí la hay y mucha) pero que hacen pasar penas de más, las hacen. Y que exigen virtudes heroicas hasta que uno se chifle de falta de interioridad y de inferioridad, las exigen. Y que exigen rendimiento apostólico enfermizo, cualquiera sean los medios porque el interés, la meta, está incluso por sobre la transparencia, también.


Creo que la respuesta es esa inveterada incoherencia en el Opus Dei. Es que hay muchos ahí que predican, rezan pero que no practican. Tantos que viven de cacería en cacería. Al leer muchos textos del Opus Dei, incluido “Camino”, son en buena parte, valiosas obras ascéticas (mucho plagio, desde luego) no obstante que plantean exigencias fenomenales y desde mi punto de vista, que terminan siendo inhumanas. También plantean cosas totalmente equivocadas, y contrarias a la doctrina de la iglesia, la que tergiversan sin tiquismiquis, como han tergiversado su propia historia, acomodando los hechos, siempre con el objetivo de parecer mejores y con un origen más “sobrenatural”. Buenos o malos sus planteamientos, el tema es ver el comportamiento de los miembros –incluido el fundador- versus esas normas, normas y normas que legó. Ahí hay un cortocircuito muy grande. Pero en la iglesia somos así: incoherentes y amo a la iglesia-mamá así, llena de incoherencia pero con Amor que como hija pródiga, la iglesia/mamá vuelve al Padre pidiendo perdón y asumiendo sus culpas ya no como mujer, sino como hombre, virilmente. Pero su propia incoherencia el Opus Dei (o algunos de sus miembros) no la aceptan, no están dispuestos a verla: el orgullo es más fuerte. Y cuando uno de sus miembros la descubre, es decir ve la incoherencia propia y ajena, normalmente se va, no fácilmente ya sabemos, pero se va. Pero ¿para qué se pone el Opus metas tan altas con las que muchos de sus miembros –se ve en los negocios, en el cumplimiento de sus normas, en la relación con los demás, incluso en su codicia- no logran estar a la altura de ellas? Tanta incoherencia. ¿Por qué muchas de las personas del Opus Dei no aceptan ser más de la tierra, más del humus? ¿Para qué se empeñan en ser y aparecer tan impecables, cuando no lo son y nadie les pide que lo sean? Es esa soberbia y ese enfermizo utilitarismo que tienen ya inscritos en el ADN, los que producen el rechazo tan fuerte en el más amplio público, como también lo producen en la inmensa mayoría de la Iglesia practicante. Si es que muchos en el Opus Dei y sus mismas metas no son malas en si mismas, el problema es la incoherencia de los métodos. Si se predica libertad, entonces adelante con libertad de verdad, con responsabilidad pero libremente. Si se predica amor a Dios, adelante, pero tergiversar ese amor sustituyéndolo por un amor por la institución y por figuras de la institución, es lo que resulta incomprensible. Si se predica apostolado, adelante, pero no al utilitarismo de la gente. Si se predica pobreza material de vida, adelante y no esté enredo entre Mercedes-Benz, obras de arte, casas palaciegas y “estar tan desprendidos”, como si alguien les fuese a creer, o sus conciencias dejarlos en paz. Si se predica amor a la iglesia y al papa, adelante en las duras y en las maduras. Pero no. Esa es la incoherencia que los hace, a esos muchos, tan desagradables. En la teoría (códigos y códigos externos e internos del opus dei) estas cosas no son así, pero en la práctica, en ese código verbal, de la vida real, en la praxis, en la “praxis reinterpretativa”, de la lectura entrelíneas, las cosas son así.

Tanta obsesión por la imagen que tienen. Al leer los escritos de la página, me impactó el relato en el que el fundador no caminaba junto con su madre (o su hermana) por la calle por si alguien pudiese murmurar de él por andar con una mujer. Y es que me impactó no por el hecho en sí, que es pueril, sino que me impactó porque precisamente de esos rasgos de personalidad del fundador es que viene tanta preocupación por la “imagen” que hay en el Opus Dei; y también leer en otro documento tanta ridiculez en la forma que instruye a como deben llevarse las casas (vademécum de los centros, o algo así se llama el texto) ¡tanta regla Dios mío y tan bien “llevadas” a la practica, con sangre sudor y lagrimas! Observadas más de cerca esas reglas obsesivas, como hechas por una señora neurótica, giran sobre la base de 4 ejes: unas dirigidas al tema del pánico sexual (no pueden verse los hombres con mujeres en un mundo en que los hombres y mujeres conviven en todas las actividades humanas desde ya hace décadas); otras dirigidas a la imagen (al que dirán y esa búsqueda enfermiza del reconocimiento ajeno de la “virtuosidad” de la institución); otras al control (¡no pueden ni los obreros estar sino bajo control cuando arreglan una ducha porque no vaya a ser que el obrero se robe algo, se le ocurra visitar al santísimo, o le aplique un pellizcón a una numeraria auxiliar despavilada por ahí); y el resto de las normas, construidas sobre la base de intentar vivir con el modelo de vida de una casa burguesa, fruto del complejo de origen del mismo fundador. ¡Qué falta de seguridad en lo sexual, también frente al que dirán (la sociedad); de confianza en los demás; y que falta de naturalidad, de sencillez y de elegancia. No leeré más reglas que están contenidas en el resto de los farisaicos documentos. Con lo leído y vivido me basta de por vida. Es el fidelismo que se practica el que le impide a uno ver la verdad. La verdad se impone por si sola.


Es impactante, saber que un hombre santo -mi iglesia/mamá lo ha declarado tal en un proceso cuestionado y que bien pudo el Opus Dei haber evitado- haya en el fondo impulsado su propia declaración de santo. De facto, con el espíritu de “reglar todo”, atar todo, bien atado, él mismo pudo haber prohibido que se impulsara su canonización pero la vanidad por los títulos que tenía, y el fidelismo que inculcó, pudo más. Que un hombre declarado santo haya tenido problemas tan graves de personalidad, es en la cultura de la iglesia actual una cosa anómala. Encuentro que no tiene nada de malo ser un pecador, que es nuestra esencia intrauterina, pero que esos “pecados” no constituyen el orgullo de la iglesia actual, no me cabe duda también. En particular sus iras (presencié cuando niño una fenomenal que revelaba su instintivo descontrol y maltrato, lo que me fue interpretado, naturalmente como la respuesta a una agresión que había sufrido el padre, inaceptable, argumento que me costó años discernir que era falso y que no era más que lo de siempre: imagen); sus métodos de control tan totalitarios (que no se le fuera a escapar nadie, haciendo de la libertad una parodia verbal). El sexo era su gran contrincante. En vez de confiar en el amor de Dios, y nuestro hacia EL, en el ejercicio de la libertad que EL nos da, que son los que dan seguridad vocacional, inventaba una nueva norma para controlar ¡hasta la correspondencia de los miembros! También ver que el pobre fundador tenía ese complejo de inferioridad que exhibía con “superioridad” porque no aceptaba su origen social y económico modestos, buscando sucesivamente “reinventarse y disfrazarse” hasta el punto de adoptar hasta las costumbres hogareñas de los españoles verdaderamente elegantes, legándolas como “espíritu de Dios”, vistas, según él, como un “combo” el año 28 y que disfrazaba con esos autoengaños como: la delicadeza, la búsqueda de la perfección evangélica tan mal entendida y otras excentricidades. No previó que muchas de esas costumbres serían incluso anacrónicas, al corto andar, hasta en la misma alta burguesía, ni que decir entre la nobleza. No entendió nunca que la perfección que reclama el Señor está puesta enseguida de los párrafos de Amor a los demás que el señor nos propone. Es ahí, en el amor a los demás, en los pobres, donde hay que buscar perfección y no en tanta neurosis absurda. Si la canonización hubiese consultado todos estos aspectos, en buenahora la santidad de monseñor porque habría querido decir que la santidad es para los pecadores que se arrepienten y que vuelven al camino pero ese afán de sólo mostrar la cara bonita, es lo que hace pensar que el proceso de canonización ha sido espurio.

Creo que se equivocaron en apurar esa canonización. Qué sabiduría la de la iglesia en cuanto a los tiempos para canonizar pero el Opus Dei, bajo los argumentos del perfeccionismo y descontrolada ambición -léase nuevamente más bien como “fidelismo” a su fundador- se atarantaron y han afectado la legitimidad del proceso de canonización para siempre. No basta –en estos tiempos en que hay cada vez más verdadera libertad para opinar- con obtener la legitimidad “legal” de un proceso. Se necesita la legitimidad profunda, en que lo legal importa pero no es lo único que importa. Lo relevante es esa legitimidad “profunda”, es decir la que adquiere un acto masivamente compartido. La canonización de Monseñor Escrivá ya no lo fue porque ya hay muchos que dudan de la transparencia del proceso. Espero que el actual papa no se tiente en hacer una canonización “flash” al querido Juan Pablo II ni tampoco a la maravillosa Teresa de Calcutta. Tienen que haber instancias reales de oposición y las oposiciones deben ser enfrentadas transparentemente por los promotores de la causa.

La iglesia-mamá debiera reformar el proceso de canonización, haciéndolo transparente y más público, en que se equilibre el interés de los postulantes, quienes no pueden servir de testaferros, y por otra parte la sociedad, tenga la oportunidad de opinar (ya se verá si tienen razón o pasión) pero por sobre todo poner por ejemplos de santidad a prostitutas, ladrones (de toda clase, sean de gallinas o de corbata) como modelos de santidad. Estos fueron los que Jesús fue a buscar y que lograron ser santos con él. ¡Por Dios señor que me gustaría ver en los altares a una prostituta que es ayudada a cambiar de vida, a una persona que ha tenido tendencia homosexual y que aborda lo que las ha causado, o a un arribista que adquiere seguridad y se conforma con su verdadera identidad, a un desconfiado o a un usurero que devuelve lo que ganó injustamente, a un traidor que le pide perdón a su amigo, o a un mentiroso contumaz que resuelve su trauma de inseguridad, o a un padre que tuvo una amante y que volvió a su mujer suplicando perdón, o que ignoró a sus hijos y volvió a ellos dándose entero, o sea, hijos tuyos Señor que cambiaron cuando conocieron tu Amor, o cuando volvieron a tu amor, como el hijo pródigo. Los pecadores debiéramos ser la parte principal del itinerario de la iglesia-mamá. La iglesia-mamá tiene que optar también por los más pobres moral y materialmente y no buscar estas vidas aparentemente ejemplares. 20 siglos de puras vidas ejemplares es más que suficiente. Ejemplares o no, es más que suficiente. Si con los cánones actuales, ni Pedro podría ser santo. Ni qué decir de la Magdalena.

Es evidente que el fundador del Opus Dei era un hombre –como todos- con defectos, pero me cuesta aceptar, después de lo que he leído en esta web y he presenciado en mi vida- que fuese un santo bajo los cánones culturales que tengo en la cabeza de lo que es un santo hoy para la iglesia. Y realmente me gustaría que esos cánones culturales cambiaran en mi cabeza y también en mi iglesia-mamá. No pierdo la esperanza.


Es una barbaridad que se induzca a tanta gente a pertenecer y a permanecer en el Opus Dei. Hacerlo es simplemente conseguir adeptos que no son reales porque terminan eclosionados interiormente por la incoherencia entre lo que logran dar y sobre todo por ese espíritu utilitarista con que les transforman las vidas porque observan que muchos de sus hermanos están igualmente estresados en este “eficientismo” de “superdotados en virtudes” impuestas como “el bien único” por el director a quién se debe obediencia, modelos en los que ha caído una parte de la iglesia embobada con estos movimientos nuevos que intentan actuar como diques de contención a los ataques de la ilustración, en vez de abrirse a todo lo bueno que ha venido de la misma ilustración. Incluso hasta creo que fue el caso del Opus Dei que era una idea más simple en sus primeros años. Tienen también que terminar en el Opus Dei con ese apostolado insano de buscar gente pero haciéndolo sin amor, sin amistad verdadera. Tienen que dejar de actuar con esa coacción tan desproporcionada como tramposa, que además llaman “santa” y abrirle los ojos a las personas acerca de en qué institución están ingresando y la extensión de los compromisos que están adquiriendo (entre otras linduras, la de destruir lo confidencialidad, mediante el expediente de lo que se confiesa en charla, se convierte en algo ya no confidencial porque el charlista tiene la libertad, libertad que no se ha advertido al “charlado”, para hablar hasta en “comité” sobre el confesado/dirigido, o sea un truco muy deleznable). Y menos, por medio de acuerdos secretos, instigar vocaciones de menores, al margen del conocimiento de sus padres. Eso es peor que un abuso sexual porque atenta contra el bien más sagrado de los Padres que es desarrollar profunda confianza con sus hijos. Por último, al que falla o se arrepiente, se le dice, sólo en la letra, que es libre para irse pero –leo con espanto y viví con espanto- que se les trata de infieles y que difícilmente se librarán del infierno, mediante “eufemismos”, incluido el del joven rico, que ya a estas alturas es a prueba de tontos. Qué incluso si se van, la “indiferencia” inhumana de la praxis llega al límite de sugerir que no conviene seguir en contacto con ellos ni siquiera en ninguna relación económica/laboral (algo leí así en unos de los libritos que publica esta web), o sea, además, se les debe cerrar las puertas en su trabajo -¿será sanción encubierta?- aunque naturalmente está expresado en términos de que lo hacen –supongo- por un profundo amor por el perjudicado…... También se les excluye físicamente -leo en otro texto- ya que no pueden ni aparecerse en la institución. Yo, con buen criterio ni lo intenté. Uno se convierte en persona non grata y se le debe atender en una iglesia por ahí…..–supongo para que- no vayamos los ex a …..contaminar a los miembros …..y afectarles sus “sólidas” vocaciones. Reglas que revelan, por una parte, un ánimo vengativo; y por otra, esa falta de confianza en la solidez de las vocaciones que tienen. Muy divino, por cierto. Si hasta quitan el saludo en la calle al que se va. De la prometida amistad, ni hablar. La amistad se metamorfosea en profunda indiferencia, inscrita en el ADN utilitarista.


Se ve que no hay verdadera amistad. Es fuerte todo esto que he leído y he revivido al leer esta pag web. Esta página web debiera servir como puente para que la institución oiga las quejas y atienda a las dolidas y dolidos. Se ve en esta página que los mandos medios, son los más dolidos de todos (exnumerarios, etc). No aparecen muchos próceres y tampoco aparecen muchos casados, aunque me constan que los hay. El problema grave está en los numerarios. Pero la reconciliación debiera ser con cada uno. Uno por uno. Es muy fácil para la Obra saber quienes son los dolidos: son los mismos que no han visto más y que estuvieron en las “agendas luxindex”. Pero que no les vayan a hablar con un guión prefabricado –aprobado en consejos y en Roma- sino que simplemente hablen con el corazón y a solas, pidiendo que el espíritu santo los ilumine, y que lo hagan de a uno, no en “colleras”, como visitan a los “infieles”, a los “peligrosos”, como las visitas que he visto descritas en esta página web. Si no somos mas que exhermanos postizos que critican lo que no les gusta y exponen los dolores de los que el Opus Dei no quiere hacerse cargo, ni menos corregir sus causas. No somos infieles ni enemigos de la iglesia. Criticar al Opus dei no es atacar a la Iglesia. Además el mismo concepto de difamación de quien realiza una actividad pública ha terminado. No tenemos derecho a la fama.. tenemos derecho a que no se nos calumnie pero no a la fama.

Después de leer tantos sentimientos en esta página, que son muy importantes, digan lo que digan en el Opus Dei respecto de los sentimientos (como si no contaran, como si no fuesen también creados por nuestro Señor), me aferro a mi relación con Dios desde abajo, desde la tierra, llegando a él sin nada, sin querer mostrar nada mas que la cizaña que crece en mi pecho. Ni una sola virtud. Ni una sola espiga de trigo. Sentir que mi dependencia a él es total. Seguir la conciencia y cuando haga cortociruito, volver como el pródigo a su corazón, ayudándome con la confesión y con la dirección espiritual, sin trucos de confidencialidad. Volver donde el Señor pero siempre apegado a la tierra, sin pretender volar, caminar despacito pero caminar, desandar lo andado y volver a caminar a paso corto. Caminar sin esa ambición enfermiza por ser santo (que extraño sentí siempre eso de perseguir la santidad, un contrasentido para mi como cristiano pues supongo que la santidad es el resultado de la vida y el análisis que hacen otros de ella pero siempre encontré incomprensible que se buscase como un objetivo de vida per se). Doy gracias a Dios de haber seguido mi instinto de no haber nunca animado a nadie bajo el argumento de la búsqueda de la santidad. Sólo llegaba a animar –y sigo haciéndolo- a que se abran al amor de Dios y no a esa búsqueda enferma por la santidad. Ese negocio tan raro: yo te doy y tú me das a cambio la santidad. Nada de cientos por uno ni la vida eterna. Lo que Dios quiera, eso, y cuando quiera. De su amor es de lo que me fío, y no entro en transacciones “bursátiles” con EL de ninguna clase. Para transacciones, voy a Wall Street on line, que hay muchos. Que paz se siente cuando no me pregunto más en cómo debo ser para ser un buen cristiano ni que conductas y metas debo tener. Hacerlo me enfermaba y me desintegraba interiormente. Relacionarme en una amistad con Dios a partir de mis peores sentimientos, de mis miserias y no de mis “linduras”, de mis “deberes ser”. Menos aún los “deberes ser” impuestos por un director del Opus Dei que me sentencia, -cual tribunal- acerca de cual es mi último defecto principal, pretendiendo usurpar mi conciencia. Y ay de mi, si no lo acepto: soberbio, infiel al padre, a la Obra, a la Iglesia, y a Dios. ¡Qué desverguenza! ¿Santa?

Señor que bien se está de parroquiano –como en el Monte Tabor- y como dice la encíclica de este papa, en mi modesta interpretación de ella, la vida de un cristiano es coja si su mesa no tiene una relación profunda con Dios, que es Amor (rezar, orar, desde abajo, sacramentos, etc). La segunda pata de la mesa es llevar la buena nueva con amor en una relación de profunda amistad filias/ágape/eros –y no narcisamente en un apostolado y vida interior para mí mismo (normas, normitas y más normas, metas de proselitismo: más, más, más aunque sea a medias verdades, para conseguir vocaciones que se llevan como ofrenda a una institución para que marquen en la PC una anotación positiva como, en los cuadernos de contabilidad budistas. XXX número de jóvenes ricos hemos coaccionado santamente: ¡hip, hip, hurrah!.

Es imperioso agregar –dice el papa- la tercera pata de la mesa: los pobres de verdad. Los pobres materialmente (que tienen hambre, sed, frío, que quieren justicia social); los pobres que están deshechos moral y espiritualmente: separados, estudiantes que les va mal, la obrera que no da más de cansada, que siente que no tiene oportunidad en la vida, a la deprimida, al niño abandonado, a la mujer violada, al drogadicto angustiado en su vicio, al borracho que se promete a si mismo cada día cambiar, y no lo logra. En fin, es cuestión de caminar un par de cuadras y ver cuantos pobres andamos por ahí, tantos y tantos. Nunca mientras fui del Opus Dei me animaron a ninguna acción por los pobres, jamás. Sin más, en la hojita de las normas no hay metas para con los pobres, nada con la caridad. Al revés, siempre a la cacería de los ricos en virtudes y que ojalá fuesen ricos de bolsillo o en buena posición en la sociedad. Lo mismo en dirección o charla fraterna. De los pobres, ni hablar, ni siquiera referirse a ellos como un hecho social. Con los intelectuales, el asunto era muy difícil porque no había mucho que mostrar para atraerlos. Y, viendo esta página, también están los pobres que eran del Opus Dei que hay que recogerlos a pedazos. La historia y los intereses del opus dei está escrita, y ya no pueden empezar a inventar documentos o reemplazar más páginas para mostrar sus intereses evangélicos por los pobres. Los del hospital de Madrid fueron hace 70 años y además eran acción de proselitismo, no era por los pobres, sino un método para obtener vocaciones. Tan distinto a la Encíclica de Benedicto en que el acto de amor por los más pobres debe ser gratuito e incluso no debe hablárseles de Dios sino cuando ellos quieran o cuando llegue el momento. La mesa se cae, es decir el amor está enfermo, si la mesa no tiene las 3 patas. Igualmente la mesa no se sostiene si estas 3 patas se llevan enfermizamente en un egoísmo “virtuoso” (que es materialismo puro) y utilitario. Sin que venga al caso, es impresionante leer una encíclica en que no aparecen las palabras pecado, demonio, diablo, condenación, infidelidad y tantas otras amenazas de parafernalia militar, tan amadas en el Opus Dei. Solo aparece Amor. Dios es amor. Tengo la intuición de que Benedicto, no se dejará manipular más por los criterios extremistas y se abrirá a la iglesia sufriente y no aceptará más las coacciones de los grupos defensores del statu quo o del retro quo, vado retro, que la han llevado a esta capiti diminutio en que se encuentra la iglesia/mamá por las presiones ejercidas en todos los planos durante los últimos 50 años (desde luego la liturgia anticuada de nuestra iglesia/mamá debería cambiar: tiene que cambiar esa liturgia y catecismos llenos de almidones tan lejanos a los que nos dejó el Señor –lo que no parece fácil con los talibanes que circulan en el vaticano- para que los pecadores -los que nos autodañamos cada día- seamos los primeros llamados a comulgar y que si faltan obreros, vengan también las mujeres a recoger las mies). No creo que Cristo hoy habría excluido a las mujeres del sacerdocio. Cristo fue muy respetuoso de las costumbres de su época y en nuestra época, las mujeres deben ser llamadas al sacerdocio cuanto antes. Pido al señor y a la virgen que esto ocurra cuanto antes. Tengo fe en Benedicto que a la hora de decisiones, no se dejará arrastrar por los que les gusta rodear al papa, coparlo, bloqueando de facto el último concilio del que han hecho una pantomima, llenándole las plazas para después pasarle la cuenta consistente en mantener el statu quo bajo pena de desobediencia a Dios. Este papa de tonto, nada. Por mucho orejero que tenga, su orejero principal es el espíritu santo.


Después de leer esta página web, confirmo mi impresión de que está en la esencia del Opus Dei –del O.D.nuevo no el original- su gusto solo por la mejor parte de la carne del animal. Es lo que veo a mí alrededor. Mucha incoherencia con el evangelio, con el Opus mismo y siempre esos juicios tajantes y lapidarios de los demás. Un miembro me dijo, en un estado casi catatónico, textualmente: ¡el opus dei es la iglesia! Y agregó que si no fuese por el opus dei, la iglesia estaría totalmente destruida. Y lo decía con un entrañable espíritu de pobreza mientras subía a un auto último modelo (lo máximo que puede él comprar pero no el que quisiera tener), para llevarse a su familia a una “discreta” y “modesta” (en su autoengaño, por supuesto) casa de descanso, en un lugar “apartado”, “discretísimo” (léase entrelíneas exclusivo y caro), con muchos hijos a los cuales aspiran a casar endogámicamente con otros del Opus (y, en general, no lo logran) para que continúen la historia de espiritual “alta”, “pobreza desprendida”, etc, etc.

O sea, en la visión que tiene ese miembro del que hablaba y en la visión de muchos del Opus somos, el resto de la sociedad, unas pobres almas condenadas a la mediocridad, a ser ovejas sin pastor, constructoras de la debilidad actual de la Iglesia…… y me lo decía ese señor con una convicción pasmosa de agradecimiento a Dios por no ser un infeliz como el resto. Les da tanta pena el mundo…….. que uno se enternece. Gracias a Dios el Opus dei no es la iglesia. No es ni será así. Por lo demás el Opus Dei está al margen de la iglesia, siempre está en la de “hacer grupito aparte”, siempre como desconectado, siempre jugando a ser “especial” y superior, sin integrarse en la sociedad, ni menos en la iglesia, y con lo de la prelatura que obtuvieron, se agravará su situación porque ese status tan especial, tarde o temprano, se les acabará porque no es sano para la iglesia tener estas categorías de miembros que viven al margen de las diócesis, de las parroquias y de las iniciativas que allí se dan y que se entienden directamente con Dios, o el papa, en subsidio de aquel. La iglesia un estorbo, salvo que la controlen.


La iglesia-mamá seguirá adelante, no le pertenecerá al Opus Dei y cuando me llame el señor –es mi profunda fe y esperanza- no me preguntará si cumplí normas y cuanta cizaña me logré arrancar de mi mismo y a cuantas personas utilicé o manipulé para que “pitaran” (o sea, si tengo mi sepulcro bien pintado). Me preguntará –y me ha dado las preguntas del examen por anticipado- cuanto amé a los más pobres, a cuantos pobres salí a buscar y cuanto amé a los que están a mi alrededor (mi familia, amigos y enemigos, trabajadores, etc, etc); me preguntará cuanto lo amé a él, si pude llevar su mensaje a otro; y cuanto me amé y respeté a mi mismo. Y como he amado poco, sólo me aferraré a decirle y recordarle que me prometió su amor y que aparte su vista de mis tripas podridas –que vuelva su mirada para no ver mis cizañas que unas mueren y otras crecen en su reemplazo- porque pecador me concibió mi madre, y él solo me prometió su amor.

Con el Opus Dei, no queda más que perdonarlo y tenerles mucha compasión a sus miembros, especialmente a los numerarios, que son en la práctica unos frailes, convencidos de que no lo son. Cuesta sanar, sin duda cuesta pero es una labor que tengo que hacer por el bien de mi mismo. Es preferible eso a tener esos dolores acumulados en el subconsciente. Tengo que seguir viendo el futuro y a la sociedad con optimismo y apegado a la roca verdadera que es el Señor, no volviendo ya más los ojos al pasado, por triste que en alguna etapa fuese, evitando lamerme las heridas porque si las toco mucho, vuelven a sangrar. A cicatrizar se ha dicho, a cicatrizar, con la ayuda del Señor que todo lo sana, que todo lo transforma y que vino para amarnos, para ayudarnos no para que le tengamos miedo.



Original