El sacerdocio de Escrivá

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Por E.B.E., 27 de julio de 2009


Siguiendo con el tema del sacerdocio, del cual se viene hablando en estos días, querría hacer una reflexión u observación.

Recientemente hemos podido leer un interesantísimo artículo sobre los estudios académicos de Escrivá, donde aparecen elementos nuevos y se ponen en duda supuestos aceptados sin reservas[1] por la historia oficial. Y esto demuestra que, en lo que hace a la historia del Opus Dei y de su fundador, no se pueden aceptar así nomás las verdades históricas establecidas por la sola autoridad de Escrivá y su entorno. Más aún, habría que revisar con atención cada uno de los elementos centrales que hacen a la historia del Opus Dei. Uno de ellos es el sacerdocio de su fundador.

Escrivá ha dicho siempre que se ordenó previendo un encargo mayor de Dios[2], para estar más disponible, porque Dios le iba a pedir algo importante que no sabía qué era. Luego supo que esa misión sería fundar el Opus Dei.

Esta es la versión oficial de lectura lineal acerca de las razones de su ordenación. ¿Pero qué pasaría si hiciéramos una lectura hacia atrás? Pues hay razones para hacerla, y especialmente una muy importante.

El Opus Dei resultó ser una institución muy distinta de la anunciada o profetizada por Escrivá. No es una institución católica de carácter laical ni tampoco una institución transparente y honesta (sobre todo por la engañosa y contradictoria vocación laical-religioso-conventual). Por si fuera poco, se trata de una organización que ha producido y produce daño de manera prácticamente sistemática.

Viendo el desarrollo del Opus Dei, es bastante dificultoso aceptar la explicación por la cual Escrivá se ordenó. Si el Opus Dei no es lo que dijo que era, las razones que Escrivá aduce sobre su ordenación inevitablemente caen por tierra.

Y si Escrivá no se ordenó sacerdote para fundar lo que nunca existió, ¿para qué se ordenó? Esta pregunta es importante, porque tal vez el sentido del Opus Dei habría que buscarlo en su ordenación, y no al revés (como afirma la historia oficial).

En este caso, el orden de los factores alteraría totalmente el producto.

Dicho de otra manera: ¿qué sucedería si en lugar de ordenarse para el Opus Dei, Escrivá creó el Opus Dei para darle sentido a su ordenación?[3]

Esto me parece más probable, y además, más coherente con el desarrollo posterior de la institución (aspectos polémicos, incoherencias, falsificaciones históricas, etc., es decir un desarrollo explicable más por causas humanas que sobrenaturales).

Por supuesto, muchos elementos hay que demostrarlos históricamente. Aunque hay uno central, que ya está demostrado: la misión para la cual Escrivá decía haberse ordenado fue inexistente, la tal fundación para laicos no solamente no surgió sino que además creó otra basada en el engaño a gran escala. Y parte de las consecuencias están reflejadas en los escritos que se publican en Opuslibros.

Este simple hecho pone en entredicho la razón por la cual Escrivá se ordena.

¿Por qué se ordena Escrivá? Ya no está tan claro.

Y esto es importante, porque desarticula el discurso incuestionable y monolítico del Opus Dei y de su propio fundador. Como el relato de Escrivá era supuestamente de inspiración divina, no tenía que demostrar nada. Se le debía creer, bajo grave amenaza de ofender a Dios, porque él era un enviado, su embajador.

Tal vez Escrivá sí se ordenó para hacer el Opus Dei. Pero como parte de un plan personal, sin que Dios tuviera nada que ver en eso. Es decir, el Opus Dei como un proyecto personal de Escrivá, del cual su ordenación formaría parte.

Este origen ilegítimo (en la necesidad o el deseo, pero no en la inspiración divina) explicaría las muchas contradicciones y forzamientos de la realidad que se dan dentro del Opus Dei.

Pero volvemos a la pregunta: ¿por qué se ordena Escrivá?

Sería muy interesante que una investigación histórica lo develara, porque se explicarían muchas cosas. Entre otras cosas, la razón de ser del Opus Dei.

Una hipótesis

Desde los comienzos, la vida diocesana de Escrivá es prácticamente inexistente (aunque esto se explicaría oficialmente, entre otras cosas, por la misión que Dios le guardaba pero que en los hechos nunca se realizó).

Dejando de lado la bonita historia oficial[4], es posible pensar que Escrivá se ordenara por alguna razón que no conocemos (por ejemplo, económicas, como «salida laboral»[5] y vocacional, ya que el matrimonio no parecía viable para él -sino «para la tropa», como dice él en su libro Camino- y desde temprano manifestó una cierta dificultad para relacionarse con mujeres[6], tema que sería digno de un estudio aparte).

Hay que tener en cuenta que el padre de Escrivá acababa de quebrar económicamente en 1915 y su hijo necesitaba resurgir de las cenizas en vistas a su futuro: herencia no había y él era un primogénito con las manos vacías. La situación era profundamente angustiosa.[7]

De todos modos, todas estas circunstancias serían insuficientes si Escrivá no hubiera tenido una importante capacidad innata para crear su Opus Dei. ¿Pero si tenía capacidad de crear el Opus Dei, por qué no creó una empresa como la de su padre? Pregunta que se puede complementar con otra ¿si tenía verdadera vocación sacerdotal, por qué terminó creando una institución marcada por el fraude y el daño a tantas personas?

Ese fraude económico que sufrió su padre, -a manos de su socio Jerónimo Mur- y le llevó a la quiebra, es difícil no verlo conectado en el fraude sufrido más tarde por quienes fueron socios del Opus Dei fundado por Escrivá. Si el fraude lo llevó a la ruina, el fraude lo sacaría de la ruina.

El exitismo, esa necesidad de eficacia y sentido de predestinación expresadas en tantos escritos de Escrivá, sintoniza con aquella humillante carencia de los orígenes.

Si lo que Escrivá buscaba era ser exitoso mediante la ordenación sacerdotal, lo ha logrado sobradamente. Ha tenido éxito con su Opus Dei, y con su canonización posiblemente haya alcanzado la cima. Santidad y éxito están íntimamente relacionados en el Opus Dei.

El problema son los aspectos fraudulentos que se descubren en el trayecto y que aun no se han investigado en toda su dimensión. En Opuslibros sólo hay un esbozo de lo que se puede encontrar.




¿Qué pasa en esos dos años 1926/28 recién ordenado? Son los dos años que preceden a la creación de la institución (supuestamente, en 1928) que presidirá. Es posible pensar que en el tramo de esos dos años 1926-1928 se dio cuenta de que lo de trabajar para una diócesis y vivir trasladándose de destino no le iba a gustar nada. Pero nada de nada.

La solución era inventarse su propia institución, dentro del gran marco de la Iglesia, pero que fuera acorde a sus ganas y necesidades vitales (aquí ya estaría el origen de ese forzar a la Iglesia para beneficio propio).

De hecho, todo el Opus Dei gira en torno a él (Escrivá). El Opus Dei viene a ser la solución de su vida (diocesana) y a su vez la misión de su vida, dos pájaros de un tiro.

Echada a rodar la institución, luego vendrían objetivos más amplios, ambiciones que iban mucho más allá de una solución a una situación personal.

Se entiende la necesidad de crearse una institución a medida de sus necesidades, paralela a la vida de la Iglesia (porque ni es religiosa-conventual ni es laical: es algo que pretende mantenerse en la ambigüedad)[8]. Pero hay un tema: ¿por qué necesita inventarse una «intervención divina en la Historia»[9] (como la caracteriza el libro del Iter Jurídico)? Aquí habría un salto cualitativo, de la necesidad a la ambición.

Una institución pequeña no era suficiente para asegurarse el porvenir: debía crecer constantemente (si no quería ser alcanzado por el recuerdo de su origen precario). Ese origen -por ejemplo, de los barrios pobres de Madrid[10]- del que se gloriaba Escrivá, era también del que huía.

El Opus Dei tiene mucho de la personalidad y biografía de Escrivá. Así como para ser agregado o numerario no hay que tener vocación al sacerdocio pero luego -paradójicamente- hay que estar dispuesto a ello, Escrivá se hizo sacerdote aunque siempre dijo que no quería serlo. Se hizo por «necesidad», no por querer: era un medio[11], no algo querido por sí mismo. Este espíritu contradictorio está encarnado profundamente en el Opus Dei y forma parte esencial de esta particular institución.




El Opus Dei fue necesario para Escrivá, en primer lugar. Luego él vería cómo vender el producto, es decir, cómo convencer a otros de que también era necesario para ellos (de ahí la elección divina que comporta el Opus Dei, llamada que no se debe rechazar, etc.). Y aquí entra en funcionamiento todo el arte de la seducción, la manipulación, la coacción y el proselitismo constantes. Pues para que sobreviva la institución, son necesarios esos elementos[12]. Al Opus Dei no le interesa la santidad sino su propia supervivencia (por eso se descartan aquellas personas que no son más útiles, así «como todo cuerpo sano, se resiste a asimilar lo que no le conviene y expulsa inmediatamente lo que no asimila»[13]).

En su experiencia Escrivá aprendió que la angustia es una gran movilizadora. Y por evitar angustias, las personas son capaces de hacer muchas cosas: por ejemplo, perseverar durante años dentro del Opus Dei (cuando en realidad, la solución a esa angustia es salir del Opus Dei, no permanecer allí, pero esto se ve claro luego, una vez afuera).

Si bien puede haber mucho entusiasmo al principio, luego gran parte de la «perseverancia» se basa en el miedo a la infidelidad. No es casual que Escrivá «metiera miedo» a base de predicaciones apocalípticas y seudo-proféticas. Desde luego, también recurriendo a amenazas. Aquí es donde surge lo perverso: el rostro desagradable del Opus Dei.

A su vez, la manifiesta coacción del Opus Dei hacia sus miembros -particularmente, los célibes-, habla de un elemento angustioso oculto, como es la necesidad de vocaciones, medios económicos, etc., necesarios para la continuidad de una institución fundamentada en un origen ilegítimo. Si el Opus Dei fuera genuino, no existiría ni angustia ni necesidad de coacción alguna.

Y cuando se desborda, la crisis generalizada no se soluciona con los mismos métodos del pasado: la coacción ya no sirve, no provoca efecto.



  1. Seguramente parte esencial del proceso de recuperación -llamado también desprogramación- se lleva a cabo mediante la sustitución de contenidos, ya sea por descubrimientos históricos -ej. el artículo de G. Rocca- como también por nuevas explicaciones de las causas y motivos en los diversos procesos institucionales y personales.
  2. «Había entrado ya la primavera. Dentro de un par de meses, terminadas las clases, vendrían los exámenes y pronto sería bachiller. En tales circunstancias se vio obligado a decidirse. Pensó en las dificultades que una estricta vinculación religiosa supondría para cumplir los planes divinos que barruntaba. Si renunciaba a hacer una carrera civil y se metía a religioso, ¿le sería posible ayudar económicamente a sus padres? La vida conventual no le atraía, ni calmaba su secreta inquietud la idea de hacerse religioso. Además, el día que oyese la respuesta a ese algo que Dios le pedía y que bullía en su alma, ¿no tendría que encontrarse libre, sin ataduras? Tomó, pues una pronta resolución: hacerse sacerdote y estar así disponible para lo que viniere» (A. Vázquez de Prada, El fundador del Opus Dei, tomo I).
  3. «Para muchos, ingresar en un seminario equivalía, humanamente hablando, a sacrificar futuras posiciones de bienestar material. Porque era de pensar que pararían en curas de pueblo, párrocos en una ciudad, capellanes de convento o curas castrenses. Acaso llegaran a obtener una canonjía, una cátedra u otras prebendas, por su mayor capacidad intelectual o por otras dotes personales. En el caso de Josemaría, la incorporación al seminario suponía la renuncia a una carrera de superior nivel social y económico, como prometían los estudios de Arquitectura y Derecho. Bien patente estaba a sus ojos la perspectiva eclesiástica cuando, una vez ordenado, se incorporara al engranaje de la vida:
    Salían de allí para seguir su carrera... Se comportaban bien y procuraban ir de una parroquia a otra mejor. El que estaba preparado, hacía oposiciones a una canonjía. Cuando pasaba el tiempo, los metían en el Cabildo, de donde procedían los elementos necesarios para ayudar en el gobierno de la diócesis, para la formación del clero en el Seminario...
    Para algunos clérigos, en fin, ser sacerdote significaba algo así como una ocupación administrativa. Idea que Josemaría no compartía, en absoluto. El joven seminarista no se sentía llamado a una carrera así:
    Aquello no era lo que Dios me pedía, y yo me daba cuenta: no quería ser sacerdote para ser sacerdote, el cura que dicen en España. Y tenía veneración al sacerdote, pero no quería para mí un sacerdocio así.
    (A. V. de Prada, o.c., tomo I, el subrayado no es del original).
  4. Recogida en muchos libros oficiales, pero especialmente en los tres tomos de A.V. de Prada, donde se pueden encontrar pasajes cercanos a un cuento de hadas: «El 2 de octubre de 1928, tras diez años de espera, barruntando algo que estaba por venir, Dios le introdujo de la mano en la Historia. Aquel joven sacerdote recibió la misión de hacer el Opus Dei; y se le concedió el correspondiente carisma. A partir de esa fecha, Dios y Josemaría -Josemaría de la mano de Dios- correrán juntos una larga y estupenda aventura» (A. V. de Prada, o.c., tomo I). Y colorín colorado...
  5. Nadie se ordena sacerdote «para ver qué pasa». O tiene una fuerte vocación basada en la fe, o bien responde a una necesidad vital, de encontrar un lugar en la sociedad (algo que sucedía en la Edad Media con los «segundones» quienes iban a un convento o a la milicia, ya que sólo los primogénitos eran los que heredaban).
  6. «Carmen tenía al hermano por «un muchacho normal, de carácter abierto»; pero, a la hora de divertirse, si había chicas presentes, Josemaría se sentía un tanto cohibido. No asistía a bailes; entre otras razones porque no se había propuesto aprender a bailar» (A. V. de Prada, o.c., tomo I).
  7. Tal vez en el seminario (1918) encontró una vía de escape -como para tantos lo fue el Opus Dei-, hacia una institución que lo protegiera mejor que la institución familiar, la cual se encontraba quebrada. No lo sabemos.
    En cualquier caso, está claro que al morir su padre (1924) las cosas cambiaron rotundamente y debió hacerse cargo de su familia, de la cual ahora era cabeza, siendo ya casi sacerdote (1925). No es extraño que haya metido a toda su familia en la nueva empresa que iba a llevar a cabo (1928). Era eso o el abismo colectivo.
    Cuanto más divino se anuncia a sí mismo el origen del Opus Dei, pareciera que más humano hay que buscarlo.
  8. En 1938 Escrivá publica su estudio sobre la Abadesa de las Huelgas, monasterio que gozaba privilegios y una considerable autonomía, modelo en el cual posiblemente se inspiró (cfr. Los estudios académicos de san Josemaría Escrivá y Albás).
  9. «La Obra, el Opus Dei, no ha surgido como consecuencia de la iniciativa de un sacerdote lleno de inquietudes espirituales, sino que es fruto de una intervención de Dios en la historia» (El Itinerario Jurídico del Opus Dei, Cap. I, pto. 5 "Rasgos definitorios del Opus Dei").
  10. «El Opus Dei nació entre los pobres de Madrid, en los hospitales y en los barrios más miserables: a los pobres, a los niños y a los enfermos seguimos atendiéndolos.» (Instrucción, 8-XII-1941, n. 57, citado en Meditaciones III, pág. 191). Es decir, a través de las llamadas «visitas a los pobres», cuyo fin principal no es atender a los pobres sino usar esas visitas para vulnerar las resistencias que tenga un candidato con posible vocación al Opus Dei, exponiéndolo a la miseria humana que padecen otros: «Al chico que no tenía ninguna preocupación de apostolado, le reventaba ir, y no iba. Y de este modo se hacía ya una selección. (...) no se trataba de hacer un labor continuada con ellos [los pobres], sino con los chicos que hacían las visitas» (Meditaciones VI, pág. 453). Nuevamente aquí la idea de que en el Opus Dei todo es un medio para obtener otra cosa. Las personas también son un medio.
  11. Lo mismo sucede con los numerarios y agregados: ingresan al Opus Dei expresamente sin querer ser sacerdotes pero luego -por necesidad de medio- muchos terminan siendo sacerdotes de la misma manera que Escrivá y este es un problema por el condicionado sustento de la vocación sacerdotal: «yo nunca pensé en hacerme sacerdote, ni en dedicarme a Dios. No se me había presentado ese problema, porque creía que no era para mí. Más aún: me molestaba el pensamiento de poder llegar al sacerdocio algún día, de tal manera que me sentía anticlerical. Amaba mucho a los sacerdotes, porque la formación que recibí en mi casa era profundamente religiosa; me habían enseñado a respetar, a venerar el sacerdocio. Pero no para mí: para otros» (Meditaciones V, pág. 280).
  12. El derecho canónico, a su vez, es esencial para su legitimación jurídica de cara a la sociedad, porque puertas adentro el Opus Dei funciona de una manera totalmente distinta al derecho: todo es entrega incondicional y el único derecho es «no tener derechos», como le gustaba decir a Escrivá.
    No es casual entonces, que en un puesto clave del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos haya, desde hace tiempo, un miembro del Opus Dei, porque allí se interpreta o se deja de interpretar todo lo referente a las prelaturas personales.
  13. «Resulta inevitable que algunos se vayan. Es una prueba más del vigor sobrenatural, de la salud de espíritu de la Obra. Como todo cuerpo sano, se resiste a asimilar lo que no le conviene y expulsa inmediatamente lo que no asimila. Y no sufre por eso: se robustece.» ("Vademecum de los Consejos Locales". Incorporación a la Obra/La perseverancia en la entrega, pág. 48. Roma, 19-III-87).



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