El plan iniciático de formación del Opus Dei

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Por Oráculo, 16.06.2006


1. Hace unos días esta web publicaba el informe secreto sobre un Numerario de la Prelatura del Opus Dei, reducido aquí al anonimato (¡menos mal!). Por sí solo es ya una formidable prueba que avala afirmaciones sustanciales del escrito presentado ante la Santa Sede, hace meses, firmado por más de 50 profesionales. ¿Por qué aseguran algunos que la petición ha sido archivada? ¿Qué constancia objetiva tienen de ese hecho? ¿Cuál es la fuente de tales afirmaciones? ¿No será que otros desean apuntalar el desánimo para afirmar después una voluntad de desistimiento por ausencia obvia de causa? A veces en esta vida hay que insistir e insistir, para conseguir, pedir y seguir pidiendo, como la viuda que importuna al juez inicuo. ¿Tan difícil es reiterar la petición de investigación o transformarla en uno, varios o cientos de escritos, con denuncias concretas sobre doctrinas desviadas o conductas reprobables, empapelando el Vaticano si fuera necesario?

El hecho es que el escrito de las 50 firmas advertía a la Santa Sede sobre la vulneración del derecho a la intimidad en las prácticas de la dirección espiritual del Opus Dei. Esto es muy grave: quizás de las cosas más graves que pueden ser denunciadas en la Iglesia. Esta web ha publicado múltiples testimonios de personas comentando su frustración por los engaños, la manipulación de las conciencias y, en suma, porque se han visto lesionadas por tales violaciones. Si alguien tenía dudas sobre la credibilidad de ese tipo de hechos, esta web acaba de aportar pruebas irrefutables. Ha publicado ya una relación de documentos secretos de la propia Prelatura, donde no falta una explicación nítida de cómo el Opus Dei entiende su acción de “dirección espiritual”. Y ahora aparece ese informe personal sobre un Numerario, uno entre cientos o miles, como elocuente muestra de la práctica diaria: es una documentación “interna”, secreta, pero coherente a su vez con los muchos testimonios de tantos que aquí han escrito aireando esas conductas.

Así pues, conviene que todo esto se sepa, se divulgue a los cuatro vientos y, sobre todo, que de ello sean conscientes cuantos frecuentan la pastoral del Opus Dei, para que conozcan dónde están y no se llamen a engaño. ¿Es necesario algo más para que, de una vez, la jerarquía decida poner coto a los desmanes? Pues probablemente, sí: en los jerarcas falta todavía una madurez de conciencia sobre la metodología de la institución —los métodos usados para alcanzar el resultado— y cuán reprobables son sus obras, ya que se hacen con plena deliberación y una supuesta justificación divina. En buena medida toda la actividad interna de la Prelatura se dedica a articular esas trapacerías, porque las considera “santas” como medios específicos del Opus Dei para ayudar (!) en el camino personal hacia la santidad. Es cuestión de no jugar con el lenguaje y, con transparencia, llamar a las cosas por su nombre.

Por eso me parecía oportuno dedicar hoy unas líneas a ese documento secreto de la Prelatura, aparentemente “modesto”, que es su Programa de formación inicial, también llamado B 10. En realidad es un verdadero plan iniciático de “formación”, ejecutado o aplicado a todos los fieles que piden la admisión en el Opus Dei, para su comedura de coco, que dirían algunos. Y su importancia puede advertirse ahora a través del tan mentado “informe secreto” sobre ese Numerario anónimo, ya que ilustra sobre los métodos seguidos para la violación sistemática de la intimidad de los fieles. Estos días se han hecho ya comentarios muy atinados, pero no perdemos tiempo reiterando algunas cosas básicas y especialmente importantes.


2. En el Anexo de ese informe encontramos un párrafo con una frase críptica para los todavía “no iniciados” en los secretos de la institución. Del ya famoso Numerario se dice esto: Se ha dejado llevar por algunos caprichos en los últimos meses —en dos ocasiones ha ido a dar un paseo a la playa en vez de ir al club, y en otra ha ido al cine, también en horario del club—. Como consecuencia de estos descuidos ha tenido dificultades (cfr B 10, III, 28); esporádicamente ha tenido alguna otra dificultad. Después de estos episodios ha acudido con prontitud a la dirección espiritual. ¿Qué se está diciendo con este “inocente” relato, semejante al de Alicia en el país de las maravillas, y qué con sus juicios? O, mejor, la pregunta es: ¿qué entiende el lector iniciado según unas claves de interpretación compartidas?

Pues muy sencillo: hablando en romance paladín, se dice que el “Numerario informado” ha cometido pecados graves contra la castidad, cuya causa se pone en los caprichos de haber ido al cine un día y haber paseado por la playa otros dos, y en esas materias esporádicamente ha tenido alguna otra dificultad. ¿Cuáles? Cierto es que no se entra a los detalles morbosos de los actos, pero a buen entendedor pocas palabras bastan: la sexualidad no ofrece muchas variantes. Por eso se añade: Después de estos episodios —léase, actos pecaminosos, no se dice cuántos— ha acudido con prontitud a la dirección espiritual —léase, charla y confesión, para contar y sanar— porque la prontitud viene exigida por la urgencia de recuperar el estado de gracia.

¿Dónde se encuentran las claves interpretativas de ese críptico mensaje? Precisamente en esa referencia numérica, casi cabalística, ininteligible para el profano: cfr B 10, III, 28. Como ya otros han dicho, la cita nos remite al documento secreto denominado B 10, que es justamente el titulado Programa de formación inicial. Se alude a su apartado III y, dentro de éste, a la charla de formación número 28, que precisamente se dedica al comentario de la virtud de la castidad.

He aquí por qué el plan de formación es también un plan iniciático de la institución, que acaba siendo vehículo para la transmisión “codificada” de información a la que nunca los Directores podrían tener derecho, por pertenecer al mundo de la intimidad personal. Lo cierto es que la condición de Director, más cuanto más alto, da acceso a una información “oficial-oficiosa”, escrita o verbal desde los escritos, que no libra a nadie del pedigrí de sus miserias, por más que la confesión sacramental hubiera borrado culpas y pecados, ni aun cuando los escritos hubieran hecho imputaciones falsas o erróneas.

Este modo de actuar permite comprender cómo han podido suceder hechos tan truculentos como los relatados por María del Carmen Tapia, cuya inocencia ignora —aún a fecha de hoy— las causas del maltrato y vejaciones padecidos. Es seguro que ella “fue informada” —calumniada— por alguien, que en sus “informes secretos” no relataba precisamente virtudes ni lindezas. Aparte este asunto particular, asombran las graves carencias del sentido de la justicia que denota ese “estilo de gobierno” impuesto por el Fundador del Opus Dei entre los suyos y, para mayor sarcasmo, con el pretexto de la confianza. No todos son iguales: ¿confianza… de quién con quién, o entre quiénes?

Recuerdo ahora una charla de un significado miembro del actual Consejo General de la Prelatura, que recientemente se expresaba de este modo: Hay gente que se lía con estas cosas del fuero interno y externo. No voy a entrar. Todo está clarísimo en el libro de las “Experiencias” sobre las charlas fraternas. Que lean y que repasen lo que ahí está escrito. Es textual (sic), y coherente con el locuaz silencio que practican en la llamada “dirección espiritual” de los fieles. Saben lo que hacen y saben que no es conforme con la doctrina ni con la disciplina de la Iglesia… pero “su carisma” parece justificar todo y estar por encima de todo. Sinceramente, digo que yerran.


3. Pienso que no será muy difícil conseguir para Agustina una versión íntegra del B 10, a fin de que todos tengamos pronto una visión del conjunto. De su original copio ahora la cita B 10, III, 28. La tipografía negrilla se usa ahí para resaltar algunas expresiones del Fundador que compendian aspectos de su doctrina. Y, en este caso, dice así:

28. Castidad. Aspecto positivo: por Amor de Dios. Guarda del corazón: siete cerrojos. Lugar que ocupa en nuestra lucha ascética. El pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza.

Guarda de los sentidos. Modestia en las conversaciones, en el vestido, etc. No dejarse engañar por la ola de erotismo que trata de convertir al hombre y a la mujer en bestias.

Castidad y humildad. Los pies de barro. Limpiar las alas, si están manchadas; nunca cortarlas. Castidad y vibración apostólica.

Sinceridad con nosotros mismos. No podemos dialogar con la tentación. Sinceridad en la charla fraterna. Amor filial a la Santísima Virgen.

(Para Supernumerarios) Criterios específicos sobre la castidad en el noviazgo y en el matrimonio. No cegar las fuentes de la vida. Cada hijo es una bendición de Dios y una prueba de su confianza.

Me parecía oportuno detenerse en este ejemplo, como han hecho otros más, porque resulta muy útil para comprender todo el funcionamiento interno de la Prelatura. Toda su actividad se resume en esto: un continuo manejo de recursos humanos y financieros, de personas y de dineros, a partir de un “sistema de información” que no para en trabas. Al igual que en este tema de la castidad, se actúa en todo tipo de asuntos, si se ve conveniente. ¿“Negocios” temporales o espirituales? Y… ¿quién sabe qué es cada cosa? Con suma facilidad algunos rememoran aquí el quid est veritas? de Pilatos (Jn 18:38) o la glosa de Mel Gibson en The Passion cuando el Procurador dialoga con su esposa preguntándose vis meam veritatem cognoscere, Claudia? y respondiendo: “mi verdad” es mi interés, lo que afecta a mis conveniencias.

De ahí que la actividad interna del Opus Dei esté cubierta siempre por el velo de la reserva en su “dirección hacia abajo”: es decir, un silencio absoluto, en relación inversa a lo que sucede en la “dirección hacia arriba”. Puede haber —de hecho hay— “intereses institucionales” inconfesados y también inconfesables: el “peloteo” con los Obispos del universo mundo es continuo, sostenido y perseverante, para cuidar una determinada imagen y evitar así que nadie mire las interioridades íntimas de la Prelatura.

El fiel de a pie nunca sabrá qué se planea, qué se intriga o por qué se decide esto o lo otro, ni siquiera sobre sí mismo, pues todo se le vende como “voluntad de Dios”. Pero todas las decisiones están respaldadas por escritos, que deben ser examinados o confeccionados por una pluralidad de personas: a esto se le llama colegialidad en el gobierno. Pero, en rigor, el gobierno no es “colegial” sino piramidal y autoritario, porque los de abajo deben mirar por el ojo del de arriba y la autonomía del inferior o inter pares se da mientras no sea recortada, interferida o condicionada, por la voluntad del superior.

El paternalismo autoritario preside todo el gobierno, como en los Estados totalitarios: la cooperación en las “trapacerías informativas” —una modesta emulación del KGB soviético— requiere en efecto “colegialidad” porque, en parte, esto ayuda a atenuar el sentido de la responsabilidad personal. El “hemos pensado” o “hemos decidido”, en plural, diluye con facilidad los reclamos de la propia conciencia ante la inmoralidad y la injusticia, cuando acaece.Y, si la conciencia personal es delicada o manifiesta abiertamente criterio propio, pronto uno será removido de los puestos para convertirse en un fiel de a pie, cuyo santificación consiste en obedecer y aportar dineros a la institución, siempre voraz por su supuesta pobreza. Es sabido que al inferior se le impide todo tipo de comentario crítico —sólo pensar parece ir ya contra la unidad deseada— mediante el impersonal “está previsto” o “se ha decidido”, cuyo sujeto es siempre el colectivo de los Directores —la estructura frente a la persona— que no yerran, por ser transmisores de la “voluntad divina”.

De verdad, seriamente, ¿puede pensar alguien, con un mínimo de sintonía con lo sobrenatural, que esos modos de obrar provienen de una inspiración divina? ¿No es más cierto que la zorrería astuta —calculadora y desconfiada— del peor lado humano parece hacerse presente por doquier, orientando incluso el gobierno, y sin escrúpulos aprovecha la ingenuidad cándida de las gentes de buen corazón? ¡Que Dios nos proteja y nos libre de gente tan buena, tan eficaz, y tan bien organizada!


4. No deseo alargar en exceso este escrito. Pero me parece que debo añadir unas consideraciones específicas sobre el sentido del B 10 y sus contenidos. Mientras aguardamos su publicación íntegra, estos comentarios servirán como presentación de la primicia editorial. El documento es muy importante porque en él se diseña un plan de formación —rígido en temas, tópicos, y aún en terminología— que, una vez concluido, se irá repitiendo luego de por vida, cíclicamente, en los así llamados medios de formación: día a día, semana a semana, círculo a círculo, retiro a retiro, en convivencias o cursos anuales, por activa, por pasiva o por perifrástica, porque es lo de siempre, que no puede cambiar, y siempre debe considerarse nuevo.

Por eso el adjetivo iniciático, que desde mi títulación he atribuido a ese “plan”, se justifica porque ese Programa aporta las claves para la comunicación interna sobre todo tipo de información, según el “lenguaje propio de la tribu” y los protocolos establecidos. Pero también merece el adjetivo porque, una vez ejecutado el plan en su conjunto, puede decirse que el fiel alcanza su plenitud como “pieza engranada” en la institución, casi de modo análogo a como se dice hoy que el fiel cristiano alcanza su plenitud propia por los tres sacramentos de la “iniciación”.

La composición del B 10 se atribuye al Fundador directamente y, de hecho, se abre con unas breves palabras suyas, firmadas con el nombre de Mariano , y su data en Roma, en la fiesta de la invención de la Santa Cruz, 3 de mayo de 1960. Sin embargo, el volumen actual se presenta como Tercera edición (Roma 1985), porque en él se han introducido algunos retoques puntuales, necesarios sobre todo tras la aprobación de la Prelatura personal.

El volumen consta de cuatro apartados con numeración romana, cuyas titulaciones orientan sobre el contenido: I. Normas generales. II. Desde la petición de admisión hasta la admisión. III. Desde la admisión hasta la oblación. IV. Doctrina católica. Los “Apartados II, III, IV” son guiones sumarios de charlas, al modo de un programa lectivo, cuyo calendario y reglas de ejecución se describe en las 39 “normas” de que consta el “Apartado I” de apertura. Quien adquiere familiaridad con esas normas posee ya las claves del “método de adoctrinamiento” seguido en la Prelatura.

El Apartado IV comprende los sumarios temáticos para 40 charlas de apologética de la fe, que pretenden compendiar la sustancia de la “doctrina cristiana”. Aquí, dejando a un lado los contenidos, su estructura y aun la sola terminología muestran el desfase de doctrina frente a los progresos del magisterio y la teología del Concilio Vaticano II. En cambio, los Apartados II-III desarrollan los aspectos más específicos de la espiritualidad del Opus Dei en amalgama con algunos tópicos ascéticos y espirituales de la vida cristiana, pero ahí modulados hacia la propia praxis particular.

No es caso comentar ahora los sumarios de las 32 charlas del Apartado II, ni tampoco de las 50 que integran el Apartado III. Pero sí debo destacar la deliberada mezcla confusa que en ellos se da entre “lo común cristiano” y “lo particular del Opus Dei”, como si ambos aspectos fuesen inescindibles. El asunto es de largo alcance, pues en buena parte proviene de ahí que los desengaños sobre esta institución arrastren a veces una crisis sobre “lo cristiano” en general: casi como consecuencia necesaria, esto les ha sucedido a muchos que despertaron al fervor de su fe cristiana en y desde la “formación” (o deformación) recibida en la Prelatura del Opus Dei.

Y, por último, el contenido del Apartado IV podría resumirse casi en una fórmula numérica: 2 + 14 + 9 + 13 + 2 = 40. Son magnitudes correlativas con cinco bloques de charlas según divisiones “sistemáticas” de una vieja teología escolar: 1-2 teología fundamental, 3-16 teología dogmática, 17-25 teología sacramentaria, 26-38 teología moral, 39-40 teología espiritual. Según indicación expresa de José María Escrivá, las charlas 26-38 deberán ser impartidas sólo por sacerdotes (B 10, I n.37), nunca por laicos, pues —a su parecer— sería poco secular (!) que los laicos se mostrasen como expertos en “cuestiones morales”. Y este dato resulta muy significativo para deducir qué visión del laicado cristiano —mujeres incluidas— tenía el Fundador del Opus Dei, e igualmente qué formación teológica y qué visión de la scientia sacra. Pero la ampliación de estos comentarios queda para otra ocasión.



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