El club de los mediocres

Por Zuri, 3.05.2004


Cuando llegué al Centro de Estudios (Montalbán, conocido en broma como wespoin o "El Mayor") me sorprendía la versión oficial que debía figurar en las tertulias y en todo nuestra conversación sobre las calificaciones en los estudios: la versión oficial era que todo el mundo aprobaba siempre, que nosotros éramos muy listos y que nadie suspendía nunca.

Todo era muy forzado porque buena parte de los estudiantes se enfrentaban a carreras difíciles e incluso el más estudioso tenía traspiés. Sólo gente excepcionalmente lista aprobaba siempre. Yo tuve que buscar un trabajo para pagarme la pensión del Centrostudios y daba clases particulares a porrillo, empezaba segundo de ingeniería y ya en primero me habían dado un par de calabazas que había tenido que solucionar en septiembre. El caso es que entre unas cosas y otras, más los fines de semana en que asistíamos a media docena de retiros mensuales al mes (el propio, el del centro de san rafael propio, el del otro centro en el que había que hacer bulto y algún rollete más) las clases de formación etc. me metieron unos palos de no te menees y aprobé sólo tres asignaturas de siete que tenía. El verano pasó estudiando filosofía (y con más clases particulares todavía) y en septiembre tan sólo aprobé media asignatura más.

Claro, yo por mucho que me esforzara me sentía un inútil en aquel ambiente, que además veía que era irreal. Porque a otros cuantos residentes de Montalbán les suspendían con cierta frecuencia, alguno suspendió todas (hacía aeronáuticos el pobre y después de trabajar como un energúmeno hasta altas horas de la noche muchos días no sacó nada en limpio). Otros tuvieron que cambiar de carrera o tomársela con más paciencia y más de uno dejó la Obra al ver que suponía un esfuerzo sobreañadido a los estudios y un serio handicap. Bueno aguanté el tirón como pude y después de nuevos estudios, cursos y cursilletes fui a parar de residente a un centro de Madrid que ahora ya no existe.

Allí la discreción era más proporcionada: no convenía farolear de los suspensos pero tampoco eran un riguroso secreto ni una deshonra y aunque no lo comentábamos en público, en privado se podía comentar, contar nuestras penas o dar apoyo a residentes y adscritos con total naturalidad.

Yo seguía mosqueado por la apariencia superferolítica que todos teníamos que presentar y, junto a otros muchachos (adscritos mayores que pasaban por lo mismo) empecé, en broma a referirme al "club de los mediocres".

La filosofía del club era simple: nos reconocíamos muchachos paleados en diferentes ocasiones (uno había cambiado una carrera difícil por otra asequible, otro arrastraba algunas asignaturas en 3º de BUP o COU, y yo cursaba asignaturas diversas de segundo, tercero y cuarto de ingeniería simultáneamente). Pero estábamos dispuestos a pasar por ello, a superarlo y a aprobar costase lo que costase. Nos reconocíamos mediocres en muchas cosas (gente normal, no lo suficientemente superferolítica) pero íbamos a seguir adelante con mediocridad a cuestas. La filosofía fundamental de nuestro "credo" era sencilla:

  1. estábamos condenados a triunfar
  2. más valía reconocerse gente normal y tener amistades con gente normal que pensarse superferolítico y juzgar la gente "al peso" de acuerdo con sus notas.

El club de los mediocres siguió adelante con bromas y cierto regocijo general hasta la aparición de un subdirector de la delegación que me aclaró en privado que "no convenía". No se si no entendió la finalidad de la broma o entendió demasiado y no le gustó.



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