El Opus Dei no pide vocaciones, las inventa

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Por Doserra, 18.11.2006


Me han llamado la atención las palabras de Benedicto XVI, el jueves 14 de septiembre, al encontrarse con los sacerdotes y diáconos de Baviera. Parecía como si estuviera refiriéndose al abuso que se viene perpetrando en el Opus Dei en su pastoral vocacional, del que traté hace un mes al hablar del sacerdocio en la Obra.

En el susodicho encuentro, Benedicto XVI manifestaba que una de sus mayores preocupaciones para la vida de la Iglesia es la falta de vocaciones. Pero advertía que esto no puede llevar a intentar conseguirlas al modo como las empresas persiguen sus objetivos: Cristo «no pidió ir a llamar voluntarios o a organizar campañas de gestión de empresas para encontrar nuevos reclutas». Al comprobar que la mies es mucha, pero los obreros son pocos, lo que hizo Jesús fue invitar a rezar al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies. «Tenemos que rezar a Dios, pedirle: "vamos, despierta el corazón de los hombres". Tenemos que pedir al Dueño de la mies que suscite un profundo sí en el corazón de los hombres». De lo contrario «el ministerio se convierte en activismo», añadió: ya no es una labor divina, no es apostolado cristiano (apóstol significa enviado: por tanto, apostolado es algo que se hace en nombre de Dios y que le tiene a Él como protagonista principal), sino un montaje humano, actividad empresarial.

Y esto es lo que sucede en la Prelatura. No piden a Dios que hable a los corazones, sino que les hablan ellos en nombre de un dios que, según el prelado, les tiene preparadas quinientas vocaciones. Y, respecto de la vocación al sacerdocio, ni siquiera se preocupan: mientras en muchas diócesis andan inquietos porque en el primer curso del seminario hay muy pocas solicitudes, en la Obra no tienen ese problema: ya se encargan los Directores de reclutar por decreto a los necesarios para cubrir sus previsiones.

No deben andar muy seguros de que Dios esté a por la labor de lo que ellos pretenden, y no se arriesgan a compartir la oración a Dios con la que Benedicto XVI redondeó espontáneamente ese día su enseñanza: «Tú lo sabes, la Iglesia es tuya. Tú nos regalarás a los colaboradores para tu obra. Allí donde nosotros no llegamos, estás Tú».



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