El Opus Dei, organización desorganizada?

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Por Doserra, 19-mayo-2006


Supo pregunta si ha habido desde los años 90 una cierta flexibilización en algunas normas del Opus Dei. En algunos aspectos se han flexibilizado, como en lo que él comenta de la asistencia de las Numerarias y Auxiliares a las bodas de sus hermanos y a Primeras Comuniones. Y en otros se han vuelto más exigentes, como en los que señala Guadalcanal respecto al consumo de bebidas alcohólicas en los Centros, al número de fiestas y a su celebración culinaria en las casas de la Obra, o al número mensual de películas de vídeo que se ven en los Centros de Numerari@s.

Pero lo importante, en mi opinión, no es que las normas sean más o menos exigentes, sino en que haya mandatos donde debería imperar la iniciativa personal. Así lo enseñaba el Fundador:

“No se pueden ofrecer fórmulas prefabricadas, ni métodos o reglamentos rígidos, para acercar a las almas a Cristo. El encuentro de Dios con cada hombre es inefable e irrepetible, y nosotros debemos colaborar con el Señor (…) no intentando poner raíles a la acción siempre original del Espíritu Santo” (Carta Divinus Magister, 6.V.1945, n. 42).

Es lo contrario de esa continua emanación actual de consignas con las que los Directores de la Obra pretenden controlar todo, suplantando la conciencia y libertad de los miembros y, por tanto, anulando su secularidad, como ya advirtió el Fundador:

“Libertad, hijos míos. No esperéis jamás que la Obra os dé consignas temporales. No tendría mi espíritu quien pretendiese violentar la libertad que la Obra concede a sus hijos, atropellando la personalidad propia de cada uno de los hijos de Dios en el Opus Dei.

Sois vosotros –libremente- quienes habéis de estar sensibilizados por la formación que recibís, de tal manera que reaccionéis espontáneamente ante los problemas humanos (…) que precisan ser encauzadas con criterios rectos. (…). Esperaríais inútilmente que la Obra os las [las soluciones] dé hechas: eso ni ocurrió, ni ocurre ni podrá ocurrir jamás, porque es contrario a nuestra naturaleza. No es la Obra paternalista, aunque esa palabra es ambigua y, por lo tanto, me refiero a la significación peyorativa. Vuestros Directores confían en la capacidad de reacción y de iniciativa, que tenéis: no os llevan de la mano” (Carta Dei Amore, 9.I.1959, n. 36).

Y así, al entrometerse los Directores donde no deberían, el Opus Dei, que fundacionalmente fue concebido como una “gran catequesis” que se limitara a dar formación cristiana para que luego cada uno sacara sus conclusiones y actuara por su cuenta, ha acabado dedicándose a suplantar la conciencia de sus miembros Numerarios, organizándoles la vida en asuntos en que cada uno debería actuar con responsabilidad personal e incurriendo en el error del que se pensaba eximido el Fundador:

“Soy muy anticlerical –con ese anticlericalismo sano, del que os hablo tantas veces- y quien tenga mi espíritu lo será también. Con demasiada frecuencia en los ambientes clericales –que no tienen el buen espíritu sacerdotal- se organizan monopolios con pretextos de unidad, se trata de encerrar a las almas en grupitos, se atenta a la libertad de las conciencias de los fieles –que deben buscar la dirección y la formación de sus almas donde los juzguen más oportuno y con quien prefieran-, y se multiplican preceptos negativos innecesarios –ya sería mucho que se cumpliesen los mandamientos de Dios y de la Iglesia-, preceptos que ponen enfrente psicológicamente a quienes han de cumplirlos (Carta Dei amore, 9.I.1959, n. 35)

El Fundador gozaba explicando la Obra como una organización desorganizada (Conversaciones n.35) en la que se procuraba evitar que la norma sofocara la creatividad y la iniciativa de sus miembros y donde todo debía actuarse familiarmente, basados en la confianza paterna y fraterna. Nadie niega que en los comienzos se intentó obrar de esta manera, ni que la retórica de los escritos fundacionales fuera inequívoca en este punto:

“No veo la conveniencia de obligaros con muchos reglamentos y observancias, que embaracen al alma en su fervor (…). El Opus Dei es un gran camino, ancho, muy ancho (…); y por ese camino se puede ir como se quiera: por la derecha, por la izquierda, por el centro, andando, corriendo, derecho, dando vueltas (…). Con esta elasticidad, acompañada de pocas normas espirituales muy concretas, evitamos que haya dentro de la Obra burócratas de la vida interior: gentes con una formación deformada” (Instrucción para la Obra de San Miguel, 8.XII.1941, n. 74) “y se hace posible que la personalidad de cada miembro de la Obra se desarrolle libremente, sin quedar raquítica, oprimida y como asfixiada por un cuadriculado de reglas innecesarias” (ibidem, nota 135).

Pero la tendencia controladora de Mons. Escrivá fue anulando progresivamente sus enseñanzas (por eso las autoridades de la Prelatura han secuestrado -como dice Trinity - los escritos fundacionales, para que no se advierta la incoherencia), de forma que la realidad actual del Opus Dei “institucionalizado” es algo muy diferente: esa organización desorganizada, según expresión del Fundador, se ha convertido hoy en probablemente la organización más “superorganizada”, más “supercontroladora” y más “superdirigista” de las actuales instituciones eclesiales.

Produce praxis sobre praxis, y más praxis con nuevas notas y criterios, para la atención de sus fieles y de su labor pastoral. Hay praxis para la organización apostólica, praxis para la liturgia —donde, dicho sea de paso, la Prelatura no tiene otras competencias que la de hacer cumplir la normativa eclesial común— y praxis para el ministerio sacerdotal; praxis para el gobierno y praxis para todo y para cada cosa. Contrariamente a su espíritu secular, todo parece estar previsto y todo determinado según protocolos, todo está previsoramente establecido. Notas, guiones, escritos, recensiones sobre libros e indicaciones sobre qué obras sí o qué otras no pueden leerse, con o sin permiso de los Directores. Cualquier cosa que suceda a un fiel de la Obra tiende a ser extrapolada para todos los demás. Y de cada cosa tiende a hacerse una causa, una nota, un apunte sobre la “experiencia” vivida.

Cuando se ignora el obrar de la conciencia personal sanada por el Espíritu, y cuando ésta se sustituye por las directrices de los Directores, el resultado primero es que, en la práctica, no se reconoce el protagonismo de Dios en la santificación. Y desde luego, por este camino, jamás se conseguirá asumir ni la singularidad única de cada persona, ni los pluralismos legítimos que promueve el Santificador a su antojo, porque poco a poco todo se va uniformando gradualmente al modo humano: se sofocan las iniciativas rectas y nobles de muchos, y, peor aún, no se tardará en ahogar la vitalidad espiritual creativa que suele rejuvenecer las instituciones:

“Con rigideces –advertía el Fundador- nada se consigue: se pierde la espontaneidad y la iniciativa y se da lugar a que surjan espíritus retorcidos: hombres que, por no formarse en la verdad, acaban yendo contra su conciencia con pecados que podríamos llamar barrocos, complicados, poco naturales. Libertad, hijos míos, libertad, que es la clave de esa mentalidad laical que todos tenemos en el Opus Dei” (Carta Multum usum, 29.IX.1957, n. 54).

¿Sabrá el Opus Dei volver a la enseñanza originaria de su Fundador?


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