El Opus Dei, hoy

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El “fenómeno Da Vinci” les ha hecho salir a plena luz, como organización, por primera vez. Sus actividades y objetivos ya no son hoy los que fueron.

Por Luis Algorri / Pilar Parra, Revista Tiempo, España. 08/05/06


“Pues claro que iré a ver la película. Después de 34 años sin ir al cine, y tratándose de lo que se trata, cómo me la voy a perder”. La pregunta es por qué Nacho Fernández, 60 años, periodista jubilado de Europa Press, se tiró casi tres décadas y media (las que pasó como agregado del Opus Dei) sin pisar un cine...

“¿Estaba prohibido? “No, hombre, prohibido no. En la Obra hay muy pocas cosas que estén formalmente prohibidas. Pero ir al cine era de mal espíritu, que viene a ser lo mismo. El caso es que no íbamos. A veces, cuando hacíamos algunas convivencias en centros de la Obra, nos ponían películas que alquilaban ellos. Sonrisas y lágrimas y esas cosas. Pero ellos la veían antes y, si acaso hubiese un beso o algo así, durante esa escena se oscurecía la pantalla”.Y eso, ¿cuándo fue? ¿En la posguerra? “Qué va”, sonríe Nacho,“yo volví a pisar un cine normal, después de tanto tiempo, cuando me salí, y eso fue en 1998”.


Apertura

La publicación de la novela El Código Da Vinci, de Dan Brown, y el inminente estreno de la película han provocado uno de los cambios más espectaculares en la casi octogenaria historia del grupo fundado por el cura aragonés Josemaría Escrivá de Balaguer, hoy santo gracias al papa Wojtyla. La bien ganada fama de secretismo (en la Obra se llama “discreción”) que tuvo siempre la organización se ha cambiado en una transparencia desconocida. Las puertas de Villa Tevere (su casa central en Roma) se abren para algunos periodistas, el prelado Javier Echevarría se deja fotografiar y contesta a preguntas, y las oficinas de información de la Obra echan humo de tantas peticiones de datos y declaraciones como llegan.

Todo son facilidades. José Carlos Martín de la Hoz, historiador, teólogo y sacerdote del Opus, lo explica: “Es que la gente del Opus Dei es gente normal, corriente. La mayoría son personas casadas, con hijos, con trabajo. Algunos son laicos no casados, son los numerarios [y agregados]; y luego unos poquitos somos sacerdotes, pero muy poquitos, el 2% de la organización. Siempre habrá poquitos sacerdotes porque lo propio de la Obra es formar lai- cos cristianos en la calle para que busquen la santidad en medio del mundo”.


Distintas clases

Según el eficaz director de Comunicación del Opus Dei en Madrid, Manuel Garrido, la prelatura (la única personal que tiene hoy la Iglesia) tiene unos 86.000 fieles en todo el mundo, más de la mitad en Europa. Siete de cada diez son supernumerarios: personas ligadas al Opus y que lo ayudan económicamente. El resto son sacerdotes, numerarios y agregados. Estas dos últimas categorías son laicos célibes que viven (los primeros) en residencias de la Obra, que entregan todos sus ingresos a la organización y que se rigen por el estricto plan de vida que diseñó el propio Escrivá. Ahí entra lo del cine.

Y, después de tantos años, ¿se sigue usando el cilicio? “Pues claro –dice Nacho–, todos los días dos horas, en el brazo o en la pierna”. Por cierto, ¿dónde se consiguen? Porque en El Corte Inglés no hay... “Es muy fácil, en los conventos de clausura de las monjas clarisas los hacen. Llegas allí, dices que eres de la Obra y te lo venden. Más cosas: una vez a la semana las disciplinas, o sea, latigazos en las nalgas. Y las duchas frías. Y las que ahora se llaman charlas fraternas, que son las confidencias de toda la vida: tienes que contarle a tu director, una vez a la semana, todo lo que haces y piensas, como una confesión general, pero sin secreto. Él puede contárselo a otros superiores y entre todos deciden qué se hace contigo”. Le molesta también no poder leer según qué cosas. ¿Por ejemplo? “Pues por ejemplo el diario El País. A mí, que soy periodista, me caían unos broncazos terribles por leer El País”.


La red de enseñanza

¿A qué dedica hoy sus esfuerzos el Opus Dei? Después de meterse, en sucesivas épocas (y siempre a título individual, desde luego: el Opus como tal jamás hace nada) en política, en la gran banca, en empresas de información o en diversos negocios, hoy sus objetivos esenciales son dos. El primero, controlar y mejorar una de las redes de centros de enseñanza más prestigiosas del mundo. Sus dos primeras universidades, Navarra y Piura (Perú), abrieron el camino a las quince actuales, que cuentan con unos 80.000 estudiantes, y a las 166 residencias universitarias que alojan, en régimen de internado, a unas 6.000 personas. Once escuelas de negocios de primer nivel, como el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), en Barcelona, y el IPADE en México. Un centenar de escuelas profesionales (13.000 alumnos); 36 centros de primaria y secundaria (varios en EE UU), con otros 25.000 alumnos, y media docena de hospitales (un millar de médicos) en los que la enseñanza es fundamental.

Además están proyectos solidarios como Harambee, fondo para financiar proyectos de desarrollo en África siempre con el objetivo de que los chicos lleguen a la Universidad. Y, contra lo que algunos ex miembros dicen, en todos los centros se informa a los alumnos de qué es el Opus, pero no se les agobia para hacerlos pitar (ingresar) como sucedía hace años.


Cuestión de números

Sobre el dinero que maneja la Obra en el mundo, no hay cifras (ver entrevista). Un libro reciente de John Allen calcula esa riqueza en 2.800 millones de dólares. El nuevo edificio del Opus en Manhattan costó 60 millones y fue financiado con un regalo. La mansión de Longlea, en Washington, fue comprada para la Obra por un matrimonio cercano a ella por 7,4 millones de dólares. El proselitismo, que en los tiempos de Escrivá y en los años posteriores era una de las obsesiones de la gente del Opus, hoy funciona sobre todo en los centros de primera enseñanza y en los numerosos clubes juveniles de que dispone la Obra, como el Jara, el Roca, el Argüelles, el Codaste o el Llambria (y esos son sólo algunos de los que hay en Madrid). Sirven para llevar a gente muy joven (14 e incluso 13 años) “al calor de la Obra”, como se dice entre ellos: legalmente no forman parte de la organización (eso sólo puede pasar a los 18 años), pero su honorífica condición de aspirantes les hace sentirse mentalmente integrados desde casi niños. En algunos países (EE UU, Canadá, Irlanda, Reino Unido) se han llegado a crear asociaciones de padres con el objetivo de “recuperar a los niños perdidos”, captados por el Opus Dei.

“Están teniendo problemas porque la gente se les va en masa, lo reconozcan o no”, asegura Alberto Moncada, presidente de Sociólogos sin Fronteras y ex alto cargo del Opus Dei hace décadas (él fue quien llevó el mensaje de Escrivá al Perú,).“El Opus oculta cuidadosamente sus cifras, tanto las económicas como las de afiliaciones y bajas. Ahora se está produciendo un fenómeno nuevo: les está afectando muchísimo Internet. En las residencias de la Obra todo el mundo sabe que, además de las webs oficiales, hay otras, como www.opuslibros.org, en las que los ex numerarios charlan entre sí y publican documentos que el Opus censura. Claro, en las casas de la Obra no ven esas páginas, está prohibido, pero algunos se van a un cibercafé, se enteran de lo que pasa de verdad y antes o después acaban por salirse. El modelo de tener a los numerarios viviendo en pisos que parecen conventos laicos es algo de otro siglo, eso es anacrónico”. El ex agregado Nacho Fernández está de acuerdo: “No hay forma de saber cuántos se salen porque esos datos nunca se hacen públicos, pero la percepción que tienes cuando estás allí, cuando lo ves, es que antes era un goteo y ahora es un grifo abierto.Yo creo que se está yendo cada vez más gente, conozco personalmente a decenas que lo han dejado”.


Su peso en la Iglesia

Como dice uno de los responsables de Información del Opus Dei en Roma, el catalán Marc Carroggio, lo que ocurre es que la Obra “es como la cerveza Guinness: que no es para todos los paladares. El que no sea capaz de aguantar nuestro ritmo, pues es libre de marcharse, no pasa nada”.

Tras el fallecimiento del papa Wojtyla, que favoreció al Opus Dei como ningún otro pontífice, y con Benedicto XVI, que no parece tan próximo, el otro objetivo de la Obra es mantener su peso en la Iglesia. Ya cuentan con dos cardenales (Cipriani y Herranz) y 40 obispos. En Roma hay al menos una docena de curiales opusdeístas.

Pero lo urgente ahora es capear lo mejor posible el temporal Da Vinci mostrándose como una organización moderna.