Del don de sí a la pérdida de sí

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(Cap. 3 de Lo que pasó a ser el Opus Dei)


La paradoja expuesta por las palabras de Jesús "quien quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía la salvará" refleja un cierto acertijo al que la Iglesia ha respondido con su ensenanza sobre el don de sí. La resignación y el olvido de sí son ideas tradicionales. Pero su absolutización llega a la pérdida de sí. Miremos cuál es la práctica del Opus Dei en este campo:

Que los hijos míos no olviden que vienen a obedecer, que vienen a pasar inadvertidos.[1]

Una buena parte de la entrega es no pensar en sí mismo.[2]

Pienso que se solucionan todos los conflictos de cada uno de mis hijos si, a la hora del examen, pueden decir de verdad: "Jesús, de mí no me he ocupado, no he pensado en mí". Si te comportas así, tú eres alma contemplativa, tú eres ipse Christus (el mismo Cristo).[3]

Insisto: pongo como remedio de todos los problemas personales, el olvidarse de sí mismo, para preocuparse de los demás, por Dios. Así se va por los caminos de la tierra, construyendo los caminos del Senor.[4]

Casi todos los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos. Es necesario darse a los demás, servir a los demás por amor de Dios: ése es el camino para que desaparezcan nuestras penas. La mayor parte de las contradicciones tienen su origen en que nos olvidamos del servicio que debemos a los demás hombres y nos ocupamos demasiado de nuestro yo. Entregarse al servicio de las almas, olvidándose de sí mismo, es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.[5]

En el nombre del don de sí se combate finalmente el amor a sí mismo : "cuando se trata de elegir algo para uso personal, elegir lo más pobre, lo menos simpático".[6] A los miembros del Opus Dei se pone como ejemplo el fundador que afirmaba: "no valgo nada, no tengo nada, no sé nada, no soy nada, !nada!" [7] Sin duda tal postura es bastante destructiva desde el punto de vista psicológico y los problemas aparecerán temprano. ?Cuanto tiempo puede uno sobrevivir sin vida propia? ?En qué momento aparecerá la sensación de vacío, de sinsentido, de desesperanza? San Josemaría previó tal eventualidad y dio la siguiente solución: es verdad que un miembro del Opus Dei puede sentirse alienado, pero en esto justamente consiste la santidad:

Si en algún momento —ante el esfuerzo, ante la aridez— pasa por vuestra cabeza el pensamiento de que hacemos comedia, hemos de reaccionar así: ha llegado la hora maravillosa de hacer una comedia humana con un espectador divino.

No podemos abandonar nuestra vida de piedad, nuestra vida de sacrificio, nuestra vida de amor. Hacer la comedia delante de Dios, por amor, por agradar a Dios, cuando se vive a contrapelo, es ser juglar de Dios. Es hermoso —no lo dudes— hacer comedia por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto al Senor, que juega con nosotros. (...)

Hay que cumplir con el deber, no porque nos guste, sino porque tenemos obligación. No hemos de trabajar porque tengamos ganas, sino porque Dios lo quiere: y entonces habremos de trabajar con buena voluntad. El amor gustoso, que hace feliz al alma, está fundamentado en el dolor, en la alegría de ir contra nuestras inclinaciones, por hacer un servicio al Senor y a su Santa Iglesia.[8]

Es verdad que el amor puede provocar sufrimiento (por malentendidos, por el sufrimiento de la persona querida, etc.), pero la afirmación que "el amor gustoso está fundamentado en el dolor" es falsa y peligrosa, como también lo es la afirmación del fundador de que "la alegría tiene sus raíces en forma de cruz".

Cuando hablamos de egocentrismo es verdad que a veces es mejor "no escucharse a sí mismo". Pero escucharse a sí mismo es útil para enterarse de lo que se quiere, se siente, se piensa y para darse cuenta de la causa del sentido de nuestro sufrimiento. El dolor cumple el papel biológico de senalizar que algo no funciona como debería. No se puede echarle de lado. Es como si alguien condujera un coche sin mirar las indicaciones del salpicadero... En este punto se puede ver la fuente de muchas enfermedades psíquicas que se dan entre los miembros de la Obra. Se confunde el escuchar las senales del cuerpo con la complaciencia con el placer, lo que lleva a la doctrina de la mortificación permanente.

No tener vida propia, no quererse a sí mismo, trabajar por obligación, no tener ningún placer... Estos son los ideales para los que vive el miembro del Opus Dei. Allí uno no tiene derecho a la felicidad. Los individuos no tienen valor. Lo importante es lo corporativo. Sólo tiene precio el trabajo que uno pueda ofrecer al Opus Dei. La humildad que se nos propone consiste en la pérdida de uno mismo, en la aniquilación de la propia identidad, para acabar "siendo tú mismo Opus Dei".[9]

"Pasar inadvertido" –ése es el ideal que los miembros del Opus Dei deben perseguir-. Se les impone la meta de no crear problemas, de no tener opinión propia, de dejarse conducir como ninos. La doctrina de la infancia espiritual se reduce a una postura infantilizada: "Nino, el abandono exige docilidad."[10]




  1. San Josemaría, A solas con Dios, n. 188
  2. San Josemaría, A solas con Dios, n. 114
  3. San Josemaría, meditación 13-X-1963
  4. San Josemaría, meditación 20-I-1967
  5. San Josemaría, carta Videns eos, 24.03.1931, n. 15
  6. San Josemaría, Instrucción, 31-V-1936, nota 137
  7. San Josemaría, Vía Crucis, XIII estación, punto 5
  8. San Josemaría, carta Videns eos, 24.03.1931, nn. 18-19
  9. Del prólogo de Escrivá al Catecismo de la Obra
  10. San Josemaría, Camino, n. 871



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