De la santidad de la Iglesia a la santidad del Opus Dei

(Cap. 12 de Lo que pasó a ser el Opus Dei)


San Josemaría estaba profundamente convencido de que recibió el 2 de octubre de 1928 una iluminación de Dios para fundar el Opus Dei. Esta convicción se refleja en el mismo nombre de la organización (Opus Dei = Obra de Dios). La organización fue luego reconocida por el Vaticano y recibió finalmente en 1982 el estatuto de prelatura personal.

El Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei es una explicación de lo dispuesto en los Estatutos de la Prelatura, para facilitar que los fieles del Opus Dei conozcan bien su Derecho particular y su espíritu.[1]

Las normas de los Estatutos de la Prelatura han de ser tenidas por santas, inviolables y perpetuas.[2]

El Opus Dei interpreta la fórmula jurídica de la prelatura personal igualándola a la de diócesis, y por tanto afirma que la prelatura forma parte de la estructura jerárquica de la Iglesia Católica. Basándose en esta pretensión, no sólo se atribuye los rasgos de la Iglesia, sino que también, por ser la manifestación de la voluntad divina, asume los rasgos de Dios mismo ("santas, inviolables y perpetuas"). Estamos ante la absolutización de la institución.


Otra práctica es la de identificar la voluntad de Dios con la voluntad de los directores:

El espíritu de la Obra hace que sus miembros tengan con todos los Directores una confianza, fraterna y filial a la vez, sin temores ni recelos, porque les lleva a considerar que los Directores representan a Dios Nuestro Senor.[3]

Los consejos recibidos en la charla con el director tendrán habitualmente la forma de orientaciones o sugerencias, pero quien los recibe ha de aceptarlos «como si vinieran del mismo Jesucristo, Senor Nuestro».[4]

No hemos de olvidar que el lugar, en el que somos más eficaces, es aquél en el que nos han puesto los Directores Mayores: ésa es la voluntad de Dios.[5]

Cuando un miembro del Opus Dei se acerca a su director, tiene que ser consciente de que se acerca a Dios mismo. Dicho de otra manera, tiene que recibir todas las sugerencias e insinuaciones de los directores como una orden que le obliga en conciencia. La obediencia monástica no pretende que el superior tenga razón, pero en el Opus Dei el director siempre tiene razón por el hecho de ser la viva voz de Dios. Estamos ante la absolutización del papel del director.


La intensidad con la que se venera a san Josemaría es también discutible. Los cristianos corrientes intentan simplemente imitar a Jesús, pero a los miembros del Opus Dei se les incita a identificarse con su fundador:

En todo hemos de actuar como lo haría nuestro Padre: ése es el criterio certero.[6]

Madre, haz también que nos parezcamos más y más a nuestro Fundador, que así seremos buenos hijos tuyos.[7]

Se podría pensar que tal tratamiento del fundador es una peregrina idea de sus ardientes seguidores. Pero no. San Josemaría se consideraba el portavoz del Senor:

Dios os pedirá cuenta si no atendéis mis indicaciones. Por mi boca os habla especialmente Jesucristo.[8]

Si no pasáis por mi cabeza, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo.[9]

Estas son palabras del fundador. Pero su primer sucesor (Álvaro del Portillo) identifica todavía más la imitación de Cristo con la imitación del fundador:

Permitiremos actuar a nuestro Padre si fomentamos en nosotros una actitud de docilidad a la acción del Espíritu Santo, que se traduce en dejarse moldear por los Directores, en recibir bien la corrección fraterna, en abrir el corazón con sinceridad en la dirección espiritual... Así la gracia de Dios entra a raudales en el alma y nos transforma en Opus Dei. Y, si hemos sido fieles, al mirarnos en el espejo del examen de conciencia, contemplaremos reflejada, no la pobre imagen de hombres llenos de miserias, sino la figura de nuestro Modelo, Jesucristo, y también la de nuestro Padre.[10]

Estamos ante la absolutización de la figura del fundador.




  1. Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei (edición del ano 2003), n. 349
  2. Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei (edición del ano 2003), n. 354
  3. Catecismo de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei (edición del ano 2003), n. 151
  4. Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, 19.03.2001, p. 12 i 49
  5. San Josemaría, Instrucción, 31-V-1936, n. 10
  6. Meditación Parecerse a Nuestro Padre, Crónica, VI.1985, p. 590-596
  7. Don Álvaro, apuntes tomados en una tertulia 26-VI-1977, Crónica, 1977, p. 763
  8. San Josemaría, meditación El buen pastor, 12.03.1961
  9. San Josemaría, Meditaciones IV, p. 354
  10. Don Álvaro, apuntes tomados en una tertulia 26-VI-1977, Crónica, 1977, p. 763