Las técnicas de control mental de las sectas y cómo combatirlas/Cómo prestar ayuda

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Cómo prestar ayuda


Si alguien que usted conoce y ama se convierte en miembro de una secta destructiva, probablemente se encontrará usted frente a una de las situaciones más difíciles de su vida. Al intentar ayudar al ser querido a que recupere su personalidad original, es muy fácil cometer errores que harán todavía más difícil su tarea. No obstante, si usted responde al desafío de una manera clara y bien equilibrada emocionalmente, las posibilidades de que sus esfuerzos fructifiquen son mucho mayores, y será además una experiencia muy gratificante y enriquecedora. Esto, al menos, es lo que he podido observar una y otra vez en las familias con las que he trabajado como asesor en abandonos.

Este capítulo pretende ofrecerle unas cuantas ideas básicas y prácticas de lo que la gente debe y no debe hacer cuando intenta ayudar a que un adepto abandone la secta, lo que debe hacer usted y también los otros miembros de su familia mientras realizan un esfuerzo común. Adoptar unas cuantas precauciones elementales puede evitarle un cúmulo de frustraciones.

La mejor manera de empezar es con los ejemplos de las reacciones opuestas de dos familias frente al problema de perder un hijo en una secta destructiva. Las historias que siguen a continuación están basadas en casos de personas reales a las que he atendido. Sus nombres, y también los de las sectas en las que estaban comprometidos, han sido cambiados.

La familia Johnson y la Hermandad Mundial

Cuando Bill y Lorna Johnson se dieron cuenta por primera vez de que su hija Nancy se comportaba de forma extraña, simplemente se despreocuparon del tema y lo achacaron a los típicos problemas de desarrollo de una muchacha de diecinueve años que pasaba el verano fuera de casa. Neil, que era su hermano mayor, también había mostrado un comportamiento extraño y atípico cuando tenía la misma edad. Nancy se encontraba en la región del Medio Oeste, y se dedicaba a vender libros a domicilio para ayudarse a pagar los estudios, pero sus ventas habían sufrido un bajón. Sin embargo, cuando llamó a sus padres y les comentó las dificultades que tenía en su trabajo, a éstos les sorprendió la aparente tranquilidad emocional de su hija, como si no tuviera ni una sola preocupación. Como sabían que Nancy era una persona a quien le gustaba salirse con la suya, Bill y Lorna esperaban que diera muestras de frustración y angustia. Había algo que no andaba bien, pero eran incapaces de saber de qué se trataba.

Unas semanas después recibieron una llamada telefónica de Leslie, una de las mejores amigas de Nancy. Leslie comentó a Bill y a Lorna que acababa de recibir una preocupante carta de Nancy. Leslie había dudado antes de llamar a los padres de su amiga, pues no quería traicionar su confianza. Pero en el contenido de la carta había tan poco de Nancy que decidió arriesgarse a un enfrentamiento con su amiga.

En ella decía, entre otras cosas: «Leslie, por fin he encontrado el lugar que de verdad me corresponde en el mundo. Dios me ha llamado para que forme parte de la Hermandad, que son los únicos cristianos verdaderos en la Tierra. He tirado mis tejanos, porque he comprendido que formaban parte de mi pasado satánico... El lugar de la mujer está por debajo del hombre... así lo dice la Palabra de Dios, y yo estoy aprendiendo a destruir mi ego vanidoso que desea formar parte de este mundo malvado".

La prenda favorita de Nancy siempre había sido su pantalón tejano. Normalmente era una muchacha alegre con la que resultaba fácil llevarse bien, porque no tenía prejuicios. También, hasta cierto punto, tenía algo de feminista. Aquellos sentimientos de sumisión que manifestaba en la carta no eran muy propios de ella. Todos estos detalles que habían preocupado a Leslie preocuparon aún más a los padres de Nancy, porque su hija al parecer les había ocultado su afiliación. ¿Por qué Nancy jamás les había hablado de este grupo? Siempre se había comportado con ellos de forma abierta y sincera. No era habitual en ella que les mintiera deliberadamente acerca de su compromiso con un grupo religioso. Cuando le preguntaron qué novedades tenía para contarles, les respondió: «No muchas». A juzgar flor el tono de la carta, las novedades eran muchas.

Los Johnson telefonearon enseguida al ministro de su Iglesia para pedirle consejo. Él fue a verles de inmediato, y se mostró de acuerdo en que Nancy se comportaba de un modo extraño, y sugirió la posibilidad de que hubiera ingresado en un secta religiosa. Ante la sola mención de la palabra «secta» el pánico se adueñó de los padres. El señor Johnson estuvo a punto de cometer el típico error. Su primer impulso fue el de llamar a Nancy y pedirle explicaciones sobre el grupo, la carta a Leslie y las mentiras que les había contado. Por suerte, no lo hizo.

La señora Johnson era incapaz de controlar su llanto. Sentía que había fracasado como madre. Algo debía de faltar en la vida de Nancy para tener que ir a buscarlo en uno de esos grupos. Comenzó a revisar mentalmente todos los detalles de los incidentes más significativos de la vida de su hija, para tratar de saber qué la había hecho tan susceptible. Decidió llamar a Neil y pedirle que dejara lo que estuviera haciendo y acudiera a su casa sin pérdida de tiempo.

Cuando Neil llegó a su casa, se encontró con el siguiente panorama: su padre recorría una y otra vez la habitación, su madre lloraba, Leslie estaba sentada en un sofá cerca de ella con las manos cruzadas sobre su regazo, y el clérigo tenía el rostro demudado. «Pero bueno, ¿qué pasa?», preguntó Neil mientras se sentaba al lado de su madre y le pasaba un brazo por los hombros. El señor Johnson dijo: «Pensamos que Nancy se ha metido en algún tipo de secta religiosa». «¿Nancy? Nunca; imposible», exclamó Neil. «Ella no se dejaría enganchar por uno de esos grupos.» Entonces, sus padres le pusieron al corriente de todo lo que sabían. Se quedó asombrado.

Por fortuna, el clérigo fue capaz de persuadir a los Johnson de que no hicieran nada de momento. Les prometió que haría todo lo posible para obtener una mayor información sobre el grupo llamado la Hermandad y que buscaría asesoramiento sobre cómo podían ayudar a su hija. Ésta fue la primera de las noches que los Johnson pasarían sin dormir en las próximas semanas. Como el clérigo conocía la existencia de la Asociación para el Conocimiento de las Sectas (ACS), consiguió a través de ellos mi nombre y mi número de teléfono y se los dio a la familia.

Tan pronto como pudimos conseguir la suficiente información concreta para empezar trabajar, los Johnson llamaron a sus amigos y parientes para invitarles a participar en un programa de aprendizaje y consultas que se desarrollaría durante el siguiente sábado. Les aconsejé que buscaran toda la ayuda y apoyo que fuera posible. Por mi parte, conseguí que un ex miembro del grupo que vivía en otra ciudad grabara un Vídeo que mostrase todo lo que pudiera recordar acerca del grupo, sus líderes, sus creencias y sus prácticas. Con ese material como base, estuvimos en condiciones de organizar rápidamente una intervención.

Dado que ni Nancy ni el grupo sabían que la familia estaba al corriente de su afiliación, fue relativamente sencillo planificar una intervención sorpresa. La familia estuvo de acuerdo en tomar un avión todos juntos al cabo de una semana. A la mañana siguiente de nuestra llegada, montamos guardia frente a la casa de la secta y esperamos la salida de Nancy. Pensábamos que sería mucho más fácil hablar con ella si estaba fuera del domicilio del grupo y alejada de los otros adeptos.

Tras un par de horas de espera, Nancy y otra mujer salieron de la casa y subieron a una furgoneta. Las seguimos hasta un supermercado de un centro comercial cercano donde, al parecer, compraron provisiones. Les di a los Johnson instrucciones muy concretas sobre lo que tenían que decir y hacer. El plan consistía en esperar, si era posible, a que Nancy estuviera sola. En ese momento, tendrían que acercarse a ella y darle un fuerte abrazo. Como era de suponer, contábamos con la sorpresa y el asombro que sentiría Nancy al verles. Ya que ella no le había hablado a su familia de la existencia del grupo, le resultaría mucho más difícil negarse a su insistente invitación de llevarla a comer a un restaurante. Los señores Johnson le dirían únicamente que necesitaban comentar con ella una cuestión familiar de suma urgencia, y ni una palabra más. Se mostrarían cariñosos y amables, pero firmes. Neil se encargaría de que la otra mujer no interfiriera en el asunto.

Yo les observaba a través de una de las vidrieras del establecimiento. Nancy no opuso la menor resistencia. Parecía estar muy contenta de ver a su familia, aunque también sorprendida y confusa. Cuando Nancy dijo: Un «momento, que voy a avisar a Claire», Neil se ofreció a hacerlo y echó a andar. Nancy le gritó: «Creo que está en la sección de limpieza». «No te preocupes», le replicó Neil, sin detenerse. Sus padres ya se encaminaban hacia la salida. Neil esperó un minuto, oculto tras unas estanterías, y luego salió a toda prisa del supermercado. «Ha dicho que muy bien», declaró Neil mientras subía al coche; una treta. Por mi parte, llamé a un taxi y me dirigí al hotel donde tenía reservada una habitación contigua a la de los Johnson, y allí esperé a que la familia me llamara. En el entreacto, puse al corriente de todo lo su cedido hasta entonces al antiguo miembro del grupo que había venido conmigo para colaborar en la intervención.

No tuvimos que aguardar mucho tiempo. Tal como habíamos acordado, los Johnson esperaron a estar instalados en su habitación antes de decir a Nancy que habían volado hasta allí porque tenían dudas acerca del grupo al que pertenecía. En un primer instante, Nancy negó estar comprometida con grupo alguno. Entonces el señor Johnson le mostró la carta que ella había enviada a Leslie. Me contaron luego que el color de su cara se tiñó de rojo y que, a continuación, se echó a llorar. «¿Por qué has tenido que mentirnos?», le preguntó el señor Johnson, con tono severo. «No es propio de ti», añadió la señora Johnson. Nuevas lágrimas rodaron por las mejillas de Nancy.

«Estamos aquí porque te queremos y nos preocupamos por ti», dijo Neil, entre lágrimas. «¿Por qué no nos cuentas todo lo que ha pasado», preguntó el señor Johnson. «¿Por qué no comienzas desde el principio?», sugirió.

Conforme Nancy les contaba todo lo ocurrido, llegó a un punto en el cual adoptó una actitud muy de la secta y comenzó a citar la Biblia y a su líder. Los Johnson me contaron más tarde que, en aquel instante, se asustaron. La expresión de Nancy había cambiado, y se convirtió en otra persona. Le preguntaron si en lo más profundo de su corazón aún les quería y confiaba en ellos. La muchacha pensó un momento y dijo: «Sí».

La señora Johnson intervino entonces: «¿Te quedarás con nosotros durante los tres próximos días y no hablarás o verás a nadie del grupo?»

Nancy quiso saber por qué.

«Porque hay una información importante que pensamos te puede interesar y hemos citado a unas personas para que vengan y compartan contigo lo que saben», agregó la señora Johnson.

Nancy reflexionó sobre la propuesta durante unos minutos que parecieron eternos. Quería saber quiénes eran esas personas y por qué el encuentro debía durar tres días. «Cariño, puedes descubrirlo por ti misma. Están en la habitación de al lado. Todo lo que te pedimos es que confíes en nosotros y les des la oportunidad de contarte algunos hechos que tal vez el grupo no quiere que conozcas», contestó el señor Johnson.

La intervención sólo requirió dos días, Nancy nos prestó el máximo de atención una vez comprobó que éramos personas sinceras y que no llevábamos ni cola ni cuernos. Estaba inmensamente agradecida por toda la preocupación y cariño de que era objeto. Ella ya había tenido dudas acerca del grupo pero, como la mayor parte de los nuevos adeptos, pensaba que no era lo bastante espiritual para criticar las palabras de los miembros más antiguos.

Por qué triunfaron los Johnson

A pesar de que su hija había sido reclutada por una secta destructiva, los Johnson fueron muy afortunados. En primer lugar como hablaban con Nancy cada semana, pudieron darse Cuenta de algunos de los cambios en su voz y en su personalidad casi desde el principio. Instintivamente comprendieron que debían mantenerse en estrecho contacto, porque Nancy era joven, estaba casi en la otra punta del país y atravesaba un período de mucho estrés en su trabajo como vendedora a domicilio. Aunque los Johnson podrían haberse asegurado de que Nancy supiera qué son las sectas destructivas antes de su partida, no creyeron que el problema podía afectar a cualquiera, incluso a un miembro de su familia. Cuando comprendieron las técnicas y los efectos del control mental, estuvieron en condiciones de adoptar soluciones constructivas en lugar de permitir que el sentimiento de culpa por haber «fracasado» como padres les incapacitara para tomar decisiones.

Leslie se comportó como una heroína. Fue capaz de superar su miedo a un posible enfado de Nancy y actuó como una verdadera amiga al avisar a los padres. Gracias a ello, los Johnson fueron capaces de identificar y resolver el problema a las primeras de cambio. Tan pronto como salió del grupo, Nancy no tenía palabras para agradecerle lo que había hecho.

Los Johnson también tuvieron la gran fortuna de que el ministro de su Iglesia les aconsejó con acierto y no vaciló en acudir rápidamente en su ayuda. No sólo les ayudó a identificar el problema, sino que también consiguió evitar que cometieran los clásicos errores que hacen mucho más difícil y complicado el proceso de abandono. A diferencia de la mayoría de los clérigos, su ministro había participado poco antes en un seminario sobre sectas destructivas y pudo prestar una ayuda significativa. Comprendió que la familia no debía actuar de forma apresurada. Como sabía que demasiadas personas intentan asesorar por su cuenta a un pariente o a un amigo para que abandone la secta, tenía muy claro que lo que necesitaban era que les tranquilizasen y trazar un plan con la ayuda de expertos. Dado que el seminario al que había asistido lo patrocinaba un afiliado de la Asociación para el Conocimiento de las Sectas, sabía dónde acudir en busca de información y ayuda.

Los Marlowe y La Palabra

Roger y Kitty Marlowe no fueron tan afortunados como los Johson su hijo fue reclutado por The Word (La Palabra) cuando estaba en el instituto. Ellos también advirtieron algunos cambios drásticos en su personalidad y manera de ser, pero consideraron que la mayor parte de estos cambios eran algo muy positivo. Henry ya no soltaba tacos, y les dijo que había dejado de fumar y de beber. Cuando fueron a visitarle en el día de los padres, se sintieron complacidos al ver lo limpio y arreglado que tenía el dormitorio, y que la que había sido su revista preferida, Playboy, brillaba por su ausencia.

Henry presentó a sus padres algunos de sus amigos del grupo. Les resultaba un tanto extraño que se hubiera vuelto tan religioso. Jamás había manifestado el menor interés por el cristianismo. En general, los miembros de la hermandad les impresionaron favorablemente. Todos tenían un aire de pulcritud, resultaba obvio que eran muy inteligentes, que provenían de buenas familias y que eran muy cordiales. A los Marlowe ni siquiera se les pasó por la cabeza hacer averiguaciones sobre La Palabra. A primera vista todo les pareció perfecto.

Comenzaron a preocuparse cuando vieron las calificaciones que había obtenido al final del semestre. El promedio general de Henry que era «Bueno» se había hundido a «Deficiente» Cuando hablaron con él acerca de las notas, el muchacho se puso a la defensiva. Les dijo que había hecho todo lo que podía, pero que le habían tocado malos profesores. Por otro parte, agregó, estaba pensando en cambiar de carrera. Ya no tenía interés en el marketing. Quería licenciarse en estudios religiosos.

Henry siempre había sido una persona de ideas claras y muy independiente. Sus padres llegaron a la conclusión de que sabía lo que hacía. Esperaban, por supuesto, que fuera capaz de mantenerse a sí mismo, pero si había sentido una llamada espiritual, ¿quiénes eran ellos para oponerse? Tenía casi veinte años. Pasó otro semestre y los Marlowe seguían sin comprender lo que ocurría. Henry se las apañó para mejorar sus notas, pero todavía estaba por debajo de las calificaciones que solía obtener.

Aquel verano les dijo que tenía pensado viajar a Kansas para participar en una «reunión anual de creyentes». Sin embargo, cuando llegó allí, les volvió a telefonear para comunicarles que había escuchado «la llamada del Señor» pidiéndole que abandonara el instituto. Iba a comprometerse con el grupo durante un año para ir adonde le enviaran, buscar un trabajo de media jornada para cubrir sus gastos y dedicar al menos veinte horas semanales a la labor evangelizadora.

Su padre se puso furioso.

—¿Por qué no acabas primero el último curso y después te dedicas a la evangelización?—le preguntó visiblemente irritado.

Henry se enfadó a su vez al notar el tono de rabia en la voz de su padre.

—¡Porque, papá, creo que es lo que debo hacer!—dijo, en busca del apoyo paterno.

Entonces intervino la madre de Henry, que había escuchado toda la conversación desde un supletorio:

—¿Por qué no vienes a casa y hablamos sobre el tema?

—Mamá, confía en mí. Yo sé lo que hago—replicó Henry.

Roger y Kitty pudieron oír una serie de murmullos al otro extremo de la línea. Parecía que alguien estuviera junto a Henry y le dictara las respuestas.

—¿Hay alguien contigo que te indica lo que debes decirnos? —inquirió el padre.

—¿Cómo dices?—preguntó Henry.

—¡Que si hay alguien contigo que te indica lo que debes decirnos!—repitió el señor Marlowe.

—Bueno, yo, eehh, no—farfulló el hijo.

—Hijo, ¿te has dejado enredar por una de esas sectas religiosas?—quiso saber el padre.

—Somos una hermandad dedicada a la investigación y enseñanza de la Biblia—afirmó Henry, siempre a la defensiva. Repetía las palabras como si las leyera en un folleto de propaganda.

—¡Escúchame, jovencito! ¡Quiero que vuelvas a casa ahora mismo!—le ordenó el padre, cada vez más furioso—. ¡Si no lo haces, no te volveré a respetar jamás! —amenazó.

—Por favor, Roger, cálmate. Henry, tu padre está muy alterado. Dime la verdad, Henry, ¿no estarás metido en una secta? —preguntó la madre con la mayor ingenuidad.

—No, mamá, claro que no—respondió Henry.

—Lo ves, Roger, Henry no está en una secta—repitió la señora, como si el hecho de repetir estas palabras las convirtiera en verdaderas por arte de magia.

Henry no volvió a su casa para hablar con sus padres. En cambio, se marchó a Saint Louis a trabajar para el grupo, reclutando nuevos adeptos para La Palabra. Pidió a sus padres que pusieran algunas de sus pertenencias en cajas y que se las enviaran, lo que hicieron. Incluso le mandaron 500 dólares en efectivo para ayudarle a establecerse.

El padre de Henry estaba disgustado. Comenzó a frecuentar la biblioteca y a sacar fotocopias de los artículos que consideraban a La Palabra como una secta, y se las enviaba por correo. Pensaba que esos artículos le probarían que sus objeciones estaban documentadas. El resultado fue el contrario. Lo único que consiguió fue demostrar a Henry que sus padres estaban poseídos por el demonio y no se podía confiar en ellos.

La madre consideraba que su hijo era demasiado inteligente como para permanecer en un grupo como aquél durante demasiado tiempo. Se convenció a sí misma de que descubriría su error y se marcharía. A medida que transcurrían los meses y él parecía más y más distante, ella se volvió histérica y echaba la culpa de todo lo sucedido a sí misma y a su marido. Amy, la hermana de Henry, que tenía diecisiete años de edad, y su hermano Bernie, de catorce, se encontraron atrapados en medio de la tormenta emocional que había provocado Henry. Día tras día, tenían que soportar las obsesiones de sus padres por la integración de Henry en una secta y comenzaron a odiar a su hermano por haber llevado a la familia a semejante situación.

Una y otra vez, los padres se turnaban para enviarle a Henry las nuevas informaciones que habían obtenido sobre La Palabra.

Le dijeron que el fundador y líder de la secta era un plagiario, que bebía en exceso y soltaba tacos, pero estas noticias no influyeron en su hijo.

Durante todo este tiempo, los Marlowe no dijeron ni una palabra a sus amigos y parientes acerca de la afiliación de Henry. Roger era un político estatal y estaba preocupado por su propio trabajo. En cuanto a Kitty, ésta pensaba que la gente diría que había sido una mala madre por alterar a su hijo hasta tal extremo. Siempre que los amigos o parientes preguntaban por él, respondían que estaba bien, que había pedido permiso en el instituto para ausentarse, y que había decidido trabajar por una temporada. Tenían un miedo horrible a lo que pensaría la gente si decían la verdad.

Con el paso de los años, Henry se distanció cada vez más de su familia. Sólo se hablaban esporádicamente por teléfono o se enviaban una carta de vez en cuando. Henry sentía que no había razón alguna para ir a visitarles. A su juicio, estaban poseídos por Satanás.

Lecciones que hay que aprender

Aquí tenemos a dos familias diferentes, los Johnson y los Marlowe, cuyas respuestas al problema de las sectas fueron muy distintas. Los Johnson fueron capaces de descubrir enseguida que había algo que andaba mal y pudieron conseguir un buen asesoramiento. Los Marlowe, por su parte, no reconocieron los síntomas, y cuando se dieron cuenta de que su hijo estaba comprometido con una secta, no pidieron ayuda. El señor Marlowe perdió una oportunidad muy valiosa al enfrentarse a su hijo y darle el equivalente a un ultimátum. Hay personas que llegan a desheredar a los hijos que han caído víctimas de las sectas destructivas. Por desgracia, los errores cometidos por los Marlowe son muy comunes y ocurren en la mayor parte de las familias. En el caso de las sectas destructivas, las reacciones instintivas de los padres hace más mal que bien.

De todo esto se pueden aprender varias lecciones. Cualquier cambio súbito y atípico en la personalidad de un amigo o un ser querido debe ser investigado a fondo. Si el individuo comienza de pronto a ausentarse con frecuencia por períodos largos, descubra el porqué. Formule muchas preguntas pero siempre sin amenazas. No se haga ilusiones. Recuerde que cuando la gente se une a una secta, a menudo se vuelve mentirosa o responde con evasivas cuando se le pregunta por los cambios que experimenta su vida.

Si usted está preocupado, hable con todos los amigos y parientes de la persona que le sea posible. No haga como los Marlowe que intentaron mantener el problema oculto ante amigos y familiares. Al hacerlo, se están privando de un apoyo emocional muy valioso y también de las posibles ayudas. Tal vez alguien a quien conocían podría haberles buscado a un ex miembro de la secta o a un asesor en abandonos que les hubiera aconsejado. Tal vez uno de los amigos o parientes podría haber sido el encargado de establecer contacto con Henry y trabajar con él.

Por lo general, una persona que ingresa en una secta ha tratado de confiar en alguien, posiblemente durante la etapa del reclutamiento. Cuando las personas tardan en hablar con otras acerca del posible problema pensando que el adepto resolverá la cuestión por su cuenta, las consecuencias pueden llegar a ser desastrosas. Si usted ve a un amigo con problemas, no vacile en ponerse en comunicación con la familia. Ellos casi siempre le estarán muy agradecidos por su interés.

Las clásicas respuestas equivocadas

Dado que la mayor parte de las personas no comprenden en qué consiste el control mental y las prácticas de las sectas destructivas, les es muy fácil caer en patrones de comportamiento que no resultan eficaces.

El problema más común consiste en que la familia experimenta el típico exceso de culpa y vergüenza. La gente parece estar constantemente acusándose a sí misma por el ingreso de un ser querido en una secta. La culpa por las cosas hechas o no en el pasado es uno de los más grandes obstáculos para la acción positiva y eficaz. La gente ha de saber que la culpa no ha sido suya. Las sectas existen. El control mental existe. Y, como en buena parte de los problemas actuales, la gente no se da cuenta de lo perniciosos que llegan a ser estos grupos hasta que enganchan a alguien que conocen.

Otro problema emocional bastante común es que las personas olvidan sus propias necesidades. La mejor manera de ayudar a alguien es estar seguro de que uno se preocupa de sus propias necesidades. La participación en la secta tiene que situarse en la perspectiva correcta. La gente sólo puede hacer lo que está dentro de su capacidad. La vida tiene que continuar. Las personas terminan por dañarse a sí mismas y a los seres que aman cuando no son capaces de descansar, relajarse y hacer otras cosas que necesitan para seguir adelante. La gente se quema cuando cae presa de la obsesión, y a menudo acaba afectando a los otros familiares que intentan ayudar.

Por ejemplo, los Marlowe castigaron sin darse cuenta a sus otros hijos debido a que dedicaron demasiada energía inútil a Henry. Ambos acabaron exhaustos y desesperanzados. No importa cuánto tiempo lleve una persona en una secta destructiva para renunciar en algún momento a la esperanza. Yo he conocido personas que habían estado treinta años en una secta, la han abandonado y han vuelto a tener una vida feliz y normal. Aprender a tratar sus propias necesidades y las de su familia le permitirá ayudar mejor a la persona atrapada en una secta.

Otro error que se repite es que las personas reaccionan emocionalmente en exceso a la integración en una secta. Esto puede llegar a ser más peligroso que no hacer absolutamente nada. Una persona puede sentirse impulsada a comprometerse todavía más en un grupo por culpa de discursos histéricos y la utilización indebida de palabras como «secta» o «lavado de cerebro». Comportarse de una manera emocionalmente agresiva con el miembro de una secta casi siempre produce un efecto contrario.

También otra equivocación frecuente es que los familiares intenten persuadir a la persona para que abandone su compromiso utilizando una actitud condescendiente y antagónica. A menos que usted sea una persona muy bien preparada, con grandes dotes para la comunicación y muy afortunada, intentar convencer a una persona para que abandone una secta mediante una aproximación directa es algo condenado al fracaso. Las discusiones racionales no tienen ninguna aplicación con alguien que ha sido adoctrinado por medio del control mental.

No se debe culpar a una persona que ha sido reclutada por una secta destructiva. Los familiares y amigos deben considerar lo sucedido como un ejemplo del control mental destructivo. Me han repetido una y otra vez que la persona que consigue abandonar una secta destructiva se siente violada psicológicamente. Póngase furioso con las sectas. Grite contra todas las sectas destructivas de control mental. ¡Pero no se enoje con la persona que ha sido víctima de ellas!. No es culpa de ella.

Si usted quiere ajustarle las cuentas al grupo, en primer lugar rescate a la persona. Luego haga todo lo que esté a su alcance para denunciar a la secta ante la opinión pública. Si puede, presenté una demanda judicial. En el pasado, las sectas destructivas parecían tener dominio sobre el sistema legal debido a su enorme poder económico. Ya es hora de utilizar la ley para reforzar la Justicia.

Concentre su atención en ayudar a la persona que ha sido reclutada. Para conseguir este objetivo, la información y la estrategia son las dos herramientas más importantes. El objetivo primordial debe ser éste: haga todo lo que esté en su poder a fin de crear las condiciones necesarias para ayudar al adepto en su proceso de cambio y maduración.

Los miembros de la familia y los amigos deben tener siempre presente este objetivo a la hora de decidir qué hacer o qué decir. Tenga en cuenta que he omitido decir que el objetivo debe ser «sacar a la persona del grupo». He cometido deliberadamente esta omisión porque he descubierto que las personas abandonan las sectas destructivas como una consecuencia natural del cambio y la maduración. Si las personas se centran en la maduración positiva, habrá mucho menos resistencia y todo el mundo será más feliz y actuará con mayor eficacia.

Es esencial adoptar la actitud positiva de que el individuo abandonará el grupo. La única pregunta es si lo hará antes o después y si la transición será fácil y suave, o difícil y dolorosa. Las personas sólo pueden hacer lo que está dentro de su alcance y control. Las personas pueden ayudar a crear las condiciones positivas necesarias con el fin de ayudar a la persona atrapada en un culto para que madure fuera de los grilletes del control mental.

La mejor manera para ayudar a un adepto a abandonar el grupo es que usted esté adecuadamente preparado para asumir la tarea. He aquí unas cuantas maneras de asegurarse de que usted será capaz de sobrellevar el estrés que inevitablemente sufrirá.

Cómo prepararse para una intervención eficaz

Atienda a sus necesidades emocionales

Aprender a no esperar resultados inmediatos y saber repartir el esfuerzo para el largo camino que tiene por delante le ayudará a mantener una perspectiva equilibrada. Cuando el individuo lleva muchos años en la secta, los esfuerzos por ayudarle no deben hacerse a costa de la salud o el bienestar de otra persona. Uno de mis clientes, que vivía en Alemania, voló hasta Estados Unidos contraviniendo las indicaciones de su médico para intentar ver a su hijo que estaba con los Moonies. Sufrió un ataque de corazón y falleció. Imagine el sentimiento de culpa con el que tendrá que vivir su hijo después de abandonar el grupo.

Recuerde que está usted implicado en una especie de guerra contra la secta. Como parte del proceso de preparación, identifique y evalúe las preocupaciones y necesidades emocionales de los demás siempre que le sea posible. Un buen asesoramiento individual y familiar puede ser inmensamente útil.

Los padres y demás familiares han de intentar mantener el problema de la secta en una perspectiva equilibrada. La vida de ellos y de su familia debe continuar, sobre todo cuando el individuo lleva mucho tiempo como adepto.

Consolide sus recursos

Tome ejemplo de los Johnson, e implique en la intervención a la mayor cantidad posible de familiares y amigos con los que usted pueda trabajar sin dificultades, y ayúdeles a informarse. Invítelos a que participen en una reunión preparatoria. Póngase en contacto con aquellos clérigos que pueden tener conocimiento del tema, con profesionales de la salud mental, ex miembros de la secta, familias que han pasado por el mismo problema, y con cualquiera que esté en condiciones de ofrecerle apoyo. Si no encuentra a nadie en su ciudad, entonces búsquelos donde sea. Busque también personas de su propia ciudad que estén dispuestos a aprender. La coordinación, el trabajo en equipo y la buena comunicación forman la combinación que garantiza el éxito.

Si un miembro clave de su familia está muy unido a la persona integrada en la secta, haga todo lo posible para que colabore en la intervención. Innumerables veces me he encontrado en una situación en la que un hermano o hermana, que ejercían una gran influencia sobre el adepto, se negaban a prestar su ayuda en el rescate porque no comprendían lo que es el control mental, y no deseaban faltar a la lealtad que sentían por el hermano. Si es necesario, planifique primero una mini intervención con esta persona. Luego, cuando la tenga de su parte, le será mucho más fácil conseguir que el adepto abandone la secta.

Organícese y trace un plan

Comience por enterarse de todo lo que pueda. Una buena preparación es la clave del éxito. Estudie al «enemigo» (la secta determinada) y a otros grupos destructivos similares. Aprenda cómo piensan y cómo trabajan. Conviértase en un conocedor del control mental. Cuanto mejor lo comprenda, mucho más fácil le resultará explicarlo a otras personas, y en especial, cuando llegue el momento, a la persona atrapada en la secta.

Organice un archivo, haga copias de todos los artículos y notas importantes para compartirlos con las personas implicadas. Haga copias de todas y cada una de las cartas escritas al adepto y de toda la correspondencia que éste ha recibido. Esto puede resultar muy importante durante o después de la intervención. En muchas ocasiones he enfrentado a los adeptos con cartas escritas por ellos en las que formulaban promesas que no se cumplían, e incluso algunas en las que mentían descaradamente a su familia.

Tenga al corriente de cuanto sucede a todas las personas que participan en la intervención. Una comunicación constante con el adepto es siempre mejor que un contacto esporádico. Envíele una tarjeta o una nota una vez por semana, todas las semanas; es muchísimo mejor que escribirle un día una carta de catorce páginas y después pasarse un mes sin decir palabra. Pida al adepto que le llame a cobro revertido cada vez que sienta necesidad de hablar; en el momento que sea y desde donde sea.

Saber escoger al asesor en abandonos adecuado es un paso clave para la organización y trazado de un plan. Él o ella pueden ayudarle paso a paso a través de su propia situación particular. La mayor parte de estas personas son profesionales de primera fila y han demostrado su capacidad ayudando a una innumerable cantidad de adeptos a abandonar las sectas.

Si bien la Asociación para el Conocimiento de las Sectas intenta ayudar a las personas y facilitan, cada vez que está a su alcance, los nombres de asesores en abandonos, en este momento no existe una lista centralizada de asesores. Preste atención al hecho de que muchas familias sólo recomendarán a miembros locales o a personas con las que hayan trabajado antes. También tenga presente que, en contra de las afirmaciones propagandísticas de las sectas, la ACS no apoya ni patrocina la desprogramación forzosa, así que no encontrará desprogramadores, si alguna vez necesitara uno, en ninguna de sus oficinas. La desprogramación forzosa va contra la ley y, como ya se ha dicho antes, comporta un grave riesgo. La única manera de encontrar uno es buscar a alguien que, en alguna ocasión, haya contratado a un desprogramador.

Pero sobre todo, sea un consumidor exigente. Después de la tragedia de Jonestown, aparecieron más de una docena de estafadores que, con el cuento de que eran desprogramadores, se aprovecharon de numerosas familias y les robaron el dinero. Algunos de estos delincuentes eran adeptos de alguna secta e intentaban desprestigiar la desprogramación. Tenga mucho cuidado. El solo hecho de que una persona diga que es asesor en abandonos no la convierte necesariamente en uno de ellos.

Verifique las credenciales de la persona en todas las fuentes que sea posible. En mi opinión, los mejores asesores en abandonos son aquellos que durante algún tiempo pertenecieron a una secta. Ellos saben lo que se siente al estar sometido al control mental. Por otra parte, los mejores asesores en abandonos tienen muchísima experiencia. Hable con varias familias para las que el asesor haya trabajado a lo largo de los años. Pida la opinión de otros asesores en abandonos. Averigüe si tienen preparación como asesores; mi propio aprendizaje me ha sido siempre de una gran ayuda. Sin embargo, tener preparación como asesor no lo es todo. Hay una gran mayoría de profesionales de la salud mental que no saben absolutamente nada sobre cómo asesorar a alguien para que abandone una secta.

Recuerde en todo momento que usted es el que paga y tiene todo el derecho de decidir lo que se debe o no se debe hacer cuando se trata del bienestar de sus seres queridos. Además de controlar las credenciales y antecedentes del asesor en abandonos, confíe en sus instintos a la hora de seleccionar. Usted tiene que sentir que el adepto será capaz de confiar y de relacionarse con él como persona. Ser asesor en abandonos es algo muy serio y no hay lugar para los aficionados.

Los asesores en abandonos tienen unas tarifas que van desde los 250 a los 1.000 dólares diarios. Los ex miembros que ayudan al consultor reciben, más o menos, entre 100 y 300 dólares por día. por lo general, todos los gastos, como el alojamiento y los viajes, son aparte. A pesar de que cada caso es diferente, la mayoría de las intervenciones se realizan en un plazo de tres días. El coste medio de una intervención oscila entre los 2.000 y 5.000 dólares; casi todos los asesores en abandonos tratan de atender casos gratuitos cada vez que les es posible. Después de la intervención se necesita, por lo general, un seguimiento, ya sea en un centro de rehabilitación o mediante el contacto de la persona con el mayor número posible de ex miembros.

Una vez haya usted completado todos estos preparativos preliminares, es importante trazar planes a un mes, tres meses, seis meses y un año vista. A pesar de que las intervenciones han de hacerse lo antes posibles, no tienen que ser apresuradas. La mayoría de las intervenciones se realizan dentro de los doce meses, preferiblemente tan pronto como se hayan completado los preparativos y se presente la oportunidad favorable. No se olvide de que los acuerdos para contratar a un equipo de asesores en abandonos se hacen, por lo general, con muchos meses de antelación.

Cómo ayudar al miembro de una secta a cambiar y a madurar como persona

Puede parecer que conseguir que el adepto de una secta pase por un cambio de personalidad antes de lograr su abandono del grupo es dar un rodeo muy largo. Después de todo, ¿no es el objetivo primordial apartarlo físicamente de las personas que le tienen bajo control mental? Si bien un cierto grado de impaciencia resulta comprensible, es de una importancia vital entender que la única forma de poder sacar para siempre a una persona de las manos de una secta destructiva es ayudarla a que vuelva a establecer contacto con su personalidad auténtica, y echarle una mano para que comience a madurar mediante unas nuevas metas personales que signifiquen algo para ella.

Sin olvidar ni por un solo instante el objetivo a largo plazo, todos los que se han comprometido a ayudar al adepto deben centrar su atención en tres importantes objetivos a corto plazo. El primero es establecer una relación de mutua confianza. Si no hay confianza, nada de lo que usted haga resultará eficaz. El segundo objetivo es recoger información, acerca de cómo piensa, siente y ve la realidad el miembro de la secta. El tercer objetivo es utilizar técnicas específicas para sembrar la duda sobre la secta y alentar una nueva perspectiva.

Establecer una relación de mutua confianza

En el momento en que usted toma conciencia del problema con el miembro de la secta, intente comportarse como si no supiera que pertenece a dicho grupo. No enseñe sus cartas. NO le diga que está usted en contacto con personas antisectas o conoce información critica sobre las mismas. Si lo hace, el resultado será una falta de confianza.

Adoptar una postura de curiosidad un tanto preocupada es la actitud más efectiva que se puede tomar en la relación con el miembro. Resulta relativamente fácil establecer una relación de mutua confianza cuando usted se muestra curioso, porque lo único que hace es formular preguntas sin una intención critica. Usted se preocupa por la persona, por lo tanto es lógico que desee saber todo aquello que es importante para ella.

Muestre aprobación y respeto por el individuo, sus ideales y su talento. Sin embargo, tenga mucho cuidado y demuestre sólo una aprobación condicional de su pertenencia a la secta. Hágale saber que usted se reserva la opinión final sobre el grupo hasta no conocer todos los detalles. En algunos casos, puede ser conveniente decirle que tiene la sensación en la boca del estómago de que hay algo poco claro en el grupo, aunque no está muy seguro de lo que es. Si el miembro de la secta intenta atribuir al grupo los méritos por las cosas buenas en su vida, como haber dejado el alcohol o la marihuana, dígale que esto es fantástico, pero recuérdele que es él quien merece los elogios por las buenas acciones y no el grupo.

Evalúe su actual relación con la persona de la secta. ¿Existe entre los dos una auténtica relación de amistad y confianza? Si no es así, comience a pensar qué puede hacer para fortalecer la relación. Recuerde que si el adepto establece muchas relaciones con personas que no pertenecen a la secta, le resultará mucho más fácil abandonarla. Siempre se sentirá más unido a unas personas que a otras, pero todo el mundo deberá hacer un esfuerzo para estrechar sus relaciones con él. Coordine el flujo de comunicación. No le resultará natural que, de pronto, diez personas le envíen cartas al mismo tiempo. A usted no le interesa despertar sus sospechas.

Evite los envíos de dinero, y menos en efectivo, porque lo más probable será que los entregue al grupo. Es muchísimo mejor enviar ropas, fotografías, libros y otros objetos que tengan un significado más personal y duradero. Las rosquillas de la abuela tienen más importancia a la hora de establecer una relación que una tarjeta y un cheque.

Pregúntele qué puede hacer usted para sentirse más unido a él. Intente que sea concreto. Haga todo lo que esté a su alcance para acomodarse a sus necesidades, pero actúe con juicio. Si le pide que lea uno de los libros del grupo, respóndale que lo hará siempre que él, a su vez, lea el libro que le recomiende. Si él le pide que deje de formular críticas al grupo, pregúntele cómo puede hacer para comunicarle sus preguntas y preocupaciones sin que él se ponga a la defensiva.

Hay personas que han hecho muchas cosas creativas para poder establecer una relación de mutua confianza. Han escrito poemas y cuentos cortos, han preparado álbumes de fotografías, y han pintado cuadros y retratos. Han enviado calzado y prendas de invierno, así como entradas para espectáculos que sabían que eran del agrado del adepto. Algunas personas han llegado incluso a invitar al miembro de la secta a un viaje al extranjero, y en algunos casos han sido capaces de convencer al individuo para que permaneciera alejado del grupo el tiempo suficiente para ser asesorado.

Reúna información valiosa

Una vez establecida la relación, reunir información será muchísimo más sencillo. Cuanta más información pueda usted reunir, en mejores condiciones estará para saber qué está pasando en la mente del miembro. Comuníquese con él lo más regularmente que pueda. Si usted puede reunirse con él, hágalo, si es posible, a solas. Resulta muy difícil llegar a alguna parte si tiene que hablar con dos o más adeptos a la vez.

Tenga presente que llegará un momento en que le invitará a que hable con miembros más antiguos o con los líderes. Demore este encuentro todo lo que pueda. Dígale a la persona que usted se preocupa por él y le tiene confianza, que no está interesado en hablar con desconocidos. Usted quiere que él se encargue de explicárselo todo. Si le responde que no conoce las respuestas a todas sus preguntas, usted puede hacerle notar, con mucha discreción, que le preocupa el hecho de que si él no conoce todas las respuestas, tal vez se haya comprometido con el grupo antes de estar capacitado del todo para hacerlo. Sugiérale que podría no seguir adelante, de momento, y alejarse unas cuantas semanas para reflexionar sobre el grupo de forma objetiva. Si es un grupo legítimo; ¿qué podría perder con ello?

La información también puede ser muy útil para evaluar hasta qué punto está adoctrinada la persona. Cuando yo hablaba con Bruce, estaba capacitado por evaluar su grado de integración. Sabía, por lo tanto, que si le hablaba del juramento de fidelidad de los Moonies, se sentiría profundamente desilusionado. Si la familia puede determinar lo que el miembro sabe y lo que no sabe; entonces la labor del asesor en abandonos será mucho más sencilla y aumentarán las posibilidades de que la intervención tenga éxito.

Desarrolle habilidades específicas para promover una nueva perspectiva

Cuando puede usted establecer una buena relación y reunir gran cantidad de información, el último paso es desarrollar las habilidades y estrategias para minar o eludir el control mental utilizado por el grupo. Son demasiadas personas que intentan llegar a este último paso sin haber alcanzado los otros dos. Esto es un error muy grave. Sólo cuando se han establecido las bases se puede actuar de un modo eficaz.

Recuerde que lo que usted desea es establecer contacto y fortalecer la verdadera personalidad del individuo, no la de la secta. Hacerle rememorar las experiencias positivas de su vida anterior es una de las maneras más eficaces para conseguirlo. Por ejemplo, un amigo llama al adepto y le dice: «¡Hola! Hace tiempo que no nos vemos. Sabes, hoy he visitado la vieja escuela, y recordé los tiempos en que tú y yo íbamos un poco más temprano, así podíamos jugar a la pelota en el frontón. ¿Te acuerdas de aquella vez en que el profesor de gimnasia nos persiguió por todo el campo, exigiéndonos que le devolviéramos la pelota porque habíamos roto, sin querer, el cristal de una ventana?»

Un padre podría decirle, por ejemplo: «Sabes, hijo, el otro día buscaba algún programa interesante en la tele y vi uno acerca de la pesca de la carpa. Hace años que no vamos tú y yo a pescar. Te juro que me encantaría volver a aquel lago contigo este verano. Me gustaría poder estar contigo. Tú, yo y los peces». Evocar esta clase de sentimientos y recuerdos puede ser un medio muy poderoso para socavar la influencia del grupo. Sin embargo, sea precavido y no abuse de esta técnica porque despertaría las sospechas del adepto.

Al estar en estrecho contacto con el adepto y con la información recogida por los familiares y amigos, usted puede transmitirle mensajes significativos. Por ejemplo, si el adepto le dice a uno de sus viejos amigos que echa mucho de menos el ski, y este amigo se lo dice a la familia, ésta estará en condiciones de organizar un viaje a la nieve e invitar al amigo a que vaya con ellos. El miembro de la secta puede pensar que se trata de una coincidencia o que estaba fijado en el destino. Incluso en el caso de que no se le permita ir, ayuda a despertar en él un deseo muy fuerte.

Siempre que se establezca una comunicación, tenga presente que debe concentrarse en uno o dos puntos cada vez. Es mejor dejar bien asentada una cuestión que intentar el método del «bombardeo». Una vez más, el seguimiento es de una importancia crítica. Por ejemplo, si usted en una carta le dice al miembro que ha visto a uno de los líderes del grupo en un programa de televisión, y que éste ha declarado que los adeptos pueden ir de visita a su casa cada vez que les apetezca, usted puede mencionar, como de pasada, que recuerda una conversación que mantuvo con él unos meses antes, en la que dijo que «tenía que pedir permiso para ir de visita». si se olvida de responder a esta pregunta en su próxima carta o conversación telefónica, pregúntele otra vez. Hágalo amablemente pero con firmeza: «¿Por qué se produce esta aparente contradicción? ¿El líder ha dicho una mentira? ¿Eras tú el que mentías? Ayúdame a aclarar las cosas porque estoy un poco confuso». Hay muchísimas personas que consiguen establecer buenos puntos, pero después no aprovechan la ventaja. Tal vez porque encuentran muy difícil formular las preguntas que vienen a continuación sin que suenen amenazadoras, esas preguntas que obligan al miembro a pensar en la contradicción.

No envíe artículos que formulen criticas, si no se los han pedido, como hizo el señor Marlowe. Estas informaciones siempre hacen más mal que bien. Si usted cree que su relación con el miembro es muy buena, intente sostener una discusión personal. Si va a pasar cierto tiempo antes de ver de nuevo al individuo, hable con él por teléfono sobre el artículo y su contenido. Si expresa interés en leerlo, dígale que se lo enviará por correo, siempre y cuando le prometa discutirlo con usted punto por punto. Hay demasiadas personas que no se preocupan por conseguir primero el permiso, y si lo hacen se olvidan de seguir el tema.

Recuerde ser siempre usted mismo. El miembro sospechará si usted cambia de pronto su forma habitual de ser. Además, no se preocupe si comete errores. Si tiene que valorar cada una de sus palabras y movimientos, entonces se está incapacitando a usted mismo. No deje de aprender de sus errores, y con el paso del tiempo, podrá actuar con toda eficacia.


Dado que cada situación es diferente, no hay ningún libro que pueda atender a todas las necesidades particulares. En las circunstancias ideales, aquel que reconozca que un amigo o un ser querido se está integrando en una secta destructiva tendrá que buscar de inmediato la ayuda de un profesional. La cuestión más importante es: no dejar que pase el tiempo

Si usted conoce a alguien que lleva muchos años en una secta, comience a trabajar ahora mismo. ¿Qué haría usted si esta misma noche recibe la llamada del miembro de una secta y le dice que mañana irá a hacerle una larga visita? Por sorprendente que pueda parecer, este tipo de episodios por sorpresa (tal vez una llamada de auxilio) se repiten una y otra vez.

Por lo general, cuando se presenta una situación como ésta es demasiado tarde para realizar todo el trabajo de base necesario para una intervención eficaz. Lo mejor que se puede hacer es estar preparado para tal posibilidad. Conozca y hable con ex miembros. Hable con asesores en abandonos y otros profesionales. Si usted se preocupa y se compromete en este proceso, será uno de los mayores retos, y al tiempo lo más gratificante que habrá hecho en toda su vida.

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