Cuadernos de Ruedo Ibérico/Efemérides política

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DEL FRANQUISMO AL CARREROBLANQUISMO, Efemérides políticas 1969.

Artículo en Horizonte español 1972, tomo I.

Comentado por Ana Azanza


Efemérides del mes de junio

27 de junio. Mientras la universidad estatal continúa cerrada, en la Universidad del Opus Dei de Pamplona, tienen lugar diversas acciones estudiantiles. Tras el “consejo” de las autoridades universitarias a cuarenta alumnos para que no se volviesen a matricular en aquella universidad, un numeroso grupo de estudiantes pide que no se hagan efectivas dichas sanciones; 250 alumnos realizan una sentada en apoyo de esta petición el día 20. La policía irrumpe, desaloja los locales y detiene a varios estudiantes. El día 24 son lanzados varios petardos contra la residencia Aralar, perteneciente al Opus Dei. Manifestación de más de 200 estudiantes, protestando contra las autoridades de la Universidad opusdeísta, por considerar que los expulsados lo son por “no estar de acuerdo con el espíritu del Opus Dei”.

Un príncipe para el pasado: Juan Carlos

En julio de 1969, mientras los cosmonautas volvían de la primera expedición del hombre a la luna, tuvo lugar la designación del sucesor de Franco. El día 22 se convocaron las Cortes, se reunieron los 519 procuradores, y Franco con la voz interrumpida por sollozos de anciano proclamó: “Consciente de mis responsabilidades ante Dios y ante la historia y habiendo pesado con objetividad todas las cualidades reunidas en la persona del príncipe Juan Carlos de Borbón, he decidido proponerlo a la nación como mi sucesor.”

Esta decisión formaba parte del plan de Franco y sus más estrechos colaboradores (Carrero, López Rodó) por prolongar el franquismo después de la desaparición del Caudillo. La prensa se hizo eco por una parte de la indiferencia general del país ante esta decisión unilateral del poder, por otra de que algunos manifestantes en Cuatro Caminos con banderas republicanas lanzaban consignas hostiles al régimen y a la monarquía impuesta por Franco.

Don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos y heredero legítimo de la corona española, había publicado días antes un comunicado en Estoril, cuya difusión fue prohibida en España: “Para llevar a cabo esta operación, no se ha contado conmigo, ni con la voluntad libremente manifestada del pueblo español. Soy, pues, un espectador de las decisiones que se hayan de tomar en la materia y ninguna responsabilidad me cabe en esta instauración.”

La designación de Juan Carlos no contentaba a los monárquicos de toda la vida, carlistas y juanistas. Fue una decisión arbitraria del gobierno, saltándose los derechos de Juan de Borbon y sin contar con nadie. Una forma más que tuvo Franco y los Opus (López Rodó) que gobernaban entonces de demostrar quien mandaba en España.

Así se decía en una declaración del comité ejecutivo de Partido Comunista publicada en Mundo Obrero, 2-9-1969:

“Porque en realidad lo que se trata de presentar como sucesión del movimiento nacional por el mismo movimiento nacional, es, sobre todo, un episodio de la lucha por la hegemonía, dentro del régimen entre los elementos más reaccionarios del Opus Dei y los falangistas tradicionales. Estos últimos son sacrificados por Franco a los tecnócratas opusdeístas que encabezan Carrero Blanco y López Rodó.”

Areilza otro político español de la época se quejaba de que no se hubiera buscado en el jefe de la dinastía española, Juan de Borbón, la salida natural de la situación.

En The' Internacional Herald Tribune (28-7-69) un periodista diagnosticaba que los que han apoyado a Juan Carlos eran los que pensaban que podrían operar con más libertad con él que con su padre. Juan Carlos en aquel momento “no era nada ni nadie”, y se sabía que su padre era considerado mucho más progresista. En 1969 el país vivía cierta agitación social antifranquista: los obreros pedían sindicatos libres, los estudiantes una universidad renovada, el clero joven un cristianismo posconciliar, y muchos españoles pedían una democracia. Frente a esas demandas la solución del equipo en el poder era un “príncipe de opereta”.

Parece que también la Administración norteamericana de entonces encabezada por Nixon, animó a la designación de Juan Carlos. Los americanos temían por una lucha entre el gobierno del Opus y los elementos de extrema derecha si moría Franco.

A Juan Carlos se le hizo jurar los principios del “movimiento” y se le impusieron las insignias falangistas del yugo y las flechas. Fue una corrección de Franco a su pupilo por haber osado declarar que no tenía la intención de presidir una dictadura. Está recogido en Ibérica 15-3-1970.

Nuevo gobierno: Opus, 17 – Falange, 2

29 de octubre de 1969. Al fin se hicieron cambios en el gobierno que resultaron sorprendentes: 13 carteras cambiaron de titular y Falange, el antiguo partido fascista, sólo conservaba 2.

El bravo López

“Quizás el cambio más sorprendente de todos sea el nombramiento de López Bravo como ministro de Asuntos exteriores. López Bravo no tiene ninguna experiencia diplomática. Se trata de un tecnócrata de 45 años de edad que ha ocupado hasta ahora el puesto de ministro de industria. Su nombramiento da a entender que España está decidida a ingresar en el Mercado Común Europeo, aunque el principal objetivo de su política extranjera sigue siendo la recuperación de Gibraltar.” (The' Guardian, 30-10-69)

De la Orden, tres; del orden, todos

“El nuevo gabinete español ha entrado en funciones antes de que cumplieran las 24 horas de su anuncio. La reorganización ministerial ha traspasado el poder gubernamental de Falange, organización de carácter fascista, a la Orden seglar católica Opus Dei. Sólo tres de los nuevos ministros pertenecen al Opus Dei, pero por lo menos otros siete son partidarios de la Orden.” (The' International Herald Tribune, 31-10-69)

Matesa al fondo

“Esa crisis fulminante y de una amplitud espectacular, no es – como sostienen algunos observadores políticos – complemento de la designación de Juan Carlos como sucesor de Franco. No nos engañemos; la crisis la ha desencadenado el escándalo financiero de Matesa. La misma prensa española informaba que miembros del gobierno facilitaron las operaciones de crédito – no entramos nosotros a analizar si fueron correctas o no. Implicadas en esa monstruosidad financiera, se han señalado personalidades pertenecientes al Opus Dei; elementos falangistas dentro del gobierno consideraron que la ocasión era única para ganar la batalla que venían sosteniendo durante años y el ministro de información dio luz verde a la prensa para que marchara a fondo en el asunto Matesa. Pueblo, el periódico de los sindicatos, es decir, el señor Solís, pedía la dimisión de los ministros económicos, esto es, la del ministro de Hacienda, Sr. Espinosa, y la del Sr. López Bravo, ministro de Industria.

Fraga y Solís, confiaban en el estupor e indignación del país ante la defraudación de diez mil millones, confiaban en su fuerza y confiaban sobre todo en el apoyo de Franco. Pero el Opus Dei reaccionó ante el serio peligro del gran escándalo, y con sus reconocidos procedimientos suaves en forma y duros de fondo presentó al general Franco, por conducto del vicepresidente del Consejo, almirante Carrero Blanco, la lista del nuevo gobierno, cuya paternidad se le atribuye al ministro del Plan de desarrollo, sr. López Rodó, preeminente miembro del Opus Dei. Franco se limitó a aceptar. Es aventurado formular juicios sobre el futuro. Si peligroso es el poder en las manos de un hombre, no lo es menos ejercido por un grupo” (Ibérica, 15-XI-69)

Mal está que no fueran castigados, juzgados y encarcelados al menos los autores del fraude Matesa. Pero la injusticia no paró ahí sino que el opus dei fue “premiado” con la mayoría de las carteras ministeriales en el nuevo gobierno creado tan sólo dos meses más tarde del escándalo. Ellos hicieron la propuesta y Franco no fue capaz de cambiar una coma ¿de veras mandaba Franco en España en el año 1969?

20.000 contra 33.000.000

“El gobierno se encuentra frente a este dilema: o conservar esa autoridad que entiende y ejerce toda dictadura, o hacer concesiones a la oposición, entrando sin querer en el camino lleno de sorpresas de la democracia. De no aceptar esta alternativa, ¿cómo podrá justificar la escalada al poder un grupo (el opus dei) que representa una orden religiosa que cuenta teóricamente con unos 20.000 adheridos y pretende gobernar a 33 millones de españoles” (Ibérica, 15-XI-69)

Gestión del gobierno opus

La oposición más moderada al régimen de Franco planteó sus exigencias: supresión de la ley sindical, de los consejos de guerra y del tribunal de Orden público, que permita las asociaciones políticas, que conceda la amnistía a los prisioneros políticos. Incluso algunos se animaban a pedir una ley electora a nivel municipal.

Sin embargo el gobierno Opus no estaba por la labor de la paulatina democratización. “Bellas palabras” nunca les faltan. En Mundo Obrero (5-12-69) se tomaba nota de que en la realidad no se había tomado ninguna medida que diferenciara el nuevo ejecutivo franquista del anterior. Se ignoraban los proyectos del gabinete, incluso había dudas de que tuvieran alguno. Más bien, parecía que los ministros estuvieran esperando el arrinconamiento del mismo Franco para continuar la dictadura por su cuenta.

El cambio de gobierno fue asombroso para Telmo Lorenzo que escribía en Ibérica 15-11-69: “por primera vez desde hace más de treinta años, se rompe el juego de equilibrio de tendencias y se nombra un gobierno homogéneo; asombroso, porque Falange queda enteramente descalificada, asombroso, porque el contraataque falangista a propósito del asunto Matesa no ha servido para nada. Asombroso, en suma, porque resulta a todas luces evidente que es la primera vez que el jefe del Estado no ha elaborado la reorganización, sino que se ha dar su asentimiento a la propuesta por el Sr. Carrero Blanco, después que éste, el sr. López Rodó y otras personalidades elaboraron concienzudamente el proyecto del nuevo gobierno.

No hay en suma, en este gobierno, representantes de corrientes democráticas de derecha, de conservadores modernos. Hay, por lo menos, hasta ahora, demasiado continuismo, demasiado empacho de altos cargos, de esa generación acostumbrada a actuar en los ministerios al servicio de un Estado antidemocrático desde que tenían sus miembros 30 años (…)”

Así lo veía el comunista Santiago Carrillo: “Las fuerzas reaccionarias se resignan a lo inevitable: Franco no es eterno y hay que prepararse a su desaparición. Esa coyuntura va a ser aprovechada para blanquear la fachada del régimen. Pero la intención profunda y decidida de los tecnócratas del Opus es que bajo los aparentes cambios todo siga igual: que un franquismo sin Franco reemplace al régimen actual”.

Ningún posible y esperado cambio se había puesto en práctica. Al contrario la represión continuaba como lo muestra el hecho de que en Baracaldo la fuerza pública disparó contra el pueblo en una manifestación. (Mundo Obrero, 20-12-69)

Tuñón de Lara por su parte reconocía que la élite gobernante opusina formada por expertos en la Administración (la burocracia), grandes empresarios y una fracción de la alta burguesía estaba muy interesada por acabar con los arcaísmos económicos. No tanto con los sociales y políticos.

Hay que destacar que en ese 1969, mientras los ministros opus dirigían España, en diciembre, había 23 sacerdotes encarcelados en la cárcel de Zamora. La mitad de ellos sufrieron torturas por parte de la policía y sus delitos consistían en difundir hojas clandestinas o en apoyar a sectores antifranquistas. La huelga de hambre que algunos de ellos iniciaron fue considerada “delito consumado de rebelión militar”.

En conclusión, 1969 fue un año clave en el franquismo pues se intentó consolidar el franquismo por medio de un continuismo. He aquí los cuatro hechos clave del año: estado de excepción en febrero, designación de un sucesor en julio, asunto Matesa en agosto, nuevo gobierno en octubre. La “operación príncipe” estaba muy bien calculada. Como consecuencia de la misma los tradicionalistas fueron eliminados del panorama político, lo mismo le ocurrió a don Juan de Borbón que se vio obligado a disolver su equipo de asesores: la mayoría se habían pasado al equipo del príncipe Juan Carlos, y los falangistas prácticamente desaparecían del ejecutivo. La tecnocracia administrativa y financiera del opus se quedaba con la parte del león.