Cuadernos 12: Apostolado de la opinión pública/Iluminar los caminos de la tierra

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ILUMINAR LOS CAMINOS DE LA TIERRA


Proyectando su mirada en el tiempo, nuestro Fundador veía a sus hijas e hijos dar doctrina cierta a millones de almas 1. Pero insistía en que cada uno tenía que realizar esa labor con el bagaje de su propia preparación profesional, de toda la cultura humana que pueda adquirir, con la mentalidad característica de su ambiente y de su condición 2. El afán de dar doctrina es una característica del alma sacerdotal, que hemos de vivir con mentalidad laical, en el lugar y con el estilo que corresponden a cristianos corrientes que aman el mundo apasionadamente. No sólo porque resulte más eficaz para llevar a Cristo a todos los ambientes, sino porque es el único modo en que sabemos expresar nuestra fe. La mentalidad laical empapa el trabajo que desempeñamos, las ideas, gustos y aficiones que poseemos, toda nuestra vida, también el modo de hacer apostolado y de plasmar la propia fe con las obras.


Una respuesta vital

Dar doctrina con mentalidad laical es una exigencia de la unidad de vida. Es la consecuencia natural de una existencia

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presidida por el deseo de corredimir con Cristo, en quien se encuentra la respuesta vital a los problemas que se plantean los hombres en el trabajo y en la vida social y familiar. El Señor quiere que, al santificar esas mismas tareas, sepamos explicar a quienes nos rodean -en el apostolado de amistad y de confidencia- por qué procuramos trabajar con perfección y con afán de servicio, dónde está la razón de nuestra alegría, cuál es la visión cristiana de las relaciones familiares y sociales... Todo esto es dar doctrina en el lugar donde nos encontramos, de modo natural, como es natural la unidad de vida.

La unidad de vida significa -en palabras de Juan Pablo II que traen a la memoria la constante enseñanza del Beato Josemaría- que «no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida "espiritual", con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida "secular", es decir, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura (...). En efecto, todos los distintos campos de la vida laical entran en el designio de Dios, que los quiere como el "lugar histórico" del revelarse y realizarse de la caridad de Jesucristo» 3. Para que se haga realidad esta aspiración, nuestras convicciones sobre los diversos aspectos de la tarea a la que nos dedicamos, han de estar iluminadas por la luz de Cristo. Hijas e hijos míos, no podemos ser personas piadosas para andar por casa y, después, unos profesionales neutros, que no sepan asimilar e infundir en su trabajo -enseñanza, negocios, literatura, medicina, lo que sea- la doctrina que Cristo nos ha revelado sobre Dios, sobre el hombre y sobre nuestra misión y destino 4.

En esta tarea de dar doctrina en la vida ordinaria, tiene capital importancia el amor a la libertad, que constituye la clave de esa mentalidad laical que todos tenemos en el Opus Dei 5. Sabemos perfectamente que no hay una única solución católica

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para las cuestiones temporales opinables, sino muchas que se pueden santificar, y por eso hemos de saber respetar las posturas de los demás cuando proponen -en materias opinables- soluciones diversas a las que cada uno de nosotros sostiene 6. Dar doctrina cristiana con mentalidad laical es lo más opuesto al abuso contrario a la lícita independencia de los hombres (...) de crear como dogmas doctrinales temporales 7. Nuestro Padre describió sintéticamente esta labor en un punto de Surco: Ésta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social 8.

La formación que recibimos en Casa asegura tanto la fidelidad a la doctrina cristiana como la iniciativa, la flexibilidad y la capacidad de renovación en las tareas que realizamos. Al acometer vuestro trabajo, cualquiera que sea, haced, hijos míos, un examen para comprobar, en la presencia de Dios, si el espíritu que inspira esa tarea es, en realidad, espíritu cristiano, teniendo en cuenta que el cambio de las circunstancias históricas -con las modificaciones que introduce en la configuración de la sociedad- puede hacer que lo que fue justo y bueno en un momento dado, deje de serlo. De ahí, que deba ser incesante en vosotros esa crítica constructiva, que hace imposible la acción paralizante y desastrosa de la inercia 9.

Trabajo y opinión pública

Cuando nuestro Fundador describía las grandes líneas del apostolado de la opinión pública, decía que lo llevaríamos a

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cabo con el libre ejercicio del trabajo de cada uno, en medio del mundo, haciendo de la propia profesión u oficio medio de santidad y tratando de descubrir posibles modos de influir desde ahí, aunque ese trabajo no tuviera aparentemente una relación directa con los medios de comunicación. Y proponía ejemplos bien precisos: Los que tienen su labor en el campo jurídico, por ejemplo, procurarán contribuir a que haya leyes justas, que garanticen la debida libertad de expresión para todos los que quieren servir al bien común, y, al mismo tiempo, que exijan severamente la correspondiente responsabilidad civil y penal, cuando proceda.

Algunos promoverán o vivificarán asociaciones de padres de familia, de radioyentes, etc., para intervenir oportunamente ante las competentes autoridades, y denunciar o contrarrestar los abusos de los Medios de comunicación colectiva.

A otros, su condición y su puesto en las estructuras sociales les permitirán organizar y coordinar campañas de cartas de protesta o de alabanza, que suelen ser muy eficaces, porque encauzan y dan consistencia a las naturales reacciones de indignación o de satisfacción del público más o menos inerte y pasivo.

Otros influirán poderosamente, en la marcha de los órganos de opinión pública, con una sana política de inversiones publicitarias: porque esa política, aunque directamente la llevan las empresas de publicidad, depende en parte de la actitud de los que tienen encomendada la gestión de las empresas industriales y comerciales.

Desde esos puestos, por tanto, gente con criterio puede hacer una buena labor; como la podrán hacer también los hijos míos que trabajen en las organizaciones sindicales, de las que dependan los profesionales de la opinión pública; los que trabajen en las finanzas públicas y privadas; etc (10).

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Conviene reflexionar despacio para advertir en la presencia de Dios cuáles son las posibilidades de iluminar con la luz de la gracia y de la doctrina de Cristo el ambiente que cada uno frecuenta. Todos podemos conocer y participar activamente en las cuestiones doctrinales de actualidad que se plantean en el propio ámbito laboral -asuntos que muchas veces repercuten en el conjunto de la sociedad-, y dar respuesta a problemas nuevos. Unos escribirán colaboraciones literarias o científicas, y harán recensiones de libros, de revistas, de obras de teatro, de películas; otros procurarán anuncios o gestionarán una aportación de capital; otros darán a conocer tal revista, tal programa, esa película, ese libro..., entre sus colegas y amigos; muchos, aprovechando viajes o estancias en otros países, podrán enviar crónicas y reportajes, hacer traducciones, etc.

El médico, el abogado, etc., dejarán en la sala de visitas de su despacho las revistas que interese; los propietarios, gerentes o empleados de los hoteles, harán lo mismo en su establecimiento; y la peluquera, en su local; y esas benditas hijas mías, vendedoras en el mercado público, desde su banco. Cada, uno en y desde su sitio 11.

Vale la pena plantearse periódicamente objetivos personales: no sólo para aprovechar bien las oportunidades que surjan, sino también para provocarlas, sin salirse del propio lugar, pero también sin dejarse engañar por la pereza, que a veces se disfraza de falsa humildad para no intervenir en la opinión pública, cuando se podría hacer mucho bien.

Distintas formas de dar doctrina

Para influir positivamente en tantos campos de la opinión pública, escribía nuestro Padre que hacen falta periodistas ca-

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tólicos, que trabajen como unos buenos profesionales, con libertad y responsabilidad personal 12. Su tarea de dar doctrina puede revestir formas distintas, según los géneros informativos, las características específicas de cada medio, o el público al que se dirigen prioritariamente. En todo caso, nuestro Padre subrayaba que la intención apostólica y el afán de sembrar buena doctrina deben estar siempre presentes. En una revista -aunque no se titule así- de formación católica o de teología práctica, por ejemplo, la doctrina, bajo forma de estudios o de noticias comentadas, es obligada siempre y en todos los artículos del sumario.

En una revista cultural profana, en cambio, el pensamiento católico deberá impregnar el contenido de manera constante y discreta, más o menos aparente -en los títulos y citas de los artículos- según el nivel intelectual católico del país, pero habrá de tratar, junto a algunos temas de derecho público eclesiástico, de moral, etc., también otros temas no directa ni necesariamente doctrinales: científicos, literarios, económicos o artísticos 13

Pienso también, con particular ilusión, en las revistas para la mujer, que promoverán mis hijas -con aire muy femenino y secular, con gracia: entrarán por los ojos-, para hacer un fecundo y apremiante apostolado en ese campo, dar ideas claras, influir en las modas y costumbres, y llevar a todos los hogares -con don de lenguas, con doctrina y ternura- un mensaje de cálido ambiente cristiano. No deben faltar nunca las publicaciones atrayentes para los niños.

Abordaremos de igual manera -no estoy soñando, hijos míos; o si queréis, como muchas veces os digo, soñad vosotros conmigo en estas cosas de Dios, y os quedaréis cortos- las revistas populares, que, por llegar a muchísimas personas, a un

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público muy amplio, tienen un evidente interés apostólico.

En los diarios de información y emisiones de noticias -continúo con el modo, dando normas que son flexibles en la forma, no en el fondo-, se deberá cuidar la selección de los hechos y el enfoque de los comentarios. En el cine y la radio, se tratará muchas veces simplemente de ofrecer una visión hondamente cristiana de un problema o de una situación, que se presenta con frecuencia en la vida; otras, será cosa de dejar ver, en tres o cuatro detalles pequeños, el ambiente humano y normal de una familia católica o de una persona, sin rarezas ni estridencias.

La forma de dar la doctrina puede pues variar mucho, pero no debe faltar nunca: si faltase, no tendría razón de ser esa actividad. No quiero para mis hijos ninguna labor, por brillante que parezca, que no tenga entraña apostólica, que no sea ocasión próxima de acercar las almas al calor de nuestra Fe 14.

Cultura atractiva

El apostolado de la opinión pública debe alcanzar a todas las personas, sea cual sea su nivel social, difundiendo mensajes aparentemente elementales, llenos de sencillez, que puedan lograr un alcance masivo. De este modo se hace verdadera cultura, también popular: se proporciona formación y criterio cristiano a mucha gente, llegando hasta el último rincón de cada país, de acuerdo con las necesidades reales de la sociedad en que vivimos. Dar doctrina requiere no sólo el esfuerzo intelectual de profundizar en las verdades reveladas, sino también el conocimiento real de las mentalidades. Así puede mostrarse de modo atractivo la belleza de la vida y de los ideales cristianos, en cada momento histórico, sin estereotipos.

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Nuestro Fundador apreciaba la buena voluntad y el espíritu de sacrificio de tantos que trabajan en este terreno, pero señalaba que eso no bastaba: consideraba indispensable fomentar la competencia profesional, frente al dilettantismo, la improvisación, el intentar competir con empresas poderosas sin contar con personal especializado y experto; todo, fruto de un falso y cómodo providencialismo, es en definitiva una falta de visión laical al plantearse y querer resolver estos problemas 15.

Sigue siendo un reto para los cristianos, y para todos los que buscan sinceramente la verdad, hacer atractiva la información positiva. La razón del éxito y del predominio, casi absoluto, de los instrumentos de comunicación llevados por anticatólicos no está sólo en el hecho de que han llegado antes: está también en que ordinariamente son mejores, desde el punto de vista técnico 16. Y continuaba nuestro Padre, espoleando con palabras claras nuestra responsabilidad: Es verdad que al público se le puede atraer con alicientes que no puede utilizar una persona honesta, un cristiano responsable: en eso hay que admitir, sin lugar a dudas, que los corruptores tienen una labor más cómoda. Pero no es menos cierto que, si muchos católicos trabajaran en ese terreno, con un conocimiento apropiado de sus exigencias específicas, encontrarían el modo de atraer a la gente con cosas honestas.

Lo que no se puede hacer, con esperanza de éxito, es ir a esa competencia sin haber estudiado y vivido de cerca la psicología de cada público; sin tener un dominio real de la técnica de cada medio de comunicación; sin haber aprendido a expresarse eficazmente -¡el don de lenguas!- con el lenguaje peculiar de la noticia, del reportaje, de la novela, de la imagen, de la escena cinematográfica, de la acción teatral 17.

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Se trata de una labor difícil pero apasionante, en la que hay muchos motivos para llenarse de optimismo y esperanza. Es patente que en muchas personas está creciendo el deseo de recuperar valores auténticos, de buscar la verdad que les atrae, pues no en vano «la verdad es bella por sí misma» 18. Pero además, los cristianos tenemos muchas luces, toda la ayuda de la gracia divina, para dar a conocer la verdad: el Espíritu de la Verdad os guiará hacia la verdad completa 19.

1. De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 32.
2. De nuestro Padre, Carta 15- VIII-1953, n. 9.
3. Juan Pablo II, Exhort. apost. Christifideles laici, 30-XII-1988, n. 59.
4. Del Padre, Carta, 14-II-1997, n. 5.
5. De nuestro Padre, Carta 29-IX-1957, n. 55.
6. Conversaciones, n. 117.
7. De nuestro Padre, Carta 9-I-1932, n. 1.
8. Surco, n. 302.
9. De nuestro Padre, Carta 9-I-1959, n. 18.
10. De nuestro Padre, Carta 30-IV-1946, n. 66.
11. Ibid. n. 68.
12. Ibid. n. 48.
13. Ibid, n. 59.
14. Ibid. n. 60.
15. Ibid. n. 41
16. Ibid. n. 19
17. Ibid.
18. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2500.
19. Ioann. XVI, 13.