Cuál es el origen de las enfermedades mentales en el Opus Dei?

Autor: Ruta de Aragón, 4 de junio de 2007


Afirmar que existen enfermos mentales en el Opus Dei es algo que puede extrañar chocar o llamar la atención de alguien que simplemente tenga un contacto con el Opus Dei superficial, y se pregunte cómo es posible eso que en el Opus Dei existan casos de esquizofrenia, psicosis, depresiones, neurosis además todo tipo de trastornos afectivos.

Y surge la pregunta: ¿por qué una persona se ha puesto enferma? Los médicos nos dirán: en toda enfermedad hay un origen o causa constitutiva de la persona. Le llaman predisposición a padecer una enfermedad. Y existen unas causas o factores desencadenantes de la enfermedad, también llamados factores ambientales de la enfermedad...

Estos factores que predisponen y desencadenan una enfermedad se pueden combinar de muchas maneras en cada enfermo siendo en unos casos más importante la predisposición y en otros casos los factores desencadenantes. Y las combinaciones son infinitas.

Lo anterior es más fácil de comprender con unos ejemplos:

Una persona tiene una predisposición constitutiva de su cuerpo a constiparse y si sale a la calle sin jersey es cuestión de minutos que coja un constipado.

Habría en esta persona una predisposición muy alta a constiparse aunque no haga mucho frió.

Otra persona que no tenga esa predisposición saldrá a la calle sin jersey y no se constipará e incluso alguno saldrá en manga corta a la calle en invierno y no le pasará nada.

El opus Dei, en los factores desencadenantes de la enfermedad, es como estar en Vladivostok (ciudad rusa donde hace mucho frío) en el mes de enero a las 6 de la mañana en manga corta y en plena calle. Coges una pulmonia que te mueres.

Otro ejemplo:

Una persona es propensa genéticamente a padecer un cáncer y fuma tres cajetillas de tabaco al día. Las probabilidades de que desarrolle un cáncer son muchísimo más altas que en otro que fume tres cajetillas pero no tenga una predisposición al cáncer, al igual que una persona con predisposición al cáncer, si no fuma, tal vez nunca tenga un cáncer.

Con estos ejemplos espero haber aclarado la distinción entre los factores que predisponen a una enfermedad y los factores que desencadenan una enfermedad.

Así esta distinción entre factores constitutivos de una persona que predisponen a una enfermedad y factores ambientales en una persona que desencadenan una enfermedad, también se aplica a las enfermedades mentales del tipo que sean.

Una persona puede tener una predisposición hormonal o constitutiva a sufrir depresiones, y si a eso le añadimos los factores desencadenantes de la depresión, la enfermedad esta asegurada.

Las personas tenemos distintos planos o componentes que son los siguientes: un plano material u orgánico, un plano emocional, un plano intelectivo, un plano de causas por las que vivir y fines. Todos estos planos serán de mayor o menor importancia en cada persona.

En la depresión y en las enfermedades mentales se produce por regla general un derrumbe escalonado de los distintos planos de una persona, comenzando normalmente por los planos de la personalidad mas espirituales como son el plano emocional, el intelectivo o el de los fines en la vida.

Cuando los psiquiatras y psicólogos comprueban una alteración o derrumbe en los planos visibles o biológicos, como puede ser la falta o déficit de serotonina en los sistemas nerviosos de los deprimidos, esa alteración de la falta de una sustancia en el cerebro es y hay que tomársela en serio: de ahí la importancia de tomarse las pastillas o medicación a rajatabla. Pero en sí esa falta de una sustancia, es solo una de las manifestaciones o efectos de la depresión u otras enfermedades mentales, y no significa que la verdadera causa de la depresión o enfermedad mental sea la ausencia de determinadas sustancias en el cerebro. Sino que esas alteraciones en las sustancias del sistema nerviosos son una consecuencia de la enfermedad mental.

En la gran mayoría de los casos se ha comprobado que la depresión y enfermedades mentales están precedidas por un periodo de impactos emocionales y de estrés demasiado intenso, duradero y/o repetido. En otros casos no se ha podido comprobar que una enfermedad mental este precedida de impactos emocionales conscientes, lo cual no significa que no existan estos impactos emocionales, si no que tal vez provengan de niveles inconscientes.

Estos impactos estresadores pueden ocurrir en cualquiera de los planos de la persona, aunque los más destructivos son los que atacan al individuo y su familia en sus planos instintivo-emocional, produciéndose el verdadero derrumbe de la persona cuando su plano intelectivo y las causas y fines del individuo han sido bloqueados.

Los impactos estresadores suelen provenir de pérdidas, miedos, frustraciones instintivas y, en general, choques emocionales ante los que el individuo cree que nada se puede hacer. Numerosas observaciones y experimentos demuestran que cuanta más juventud, sensibilidad, soledad comunicativa e indefensión subjetiva tenga el individuo frente a lo que le golpea emocionalmente y le estresa, y cuanto mas inesperados, instintivos, duraderos y repetitivos sean dichos impactos... más propenso a la depresión será el resto de su vida y más graves y pertinaces serán las formas depresivas en las que caiga el afectado.

Los científicos nos aseguran que, para el individuo con vulnerabilidad promedio, más de 50 días de stress continuado en el adulto desembocan indefectiblemente en trastornos emocionales primero, alteraciones del sueño después y depresión más o menos profunda finalmente. Sin embargo, este periodo se acorta considerablemente en los adolescentes y aún más en los niños, sobre todo si se sienten desprotegidos (no solamente por falta de afecto y cuidados, sino también por falta de normas de comportamiento eficaces); y también si los impactos estresadores son demasiado múltiples, brutales y/o duraderos. La desestructuración de las familias, actúa como facilitador, disminuyendo notablemente la intensidad y la duración de los periodos estresadores necesarios para el desencadenamiento de las depresiones en los individuos.

Sin embargo, se observa un aumento claro de depresiones y suicidios en individuos aparentemente bien gratificados y sin traumas como pueden ser los adolescentes y «jóvenes de oro» de Estados Unidos, o las poblaciones super-aseguradas por el «estado del bienestar» de, por ejemplo, los ricos y cultos países escandinavos. Esto indica que el verdadero «quid» generador primero de la depresión pueden no ser los «traumas stresadores repetidos», por más que éstos sean los desencadenantes más frecuentes y visibles, sino algo mucho más central y sutil las causas y fines que mueven una vida como desencadenantes de la depresión.

Cuando no tenemos un mínimo control sobre los acontecimientos o, mejor dicho, cuando no tenemos confianza, no tenemos esperanza ni un control sobre nuestra vida y los acontecimientos, entonces abandonamos toda voluntad sobre nuestra vida y nos deprimimos, enfermamos e, incluso, podemos llegar a morir. La indefensión nos deprime justamente porque acaba rompiéndonos la fe, la esperanza y el amor, esas tres «virtudes» (fuerzas) «teologales» que los antiguos colocaron en la cúspide de todos nuestros motores morales. Porque deprimirse es siempre, de hecho, desmoralizarse.

En cuanto a la Terapia de las enfermedades mentales, necesariamente hay que atender a todos los planos de manifestación del Ser, es decir, a todos los «cuerpos» del individuo, desde los más densos y visibles, hasta los más sutiles e invisibles.

Aunque el objetivo último a restablecer (¡o a inaugurar!) es la esperanza, la confianza y la voluntad del individuo, es decir su cuerpo causal y los fines de todo individuo, normalmente debe seguirse un orden reparativo ascendente, que empieza en lo físico (técnicas de relajación, masajes y ejercicios, balnearios y contacto con la naturaleza, musicoterapia, yoga físico y de la respiración, risoterapia, etc.) y en lo químico (adecuación muy cuidadosa y experta de la medicación, especialmente de los psicofármacos, de los que el paciente normalmente se ha hecho dependiente), prosigue en lo biológico (fitoterapia de drenaje, de estimulación hormonal, ya sea africana, china, ayurvédica, etc.), sigue en lo etérico (homeopatía, radiestesia, oberbach, terapias sanacionales, etc.), continúa en lo emocional (flores de Bach, gemoterapia), atiende después a lo intelectivo (terapia cognitivas, PNL, etc., que, en ocasiones, requieren apoyos en terapias de «regresión») y finaliza por lo causal (terapia existencial, de «peregrinaje interior», yogas superiores y técnicas de meditación; y, especialmente, restitución de la dignidad y de las virtudes morales, como la verdad, la justicia, la solidaridad, etc., sobre todo las teologales (fe, esperanza y amor del individuo hacia sí mismo y hacia su entorno).

Este orden reparativo no es causal, ya que los procesos curativos deben repetir los procesos que han formado al individuo y desencadenado la enfermedad.

La psicoterapia en muchas ocasiones obligará como es lógico a corregir graves anomalías de comportamiento y relación, cuyo origen no sólo se detecta en el individuo sino también en la familia o en las «tribus» vecinales y laborales en las que está englobado (terapias de familia, interpersonal, etc.). Aunque más que «corregir» deberíamos decir «señalar», «orientar», «facilitar» y «catalizar» lo que, en cualquier caso, deberán hacer al final los deprimidos y sus familias. Pues, especialmente en la terapia de la depresión nadie puede nunca «curar» a otro, y deben ser los propios seres vivientes quienes deben auto curarse finalmente a ellos mismos.

Si queremos que alguien se beneficie de una bicicleta, podremos dársela y darle dos o tres clases teóricas, pero la «bicicleta» de la rehabilitación deberá montarla finalmente quien la debe disfrutar. No hay atajos para la rehabilitación en el deprimido de la conciencia ni de su formidable energía asociada. Ineludiblemente es así siempre. Y eso, precisamente, es lo bonito: la gran aventura. ¿O hay alguna otra?

Todo lo anterior en el Opus Dei se complica muchísimo ya que a las situaciones estresantes se les atribuye un origen sobrenatural, que sólo es interpretado por los directores y en última instancia por El Padre o prelado del Opus Dei que es según San Josemaria, el gran experto en la ciencia del discernimiento de espíritus o distintos tipos de espíritus que existen; y el gran experto en cómo deben ser tratadas las almas (sus hijos e hijas) en fases de desolación espiritual o crisis vocacional, si es que alguna vez se tuvo o existió la vocación en la mayoría de los casos...

Espero haber ayudado un poco a aclarar la situación.

Que Dios os cuide

Ruta de Aragón


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