Category:Agustina López de los Mozos

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Agustina tiene 51 años, es soltera, y actualmente trabaja como periodista en Madrid. Fue numeraria del Opus Dei -los miembros célibes que viven en centros de la organización- durante nueve años. En 2002, tras la canonización de Escrivá de Balaguer, creó el sitio de internet Opus Libros, un punto de encuentro en el que ex integrantes del Opus Dei comparten sus experiencias.

Agustina López de los Mozos


¿Por qué me fui?

En los últimos años [como numeraria] fui tomando conciencia de que hay una esquizofrenia dentro del Opus Dei. Una cosa es lo que te dicen que tienes que vivir y otra cosa es lo que vives en realidad.

Cuando te das cuenta, eso genera una serie de preguntas que nadie te contesta, y llega un momento en que todo se rompe y produce una sensación interior de que tú ahí no puedes seguir más, porque eso te va a llevar a una enfermedad e incluso a la pérdida de la fe.

Por ejemplo, en el Opus Dei te dicen que la familia de sangre, como ellos llaman a nuestros padres y hermanos, es muy importante; hay que rezar por ellos, acercarlos a la “Obra”. Pero para ir a ver a tus padres, viviendo en la misma ciudad, tienes que pedir permiso. Entonces, a lo mejor si una semana has ido dos veces a la casa de tus padres por alguna necesidad, te dicen: oye, ¿no te parece que te estás apegando mucho a ellos?

La Obra siempre dice que somos cristianos corrientes en medio del mundo. Cuando te captan utilizan muchísimas frases y teorías para envolverte para que te las creas, para llevarte a un terreno en el que ya por fin te dicen que tienes vocación.

Es un “proceso de enamoramiento”. Normalmente eres una persona joven o adolescente, cuando tu afectividad está a medio hacer -y tu personalidad más, por supuesto-, estás en una etapa difícil o abierta a todo, con una serie de carencias y preguntas. Ellos consiguen hacer que te sientas querida, imprescindible, muy bien recibida. También hay un poco de rebeldía con tus padres.

La primera vez que tomé contacto con el Opus Dei no sabía qué era, ni nadie me dijo ese día que era de la “Obra”. Yo fui a jugar un partido de baloncesto y luego nos prepararon una estupenda merienda, con gente muy encantadora. Tenía 16 años. Una de las personas que estaba allí me pidió el número de teléfono y ahí surgió todo.

El proceso de captación te lleva poco a poco a ver que es dios el que está hablando, es dios el que te ha hecho conocer el Opus Dei.

Cuando maduras y ves que ese proceso tú lo tienes que repetir con otras personas, te das cuenta de que es todo un tejemaneje. Por lo cual yo digo que no me sentí libre para entrar al Opus Dei.

Desde el momento en que escribes la carta para solicitar la admisión, lo que en el argot de la Obra es “pitar”, todo cambia. Ayer eras una persona a la que hacían sentir importante, pero con la admisión eres otro más adentro y vas a por otros.

En la Obra todo lo que te plantean te dicen que es así y así hay que hacerlo, no hay argumentación. No hay una posibilidad de que tú puedas hacer lo contrario: aunque no lo entiendas, ya lo entenderás.

En un momento empezaba a estudiar mi carrera de periodismo y tenía que leer la bibliografía que me aconsejaban mis profesores. Pero no puedes leer lo que quieras, siempre tienes que pedir permiso. Yo necesitaba leer a Simon de Beauvoir para la facultad y fui a peguntarlo, pero me dijeron que no se podía leer. ¿Por qué? Porque es una mujer que no está casada y está viviendo con un señor que es marxista [por Jean Paul Satre].

Era siempre una represión: no veas esto porque a lo mejor te gusta.

No se puede decir que [en los centros] haya un ambiente de familia, como ellos dicen. Hay tantas normas por seguir que nunca se puede considerar familia. Además no hay confianza ni cariño entre unas personas y otras.

Tú no puedes tener amigos que sean de la “Obra”. Sólo puedes desahogarte con la persona con la que tienes que hacer la charla [la directora del centro o una numeraria asignada] y con el sacerdote. Con lo cual, llega un momento en que si tú a una persona la ves llorar, la ves preocupada, tú no puedes acercarte. Lo único que puedes hacer es ir a su directora y decirle: esta persona está llorando. Ella ya se encargará de ir a hablar con ella.

Una de las principalísimas obligaciones de un miembro de la “Obra” es el proselitismo. En todas las charlas de formación te están repitiendo constantemente que tienes que traer vocaciones a la “Obra”. Yo misma puse los medios para que entrara un hermano y una hermana míos.

Lo mismo que el proceso de captación, que es de enamoramiento, la vuelta o marcha atrás es un proceso de desenamoramiento, de darse cuenta de que todo lo que te dicen que es en nombre de dios, como si dios hablara en la boca de los directores, no puede provenir de dios.

Cuando dije que me quería ir me cambiaron de centro y me fui a uno donde las numerarias que vivían eran personas muy raras, problemáticas. Me di cuenta de que eso era un poco como yo me vería dentro de unos años. Sólo estuve tres meses en ese centro de mujeres tristes.

Uno no se puede ir libremente cuando quiere. Ellos entienden, por toda la formación que se recibe adentro, que el que se va de la “Obra” no va a ser feliz, se condena, es otro Judas. Te inculcan el miedo a irte. Por eso, el proceso de irse a menudo se demora. En un momento la situación es tan extrema y el desquicie es tal, que uno dice: si me voy, peor que aquí no voy a estar.

Entonces un día, como en una novela de Agatha Christie, planeé mi escape. Por la noche preparé una bolsa mínima, con poco, para que no fuera sospechoso. Al día siguiente dije que me iba a trabajar y en lugar de irme al trabajo fui a la casa de mis padres, a quienes les dio una gran alegría verme volver.

Después de 25 años de haberme ido estoy con la batalla tan importante de perdonar pero no olvidar. Cuando creamos el sitio de internet, personas en todo el mundo por fin se animaron a hablar de lo que les pasó. Me gustaría que se entendiera que los ex miembros del Opus Dei lo único que reclamamos es que no se vuelva a repetir lo que nos pasó a nosotros. Que los padres y la iglesia estén atentos.

No es cierto que tenemos odio y rencor. Uno no debe olvidar, debe poder hablar de los problemas.

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