Carta a D. Javier Echevarria

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Por Janabenito, 25.03.2011


Esta es la primera carta que le escribo, no porque crea, en mi profunda esperanza, que le va a llegar, pero tal vez la lea “alguien” que representa al Padre, que es la voz del Padre, que se siente transmisor de la voz de Dios.

He sido numeraria, 15 años, fui expulsada, cuando pedí la admisión me convencieron de que mi vocación era tan grande que hasta las piedras la gritarían, si yo la silenciaba. Quince años después una de las directoras de San Miguel me aseguró que habían visto en la presencia de Dios que no tenía vocación, tal vez, con el tiempo, supernumeraria, no se de cuanto tiempo hablaba, pero pronto hará treinta años de esta conversación y yo al menos, no he vuelto a saber ni tan siquiera cual fue el motivo, o la causa, de aquella irrupción en sus mentes de la Voluntad del Todopoderoso...

No puedo llamarlos “Padre”, no lo son. No me han importado el abandono, las mentiras, la falta de cariño de sus hijos y la del “padre” de turno.

Salí como todos, pobre de espíritu, pobre de mente, pobre de solemnidad porque no contaba con nada, a cambio de todo.

Usted es sacerdote, pero ignoro si sabe del dolor de muchos de sus hijos, ignoro si escucha confesiones, no ignoro la dureza de su corazón ante los que dejaron la “barca”, yo jamás lo escuché hablar, era solo la sombra del fundador, más tarde la de D. Álvaro, ahora no se a que sombra seguirá, me gustaría creer que la del Hijo de Dios.

Cuando yo lo conocí no contaba usted aún los cuarenta años.

Los dejé atrás, tan atrás como me dejaron a mi y rehice mi vida con éxito: Recobré la salud física, la mental no la pudieron destruir, encontré trabajo, por oposición, para evitar malas interpretaciones, me casé, me casó uno de sus hijos numerarios, porque mi marido es, era, hasta el último 19 de marzo supernumerario, ahora tenemos cinco hijos y once nietos.

No he vuelto a pasar tanto dolor desde aquellos años (y le aseguro que mi vida ha sido de todo menos fácil), hasta estos días en los que he visto llorar a mi marido.

Mi marido ha dejado la prelatura, el día 19. Es mayor, por ser jubilado bastante menos “aportador” que en otras épocas, y tiene limitaciones físicas.

Hace más de un año, la atención que sus hijos le prestaban era bastante pobre, tal vez le pase lo que a usted y a otras miles de personas, ¿lo consideran viejo?, “ya no trabaja, no puede desplazarse, no hace apostolado, aporta poco, ya no nos interesa, que haga lo que pueda pero nosotros ya no podemos dedicarle tiempo”.

Desde octubre, la dirección espiritual nula. Yo escribí, hablé con el encargado de San Gabriel, y bien sabe Dios que lo hice porque yo si soy una gallina clueca y lucho por los míos como sea; solo demandaba dirección espiritual, cuando menos un sacerdote que le confesara, ya que después de 43 años en el opus dei, tenía miedo a confesarse, ¡si miedo a pecar! si lo hacía con el párroco! este si estaba dispuesto a venir a casa, el día 20 confesó con él. Desde hace meses ni siquiera sabía quien era su director, no lo avisaron ni tan siquiera para el círculo de San José, pero el día 18 se presentaron en casa, no sabría decirle si para invitarlo a que no renovara, o a animarlo a seguir, todo quedó en una nebulosa, y ¿sabe?, él si creía en la prelatura, lo han destrozado, ha dejado el opus Dei, desesperanzado, desilusionado, engañado. Y a mi me parece mentira que Dios me haga pasar dos veces por esto.

Hay hijos suyos que aseguran que estas cosas no le llegan. ¿acaso han perdido la fe en su prelado?, si está informado, ¿no tiene miedo?, Dios le va a pedir cuentas, Dios no es Santa Rita, que si se da, que si se quita. ¿Sabe ya el número de sus ex hijos? ¿De verdad piensa que Dios no va a pedirle cuentas del daño que nos está haciendo por permitir que se nos haga?

Yo no soy sor Lucía por eso mi frase varía, usted con lo suyo y yo con lo mío, podemos vernos en el infierno.

¿Por qué no se pone delante del Sagrario y pide perdón?, los que nos fuimos no solo no somos putas y homosexuales, lo digo con palabras de su fundador, así que nadie se ofenda, somos honestos trabajadores, buenos hijos, intentamos ser buenos padres, buenos abuelos, buenas personas, eso, los que hemos superado todas las locuras que nadie para, somos HIJOS DE DIOS, y de alguna manera Dios quiso que ustedes fueran nuestros pastores, que Dios los proteja. Porque si Dios les dio cientos de hijos ya han perdido miles, y no se han ocupado, que no preocupado, esto habría sido caridad, lo otro justicia.

¿Por qué no pide perdón por usted, por todos los prelados, por los que aun son su rebaño? Y después les escribe a sus hijos concediéndoles la “libertad” a todo el que de verdad la desee, al que piense que nunca existió su vocación o al que crea que ya está bien destruida, sin rencores, sin calumnias, sin persecuciones y como la famosa película, la de los dragones, demuestra que la obra es muy rica, (D. Quijote también se confundió con los molinos de viento), pues les concede además una renta que les permita envejecer con dignidad, al menos a los que superen los 40 años, porque en este mundo de crisis solo podrán coger lechugas para mantenerse. Y esto no sería nunca caridad, será justicia.

Entonces quedarían tal vez las verdaderas vocaciones, los que crean y vivan las cosas que dicen, los que sean capaces de entender el paso de los tiempos, los que sean capaces de respetar a los niños, los que comprendan la confidencialidad de la dirección espiritual, los que entiendan que en la obra hay que quererse, sin miedos a “amistades particulares”, cosa que solo se da en el opus, los que entiendan que no hay que defraudar al Estado, seguros sociales, sanidad, negocios poco claros, los que deseen servir a la Iglesia como Ella desea ser servida, sin engaños ni ocultamientos, los que consideren que la obra es el mejor sitio para vivir y para morir, y se lo crean hasta el punto de cuidar a los enfermos, en lugar de echarlos, los que nunca cometerían la tremenda injusticia y falta de rigor científico de pensar que las personas deficientes, provienen de matrimonios que no llegaron puros al matrimonio, porque al fin de cuentas ellos todos provienen de un acto de amor, aunque usted no lo sepa, y los que hemos dejado la obra somos productos del desamor de los que nos obligaron a llamarles “Padre”, entonces habría prelados que no permitirían dejar morir en la más absoluta indigencia y abandono a sacerdotes que no pudieron conciliar su vocación sacerdotal con su vocación al opus y abandonaron la prelatura eligiendo el Sacramento, en definitiva quienes sean capaces de ver en el Opus Dei (ahora si quiero ponerlo con mayúscula) una obra de Dios no de D. José Maria.

Una última cosa, la carta que escribí en la que pedía las oportunas dispensas fue falsa, tres veces me obligaron a escribir lo que las directoras querían, la mía, la autentica, por tres veces la rompieron.

D. Javier, prelados pasados, futuros prelados, que Nuestra Señora les proteja para que Nuestro Señor les perdone.




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