Cómo crear una secta destructiva católica: Opus Dei

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Por Levantisco, 14/07/2014


Repasando las verdades expuestas en el verdadero rostro del Opus Dei, se me ocurre que con los modos de actuar de la prelatura personal, que muestra dicho escrito, se podría escribir un manual apropiado para la creación de una perfecta secta destructiva basada en el catolicismo, pues pone de manifiesto todo un sólido cuerpo normativo y práctico generado para la captación y el poder.

Este manual puede redactarse considerando separadamente los objetivos externos e internos de la secta destructiva a crear, así como la forma de conseguirlos. Por supuesto, la moralidad de las estrategias no debe ser una cuestión nada relevante en el desarrollo del método.

En los reglamentos del Opus Dei como Pía Unión ya se encontraban las líneas maestras de la organización sectaria, basada en el secreto disfrazado de discreción, y sin un verdadero espíritu que mantener en el tiempo: El espíritu de la Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección (art. 28). No ha importado que el espíritu fuera cambiando, metamorfoseándose como un pulpo (Oct opus), según los intereses del momento, para conseguir los deseos y ambiciones del santo fundador en cada época y en cada configuración jurídica. Me parece que esta forma de actuar deja en entredicho cualquier supuesta inspiración divina.

El resumen de las acciones a desarrollar en un manual de este tipo sigue a continuación...

La acción exterior

Lo primero a conseguir es hacer creer que la organización es un querer expreso de Dios y que Él está empeñado en que se realice. Puede que esto fuera lo que motivó la redacción de la Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios del fundador, con afirmaciones como: no olvidéis, hijos míos, que no somos almas que se unen a otras almas, para hacer una cosa buena. Esto es mucho... pero es poco. Somos apóstoles que cumplimos un mandato imperativo de Cristo. Y no sólo se cumple un mandato imperativo de Cristo, al que no se debe desobedecer (es Dios el que ordena y no el fundador), sino que la Obra es inspirada por Jesús, es suya no de Escrivá: Antes de que nuestro Santo Padre el Papa Pío XI hablara —con gran consuelo de mi alma— del apostolado seglar, levantando con su voz como un soplo del Espíritu Santo oleadas de fervores, que han traído al mundo tantas y tan magníficas obras de celo, Jesús había inspirado su Obra. Es posible que se haya tratado de copiar la forma de enseñar de Jesús, porque les enseñaba como quien tiene poder (Mt 7: 29).

Después de hacer creer que la secta ha sido divinamente inspirada, ya se puede pergeñar el resto de las características sectarias de la organización, que con el tiempo pueden ir refinándose de forma pragmática.

Como consecuencia de lo anterior, a quien Jesús ha inspirado su Obra se le debe dar el culto correspondiente, como hombre elegido entre los hombres. El culto al fundador, aun en vida, todos lo pudimos observar y practicar inducidos por los medios de formación. Se le debía imitar como modelo querido por Dios para los socios del Opus Dei, porque era el camino reglamentario, según Álvaro Portillo (que así era su apellido antes de ennoblecerlo con el añadido del), para imitar a Jesús.

En segundo lugar se requiere una insistente labor de imagen hacia el exterior, no sólo para hacer creer la sobrenaturalidad de la secta, sino también para fabricar una apariencia engañosa y nada transparente que oculte la realidad del devenir de la organización: todo un grupo de muchas personas, el Apostolado de la Opinión Pública (AOP), dedicado al servicio de esa labor de imagen engañosa y para intentar apagar los fuegos que surjan. También se requiere un sistema de información que proporcione los argumentos necesarios para ganarse mediante las atenciones y el halago (y puede que con dinero) a los personajes eclesiásticos o civiles, o disuadirlos en caso de oposición a la organización. En la Instrucción para los Directores se lee: Finalmente, tened un fichero, lo más completo posible, de las visitas que hagáis a las autoridades —siempre de acuerdo con la Comisión—, y de las amistades de la casa...

El paso siguiente debe consistir en la creación de viveros, cuidados de tal forma que de ellos, con el tiempo, se puedan obtener prosélitos muy jóvenes para la secta. Hay que procurar que estos colegios no parezcan ser de la secta, sino iniciativas familiares, personales o empresariales: la organización sectaria no puede quedar comprometida bajo ninguna circunstancia, debe parecer impoluta.

Una vez que se han puesto en marcha los colegios, ya se puede practicar con bastante éxito el proselitismo sectario, la captación de niños formados ad hoc en estos colegios. Los colegios se deben proclamar, utilizando cualquier medio aunque sea engañoso, como de una gran calidad educativa además de una ortodoxia doctrinal católica estricta. Los colegios proporcionarán los miembros numerarios de la secta, parte de los cuales formarán sus cuadros directivos, otra parte retroalimentará de profesores a los colegios. De estos centros de formación va a depender el futuro de la secta. Si se consigue en ellos las captaciones necesarias, la secta crecerá, en caso contrario disminuirá, e incluso puede irse a pique.

Es necesario, a toda costa, el reconocimiento jurídico proporcionado por la Iglesia Católica, que hará que la secta esté libre de sospechas y engañará a los cristianos más confiados. La falsa e interesada sumisión y los halagos a las jerarquías vaticanas servirán bien a este fin.

La acción interior

La acción hacia dentro de la organización debe centrarse tanto en el núcleo sagrado de la intimidad de los miembros, de la conciencia y de la vida interior de relación con Dios de cada uno, como también en todos los ámbitos individuales externos posibles. Nada personal del captado debe escapar a esa acción.

Parte de la acción formadora ha de fijarse en el concepto de elección divina, tanto de la persona como del grupo que la acoge, haciendo aparecer a la secta como la verdadera seguidora de la doctrina de Cristo, como si con ella hubiera acabado una solución de continuidad de veinte siglos: una barca salvadora en el proceloso mar en que se hubiese convertido el cristianismo. Hijo mío, convéncete de ahora para siempre, convéncete de que salir de la barca es la muerte...(de la meditación del fundador "Vivir para la gloria de Dios", de fecha 21-I-1954)

Hay que diseñar una dirección espiritual personal obligatoria, cuyas características principales sean el control, dominio y manipulación de la intimidad de la conciencia de los miembros, y que esté concebida como una de las tareas propias del gobierno de la institución, de modo que sólo los directores sean competentes para ejercerla: Por tanto, de acuerdo con la naturaleza de la charla fraterna, el silencio de oficio prohíbe tratar esos asuntos con cualquier persona fuera de aquéllas que puedan y deban intervenir en la dirección espiritual, en la línea que va desde los Directores locales hasta el Padre. Dentro de esa línea, y en sentido ascendente (de abajo hacia arriba), no se lesiona el silencio de oficio cuando la consulta es necesaria o conveniente. (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas). Para evitar cualquier disquisición o resistencia personal a lo que dicen los directores, hay que convencer al miembro de la secta que la voluntad de Dios viene sólo a través de éstos. Si se consigue, se podrá hacer con él lo que se pretenda: el Director −quien sea— representa a Cristo, y es instrumento de Dios para hacernos conocer su Voluntad (Libro de Meditaciones). Por ello, como requisito previo a la incorporación definitiva del sectario, debe ser obligatorio realizar un compromiso o promesa, ante testigos, de no criticar en público o en privado las decisiones de los directores, y de cortar sobre la marcha y corregir muy severamente cuando otro miembro lo haga. Los sacerdotes en los confesonarios deben seguir las directrices de los directores respaldando e imponiendo las indicaciones del gobierno. Antonio Ruiz Retegui ya se sublevaba ante la concepción del sigilo de la confesión en la Obra: esa idea, tremenda, de que se contasen las cosas al sacerdote "fuera de la confesión", para poder hablar de ellas, hasta el punto que un sacerdote de la Obra debe negar la absolución a quien no cuente aquello de que se está confesando a los directores de la Obra.

También se debe controlar en lo posible tanto la formación académica como cultural, filtrar la información y crear la opinión del prosélito. Para ello deben dirigirse las lecturas, las tertulias obligatorias y redactar un índice de libros calificados según los intereses de la secta. Los periódicos y revistas que lleguen a los Centros deben ser los apropiados.Cualquier opinión disonante con la postura oficial en temas culturales, teológicos y sobre todo de espíritu de la institución debe ser fuertemente reprimida. La verdad histórica de la organización debe ser modificada, si se considera que esta alteración mejora su imagen mostrando un camino rectilíneo y luminoso sin desviaciones desde el principio. De la historia gráfica y escrita, debe retirarse cualquier imagen o mención a los miembros que no han perseverado, pues hay que identificar la perseverancia en la secta con la fidelidad a Dios. Así se justifica que el que salga no reciba nada, lo haga sólo con su ropa, a pesar de que ilegalmente la secta haya hecho que los célibes le dejen todas sus ganancias a la organización como condición de pertenencia. Este es un tema importante que hay que intentar justificar de cualquier forma.

El espionaje de los propios debe ser una tarea a realizar por los directores, como aparece en la Instrucción para los Directores:Conviene que todo lo que pase esté reflejado brevemente en el papel. ¡No es tanto el papeleo, no es tanto! Las cosas externas ya quedan en el diario de la casa. En cambio, las fichas que yo os pido son más íntimas. También hay que inventarse una nueva forma de corrección fraterna cristiana, consultada al director, que debe ser un medio de información interna que utilice también a los miembros de a pie. Hay que buscar argumentos para que no parezca lo que es, una delación que convierte a quien la hace en un chivato al servicio de los directores. Por la gran utilidad que tiene para la secta, la corrección fraterna debe ser muy estimada y exigida en la organización, debe considerarse comoparte muy importante del espíritu. Todo se debe dejar por escrito y remitir los informes a los superiores para que tengan un mejor conocimiento, tanto de cada persona como del Centro.

El aislamiento del prosélito debe ser el máximo posible, que no tenga otro desahogo que la dirección espiritual. Se le debe limitar la relación con sus familiares y sus relaciones sociales si estas no van dirigidas a conseguir nuevos miembros. También las relaciones de amistad más estrecha entre los sectarios, a las que hay que etiquetar con un término despectivo y disuasorio: amistades particulares (como si la amistad pudiera ser de otra forma). Así se puede evitar la libertad de comunicación interpersonal y producir un aislamiento afectivo y la indefensión psicológica del captado. Los Evangelios y el resto de la Biblia pueden utilizarse para que, retorciendo su sentido, sirva para reforzar ese aislamiento o cualquier otra cuestión que interese: «Sólo es “Buen Pastor” el que, conociendo y viviendo nuestro espíritu, recibe esa misión de quien puede dársela: “a éste abre el portero, y las ovejas escuchan su voz, y él llama por su nombre a las ovejas propias y las saca fuera. Y, cuando ha hecho salir a sus propias ovejas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Ioann. X, 3-4). Por eso, los miembros del Opus Dei, si de verdad quieren ser fieles, “no siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Ioann. X, 5)»(Carta Divinus Seminator”).

Los días, las semanas, los meses, los años y prácticamente cada instante de los miembros deben estar cubiertos de normas, meditaciones, medios de formación, ceremonias, retiros, estudios internos y rezos constantes que no les dejen el tiempo necesario para reflexionar sobre él y su vida en la secta. Así resultará más fácil su perseverancia.

Se debe pedir al prosélito todo tipo de datos escritos sobre él y todas sus circunstancias económicas, familiares, etc.; pero la organización no debe proporcionarle ningún documento escrito, ni de su dudosa pertenencia (que ni el Vaticano parece que tenga intención de aclarar), ni de su cooperación orgánica con la secta, ni de su desvinculación con ella... De esta forma se deja al sectario jurídicamente indefenso frente a la secta. No puede demostrar documentalmente nada, ni siquiera si ha sido oficial de una Delegación. Menos aún de todo su dinero que le han hecho entregar como falsa condición jurídica de pertenencia. La indefensión jurídica tiene que ser total: no debe poder demostrar nada.

Esas son resumidas las directrices que considero necesarias para crear una secta destructiva católica y que casi todas aparecen en el verdadero rostro del Opus Dei. El problema es que el Vaticano, reconociendo a la prelatura personal del Opus Dei, omitiendo investigar sus prácticas e ignorando las denuncias, se ha hecho cómplice de ella, según mi modo de ver. ¡Quién es capaz de reconocer a Jesucristo en el Opus Dei?

Concluyendo: Mucha cara es el verdadero rostro del Opus Dei.




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