Anexo a una historia/Dicen que son libres

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LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO A UNA HISTORIA


DICEN QUE SON LIBRES

Que los socios de la Obra viven la libertad, actúan en libertad, respetan la libertad... Valga como detalle, es realmente sólo un detalle, la "indicación" a que todos han sido sometidos, por ejemplo, con respecto a este libro: de no leerlo, de no mencionar su título, de sólo alegar "lo malo" que es, si sale al caso.

A mí me citó una directora de la Obra cuando se entero que el libro estaba ya en la editorial, para que lo retirara, alegando la ofensa a Dios que podía suponer, y pretendiendo problematizar mi conciencia. La conversación duró hora y media. Pero como yo había meditado bien el tema, y lo había hecho profundizando y ponderando todos sus aspectos morales, así se lo expuse; y de una manera serena y amigable, llegó a confesarme que de lo que sí estaba segura, porque mc conocía bien, era de que lo hacía con rectitud de intención y sin que lo que me moviera fuese el deseo de fama ni el afán de dinero. A pesar de todo insistió en que debía retirarlo; le dije que ya había podido ver que la decisión estaba seriamente tomada y que no se trataba de pensármelo más. Nos despedimos muy cordialmente, e incluso me dijo que aunque para el libro no podía desearme éxito, sí me lo deseaba para todo lo demás en mi vida.

Hasta aquí valdría. Pero no se han quedado ahí. No ha sido posible admitir un planteamiento que podía ser hasta ejemplar.

Un numerario del Opus Dei, públicamente muy conocido, se permitió "informar" a la editorial de que yo era una histérica, por lo cual mi libro era impublicable.

Este mismo calificativo lo usó un sacerdote de la oficina de información que el Opus Dei tiene en Vitruvio (Madrid), para con un director de una revista nacional, en visita expresa para tratar el tema.

En "Hora 25" (programa radiofónico de la cadena SER) tenían un comentario preparado desde Sevilla sobre la aparición del libro, como novedad literaria. Alguien en Madrid lo interfirió, y a cambio se dio un comentario de la biografía de Monseñor Escrivá escrita por...

La libertad de los suyos sigue consistiendo concretamente ahora en que, además de las enormes prohibiciones que ya tenían sobre lecturas, no deben leer, así se ha consignado para los socios de la Obra, nada, en ningún periódico, que haga alusión al Opus Dei, sino únicamente pedir información sobre ello a los directores de la Obra.

Para el criterio que deben tener, o el valor que deben dar a mi libro por ejemplo (como a tantas cosas más), se escribe una nota interna que se lee a todos. Y ésa es la única libertad en el pensar y en el sentir que cada uno debe ejercer.

La verdad os hará libres. Pero en la Obra la libertad como la verdad no es algo personal o que sé impone por sí misma. La verdad no es la consecuencia de una libertad ejercida, ni el ejercicio de la libertad es para ellos un medio de llegar a la verdad. La verdad, como la libertad, en el Opus, sólo está en la expresiva imagen, tan prodigada en sus medios de formación, del borrico de noria, que sólo desea ser borrico, que se deja tapar los ojos por su amo, y que da vueltas y vueltas allá donde le ponen. En la Obra verdad y fidelidad es esto y sólo esto. De donde la libertad no puede ser sino lo mismo.

En uso de una libertad que sólo cabe ejercerla una vez desvinculada, escribía una numeraria, que lo fue de la Obra del 56 al 59, a Monseñor Escrivá, cl día que supo que se había muerto, a modo de desahogo personal, la siguiente carta:

La noticia de tu muerte no pudo hacerme derramar una lágrima. Para mí, como para tantos otros, tú habías muerto ya hace muchos años, cuando salimos de tu casa a otras tierras, sin que te inmutase nuestra partida, ni te hiriese nuestro dolor. Padre, jamás te molestaste en subir a la azotea de tu casa para ver si descubrías la silueta cansada de alguno de tus hijos alejados de la casa paterna.

Tú te encontrabas a gusto con los hijos mayores y fieles que acrecentaban tu hacienda y cuidaban tus ganados. Tus hijos fieles, los herederos, complacían tus caprichos y abdicaban de su libertad sacrificando los mejores terneros. Has sido un "padre" autoritario que cegaste las sendas de la libertad de tus hijos, quisiste modelarlos con arreglo a tus inexorables criterios, quisiste tenerlos servilmente atados a la gleba de tus pensamientos. Taponaste todas las sendas e intentaste obligarles a transitar por tu Camino de 999 semáforos.

Padre, ¡qué pobre fue el alimento que nos diste...! Fue un alimento pobre y monocolor; nos abocabas a los folletos de tus ideas con tan reiterada monotonía que producía inapetencia. No nos permitías ver la vida a través de ningún pensamiento ajeno al tuyo.

Como todo cultivo intelectual y espiritual nos anclaste en la aridez de tu amada colección de libros Patmos...

No nos permitías opinar en nada, porque tú pensabas en todo y por todos tus hijos. Padre, te envanecías de que tu semilla fuera tan fecunda y no te preocupaban los hijos "perdidos" y apartados. Tú siempre con los tuyos, los fieles herederos de todos tus bienes.

Cuando entramos a formar parte de tu familia, íbamos con la joven ingenuidad de encontrar a Cristo y tú no nos permitiste nunca el diálogo directo con Él. Tu figura autoritaria y opaca se interponía siempre velando la figura que buscábamos. Tú tenias que ser siempre el inevitable intérprete de su mensaje... Nosotros, tus hijos pobres, no teníamos capacidad para entenderle.

Hemos sido unos hijos a los que nunca amaste, hijos que tenían lacras de hombres entre los hombres, y tú no podías sentirte orgulloso de nosotros; amábamos la libertad, la vida, el riesgo, queríamos utilizar de manera personal nuestro patrimonio y tú querías una inmensa y unitaria hacienda de talentos y voluntades rendidas para emplearlos según tu criterio indiscutible.

No podías admitir en tu "selecta familia" otros estilos menos brillantes que el que tú concebías. No podías admitir entre los tuyos a los hijos débiles o enfermos... En tu casa no hubo nunca sitio para los "vencidos", para los "disidentes"...

Tus hijos amados han sido los que de algún modo podían dar lustre y blasones a tu familia, aquellos que aumentaban tu monolítica hacienda de talentos, voluntades rendidas, poder y gloria. Con ellos celebrabas los banquetes de tus triunfos, sacrificando los mejores terneros, brindando por tus ocurrencias y su fidelidad a la estirpe.

Salimos de tu casa sin nuestro patrimonio y tú no nos diste ni unas sandalias para el camino. Anduvimos por tierras inhóspitas arrastrando tu desprecio y el de nuestros hermanos. Cuando salimos de tu casa borraste en ella todo recuerdo y toda mella nuestra, impediste que nuestros "hermanos" nos dedicasen un recuerdo en sus conversaciones o nos dirigieran el saludo. Hemos sido hijos proscritos que utilizaste como trofeo. Y sin embargo tú nos habías llamado a la vida de tu frondosa familia, fuiste tú el que nos buscaste, sin mediar la responsabilidad que contraías; hiciste una cruel selección entre tu inmensa prole desechando a los enfermos, débiles o poco brillantes... Tu casa, tu estirpe, tenía que ser selecta, sin manchas ni lunares, y con tu impronta personal marcando en nuestras vidas con el fuego de tu autoridad el deber de la abdicación y preparaste para nuestros cuerpos juveniles duras tablas en las que dormir, pero tú... dormías en cama blanda, en ricas ropas y perfumado ambiente.

Nos hablaste de pobreza y en tu casa se vivía en la opulencia. Allí sólo existía pobreza de ideas, nacida de tu absorbente modo dc ser y de tu sed de protagonismo.

Ponderaste la castidad e hiciste de tus fieles corazones duros, petulantes y orgullosos de su entrega. Padre, es triste reconocerlo, pero nos has deformado. Tus hijos fieles, los que te han heredado, quieren saldar su deuda contigo buscando tu canonización. Has exhibido, tras la noticia dc tu muerte, tu imagen en estampas y en los medios de difusión. ¡Qué pena cuando te vi en una preparada reunión en Barcelona! Apareciste ante mí sin dejarme sino un vacío de ideas y desencanto carismático. Mostrabas incoherencias, ideas estereotipadas y mecánicas, afán de protagonismo... ¡Qué pobre, desnuda y vacía apareció tu imagen ante mí! Acaso Padre ésta sea tu verdadera dimensión, pequeña imagen, casi como la estirpe que tú no amaste.
(E. D. F. Teruel.)

Cuando E. D. F. me envió esta carta no había tenido más contacto con ella que facilitarle mi dirección, la cual ella había solicitado a la editorial. Pero E. D. F. sabía lo que quería, y mi libro le había resultado lo suficientemente claro como para comprender que hablábamos idiomas muy semejantes, y teníamos metas comunes.

Otros dirían al Padre cosas muy distintas. Yo diría que todas cuentan. Todas son cosas concretas que encierran el valor inmenso del caso de una persona, siempre y cuando esta persona pueda hacerlo y lo haga en uso de su personal y responsable libertad.


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