Me robaron un tiempo muy valioso

From Opus-Info
Jump to navigation Jump to search

Por Ferita, 16.03.2012


Trabajaba en la Escuela de Decoración Ll. para “pijas”. Trabajé desde octubre del año 70 y no me dieron de alta en la seguridad social hasta mayo del año 75. Yo no veía mi sueldo, pensaba que se lo quedaban directamente en la escuela, porque todo iba al mismo saco… Suerte que este trabajo siempre me gustó aunque no era el yo quería hacer, y cuando llegaba a él, desconectaba y era feliz. Hice muy buenas amigas, entre profesoras y alumnas, profesoras, sobre todo de una, Romy, que cuando se cerró la escuela, se casó y se fue a vivir fuera. Seguíamos en contacto. Nos escribíamos. En el nacimiento de su niña a los pocos días murió de un derrame cerebral. Yo tuve un gran disgusto y pedí ir a su entierro pero environ a la subdirectora, que debía tener más “clase” que yo, que era su mejor amiga. Me dijeron que si quería le escribiese a su familia una carta, claro que lo hice y me respondieron, pero no fue lo mismo. Pensé en lo poco que se valoraba la amistad de verdad, les importó poco mis sentimientos y que comprar un billete de tren no era para tanto, pero la elegida se fue en avión.

La puntualidad no era tampoco mi fuerte, yo no podía correr tanto y siempre con escaleras que me perseguían. Los artistas solemos ser gente tranquila, disfrutamos de las cosas y hay que pararse, mirar, no somos personas de correr. En la Escuela, no se les ocurrió otra idea que poner una maquinita para que ficháramos al entrar, pensaban que así los profesores que venían de fuera serian más puntuales. Siguieron igual. Había una agregada en la portería que era la encargada de “mirarte mal” cuando te retrasabas. Al principio yo empecé a fichar hasta que un día decidí que no lo iba a hacer más hasta que no se fichara también a la salida, pues salíamos mucho más tarde que ninguno las que éramos de la obra. Y lo dije. Veían como pasaba, me daba igual. Tendría que haber sido la sindicalista de los trabajadores, pero no se podían ejercer tus derechos, lo más que podían hacer era echarme pero era necesaria, pues éramos sólo 2 las “artistas” de la obra que currábamos como locas. Sin ver el sueldo y encima haciéndonos creer que nos hacían un favor. Cuantos esfuerzos sin valorar. Aprendí a valorarme yo sola, pues, gracias a los esfuerzos de los profesores y el trabajo de las alumnas salieron unas promociones muy valiosas, y no por rezar, sino por trabajar mucho y bien.

Otra cosa que nunca entendí cómo, si mi profesión y mi trabajo eran para santificarme, jamás tenía tiempo para dedicarme a él. Al principio, todo lo que me ofrecieron y, luego, una vez dentro quitándome todo el tiempo que hubiera podido dedicar.


En el centro de estudios, que tampoco había tiempo, se me ocurrió pedir poder dibujar en las tertulias, retratos de las personas. Menos mal que hizo gracia y aunque no en todas, pude dibujar retratos que, por supuesto, nadie se los podía quedar y yo por lo menos no me aburría tanto en ellas. Alguien tenía una hermana que quería entrar en Bellas Artes, y me pidieron le diera clases, pero que tendría que ser en el ce, de paso hacían con ella proselitismo, venía por las tardes quitándome mi tiempo de estudio y así lo hice. El examen consistía en un dibujo a carboncillo de un tamaño considerable, siempre alguna escultura en yeso. Busqué en la Escuela un busto de mujer y lo llevé al ce, preparando un lugar en la Biblioteca (no había otro sitio), con una luz especial para ver las sombras y empezamos a trabajar en ello. Cual no sería mi sorpresa que por medio de una corrección fraterna, me dicen que ese busto es una tentación y puede dañar la sensibilidad de las personas, así que cada vez tenía que guardarlo al terminar la clase y taparlo con un paño grande que me dieron y esconderlo. Poco después le dije a la persona que se buscara la vida por otro sitio. Cosa curiosa, suerte que era un busto de mujer…

Nunca tuve lugar para poder trabajar con mi pintura. Mis tesoros de libros, dibujos y pinturas, iban conmigo a todas partes. Con mucha dificultad encontraba algún armario donde poder poner las cosas que tenía y que iba haciendo. Al salir del ce, como fui a vivir al centro que estaba en el mismo edificio de la Escuela, no tenía sitio para guardarlo todo en mi habitación pues era muy pequeña. Ni podía tener un lugar donde poder pintar. Pedí a la directora de la Escuela un armario donde poder meter mis dibujos enrollados, con mucho cuidado, trabajos de la universidad, pinturas y cosas que me interesaban. Tenía ahí los dibujos con los que, estudiando, me habían puesto muy buenas notas, y trabajos que iba haciendo. Los guardaba como mi tesoro soñando con que algún día podría tener mi propio taller. Un buen día cuando fui a buscar algo, (estaba cerrado con llave), me encuentro que sólo quedaba mi caja de pinturas, todo lo demás había desaparecido. Me volví loca y me fui a la directora. A la agregada que se encargaba del mantenimiento y limpieza de la Escuela, le pregunté si sabía qué había pasado con las cosas que estaban en ese armario con mi nombre. Todas estaban firmadas. Me contestó que como todo eran desnudos, pues los habían tirado… Creí que me la iba a comer, monté un pollo tremendo y me puse a llorar con gran desconsuelo. Tantos años, tantos estudios de anatomía, y todo irrecuperable por la puritana de turno. Les dio igual, aunque a los pocos días resultó que sí, que había muchos espacios. En el centro me cedieron una de las habitaciones de las supuestas empleadas que no había, todas vacías, donde poder instalarme como estudio de pintura. 2m x 2m, de tamaño, pero ya tenía algo. Debieron pensar que con esto se me pasaría el disgusto.

Aún ahora me duele haber perdido toda aquella obra de mis primeros años. Nunca tuve un sitio para pintar en los años que estuve en la obra, pues aunque ese me duró un año, no tenía tiempo para hacerlo, siempre había algo más importante que la profesión que yo quería santificar. Fue todo una mentira desde el principio. En los 15 años que estuve en la cosa solo pude pintar 5 cuadros, en los cursos anuales y algún domingo en alguna excursión, eso si murales, cienes y cienes, que al día siguiente veías en la papelera. Y sé que luego decían que así me tenían entretenida. Recuerdo también la pintura de los cirios y mil cosas que se les ocurriera, todo, menos mi propia obra.


El minuto heroico era para mí una tortura. Como además de alta era grande y lenta, siempre me costaba un montón. En el centro de estudios dormíamos 6 en la habitación y se notaba mucho si te pasabas. Desde siempre los ruidos bruscos e inesperados me han causado una especie de sopetón que trastorna mi mente y mi cuerpo. Pienso si con la edad siguen viviendo esta costumbre de saltar de la cama nada más oír una señal, pues a mas de uno(a) le puede costar un infarto, una lumbalgia o una bajada o subida de tensión…

El timbre, me pegaba un susto de muerte, a duras penas me sentaba en la cama y poco a poco arrastraba las piernas hacia fuera, bajaba los pies y buscaba el suelo con la mirada, me levantaba, tirándome a besarlo. Normalmente lo primero que llegaba era mi frente (tok!), luego me levantaba con gran dificultad, andando casi a tientas...

Cuando lograba ponerme en pie, las “balines” ya estaban en las duchas, yo cogía mi toalla y el gorrito para el pelo y me ponía en la cola. Lo agradecía, pues tenías un ratito más para dormitar apoyada en la pared. Mientras me duchaba, había una de las “balines” que se dedicaba a ponerse mi colonia, cogiéndola de mi armario porque dejaba la puerta entreabierta y, al llegar, veía cómo se vaciaba mi frasquito de plástico rosa, por momentos, además la chica era bastante generosa con lo ajeno ¿cómo descubrirlo si todas olíamos igual? así que me ponía en marcha un poco cabreada.

Luego ponte la bata blanca y a limpiar la casa. En esto tuve muy mala suerte, siempre me tocaba limpiar baños, que es lo que más te apetece nada más levantarte, y casi vomitaba de placer. Baja escaleras, (las escaleras siempre me perseguían), todo de rodillas y con gran ímpetu, (me ayudaba mucho pensar en la mangante de turno), era todo tan santificable… Pensaba que me debían ver muy “fina” y dirían, esta va a saber lo que es la realidad de la vida. Yo soñando con limpiar el polvo, que al limpiar todos los días suponía no habría mucho, pero los WC…, eso era de mis mortificaciones mas gordas.

Terminaba, guardaba todo, más escaleras, corriendo a vestirte. Llegaba a la meditación, yo por lo menos, como si hubiera hecho una maratón, con unas ganas de profundizar en el tema… Allí descubrí que te podías poner con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre las manos, qué maravilla, primero pensaba que era para concentrarse y llegar a profundizar más, pero a mí me servía para poder dar cabezazos sin que se notara demasiado. Mas tarde lo utilicé mucho, pues tantas horas en la misma postura, me dolía la espalda. Luego la Misa, Acción de gracias, guardar los velitos y misales, corriendo a desayunar que era el único placer que teníamos. Corriendo a trabajar o clase, por un paseo de cabras que varias veces me caí torciéndome tobillos y rascaduras hasta llegar a la parada del autobús, ir al lugar de trabajo, apretujada porque siempre iban llenísimos. Cuando llegabas al trabajo, respirabas profundamente.


Muy pocas personas valoraban y entendían la necesidad que tenía de dibujar y pintar, pues dedicar varias horas para algo que no entendían y que no servía para nada según ellas, no tenía sentido. Cuando enseñaba algo que había dibujado o pintado lo único que se les ocurría preguntar era cuánto tiempo había tardado. Me quedaba muda, con ganas de responder: ”esa pregunta no la sé” y muy triste.

Realmente creo que una de las cosas que tengo que denunciar es esa dificultad y falta de coherencia que me impusieron siempre. Fue algo que sólo los que nos dedicamos a trabajar en este campo lo pueden entender, frustrando conscientemente una profesión, que en su principio era y es santificable. Y más aún, un don que no todas las personas tienen. Tienen una gran deuda por todo el tiempo que me robaron para poder crear y pienso que también tendrán que dar cuenta de ello.

Fue una gran suerte poder salir y marcharme para poder hacer realidad todas mis ilusiones, aunque me robaron un tiempo muy valioso y las secuelas que me dejaron, difícilmente las hubiera superado y las sigo superando, si no es por poder volver a tener mi propia actividad creativa.



Original