La estrategia reproductiva del Opus Dei, un darwinismo vocacional

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Por Inmaduro, 6 de diciembre de 2010


Todos hemos visto algún documental donde miles de crías de tortugas salen de un hoyo en la arena y corren desesperadamente para alcanzar el agua antes de convertirse en suculento bocado de una hambrienta gaviota. Las tortugas utilizan una estrategia de reproducción, más bien primitiva, que los biólogos llaman "estrategia r" y que es común a otros organismos pequeños que alcanzan la madurez en poco tiempo y tienen crías numerosas, muchas de los cuales no logran llegar a la edad adulta. En este grupo se encuentran la mayoría de los insectos, las plantas que se reproducen por esporas, las tortugas, los sapos... y muchos numerarios que pitamos en las décadas que van de los años 50 a los 80 (por lo menos).

La promoción que terminó el COU en Gaztelueta en 1977 tenía unos 70 alumnos, de los cuales, 17 pitamos entre 1974 y 1977. Seis años depués, en 1983, sólo quedábamos dos. Yo aguanté hasta 2001. En el grupo de los 17 había gente muy valiosa intelectual y humanamente. Sus historias de salida de la Obra fueron variadas, algunas con mucho sufrimiento. La mayor parte de ellos son hoy padres de familia, algunos muy reconocidos profesionalmente. Dos, han pitado como supernumerarios y tienen hijos que son numerarios -por ahora-...

En los años 70, en Gaztelueta la consigna era: "hay que hablar de pitar a todo el que reuna condiciones -cabeza, corazón y buena pinta-". En el grupo de los 17, nuestras familias eran de la Obra o muy afines. Nosotros no conocíamos otro mundo que el que nos presentaban los profesores y tutores numerarios. Se producía un círculo ideológico del que, para nosotros, era imposible escapar. Los numerarios encarnaban los mismos ideales que iban sembrando en nuestros corazones adolescentes. Bajo estas premisas, lo extraño no es que pitáramos, sino que no hubiéramos pitado.

Nosotros, los 17, éramos la élite de un curso bastante "borrascoso". Algunos de nuestros compañeros de clase cayeron en la drogra. Otros murieron de sida con el correr de los años, etc. Pero nosotros formábamos un grupo de chicos deportistas, inocentes, estudiosos, generosos y piadosos. Nos apoyábamos unos a otros, nos protegíamos de la barbarie que nos rodeaba y nos sentíamos afines. Así que cuando yo pité, en 1974, con 14 y medio, los demás se fueron "contagiando". Me apena que mi padre, con más conocimiento de la vida que yo, no ejerciera veto en el club, diciendo: "esperad a que cumpla 20, a que salga del cole, a que vea algo más de la vida".

Pero más responsabilidad que mi padre, muchísima más, la tuvo el señor que estaba en Roma y que conocía los datos globales. Gaztelueta se fundó en 1951 y para 1974 ya existía la experiencia de 23 años de pitajes y despitajes de adolescentes. Está claro que al señor que estaba en Roma haciendo muescas con el lápiz, "este ha pitado, este ha despitado", le importaba un bledo el individuo, sólo le importaba la institución. Igual que en la "estrategia r": el individuo no importa, importa sólo la especie.

La teoría que yo aprendí de labios de la Obra decía lo contrario: a la Obra le interesaba que las vocaciones que llegaban fueran muy seguras: "para entrar, hay que empujar la puerta". Una vez más, el señor que estaba en Roma había cogido las acusaciones de algunos padres indignados, las había dado la vuelta y había producido una teoría tan inmaculada como falsa. Ya sólo le quedaba incorporarla a la próxima edición del catecismo y conseguir que todos la repitieran de memoria. Una mentira, suficientemente repetida, se convierte en verdad.

Quiero denunciar que San Josemaría, D. Álvaro y D. Javier han ejercido durante sus mandatos un auténtico darwinismo vocacional y que lo han hecho siendo conscientes del sufrimiento que ocasionaban a muchos adolescentes. Ellos sabían que el 90% (por lo menos) de los niños a los que conseguían convencer de que tenían vocación-divina-para-toda-la-vida, sólo iban a perseverar unos años y que la mayor parte de ellos padecerían una salida traumática. Eso es abuso de menores. Engañar así a adolescentes, a lo largo de varias décadas y con un conocimiento estadístico de la falsedad de lo que estaban afirmando es un crimen.

No juzgo intenciones. No me interesa su móvil subjetivo: ambición, amor a la Obra, frivolidad, "servicio a la Iglesia", o simple fanatismo. Ellos eran conscientes de que cualquier semejanza entre sus afirmaciones y la realidad era pura coincidencia. Y aún así arreciaron en la estrategia de seducir, engañar y hacer sufrir a miles de adolescentes. Criminales.



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