El riesgo de salir al extranjero

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Por Nachof, 25.01.2008


El Opus Dei suele enviar fundamentalmente a numerarios para hacer su labor en otros países. Es una manera de que el espíritu que encarnaba el Santo Marqués de Peralta se extienda por todo el orbe. Hace poco tiempo, el país al que han viajado un grupo de fieles de la prelatura ha sido Rusia, donde se han establecido permanentemente. Antes de esta ampliación, un numerario francés de padre ruso viajaba cada semana desde Helsinki, capital finlandesa donde existe una mínima labor. Me parece que esta persona al final no ha ido a extender la religión católica, apostólica y romana a la antigua URSS.

En la residencia de varones del Opus Dei en Helsinki vivían un grupo de numerarios procedentes de distintos países: además del francés que viajaba semanalmente a Rusia, dos españoles, de los que uno era un médico madrileño que ya trabajaba en un hospital público de la capital de Finlandia, y un joven sevillano, que echaba mucho en falta a su tierra; un irlandés, ya maduro; un joven argentino de Buenos Aires y dos sacerdotes, que no recuerdo su procedencia. Puedo hablar de esta manera pues viajé por un asunto profesional a Helsinki en agosto de 1996, dos veranos antes de irme de la Obra, y estuve con ellos, coincidiendo con una visita del actual obispo prelado, monseñor Javier Echevarría Rodríguez; el vicario general del Opus Dei, Fernando Ocáriz Braña, y el vicario del Opus Dei para los países de Escandinavia, Juan Luis Bernaldo.

Monseñor Javier Echevarría se comportó de una manera extraña en la tertulia. Tuve la sensación que copiaba de una manera descarada la manera de presentarse del fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, y de su primer sucesor al frente de la prelatura, monseñor Álvaro del Portillo y Díez de Sollano. Los residentes en Helsinki le contaron lo que hacían para hacer proselitismo con chavales jóvenes, o, en el caso del médico, a sus compañeros de hospital. El actual obispo prelado recordó palabras del fundador e inmediatamente, sin saber por qué, se ausentó. La explicación que se me dió fue que "había ido a ver a nuestras hermanas". Una vez terminada la reunión de esa manera, el irlandés, el sevillano y el sevillano de la Obra se pusieron a escribir todo lo que había dicho el que llamaban "padre". Yo tambien aporté algo. Momentos despues volvió el cabeza de la Obra e hicimos el examen, rezando todos juntos la norma interna de las "preces". Meses después, leyendo la revista "Crónica" de los varones del Opus Dei, vi cómo había sido cambiada la realidad de aquella reunión. Para dar mayor fuerza al texto, aparecían fotografías de los numerarios residentes. Yo había sido eliminado de esas imágenes.

Pero me he desviado de lo que pretendía decir: cuando algún numerario del Opus Dei va a residir a otros países asume muchos riesgos, pues no solo deja atrás a los de su familia y a sus compatriotas, sino también tiene el riesgo de perder el trabajo que ejercía hasta entonces y que sea expulsado del país al que se ha trasladado, que no desea que se incorporen nuevos inmigrantes. Sé de varios casos en los que esto se ha producido, pero me voy a referir a uno solo, un ex agregado que pasó a numerario a finales de los años sesenta o principio de los años setenta del pasado siglo, que tenía un buen expediente académico en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid.

En la década de los años sesenta del siglo XX, Angel, hijo de un panadero de Vallecas (Madrid), era uno de los aproximadamente ochenta oblatos (hoy llamados agregados) universitarios del centro "Recoletos". De ellos hoy sólo quedan unos diez. Vaya dos nombres. A su condición de hombre de ciencias, Angel reunía la de ser una persona abierta que leía muchos libros (supongo que todos autorizados). Pues bien, un buen día desapareció y, poco despues nos enteramos que había pasado a ser un residente del Colegio Mayor Moncloa. Con ello emprendía el camino de ser numerario. Nunca he entendido por qué unas personas pitan de agregados y al cabo de un cierto tiempo pasan a numerarios. Esto le pasó tambien a un gallego llamado Fernando, que con el tiempo ha sido director mío en una de mis últimas convivencias anuales de verano en el Colegio Mayor Ayete de San Sebastián. Me trataba como si se hubiera olvidado que yo había participado de una parte de su vida.

Pues bien, los directores indicaron a Angel que se fuera a "hacer la Obra" en Canadá. Y así hizo. Abandonó su puesto de profesor de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid y se trasladó a este país americano. No volvimos a saber de él. Pero el mundo es muy pequeño. Al cabo del tiempo me encontré a un antiguo chico de San Rafael que iba frecuentemente por Recoletos 5 y me dijo que Angel había vuelto. No le admitieron las autoridades de Canadá y tuvo que regresar a España. En aquel momento tenía dificultades por encontrar trabajo en la facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense. Según su amigo, no sabía qué hacer. Estaba desanimado en aquel momento. Era un riesgo que había asumido cuando se fue a este país.

Pasado el tiempo me enteré que, al llegar a Canadá, Ángel había debido cambiarse de nombre incluso entre la gente de la Obra. El nombre de Ángel, espíritu celestial, no puede ser utilizado en este país. Su nombre completo era Ángel José. Tuvo que pasar a ser tratado como Joe (apelativo cariñoso de Joseph en inglés), por lo que tuvo tambien que cambiar su vida en esto. No cabe duda que se trata de algo muy duro.

Paras solucionar casos como éste, el Opus Dei ha recurrido a enviar jóvenes que no han llegado aún a la universidad a cursar los estudios universitarios en los países se pretende que arraiguen y así desarrollar la labor de la prelatura, haciendo proselitismo con sus compañeros. De esta manera no se repiten casos como el de Ángel, que, en mi opinión, solo contribuye a que los del Opus sean considerados bichos raros. ¡Cuánta gente rara hay en la prelatura!




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