Yo confieso

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Por Dolce Vita, 14.05.2008



Las mentiras de mi diario. así se escribe la historia

“Desde los comienzos, surgió la práctica de anotar en un cuaderno los hechos más importantes de la vida de cada Centro […] Los temas surgen espontáneamente de la preocupación apostólica, de la visión sobrenatural, de la ilusión y del cariño humano que caracterizan el ambiente del Centro: pequeños detalles de ambiente de familia; anécdotas del apostolado; hechos edificantes narrados con naturalidad, etc.” (Experiencias de los Consejos Locales, 19-III-2005, cap. 7, pp. 159-160)

Mentí. Mentí mucho y a sabiendas. Aprendí a mentir muy bien. Por eso me encargaron tantos años del diario del centro: mis “diarios” no daban guerra. Aprendí a escribir lo que las directoras querían leer, y aprendí a callar parte importante de la verdad: el lado oscuro, pero real...

Mentí a sabiendas…, pero a sabiendas de que no engañaba a nadie. Ni a las directoras, conocedoras de la verdad, ni a las destinatarias, porque las generaciones futuras no tendrían un pelo de tontas, y no se tragarían el cuento de hadas. Eso no importaba. Lo único que importaba es que quedaran los papeles bien guardados en los archivos, diciendo lo que tenían que decir. Más o menos, todos lo mismo. La misma monotonía, la misma estructura, la misma mentira. Eso sí, muy ordenados, todos iguales, lomos encuadernados, margen determinado a ambos lados, siguiendo un mismo criterio. Amorfa redacción, sin personalidad, sin firma, sin autor. Pasadas las primeras malas experiencias, aprendí a mentir mejor todavía, y empecé a aplicar pequeños trucos para que el diario pasara la criba de las de arriba, porque en la Delegación se encarga a una persona la aburrida tarea de revisar los diarios de todos los centros dependientes y de las distintas actividades organizadas. (“Es conveniente revisar con frecuencia el diario […] tanto para subsanar posibles olvidos, como para hacer las correcciones oportunas.Experiencias de los Consejos Locales, Anexo 13, p. 205).

Al hablar de malas experiencias, me refiero a la devolución del diario corregido, con nota amarilla adjunta: “Lamentamos que no hayáis vivido el criterio…” […] “Lo que nos enseñó Nuestro Padre y se ha vivido siempre…” En fin, que había que cambiar el argumento, mentir mejor, si no querías repetir cuaderno. Sí, repetir cuaderno. El truco era comprarlos muy delgados, a pesar de que estaba indicado su grosor, así como otras mil indicaciones: “En todas las páginas se deja un margen amplio, para añadir posibles aclaraciones […] Una vez terminado un cuaderno, se manda en mano a la Comisión Regional en la primera oportunidad.” (Experiencias de los Consejos Locales, Anexo 13, p. 205). El diario tenía que ser ejemplar, no podía haber tachones, ni correcciones, ni borrones, ni nada que no fuera perfecto en su forma y contenido. La noche era larga para repetir cuadernos, para inventar “mentiras.”

Tan refinada era la mentira, que no podías olvidar de vez en cuando manifestar las dificultades por las que podía pasar la vida del centro, todas ellas superadas con la alegría, buen humor, y espíritu deportivo que nos caracterizan. (“Se anotan también, si ocurren, algunos sucesos o circunstancias que, de no relatarse, darían una visión deformada, irreal, de la marcha del Centro: dificultades ambientales, falta de medios, contradicciones, etc.” Experiencias de los Consejos Locales, 19-III. 2005, p. 160).

Hablar de las “dificultades del centro” era un eufemismo. La verdadera dificultad la tenían las personas. Las personas sufrían, las personas estaban solas, las personas rabiaban de impotencia, las personas, agotadas, a veces se marchaban… Eso no importaba, eso no era “reflejo de la realidad”. La realidad que había que describir era la programada, la prevista por el fundador, no había otra realidad. ¿Quién podía salirse del guión? ¡Sería un mal ejemplo para las generaciones futuras que leyeran la “verdadera historia de la Obra”!

Otro tema que no debía pasar por alto: Los días de “fiesta”. (Meditaciones, Tomo V y VI). Si no querías recibir notas amarillas adjuntas, no podías olvidarte de reflejar el espíritu de regocijo con el que se recibían las fiestas de familia. (Obviando, naturalmente, que la causa del regocijo podía ser la liberación del cilicio). Y así lo hacía. Y así mentía.

Y yo, para no recibir notas amarillas adjuntas, reflejaba lo mejor que podía el vibrante espíritu que animaba todas las fiestas de familia. Y así lo hacía. Y así mentía.

Como directora, conocía también lo tediosas que resultaban las tertulias filmadas del fundador y sucesores que, según el buen criterio, teníamos que ver con frecuencia aún a sabiendas de que las podíamos repetir de memoria. Pues bien, en el diario quedaba descrita la euforia con la que todas recibíamos la noticia de que en lugar de tertulia, película. Y así lo hacía. Y así mentía.

Como mentía al contar que otra adolescente se había decidido a pitar, cuando en realidad era solo el resultado de su agotamiento ante el plan de acoso y derribo al que había sido sometida (cfr. “27 PASOS PARA QUE PA (Pida la Admisión) UNA AL MES”. DELEGACION DE MADRID.

Como mentía al silenciar que alguien dedicaba un tiempo, demasiado tiempo según el criterio, a su familia.

Como mentía al describir el idílico ambiente de cariño fraterno manifestado, por ejemplo, en las tertulias…, ocultando los enfados, los desencuentros, las incomprensiones, las soledades y angustias. Porque la tertulia era muy importante: “Imitando a Jesucristo, nuestro Padre ha querido que en la Obra exista la tertulia, que es un medio de formación, una muestra de verdadero cariño de familia […] Es la alegre reunión de todos para contar los sucesos del día o para contar algo de la maravillosa historia de la familia […] siempre con tono positivo, evitando en absoluto las discusiones y polémicas; hablando con sencillez, sin rebuscamiento, con un poco de sentido sobrenatural, y sabiendo contar también cosas divertidas –de nuestro Padre-”. (Programa de formación inicial, B-10. Ap. II. Charla 10.III)

Después de unos años fuera, una reflexiona sobre estas cuestiones aparentemente nimias y pacíficas, llegando a la conclusión de que así se ha inventado y reconstruido toda la historia del Opus Dei desde un ideal utilitarista. Es lo mismo que ha pasado con las hagiografías del fundador, con los cambios de fecha de sus escritos…, con el denominado espíritu… La realidad no importa nada, sólo importa la ortodoxia, como en los viejos totalitarismos donde casi todos ven con los ojos del que manda. En este caso el absolutismo se mezcla con una buena dosis de fanatismo iluminista.

Y así una detrás de otra:

para que quedara el testimonio,
para que tuvieran un referente,
para que no llegaran indicaciones que me hicieran repetir cuaderno…
Porque en el diario, no hay borrones, ni correcciones, ni tachaduras,
porque todo ha de ser y es perfecto.
Porque hay que cuidar lo pequeño…
Porque ese en nuestro espíritu.
Así mentí, yo confieso.

Y así se ha escrito la historia del Opus Dei.

De cerrojos, llaves, y dobles llaves

Desde muy joven tuve la enojosa y delicada misión de las trancas y cerrojos, de las llaves y dobles llaves, de custodiar y controlar los innumerables armarios y armaritos que contenían algunos elementos que, de haber tenido acceso a ellos… ¿Corría riesgo nuestra alma?. Pero yo, avergonzada…, obedecía.

PARA EMPEZAR, UNAS CONOCIDAS FRASES DEL FUNDADOR, QUE AL PRINCIPIO ME CREÍ, Y HASTA ME LLEGARON A ILUSIONAR (¡LÁSTIMA!):

“Nuestra labor se desarrolla a base de confianza” (“De Nuestro Padre”. Crónica VIII-66, p.6)

“Me he dejado engañar muchas veces” (…) “Es preferible eso a mostrar desconfianza a quien no se lo merece” (“De Nuestro Padre”. Crónica VIII-66, p.9)

“Un gobierno que se fundase en la desconfianza, andaría mal” (“A solas con Dios”, nº 156)

“En la Obra, somos muy amigos de la libertad” (Carta 29-IX-1957, p.70)

“Situar a cada uno frente a las exigencias completas de su vida, ayudándole a descubrir lo que Dios, en concreto, le pide, sin poner limitación alguna a esa independencia santa y a esa bendita responsabilidad individual, que son características de una conciencia cristiana” (Es Cristo que pasa, nº 99)

“Como una consecuencia de ese espíritu de libertad, la formación - y el gobierno – en la Obra se funda en la confianza: los directores no os llevan en andaderas, ni tienen una vigilancia recelosa sobre vosotros. Nada se logra con un gobierno fundado en la desconfianza. En cambio, es fecundo mandar y formar con respeto a las almas, desarrollando en ellas la verdadera y santa libertad de los hijos de Dios, enseñándoles a administrar la propia libertad” (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. III, p.70)

También decía, y lo hemos repetido hasta la saciedad, que tenía más confianza “en la afirmación de uno de sus hijos, que en la de mil notarios juntos y unánimes” (Instrucción 9-I-1935. Nota 23).

Y A CONTINUACIÓN VIENE LO GORDO. LA REALIDAD DE LA VIDA. LA INVASIÓN DE GLOSAS, PRAXIS, VADEMECUMS, EXPERIENCIAS…, Y UN CONTROL HASTA LA ASFIXIA, ¿NO ANULAN LA CREDIBILIDAD DE LOS TEXTOS ANTERIORES?...

Controlé bajo llave los documentos de la obra

(Me pregunto: ¿seguirán aferrados al criterio después de que es patente la inutilidad de los cerrojos para quien busca la verdad?)

“Las instrucciones y las cartas de nuestro Fundador y sus sucesores, los Vademecums y Experiencias, (…) Se custodian bajo llave en el despacho del Director y no se sacan de la sede del centro “(Vademécum del Gobierno local, I, 6 e)

Así, consultar un documento no era tarea fácil por la pérdida de tiempo que solía suponer hacer rigurosa cola para entrar en el despacho de dirección. Siempre había mil y un permisos que consultar en dirección: que si te comprabas un paraguas, que si te cortabas el pelo, que si hacías una corrección fraterna, que si usabas una hora más de cilicio… Si al fin conseguías el documento, tenías que tener cuidado, mucho cuidado. Más cuidado que si llevaras una bomba de relojería bajo el brazo: “Nunca han de quedar los armarios abiertos, ni un documento sobre la mesa, si no se está utilizando: en cuanto termina la consulta o el estudio, se devuelve a su sitio” (Vademécum del Gobierno local, I-6-e)

“Para llevar un control efectivo de los documentos, puede ser eficaz preparar una ficha donde se anote: quién lo ha tomado, la fecha de salida, y la devolución” (Experiencias de los Consejos locales, Anexo III)

Por la noche, se contaban los documentos: catecismos de la Obra, cartas del Padre… Y si faltaba alguno, ¡todas arriba, fuera de la cama…, a hacer memoria, a buscar el documento, que hasta que no lo encontremos, aquí no se acuesta nadie! Una vez recuperado tan preciado papel y después del propósito de la enmienda de que no volviera a ocurrir, se volvía a depositar bajo llave, celosamente custodiada. “Si alguna vez se extraviase algún documento, se comunica a la Comisión Regional o al Consejo de la Delegación, informando de los detalles oportunos” (Experiencias de los Consejos Locales. Anexo III)

No es falta de confianza, es…, por si acaso.

Y yo, obediente…, así lo hacía.

Custodié la llave del botiquín

“El material del botiquín (…) está cerrado con llave, que se guarda en el despacho de la Directora” (Vademécum del Consejo Local, VII. Sede de los centros de la Prelatura.)

Y yo obedecí, eché el cerrojo, lo confieso.

Y si te daba un cólico a media noche, es lo de menos. Espera y aguanta, y si vas a reventar, vete a pedir, mano en tripa y a tientas, que por favor, busquen las llaves, y abran cerrojos; y tras estudiar la conveniencia de administrarte el fármaco, lo depositarán caritativamente, ¡al fin!, en la palma de tu mano. Lo importante es que se viva el criterio: los fármacos, bajo llave, custodiados, inaccesibles.

No es falta de confianza…, es por si acaso.

Y yo, avergonzada, así lo hacía.

Con frecuencia, he visto cómo colocaban a una “encargada de administrar fármacos”. Se trataba de algo tan sencillo como vergonzoso: hacer un recorrido nocturno por las habitaciones de las enfermas, para depositar en mano la dosis correspondiente al día siguiente. Otras veces -y esto me tocó sufrirlo a mí- el sistema no era de servicio a domicilio, sino esperar humillante turno, en la cola del despacho de dirección.

En el mejor de los casos, esto me evocaba la hora del reparto del rancho en un campo de concentración. ¡Duro encargo el de administrar fármacos!

No es falta de confianza, es…, por si acaso.

Y yo, avergonzada, lo sufrí.

Controlé el almacén (llamado por los varones “recuperación”)

Allí se custodian los objetos queridos, regalos de las familias para sus hijos, hermanos…, que nunca llegarán a su destino. Allí se encuentran los desprendimientos de tantas cosas queridas, pero entregadas, por miedo a un apego del corazón. Allí se encuentran trozos de corazón rasgado, quietos, durmiendo, sin ninguna utilidad, renunciando a su derecho de hacer feliz a la persona destinataria, que sueña con su recuerdo, que sueña con su tesoro. “Se prohíbe cualquier tipo de regalo -aún del género más pequeño- entre los fieles del Opus Dei”

Mi pregunta es: ¿Cómo interpretaba yo, aquel: “No mandéis, aconsejad” (De Nuestro Padre. Carta 8-VIII-56), o bien: “En Casa, el mandato más fuerte es por favor”? (Instrucción 8-XII-41, nº 86, nota 14)

Y yo, obediente, aunque avergonzada, así lo hacía. Lo confieso.

Bajo llave, para facilitar… no es falta de confianza… es por si acaso. Para que nadie ose arrepentirse de su golpe de generosidad.

Celosamente escondí la doble llave de la caja del dinero

“El dinero, se guarda sólo en la caja correspondiente, custodiada bajo doble llave: la de la caja, y otra, que puede ser la del armario o del cajón (…) Ésta última ha de ser distinta de la de otros muebles o de las que usan otras personas. Es necesario que las llaves se custodien de forma que siempre se requieran dos personas para hacer movimiento económico, y evitar que en ausencia de uno de los que tienen la llave, se actúe como si sólo hubiera una (…) Sólo el interesado debe saber dónde la guarda, y no se lleva en los bolsillos. (Vademécum del gobierno local, VIII-1) Tiene una llave el secretario, y otra el director” Vademécum de las sedes de los centros. III-1).

En fin, que como para una urgencia el sacar dinero.

Y yo, avergonzada…, cerraba, guardaba, custodiaba. (Hasta que un día, faltó dinero. Ese día, dejé de custodiar: cambiaron las tornas, y a partir de entonces, me custodiaron a mí. Pero ésa es otra historia…)

Encerré bajo llave, la llave del sagrario

“La llave del Sagrario, la custodia el Director bajo llave. También el duplicado” (Vademécum de las sedes de los centros, p.26)

Y si el sacerdote necesita abrir el sagrario para llevar la comunión a un enfermo… o para dar una bendición… y no están las custodiadoras de llaves, pues no importa. Lo que importa es que se ha cumplido el criterio, todo bajo control, todo bajo llave.

Por si acaso… por si acaso no se sabe qué, no se me ocurre… pero por si acaso, de todas formas.

Y así obedecía, así lo hacía.

Y también encerré al cura bajo la doble llave de la doble puerta

Copio del Reglamento interno de la Administración:

“La comunicación entre las dos casas tiene dos cerraduras distintas, una a cada lado de la puerta; o mejor, dos puertas: cada una con distinta cerradura.

Custodia el Director una llave, y la otra, diferente, la Directora. (II.18-1)

“Las puertas de comunicación, deben estar siempre cerradas con dos llaves” (18.2)

“Para abrir y cerrar las puertas, acudirán siempre al menos dos personas” (18,5)

Sin palabras. Así le custodiábamos, escoltándole, por los pasillos de la casa, hasta que terminada su misión, le volvíamos a escoltar, dejándole encerrado con el cerrojo de la doble puerta.

Y yo, obediente…, y abochornada, así lo hacía.

Controlé, bajo llave, las fotografías

“Resulta útil hacer y archivar fotografías referentes a la vida del centro (…) El archivo está cerrado con llave, que custodia el Consejo local” (Vademécum de las sedes de los centros, p. 17) “Son parte importante de la historia de la Obra” (Vademécum de las sedes de los centros, p.18)

Fotografías que,- no dice aquí, no lo he encontrado…-pero lo he visto,- serán hábilmente manipuladas y recortadas con el fin de borrar todo rastro de los desertores. No hay nada que hablar, no hay nada que recordar. Esto es un documento gráfico para la historia, y el que se mueve, no sale en la foto.

Alguien jugó a los recortables, y vosotros y yo, ya no estamos. (¡Gracias a Dios, nos fuimos!)

Controlé los cerrojos de porteras y porterías

“La ventana, habitualmente cerrada con un pasador (…) tiene unas contraventanas con cerradura que el Director cierra con llave por las noches” Reglamento interno de la Administración (40.2 ) “La puerta queda cerrada con llave” (40,3) “El local de la portería se aísla también (…) con otra puerta cerrada por dentro con un pasador” (…) “Esta puerta tiene una cerradura que el Director cierra con llave por las noches” (40,4) “La portera dispondrá también de un teléfono (…) que queda cerrado con llave” (44,2)

¿Cómo os quedáis?

Y eché el cerrojo a muchas otras cosas

que enumeraré, aunque no he buscado el documento de referencia del criterio. Pero os aseguro que las recuerdo, y vosotros también. Triste recuerdo…

Bajo llave las ventanas con vistas. Vistas a la otra sección, claro. Nada de vistas. Todo cerrado, por si acaso…

Bajo llave el cuarto de maletas. Por si acaso…

Bajo llave, las bebidas alcohólicas.

Y como sarcasmo, el vino de Misa incluido en el set. Siempre buscando portadoras de llaves, aun para las tareas más inocentes, como emborrachar unos bizcochos, limpiar una planta con cerveza, preparar la Misa… Qué peligro, no tener cerrado el armario de las botellas. No es falta de confianza, es… por si acaso…

Y yo, avergonzada, pasaba el cerrojo. Lo confieso.

Bajo llave, la Televisión, y por la noche, bajo llave, la conexión a Internet. Bien controlado, bien cerrado. Por si acaso…

Y yo, avergonzada… lo cerraba

Bajo llave, los libros peligrosos. “Porque cuando la Iglesia quitó el Índice, yo puse el mío”. San Josemaría. Ver el “Índice” ó “Guía bibliográfica”.

Bajo llave, la llave de tu coche. Para tener que pedirlas, Para que no cuentes con él. Por si acaso te creías que tenías algo. O por si tramabas un uso incorrecto: “Por espíritu de pobreza y desprendimiento, los coches no los usan las familias (…) siempre habrá otras soluciones: usar un taxi, o alquilar un coche, por ejemplo”. (Experiencias de los Consejos Locales, VIII,3). Familias, que en muchos casos, habían donado coches… ,pero en todos, habían donado un hijo.

Y yo, avergonzada, controlaba, encerraba, custodiaba, acerrojaba… Lo confieso.

Y a todo esto, oh! paradoja: las numerarias auxiliares, sin llaves. Las he visto muchas veces sentadas en la escalera. No pueden entrar en su casa. La noche es fría, se ha hecho tarde, y… sin llaves. Un vecino les pregunta ¿Por qué no entráis? ¿Habéis perdido las llaves? No importa… esperamos a la portadora de llaves. Es el criterio. Como en cualquier familia, ¿no?

Yo lo presencié, avergonzada… y no lo denuncié. Lo confieso.

ÉSTOS SON LOS CERROJOS MATERIALES QUE YO RECUERDO. VOSOTROS ME DIRÉIS QUE LOS MATERIALES NO SON LOS MÁS IMPORTANTES, Y TAMBIEN ME DIRÉIS QUE ME HE OLVIDADO DE ALGUNOS… EN TODO CASO, SON MÁS QUE LOS “SIETE CERROJOS DEL CORAZÓN” PERO ESO MERECE OTRO CAPÍTULO.

Anoche tuve un sueño… y al despertar, me hice una pregunta

Anoche soñé con una casa, que había sido mi “Centro”. No estaba claro si era en aquel puerto de mar, o en medio de un barrio mágico de aquella ciudad encantada.

Y es que el centro, estaba un poco desfigurado, irreconocible, como suele pasar en los sueños.

La puerta del despacho de dirección estaba abierta y sin semáforo.

No había salitas. Ninguna rancia salita con silloncitos hartos de escuchar confidencias.

Nadie guardaba cola, porque nadie tenía que pedir permiso, y nadie quería hacer una delación que cuajara en corrección fraterna. Tampoco había nadie esperando su ración de ansiolíticos.

La directora, silbaba, y eran las cuatro de la tarde.

Eché de menos la trituradora de papeles. El armario de documentos, abierto y vacío. Sólo un libro. Un libro que yo no conocía, que jamás había visto, ni estudiado, ni transmitido. Nunca, en toda una larga vida de directora. Un pequeño libro traducido del latín al castellano recientemente, otorgado por el papa Juan Pablo II, el 28 de Noviembre de 1982.

No había cajones con llaves. Tampoco cajas de dinero. Mi dinero, estaba en mi bolsillo y en mi banco, esperando una orden de movimiento a favor de una determinada labor social. Ya no estaba el dinero en abultados sobres amarillos, dinero anónimo, con destino incierto...

Había verdadera amistad y conocimiento mutuo.

De vez en cuando, alguna cosa fuera de sitio.

Entraba luz por las ventanas, y la casa era un hogar. Había fotos de mi familia y amigos.

Yo elegía mi ropa, y mi armario tenía personalidad.

Tenía también mi pequeña biblioteca, con libros que prestaba, o regalaba.

Entre los libros, uno: el mismo que había visto en el armario de dirección. (El que nunca había tenido, ni estudiado, ni transmitido), pero éste, era mío. Tenía, como los demás, mi nombre.

Estaba especialmente usado, pintarrajeado, consultado, y querido.

Y además, me daba alas.

Y AL DESPERTAR DEL SUEÑO… ME HICE UNA PREGUNTA.
YA HABLAREMOS DE LA PREGUNTA.
ESTOY RETRASANDO EL CONTARLA.
ME CUESTA ESCRIBIRLA,
PORQUE ME CUESTA PENSARLA.
ES DEMASIADO DURA,
NO ME SALE EN CLAVE DE HUMOR.
LO CONFIESO

Meollo

Mi pregunta es muy sencilla: ¿y a vosotros, os cuadra?

Y a cuestas con el libro del sueño: el que yo jamás vi, ni estudié, ni transmití.

Del que jamás oí una referencia.

Conocía su existencia. Conocía la explicación de su ocultismo: “es que está escrito en latín”.

Conocía también que el contenido podía encontrarlo en el Catecismo de la Obra.

Sin embargo, el Catecismo de la Obra no hacía ninguna referencia a ello. El prólogo, del fundador, sólo decía: “En éste libro, tan pequeño…” (Catecismo de la prelatura del Opus Dei)

Pero yo, atontada, no repliqué, ni pensé, y muy sumisa, callé. Lo confieso.

Y ahora, después del sueño, me he empeñado en conocer el libro, lo he buscado con un afán similar al huérfano abandonado que busca a su progenitor. Y lo he encontrado, al fin, en la red. En la página oficial de la Prelatura.

Y lo he leído, en latín, naturalmente, que ahora no hablamos del sueño. Por primera vez en mi vida, hoy, he leído los estatutos.

Y pensé en mis 40 años dentro. Casi todos ellos en tareas de dirección. Y me di cuenta de que siempre desconocí lo que hubiera tenido que ser el referente de mi vida.

Y pensé que era algo parecido a descubrir, ya enviudada, que te habías casado con un marciano, o con Peter Pan, o con Alicia en el país de las maravillas…

Y me entró un escalofrío enorme, y me vinieron recuerdos; especialmente un recuerdo.

Mi recuerdo era el armario de Dirección. El armario de los documentos que bajo llave se guardaban en dirección.

De aquellos documentos que habían regido mi vida, que habían disciplinado mi conducta, que habían asfixiado mis sentimientos, que habían clonado mi personalidad.

Y yo, atontada, los había reverenciado. Lo confieso.

Y más. Los había recibido y leído, como quien recibe algo del cielo. Digno, por tanto, de leerse de rodillas, según el fundador. Y yo, atontada, así los recibí. Lo confieso.

LO SIENTO, PERO NO ME CUADRA.
ME ESFUERZO, PERO NO ME CUADRA.
EN LA RED, LOS ESTATUTOS. LOS APROBADOS EN ROMA. LO OFICIAL. ALLÍ SE OTORGARON, Y ALLÍ SE QUEDARON.
PERO ENTONCES, EN EL ARMARIO, ¿QUÉ HABÍA?
¿QUÉ PAPELES HE REVERENCIADO? ¿QUIEN HA GOBERNADO MI VIDA? ¿QUIÉN MOVÍA LOS HILOS DE LA MARIONETA QUE YO ERA?

Y otro escalofrío me ha vuelto a traer recuerdos. Y ahora, he recordado los papeles, los papeles que han gobernado mi vida. Por atontada. Lo confieso.

Si queréis, os lo cuento.

Anexo

DE LAS NOTAS Y NOTITAS, IMPRESOS, DOCUMENTOS, ESCRITOS, GLOSAS, ESTADILLOS, EXPERIENCIAS E INFORMES ENTRE LOS QUE ENTERRÉ PARTE DE MI VIDA.

(Advierto que su lectura es aburrida, como son aburridos los papeles, como fui aburrida yo. Lo confieso. Podéis dar un salto hasta el final, donde en negrilla, encontraréis una conclusión escalofriante).

Desde muy joven, tuve también la tediosa misión de los papeles. Esto es: leer, estudiar, explicar, archivar, responder, protocolar e informar, sobre todos los movimientos de la vida del centro y de las personas. (Experiencias de los consejos locales. 19. III. 2005. I, 2 d - I,4 a - I,4 b - I,4 d - I,4 e - Anexo III)

No fue fácil, al principio, llevar el control de todo lo que había que controlar, por lo que, con frecuencia, me tenían que reclamar “controles”.

Me hice mi calendario de la periodicidad con que tenía que enviar a la delegación mis notas y notitas. Aprendí a discernir entre unas categorías y otras. Entre unos protocolos y otros. A llevar el archivo de documentos enviados y recibidos; su numeración, sus fechas… A distinguir su categoría según la nota fuera en papel amarillo o blanco, para archivarlos separados, para eliminarlos en distinto plazo de tiempo.

Los “Correos” (así denominábamos a las notas de ida y vuelta a la Delegación, casi siempre encerradas en sobre amarillo, y que había que entregar en mano) iban y venían desde la bonita ciudad donde vivía, hasta la capital, donde estaba ubicada la sede de la Delegación. Si había “correo”, no dudábamos en desplazarnos en nuestro cochecillo, si estaba libre, o en la línea regular de autobuses, si había menos suerte. Lo importante era recoger el correo en su día, para poder contestar en su día, para estudiarlo en su día, para ponerlo en práctica en su día, para archivarlo en su día, y para devolver en su día el documento correspondientemente firmado que notificaba lo habíamos recibido. Para tenerlo todo controlado. Todo al día.

Y entonces me di cuenta de que poco podría pasearme por el mar… ni siquiera mirarlo a través de la ventana.

Entonces, me di cuenta de la importancia de la puntualidad del “correo”.

Quizás entonces, me dejé de dar cuenta de la importancia de las personas.

Lo confieso.

Por aquellos años, el instrumento al uso era la vieja máquina de escribir, y para las copias, el papel carbón. Y para borrar, la goma dura.

Pero todo tenía que ser perfecto, lo pequeño era lo nuestro. Ni mucho menos tenía conocimientos de secretariado… por lo que entenderéis lo de no mirar al mar.

De los peores recuerdos, son los envíos de los resúmenes económicos.

Tampoco había -por lo menos en el centro- máquina calculadora. Si no tenía conocimientos de secretariado, menos de contabilidad. Cuántos papeles emborroné, cuántas noches pasé en blanco intentando cuadrar los tres libros, (el general -de la casa-, el de los gastos de las personas, y el de la Administración. Éste último acompañado de la maldita hoja de cocina que inventó el bueno de Isidoro, y también, para colmo, de los menús previstos para el mes). Cuadrados los libros, se rellenaban los diferentes impresos, que, una vez firmados, introduciría en el sobre de correo, para que estuviera, puntual muy puntual, en los tres primeros días de mes. Reconozco que me rendí varias veces…, reconozco que falsifiqué pequeñas cifras, reconozco que no me confesé de ello, y reconozco que me importó un bledo. Lo que me importaba era que la Delegación lo recibiera correcto. Impecable. Y así lo mandaba, pues lo nuestro es lo pequeño. Yo confieso.

Otro documento importante que había que enviar, puntual, en los tres primeros días de mes era el llamado resumen apostólico. Consistía en rellenar unas cuadrículas impresas a través de las cuales se daba una información numérica exacta de los datos de la labor apostólica. Cuando me di cuenta de que al final del mes no recordaba nada, acudí al control diario. Reconozco -yo confieso- que muchas veces empleaba parte del tiempo en el que supuestamente hacía oración, a anotar esas cifras en mi agenda. (cfr. Documentos internos, de ésta Web)'

Paso a enumerar muchos otros datos que se mandaban en el correo:

  • Hoja de gastos personales de cada una.
  • Libros de contabilidad, cuando se acababan.
  • Propuestas de Dedicación profesional, cuando alguna quería cambiar de trabajo, adjuntando la opinión del consejo local.
  • Resultados académicos de las estudiantes.
  • Las recensiones que tenían obligación de hacer las personas con permiso para leer libros peligrosos.
  • El envío del dinero contante y sonante, que se había obtenido en aquel mes: fruto del trabajo profesional, donaciones, o un duro que te encontrabas en la calle. Todo especificado.
  • Consulta sobre algún gasto extraordinario.
  • Consultas sobre algún cambio en la decoración de la casa.
  • Informes de conciencia -con la opinión del consejo local-, unos meses antes de las fechas de incorporación (admisión, oblación, fidelidad).
  • Petición de permisos para viajes.
  • Petición de permiso para que la directora se ausentara un día del centro.
  • Diario del centro.

Y un sinfín de cosas más, además de ir dando cuenta de todas las informaciones que nos demandaban. Que si enviáramos experiencias…, que explicáramos cómo vivíamos un criterio… Todo ello, debidamente protocolado, claro. En fin, lo que habíamos oído tantas veces al fundador: “Somos una organización desorganizada”. Y te entran ganas de preguntar: ¿cómo dice?

Y por parte de la Delegación, ¿qué venía en el misterioso correo, que se recogía en mano, y que había que leer con la misma unción que si viniera de Nuestro Señor Jesucristo?

Pues de mareo. De mareo al pensar en leer, meditar, transmitir, registrar y archivar.

Lo que peor llevaba era lo de transmitir. Era realmente agobiante si deseabas no agobiar a las demás.

  • Documentos internos (siempre rotando, unos en sustitución de otros).
  • Notas de Roma.
  • Otras notas, o Avisos, de la Asesoría.
  • Notas de la Delegación. Blancas o amarillas. Las amarillas referentes a muy corto plazo, que podías destruir en unos meses.
  • Notas de cualquier clase, indicando la sustitución de un criterio anterior por el actual. El protocolo se mantenía. El documento viejo se trituraba (1).
  • Cartas del padre.
  • Otras noticias de Roma o de labores apostólicas, o tertulias con el Padre…, en fin, temas para animar la tertulia.
  • La revista interna de Noticias. Crónica para ellos.
  • La revista Romana.
  • Un sinfín de publicaciones distintas: Aceprensa, propagandas, actividades…
  • Los Guiones de orientación doctrinal.
  • Calificaciones de libros (libros prohibidos).
  • Las respuestas a nuestras preguntas…
  • Y las preguntas sobre nuestras respuestas.

(1) Y después de triturarlo, yo, ¡atontada!, no me preguntaba qué criterio era realmente el fundacional, si el de antes o el de después.

¿Los contenidos de todo esto?

  • Los documentos internos, los encontráis en ésta Web.
  • Sobre los informes de conciencia, también tenéis aquí algún ejemplo, para sonrojo de todos. (Aunque por lo que he podido comprobar, las mujeres éramos más concretas, incisivas y meticulosas, en fin, más puñeteras).
  • ¿Y el contenido de las Notas…? El contenido de las Notas, un mar sin orillas (la mayor parte del gobierno se realiza mediante las Notas).

De lo Divino y de lo humano.

Botón de muestra de lo humano:

  • Sobre el modo de hablar (sin tacos, sin palabras malsonantes…)
  • Sobre el modo de vestir (modestamente, siempre con manga, sin cosas de marca, sin tacones sobre la tarima del oratorio…)
  • Sobre el modo de andar (sin correr por la calle, sin ir en grupo…)
  • Sobre el modo de descansar (el sol en la piscina, sentada; jamás tumbada. Prohibidas las playas, un paseo a la semana, una excursión al mes… y nada de espectáculos públicos, para los numerarios y agregados)
  • Y dormir en tabla las numerarias, los numerarios, no. Y fumar las agregadas, las numerarias, no. Ellos, sí)

Y paro ya, porque de puro ridículo os creeríais que exagero. Nada había fuera de control.

Botón de muestra de lo Divino:

  • Sugerencias para la lucha de una determinada persona, lo que había que decirle en la charla fraterna (¡un gobierno que versa sobre la vida interior de las personas concretas!).
  • Temas que sugerían para llevar a la oración.
  • Temas que sugerían para que se explicaran en los medios de formación.
  • Sugerencias para que se hiciera la lectura espiritual con un determinado libro.
  • Recordar criterios de pobreza, de pureza, de obediencia…, o de lo que sea. En el fondo…, imponer criterios (esas Notas suponen constantes determinaciones y limitaciones a la autonomía de la decisión personal).
  • Metas apostólicas que teníamos que cumplir en el mes, incluido el número de pitajes.
  • La decisión de que fulanita, por su bien, cambie de Centro, o de ciudad…
  • Sobre lo que había que comunicar al sacerdote, acerca de las directrices que debía dar a tal persona en la dirección espiritual.

Y paro ya, porque os habréis quedado pasmados al descubrir en manos de quién está la vida interior de las personas, y de cómo se amplía ilimitadamente por este cauce el contenido de los Estatutos.

Para hacerse mejor a la idea, recomiendo leer la Instrucción para los directores, del 31-V-36, p. 38, 44, 47, 70, 71, 72, 75, 76, 87, 98, 99, 101, 102, 103.

Produce verdadero terror pensar que ya no es Dios el que suscita en el alma… Hasta lo que Dios tiene que suscitar, está programado, dirigido y controlado.

Y ASÍ PASÓ MI VIDA, ENTRE PAPELES, MAS QUE ENTRE PERSONAS.
PARA AHORA TENER UN SUEÑO…
UN SUEÑO Y LUEGO UNA PREGUNTA.
Y AHORA, UNA CURIOSIDAD QUE VA PARA LOS DE DENTRO:
SINCERAMENTE, A VOSOTROS, ¿OS CUADRA?



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