Viva la diferencia y un poco de sano hedonismo!

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Por VadoVía, 8 de agosto de 2007


En el Opus Dei todo, y lo repito: “todo” se quiere controlar. La razón esgrimida: el amor que nos tendrían. Quieren saber el contenido de nuestras cartas y de nuestros pensamientos, de nuestras confesiones, de nuestros estados de animo y de nuestras amistades, de nuestros gastos, etc, etc. Pero este control de nuestra vida tanto espiritual como “en sociedad” en realidad no es amor. Es lo opuesto al amor y a la fe en nosotros. ¿Y porqué el fundador y sus seguidores no se tienen fe entre ellos? Porque tienen miedo. Tienen miedo porque no se tienen fe. El antónimo de fe es el miedo. Y el miedo que en el Opus Dei tienen –que es muy intenso, muy intenso- es al ejercicio de la libertad que hagamos y la diversidad que ello invariablemente produce tanto en nuestro espíritu y en nuestra “vida social”. Y no tienen miedo porque nuestras almas se vayan al infierno como dicen, sino que tienen miedo a que les digamos: A DIOS. Me voy. Mi vadovía...

Tanto más leo libros prohibidos por la Prelatura, cuanta más fe tengo; más intimidad con mi Señor tengo, más recibo y siento su amor. Mas fuerza tiene mi fe. Más busco al señor, y como dice el salmo “así como la cierva busca las corrientes de agua” la diversidad que percibo en mis lecturas y en la sociedad, más produce que mi alma “te busque a ti Dios mío”. La diversidad lejos de alejarme de Dios, me acerca. Es mi experiencia.

He leído mucho estos días esta Web y junto con emocionarme con tanto dolor, también me he alegrado con la belleza de muchos pensamientos y el talante de los que escriben. Pero el tema del que quería escribir hoy y que me ha rondado la cabeza es el integrismo del Opus Dei y de su fundador. Y en el integrismo, que finalmente es “control” encajo esa falta de “diferencia” entre los socios del Opus Dei: ¿porqué parecen todos como reductio ad unum? Y ello se produce por esa atrofiada capacidad a la diversidad que proviene del control y de quererlos ver a todos reducidos a uno solo. Reducidos a uno en lo espiritual (las mismas malditas normas) y la misma “vida social”, las mismas opiniones en los temas sustantivos, siempre iguales… conceptos o pseudoconceptos esenciales o pseudos esenciales, todos iguales, y una mano invisible volcada a reducir la natural multiplicidad del obrar, que a todos mete en la jaula de la “unidad.” Y eso explica también ese ethos de indiferencia que tienen con los que nos hemos ido: somos insoportables pájaros que volamos libremente. Hemos salido de la jaula y como lo que importa es lo institucional, el “OPUS DEI” y no importa el amor a los que no son, sino solo a lo institucional, entonces nos convertimos en los despreciables que no “perseveraron” (que expresión tan agresiva, creo yo).

En la vida espiritual del Opus Dei se confunde la ascesis con lo teologal como lo han descrito brillantemente otros en esta página. Lo que importa es la cruz de palo, el borrico de noria y echar patos al agua para saber si nadan (aunque la mayoría se ahogue y se jodan). Así como el fundador mataba cigüeñas, a mi me dan unas ganas de matar todos los borricos de noria que encontrase, reponer al señor en la cruz y robarme todos los patos antes que los ahoguen. Si es que la misma idea de ser un borrico de noria es lo más antinatural que pueda imaginarse. Querer que un hijo de Dios, un ser humano, sea en su vida como un borrico de noria sólo puede proceder de una cabeza enferma. Y no estábamos nosotros tan lejos de ser unos enfermos también al no cuestionárnoslo. Me dan unas ganas tremendas de entrar en los Centros y romper todos los borricos de noria que tienen y liberar a los que están enjaulados dando vueltas y vueltas… pero esa tarea ya le llegará al Vaticano y espero que pronto los obligue a tapar todas las norias, y deshacer sus entuertos de GESTAPO; que quemen sus Ficheros del clero, de los obispos y de sus miembros y dejen de hacer perder el tiempo valioso que gastan los numerarios en hacer esas tonteras que no sirven de nada. Si es que, conteste el Prelado: ¿Cuál es la utilidad de la información que conservan? ¿Qué vocación libre obtienen con ello? ¿Qué vocación retienen sin coacciones con ello? ¿Qué buena voluntad obtienen del clero “fichado” con ello? Nada de la nada. Una patética perdida de tiempo y un “control” tan efímero. Al fundador, le falto vivir un poco en el campo: no solo a los borricos de noria, se les libera para que caminen o corran por el campo, sino que también hasta las gallinas las liberan del gallinero para que salgan a comer y para tener sus “encuentros” con el gallo. Y ¿han visto en el campo cuando a un perro lo mantienen amarrado, lo agresivo que es? Bueno, eso: los perros amarrados y los borricos también, amarrados todos el santo día, se vuelven muy neuróticos y agresivos.

En la ascesis, en la cruz, en el borrico (no en la salvación de Cristo) es donde van poco a poco, como la continua gota de agua en una piedra, horadando la psiquis de los miembros bajo el expediente del perfeccionismo del fundador que proviene de su errada lectura de la perfección a que nos alienta nuestro señor, que es nuestra plenitud en el amor a los demás y a El mismo, como también en dejarnos amar por él, amándonos a nosotros mismos. Quiere Dios que nos parezcamos a él en el amor pero no quiere que nos identifiquemos con él. Exigirnos identidad con él, significa que nos llenemos de metas cada vez más altas, oprimiéndonos y cada día nos sentiremos más acomplejados porque no llegaremos por mucho que aumentemos nuestros ritos y normas y las cumplamos como borrico. Mortificación y cumpliendo normas, postergando siempre el yo que nos regaló Dios: el amor a nosotros mismos, es una monstruosidad. Reprimiéndonos a diestra y siniestra, neurotizándonos nos producimos una agresividad que “sálvese quien pueda”. Aquí –según el Opus Dei- en esta maravillosa tierra nos habría mandado el señor a mortificarnos, a rezar como papagayos y a tirar patos al estanque del Opus Dei, todo ello cambio del mal entendido ciento por uno y la vida eterna. ¡Qué negocio más redondo! ¿Creemos por algún momento que ese es nuestro Dios? Yo no y aliento a que nadie lo crea así. Dios no es malo. ¡Dios no es perverso! Dios es amor.

Que la vida nos depara sinsabores, cruces si queremos llamarlas, es cierto y lo que el señor nos prepara es a vivir esos acontecimientos de frente –con las menores quejas posibles. Pero simultáneamente quiere nuestra plenitud, nuestra salvación aquí y ahora que es la otra cara de la medalla: nos quiere ver gozar de la vida. Y cuando nos equivocamos, no quedarnos en la culpa psicológica que nos paraliza, sino que entremos en el arrepentimiento (lo verdaderamente religioso) y a cambiar, a cambiar pero tratándonos bien.

Y con un optimismo de “animal sano” los entusiasmo, sin pan-hedonismo- a ser gozadores de la vida. A ser un poco hedonistas. Sin desequilibrios pero ser gozadores de la vida y hacerlo muy unidos a Dios. Los animo a “sentir”. Los animo a olvidarse de las neurósis de los sentimientos de culpa por gozar. Que maravilla Dios mío es sentir: por ejemplo sentir la ducha caliente y fría en la espalda, según la temporada del año. Sentir que el agua fuerte me pegue en la espalda o en el cuello; sentir el placer de bañarse con un shampoo fino, comprar uno más caro y sedoso de vez en cuando; sentir tú amor en una mañana con sol; sentir el sol en la espalda, desnudo en una terraza donde nadie me ve más que Dios; sentir que la sangre corre por mis venas; sentir el placer de una ostra pasando por la garganta; de un vino blanco frío y seco; sentir el placer de arrancarse del trabajo con un amigo y jugar tennis mientras todos trabajan; sentir el placer de amanecer a mediodía un sábado y nuevamente el domingo; sentir el placer de una amistad profunda en que uno se abre de par en par, y el otro también; sentir el placer de ver las estrellas en la noche tirado en las hierbas que ensucian mi camisa y unos grillos se me suben a la cabeza; sentir el placer de la sorpresa de un vagabundo al que le doy 50 euros, a sabiendas que se los consumirá con un par de amigos en alcohol y que antes del alba, ya no quedará nada de dinero; sentir el placer de sentarme en una plaza y conversar con un vagabundo al que puedo contar todo y al que puedo en algo aliviar sus penas, oyéndolo, sin intentar cambiarlo como predicador evangélico (no tengo nada contra ellos); sentir la felicidad de ver niños jugando en la calle; sentir la felicidad de haberse dado un “almorzotón”, comiendo en exceso con par de amigos y volver - a sabiendas que mi mujer me recriminará- a las 6 de la tarde; sentir la felicidad de tomar de vez en cuando un poco en exceso y volver “alegrón” a casa; sentir el placer de ponerse una camisa nueva; sentir el placer de mi cuerpo restablecido después de dormir siesta larga un sábado después de una semana llena de trabajo; sentir el placer de ver un amanecer; sentir el placer de bañarme en el mar; sentir el placer de la ver la felicidad de mi mujer al regalarle algo que he comprado excediendo mi presupuesto; el placer se sentir el amor de Dios; el placer de una gran carcajada; el placer de revolcarme con un amigo, luchando como niños pequeños y que a continuación mi mujer me reprenda por traer la camisa descosida; sentir el placer de alegrar un perro acariciando su nariz; sentir el placer de rezar el laudes temprano, y hacer oración contemplativa mientras me tomo un café y me fumo un cigarrillo; sentir el placer más infinito al tragar la hostia consagrada a sabiendas de que soy indigno como todos los seres humanos pero que quien entra en mi es mi Dios y me quiere en mi verdadero yo; sentir el placer de acelerar imprudentemente el automóvil en un lugar apropiado, con las ventanas abiertas y sentir el vértigo de la velocidad (no exageremos) con el viento que dios nos da; perder el tiempo en la oficina conversando con un amigo sobre la vida; sentir en el abrazo con un amigo como el me sana con su abrazo bien dado y yo a él; en fin sentir los sentidos que Dios me dio, mientras el prelado y sus boys siguen abrazándose a la cruz, siguen con sus normas, buscando nuevas mortificaciones; “agarrando” incautos y niños; teniendo doctrinas y estatutos a espaldas de la Iglesia; jurándose prelatura jerárquica; desplazándose en Mercedes Benz, y muy preocupado por como impedir que la gente reciba la comunión en los actos multitudinarios; agobiados con el desenfreno social y de cómo contener los excesos, particularmente en el sexo, pero sin reparar en la moral “social” (si: la moral social, la moral respecto de los pobres digo señor prelado. Miles de manifestaciones de violaciones a la moral “social” respecto de las cuales usted y sus hermanos nunca dicen ni pío). Verá usted señor Prelado que si usted destina cada día de la semana, usted señor prelado, con sus propias manos y con su palabra se dedica directamente –no como dirigente sino directamente- con las manos en la masa, a estar con los más necesitados materialmente, sin hablarles ni una palabra de Dios, de la obra ni de Josemaría (como manda Benedicto), y lo hace por el mismo número de horas que usted destina a cumplir sus normas, verá que amar a nuestros hermanos es totalmente maravilloso y nos hace amar a Dios, a quién no vemos, y además –ciento por uno- será mucho más feliz. Irradiará felicidad. Salga señor prelado de Bruno Buozzi, disfrazado de ciudadano normal todos los días un rato y vaya a un hospital de pobres, a estar con las personas que viven en la calle (y no los trate de cambiar) sino que abrace y converse, y su vida y la del Opus Dei cambiará rotundamente!! En el camino, pase como Benedicto a visitar al vendedor de café, tómese un café con él, y sólo oiga lo que él tiene que decir, y no lo juzgue en nada y volverá a su palacete y estará feliz de repetirse 3 o 4 veces el postre que le prohíben sus médicos y abra una botella de Champagne (bueno) y sentirá inmensa felicidad. Hay que abandonar el narcisismo de la conciencia limpia señor prelado. Nuestra conciencia está sanamente limpia no en función de cuantas normas cumplí, cuantas mortificaciones me inventé, o cuantos patos empujé a la laguna, sino de cuanto amé a los demás; cuanto me amé a mi mismo, cuanto trato de aceptar el amor de Dios; y si encaré como hombre las dificultades que van surgiendo. Un examen de conciencia breve, breve sugiero: ¿Cómo fueron mis relaciones hoy con los demás? Nada más y nada menos. Y a ser felices siendo distintos y un poco hedonistas (ni mucho ni poco).



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