Las pérdidas y daños del opusdei. Un elenco

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Por crnumerobajo, 19/01/2024


Son muchas las formas en las cuales pueden apreciarse los daños que el opusdei ha producido en tantas personas que han pasado, por más o menos tiempo, por su “casa”. La lectura de tantos relatos personales que se encuentran en esta página web y de los testimonios vívidos de los foros ágora que se han ido abriendo en estos últimos dos años atestiguan, prueban y señalan cuáles han sido esos daños. Cada uno tan personal, como lo es cada persona que lo ha sufrido. Son cientos, cuando no miles, los testimonios al respecto. Al menos los de quienes se han decidido a contarlos. Muchos no lo han hecho, seguro, por muchas razones. Otros, simplemente, no lo han necesitado o percibido así, por muchas razones. Pero son demasiados los que han mostrado, de un modo u otro, profundas heridas físicas, psicológicas, relacionales y espirituales. Tantas que no pueden esconderse y son, ya, parte del rastro estructural e institucional del espíritu y realidad del opusdei y, también, de quienes así lo han llevado a cabo con sus acciones de gobierno y gestión...

Ahora solo pretendo señalarlas de manera simplificada algunos que considero matriciales o principales; aunque soy consciente de que requieren matices, y ejemplos, que expliciten cada uno de ellos de manera más palpable.

1) Pérdida de confianza por fraude
El daño interior, en forma de ruptura de corazón y de mente, que se produce cuando se entiende que la supuesta “vocación” sobrenatural no es tal y que lo que dice y hace la obra sobre una/o misma/o no corresponde con el pretendido espíritu intangible y sobrenatural que tiene. La quiebra de ese hilo sutil, es un daño que remueve, a veces en modo terremoto profunda, otras de manera más o menos suave y en todo caso siempre doliente, el interior de cada persona cuando lo percibe, recibe y transita.
2) Pérdida completa de la fe
Muchas personas señalan que paralelamente o precursoramente a su salida ha venido la completa pérdida, como un desapego intenso, de toda la fe cristiana. Si, como suele ser el caso de muchos, esa fe venía de sus padres, familias, entorno social, entonces la obra les ha desposeído, en gran medida, una de sus anclas antropológicas. Porque, según señalan, la causa de esa pérdida es, siempre, la manera de haber vivido la fe en y a través del espíritu del opus dei.
3) Pérdida de la práctica religiosa
Sería como lo anterior, pero, en realidad, tan solo se pierde la práctica de la fe. En la medida en que ha quedado por así decirlo saturada por el cumplimiento obligado, normativo y frío del plan de vida y de la vida en un centro. Resulta muy difícil entender la libertad, la misericordia divina y los sacramentos (la Misa y la confesión de manera particular y por ser los más ordinarios en la vida de fe).
4) Pérdida de la espiritualidad
En general, las personas que han pasado por la obra han necesitado recuperar la capacidad mística; en el sentido de que las prácticas normativas y, en particular, la oración/meditación ha sido formal, dirigida, pautada, dirigida y ruidosa (no desde el silencio). Por lo tanto, cuando han querido vivir de nuevo su fe y su práctica religiosa… se han dado cuenta que no sabían nada de “vida de oración” y/o de capacidad de meditación, de silencio y de dejar hablar al Alma y a Dios.
5) Pérdida de la autoestima
La hubieran tenido más o menos fuerte de origen, el paso por la obra y, en particular, la “peculiar” forma de vivir la dirección espiritual, el manoseo de las conciencias, la sinceridad obligada, las correcciones fraternas, la enmendatio, la mortificación y toda la corte de aspectos concatenados, ha llevado a que su autoestima sufra e, incluso, quede profundamente deteriorada; especialmente si, además, han vivido en un centro o lugar con directoras/es particularmente rígidas/os. Resulta particularmente llamativa en cuanto que su salida es juzgada como una traición a una llamada divina y, por tanto, una irresponsabilidad condenable.
6) Pérdida de la afectividad
Porque si por algo se caracteriza el opusdei es por tratar de aniquilar los cauces ordinarios que concurren en la construcción de la (normal) afectividad humana –los vínculos familiares, la amistad y el amor erótico–; rompiendo todas las cadenas posibles dentro y fuera. Dejando inerme la conciencia de la persona para que solo pueda sembrarse el espíritu del opusdei.
7) Manipulación de la moralidad y eticidad
Particularmente reforzado con la presencia, desde niño/a o joven, en clubes y/o en colegios del opus o cercanos, donde, de un lado, se esparce una moralidad maniática, estricta, formalista, escrupulosa y maniquea y, de otro lado, se ha evitado el contacto con la realidad filosófica y moral que permitan permearse de otras éticas y visiones antropológicas. Creando, así, conciencias débiles en las que, luego, sembrar la estricta moral opusdeista.
8) Rigidez afectiva y sensitiva
Normativismo. Pérdida de la capacidad de empatía. Capacidad de ser enjuiciadores y racionalistas en exceso, con pérdida completa de la capacidad humana de empatizar y valorar el lado humano-sensitivo de las conductas propias y ajenas. Disonancia profunda entre lo que el corazón percibe y lo que la mente preformada –sicut secundum naturam- por el espíritu indiscutible e incriticable del opusdei escrivariano ha esculpido para no borrarse jamás (¿aunque el Papa y la Iglesia lo digan?).
9) Pérdida de la psiquis por daños psicológicos profundos
que pueden ser de muy diverso tipo y gradualidad: en particular la depresión en muy diversos grados (en algunas ocasiones muy serias); en algunos casos trastornos alimenticios derivados de la ansiedad o la tristeza de una vida no-deseada; disonancias cognitivas que acaban en patologías de conducta relacional más o menos serias; conductas escrupulosas tipo TAC que acaban en la soledad; síndromes de tipo estrés por burn-out con necesidad incluso de tratamiento; abuso de alcohol, etc. Existen algunos casos puntuales, pero claros, que han acabado en suicidio (y muchos otros que no lo han hecho gracias a medicaciones fuertes que ha estabilizado la conducta, pero en los cuales el tratamiento –generalmente evaluado y prescrito por médicos “internos” (de manera contraria a la praxis médica)– se ha hecho sin buscar y retrotraerse a la causa final: la pertenencia y el modo de vida del opusdei).
10) Agotamiento profundo, físico y psíquico
cuando no llega, este último, a derivar en un daño psicológico de tipo clínico como el expuesto en el anterior punto. Particularmente llamativo, dentro de la lógica de la obra, en las numerarias auxiliares que se han dejado piel y vida en los trabajos intensos de servicio a los demás, con regímenes laborales propios de la esclavitud. También en el caso de directores/as que, como burros de noria, han dado todo de sí y, también, se han disociado por haber ido transigiendo con lo que sentía su corazón y lo que les decía la instrucción.
11) Pérdida de la capacidad de convivencia
Aunque los daños sean menores en todos o algunos de los aspectos señalados, queda deteriorada su confianza y capacidad de convivir, por falta de instrumentos psicológicos habituales; lo cual dificulta su capacidad de encontrar pareja o de volver a vivir con su familia. Necesita, tal daño, habitualmente un tránsito de meses o años e incluso la ayuda de especialistas tipo coacher.
12) Pérdida de los lazos de familia
Algunos se van para no volver, al haber habido una ruptura forzada y, así, discusiones familiares irresolubles. Otras veces han perdido oportunidades de estar con su familia en los encuentros más o menos habituales de la vida, con los posibles enfados consecuentes. En otras, cuando puedan, sus familiares estarán ya en la otra vida.
13) Pérdida, por enajenación, de una relación saludable con sus hijos
Situación particularmente destacada en quienes, como supernumerarios, han enajenado, con su voluntad puesta en todo en pro de la obra, las voluntades de sus hijos. Muchas veces no entienden –por falta de instrumentos de empatía e intelecto- a sus hijos artistas, homosexuales, enfermos, etc.; o les aplican la farmacopea limitada que la obra ofrece, dirigida, además, por personas extrínsecas al nudo familiar (el sacerdote y el numerario/a que dirige su centro o su charla). Esta situación ha sido particularmente grave en caso en que los hijos pitaron y, luego, se han salido de la obra y los padres no han sabido encajarlo o entenderlo; negándoles conversación, casa y comida.
14) Pérdida de la capacidad de amistad
Porque este vector del amor universal ha quedado siempre configurado por y para el apostolado; está mediatizado e intervenido a tal fin. Quizá por ello han perdido amigos/as, quizá simplemente han roto la capacidad de crearlos.
15) Pérdida de la capacidad de amar eróticamente a la pareja
normalmente unida a las limitaciones afectivas; con dificultada para crear ese ámbito de intimidad natural, sano y necesario. La edad, con frecuencia, refuerza esta situación y tiene diferentes consecuencias en hombres y mujeres. No hace falta decir nada más ¿verdad?
16) Daños sexuales directos
No me refiero a haberlos recibido activamente, sino al hecho de que la moralidad escrupulosa condujo con frecuencia, precisamente por esa negación de la corporalidad natural humana, a una afectividad y una eroticidad saludable, provocando conductas compulsivas, autodestructivas, manipuladoras y/o abusivas, o también a comportamientos injustos sobre personas de otro sexo con mediación de dinero, en vez de amor y entrega.
17) Pérdidas económicas
¿Hace falta dar muchos detalles? Los años de dinero entregado completamente, de extras, los testamentos, los donativos, de aportaciones robadas a la economía de la familia propia, el tiempo y esfuerzo entregado, etc. Es quizá particularmente llamativo el tiempo robado por parte de supernumerarios/as a sus parejas y familia para atender sus convivencias y actividades (pues, se puede decir, que en el caso de numerarios/as, esto venía de sui).
18) Daños a la justicia en la relación laboral
particularmente los casos de las numerarias auxiliares y las personas que han trabajado en encargos internos y que, por esos años, no han cotizado las pertinentes cuotas y previsiones sociales según la normativa de cada país y/o los sistemas mutuales privados exigibles. Esto es un daño particular, pero también es un ilícito social, por cuanto esos derechos devengados tienen consecuencias en la justicia distributiva y social del país.
19) Daños patrimoniales e impositivos
más de tipo social que personal, derivados de la conducta de ocultamiento de la personalidad jurídico-canónica del opusdei en todos los países y ante las correspondientes autoridades; de lo cual deriva la pérdida de identidad de las personas que han vivido y transitado en ellas, de su conducta y de los derechos y deberes devengados.
20) Daños laborales a trabajadores en centros educativos
que, amoldados a los criterios del opusdei, tienen un régimen laboral mucho más discrecional, opaco, sibilino, rácano, subrepticio que el de cualquier compañero suyo en profesión equivalente. Su salida supone su expulsión; y su conciencia será objeto de revisión interna en foros ajenos a la dirección material de la correspondiente obra corporativa o labor personal. No tendrá capacidad democrática ni sindical para defender sus derechos en tal lugar.
21) Pérdida de la identidad pasada
Cuando se sale, se borra de la lista; se le deja sin pasado, sin entrega, sin identidad. Se le oblitera como alguien que fue (pero no se borra de las bases de datos, claro). Además, dada la pérdida de la identidad jurídico-formal del opusdei… ¿Qué fuimos en realidad? ¿hermanos de una familia? ¿frailes/monjas civiles? ¿numerarias/os prelaticios? ¿arrejuntadas/os por la gracia de Escrivá? ¿apóstoles de pata rota? ¿objetos religiosos no identificados?
22) Pérdida del sentido de libertad
Si ya es difícil comprender y actuar la libertad, incluso con uno mismo –no digamos ya la libertad como elemento socio-político, entonces todavía se pone más complicada entenderla, y vivirla, tras haber pasado por el opus.
Porque el opus nos hizo creer que éramos libres para seguir siéndolo y, consecuencialmente, vivir todas y cada una de sus pejigueras obligaciones, ascéticas y/o cristianas o no; como para ser sinceros y hacer todo-todito-todo lo que se nos pedía hacer y comprender (desde el espíritu sobrenatural, la santidad eximia de Escriva y el carácter infalible de los directores, en conjunción), para no criticarlo y para vivirlo a pies juntillas…
Nos dio a entender, en profunda contradicción con lo anterior que, una vez entregada la libertad con la vocación, esta ya no tenía-vuelta-atrás (la habíamos quemado en un acto de libertad único e irremisible) y, por tanto, toda posterior libertad-naturalidad quedaba vinculada a tal fin.
El daño estaba, así, producido: porque el que “me da la gana” era el signo de esa libertad que, en realidad, estaba velada, oculta, ensuciada, manipulada y trabajada por haber creado una simulación de tal, a través del machaqueo formativo intensivo que empieza cada día con el libro de meditaciones y acaba con el examen, y las convivencias y retiros, meditaciones, charlas y tertulias, asignaturas y cursos anuales, centros de estudios, etc. Porque esa vocación cerraba el paso al albedrío, la autoconciencia, la decisión propia, el juicio propio y, así, la libertad libérrima y entera.
Una libertad, por tanto, vinculada, delimitada, cercada y cerrada; inexistente. Una libertad que solo re-conoces cuando te vas y ves todo eso. Como Eilad nos mostraba hace unos días, crudamente, tras 48 años habiendo quedado capturado –seguramente por tu bonhomía y confianza, pero nunca por idiotez alguna (si así fuera otros te ganamos, tenlo por cierto), en esa supuesta libertad.

Esto es un mero listado, aparentemente frío. Una abstracción limitada –pues puede haber muchos más– de los daños y las pérdidas que tantas personas han mostrado con la realidad vital de sus testimonios.


Original y 2