En el asunto de los Motu Proprio

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Por Blacksmith, 19/92/2024


Soy Supernumerario desde el año 1992. Graduado en Derecho, MBA por el IE Business School, ex Director Regional de mi Comunidad de Banca de Empresas y Grandes Corporaciones de un gran banco, y ahora escritor desde mi jubilación, con un libro publicado y otro en camino. Tras de mí solicitaron la admisión mi mujer, -seis meses después-, mi madre, mi hija, mi hijo menor fue adscrito, diversos amigos y un primo hermano, ahora encargado de grupo, además de mi padre Cooperador. No he faltado nunca a ningún medio de formación sin causa muy justificada…

He participado en múltiples cursos de PREF, Jornadas de empresarios en las que he sido ninguneado por el director a pesar de desempeñar el cargo financiero más importante y prestigioso de mi Comunidad Autónoma, he dado charlas, he hecho abundante apostolado personal de amistad y confidencia, he nombrado Cooperadores, he aportado fondos a proyectos apostólicos, periódicamente y en circunstancias requeridas, nuevos colegios y centros de san Rafael. Mis dos hijos mayores han estudiado en la UNAV, en Belagua y Goimendi por mi insistencia y financiación, y el más joven en Colegio Mayor Pedralbes.

Estoy bastante decepcionado de mis relaciones con personas de la Obra en general durante esos 31 años, por su altivez irónica casi crónica, la falta de transparencia, oscurantismo y secretismo en temas de incorporaciones o deserciones, de gobierno, a niveles que en una familia no son tolerables, la jerarquía contumaz, el sistema absurdo de listas, petición de dinero sin control, nulo agradecimiento, escasa motivación, -necesarias cuando se actúa con un sistema nítidamente empresarial y aséptico-, casi nula percepción de cariño familiar e hipocresía en el trato, que lleva a aquellos que no están en la órbita del Director y Consejo Local, a sentirse verdaderas nulidades.

Tengo multitud de anécdotas impregnadas de esos argumentos en mi historial. El último ha sido especialmente doloroso cuando tras una experiencia de años en catequesis de 1ª comunión solicité aportar mis servicios a la parroquia de mi ciudad administrada por la Obra, cuyo rector es mi primo hermano numerario. Tras un curso dando catequesis de confirmación con un agradecimiento efusivo por parte de los catecúmenos, se me sustituyó por otro catequista sin mayores explicaciones.

Tengo múltiples anécdotas de desconsideración profesional y personal en mi centro: Se me ofreció ser celador y se me retiró la oferta en unos días, se me nombró miembro de la junta directiva de una asociación juvenil, y cuando se creó un comité ejecutivo para afrontar una reforma inmobiliaria se me excluyó, tampoco se contó conmigo en el comité ejecutivo para el proyecto de un nuevo colegio de fomento en la plaza, tuve un problema con mi hijo mayor amenazado por abertzales en la UNAV, pedí ayuda a mi director de centro, que se desmarcó, mientras al poco tiempo ayudaba al hijo de otro supernumerario, se supone que más afín, por un asunto menor, contactando con el Director de Belagua.

Estos hechos me han llevado a una actitud, basada en la experiencia, bastante escéptica ante las comunicaciones emanadas. Mi única hermana, que realizó una labor exhaustiva durante 12 años, y mi cuñado, abandonaron la Obra exactamente por estas cuestiones en 2004.

En el asunto de los Motu Proprio me parece que se está actuando con un desprecio evidente respecto a la capacidad intelectual o comprensión de los miembros laicos de la Obra. Las referencias a otros momentos o circunstancias del Opus Dei en el pasado no tienen en mi opinión nada que ver con la situación actual. En los inicios de la Obra se encomendaba el desarrollo de la Institución a instancias de san Josemaría, para lograr el objetivo final en el marco jurídico de la Iglesia, la “intención especial”, ahora perdida. Progresivamente se fue consiguiendo ese encaje, y los momentos críticos a los que últimamente se hace referencia, como el de 1951, no se parecen en absoluto en su gravedad a lo que se está viviendo ahora. Fue un rumor con cierto fundamento que no prosperó por la oración y porque el Papa, convencido de su inoportunidad, desestimó el intento de modificación de la estructura.

En el caso actual, el Papa, de Motu Propio, por iniciativa personal, y con una norma del más bajo rango deroga una Constitución apostólica Ut Sit, del más alto rango, lo cual no deja de representar un cierto desprecio. La forma de gestionar esta resolución por los responsables de la Prelatura me ha parecido humilde, de obediencia filial, pero con aparente renuncia a la dignidad que merece una Prelatura personal que ha ayudado, defendido y aportado bastante a la Iglesia Católica, a la que se encontraba jurídicamente incardinada, aparente ineficacia en la gestión, y cierta indiferencia a lo que todos los miembros han aportado también con gran esfuerzo durante casi un siglo con su labor, su contribución económica, y básicamente sus oraciones. Y parece que no han logrado intuir, -en su afán de quitarle importancia, y ocultarlo a sus miembros, su familia-, ese segundo Motu Proprio, que establece con suma claridad que desde el 8 de agosto de 2023 los laicos de la Prelatura, -ya asimilada desde ese día a Asociación Clerical-, no dependen ni jurídica ni jerárquicamente de la misma, y se les insta a que redacten nuevos estatutos para adaptar a la nueva Prelatura esas disposiciones respecto a los laicos y a la asimilación mencionada, sin recurrencia jurídica alguna.

Por tanto, ese afán de unión con el Padre, -que confiamos absolutamente en él, que no ocurre nada, que todo sigue igual, al margen de resultar una obviedad cuando estamos ante un hecho consumado al que debemos adaptarnos, sin posibilidad de recurso-, me parece en cierto modo un pseudo engaño para dar una apariencia de que todo sigue igual apelando a rezar para que no prevalezcan los enemigos de la Obra. Eso es lo que se afirma en múltiples meditaciones, charlas, círculos y retiros, sin considerar que los “enemigos de la obra” en ese caso no son tales, sino que se está acusando subliminalmente al Papa, representante de Cristo en la tierra que, inspirado por el Espíritu Santo, lo quiere así. ¿Es tan difícil de entender que esa es la realidad, que estamos ante un hecho de una gravedad nunca soportada en la historia de la Obra, que parece no estar siendo interiorizado por sus responsables, y al que se está respondiendo de forma jurídicamente insuficiente y hasta la fecha ineficaz? Una gestión sin transparencia hacia el 90% de miembros laicos, básicamente Supernumerarios, y claramente mejorable a juzgar por las comunicaciones que se nos hacen llegar desde la dirección de la Prelatura.

Es también cierto que coincido en que el Padre, sus asesores y los directores alientan a vivir el espíritu del Fundador siendo en teoría más objetivamente conscientes que de la gravedad del momento. Sin embargo, sigo en la creencia de que se podrían haber trasladado a la totalidad de los miembros, de la forma que hubieran considerado más oportuna, esas mismas aclaraciones que usted me comunica, así como las consideraciones y actuaciones de la Obra como consecuencia de ambos Motu Proprio, porque no hay nada más frustrante que sentir constantes manifestaciones hacia la unidad, la familia que constituyen los miembros del Opus Dei, que la Obra es nuestra y la hacemos nosotros, que la vocación de numerarios, supernumerarios y agregados es la misma, y luego mantener a más del 90% de los miembros en un absoluto desconocimiento, debiendo enterarse por investigación en prensa y en los medios audiovisuales, tanto amigos como enemigos.

Creo que como introducción a la sensación de inquietud que me han generado las recientes resoluciones del Papa y los escritos cruzados con quien hace la charla conmigo, me parece oportuno enviarle esta sinopsis de luces y sombras tras mis 31 años en la Obra para su conocimiento. Este escrito se lo remití a un sacerdote numerario hace unas semanas, con el que mantengo una correspondencia periódica, incrementada tras la publicación de los Motu Proprio, y con el que he adquirido una confianza que me permite mayor sinceridad:

Por las investigaciones efectuadas, he llegado a la conclusión de que nos mienten desde 1982. Los laicos ya no debían formar parte de la Prelatura entonces, los estatutos de la Prelatura nunca vieron la luz, ni se publicaron, ni fueron enviados al Dicasterio de los Obispos. Ese es el gran problema de la Obra, de sus dirigentes, que se han aprovechado de los laicos durante muchos años, ha habido mucho sufrimiento, mucha humillación, mucho desprecio, a Agregados, a Numerarias auxiliares, a Supernumerarios. Atrocidades económicas, psicológicas, sociales. Todo menos un ambiente de familia, eso es una falacia absoluta. Proselitismo y aportaciones de forma incontrolada. Actuaciones absolutamente sectarias. Yo he sufrido bastante también por todo eso. El Papa es quien establece lo que es de Dios, y ha puesto orden en las cosas que de puertas afuera se tapan. Ese silencio actual, las correcciones por hablar de un tema que afecta a todos, como la que me han hecho a mí por una nimiedad de la que no me arrepiento en absoluto, forman parte de la apariencia de normalidad y engaño con el que siempre se actúa, y ahora agudizado para camuflar el impacto interno que han supuesto ambos Motu Proprio. Lo siento, son muchos años, 31, y me han producido muchos desengaños, especialmente directores anteriores.

Mi opinión, que además me parece la única verdad sobre la situación jurídica de los laicos en este momento, creo que resulta irrebatible. Y no he encontrado más que una o dos personas que, aunque interiormente estén de acuerdo, se atrevan a manifestarlo. La nueva normativa deja fuera de la asociación clerical a los laicos, y los estatutos deberán basarse en la creación de una asociación externa que colabore libre y voluntariamente con la nueva Prelatura clerical, sin coacciones, sin jerarquía de ningún tipo, sin jerarquía, y sin objetivos proselitistas, por supuesto. Los cristianos trabajamos por extender el reino de Jesucristo, no por incrementar socios ni miembros para institución alguna, esa fue siempre mi vocación y lo que entendí en los 6 meses de formación previa a mi admisión en 1992. Nosotros, como Jesucristo transmitió al fundar la Iglesia, hemos de obedecer al Papa y a sus Obispos, no a directores laicos que actúan a menudo por motivos materiales de crecimiento como fin en sí mismo. Lo de que hay mucha gente que intenta dañar, mucho ignorante oportunista o resentido, eso sí es prejuzgar arriesgadamente. La verdad es la que es, lo que el Papa proclama y publica en l'Osservatore Romano, y si se lee y se relee uno se da cuenta de lo que quiere decir con claridad. Desconocemos en efecto como han quedado redactados en su forma los estatutos presentados en noviembre pasado sin que los laicos sepamos nada en absoluto, pero lo que sí es una certeza es que el fondo de los mismos no podrá desmarcarse ni un ápice de lo establecido en el Motu Proprio, tal como se indica por el Papa en su texto: "Ordeno que tenga fuerza firme y estable pese a cualquier indicación en contrario aunque sea digna de mención especial".

No he dejado de amar al prójimo en ningún momento, no guardo rencor a nadie ni estoy actuando contra nadie. He perdonado todas las desconsideraciones y desprecios, porque me confieso semanalmente, y no habría permanecido 31 años en la Obra a pesar de ellos, lo cual es un claro indicativo. Precisamente lo que me entristece es la percepción que se tiene de la Obra como Iglesia dentro de la Iglesia, es decir, que los directores, el Padre, son como un poder legislativo, ejecutivo y observo últimamente que también judicial sobre las almas de sus miembros. Es el Papa, representante de Cristo en la tierra quien, a través del Espíritu Santo, nos guía y debe guiarnos. Me parece casi ofensivo que se me relacione como se ha hecho con personajes del Evangelio, no creo que deba 10.000 talentos a la Obra, ni creo que existan 100 denarios que yo no perdone. Ambas cosas son absolutamente falsas, porque yo no he hecho más que bien a la Iglesia, a las almas y a la Obra en estos 31 años, incluso materialmente, ni debo ni me deben. La corrección fraterna también en efecto es una enseñanza de Jesucristo, pero no creo que fuera concebida para reprochar estupideces, ni que el corrector estuviera en posesión de la verdad. El motivo de la que yo he sufrido recientemente, que considero que no correspondía por un motivo de sentido común, se centró en una opinión respecto al momento en que se publicó el Motu Proprio, con lo que ello implicaba. El hecho me pareció motivo suficiente para que el Padre regresara a Roma y se ocupara de algo tan grave, considerando que Oceanía representa el 1% de la Obra. Y esta manifestación la hice como opinión libre, y sigo pensando que es coherente.

Estoy en la creencia que al que me la hizo, más le hubiera valido consultar, reflexionar y rezar, por entender y saber interpretar lo que dice el Papa en el Motu Proprio e intentar obrar en consecuencia, porque no hacerlo y dejarse llevar por la mayoría que le tapa la boca y le haga creer que no pasa nada y todo sigue igual, eso sí es preocupante y en cierto modo sectario.

Otra apreciación que me parece injusta, improcedente y falsa, ha sido considerar que yo extrapolo un mal comportamiento al resto de miembros de la institución. ¿Cómo se llega a esta conclusión? Precisamente porque me preocupo de mi alma, y todo lo que rodea a los miembros de la Obra no me hace feliz, me crea ansiedad y me tira para abajo, me he retirado a la posición que el Motu Proprio ha establecido para los laicos, y a la expectativa de los estatutos.

Por último, no coincido en que lo que no se adapta a la jerarquía, al crecimiento, a la obediencia a los directores de la Prelatura, -cuyo encaje de los laicos fue jurídicamente retorcido desde su inicio porque nunca las Prelaturas fueron concebidas para incardinar laicos, y ese es el motivo por el que el Papa quiere resolverlo-, supone entregarse en brazos del "mal pastor" y de los falsos profetas que andan sueltos por el mundo.



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