Teoría de las tres críticas

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Por Savonarola, 22 de diciembre de 2008


Que nadie se asuste. No voy a hablar de las tres críticas kantianas…

A partir de mi experiencia y de lo mucho leído aquí, quería intentar una propuesta que sirviera para ordenar un poco las críticas habituales hacia la Obra. Al menos a mí me sirve para ordenar mis ideas, mis vivencias, y las experiencias de otros. Si a alguien más le sirven, espero haberle sido de ayuda.

Mis reflexiones se originan de las habituales disputas que pueden leerse aquí y en otros foros similares en torno a si las culpas han de atribuirse a las personas o a la institución misma. Es frecuente que los defensores de la Obra achaquen los defectos de ésta (si es que los admiten) a personas particulares, mientras que los detractores insisten en que el problema es más de fondo: se debe a la institución e incluso –para algunos- tiene un carácter fundacional. Así, por ejemplo, trascurrió básicamente el debate que tuvo lugar entre Morgana y otros participantes en este foro. (Aprovecho para manifestar mi opinión contraria sobre la decisión de Agustina de no admitir más intervenciones de morgana. Lo cual no quita para que manifieste también mi admiración por Agustina y el gran trabajo que aquí realiza. Y por supuesto que está en su derecho de administrar la página como le parezca. Faltaría más. Doy simplemente mi opinión y espero que se respete la mía.)...

Yo creo que, para ser justos y dar una explicación que se ajuste a la realidad de las cosas, las acusaciones podrían dividirse en 3 grupos. Insisto de nuevo en que se trata de una opinión, un punto de vista que, como no puede ser menos, estoy dispuesto a revisar a partir de argumentos nuevos y convincentes. Los 3 grupos serían los siguientes:

  1. Aquellas acusaciones relativas a episodios concretos de las vidas de personas, relatados con mayor o menor lujo de detalles, que habrían de ser achacados exclusivamente a la torpeza de personas concretas. Utilizo el genérico “torpeza”, pero los grados podrían ir desde el simple descuido hasta la injusticia sangrante. Serían errores humanos que podrían considerarse inevitables “in statu viatorum”, esto es, mientras caminamos por este mundo. Nadie es perfecto, en todas partes cuecen habas, etc., etc.
  2. Las críticas referentes a praxis que bien podríamos considerar como muy instaladas en la praxis habitual de la Obra. Es decir, se trataría de aspectos, de modos de hacer, que, si bien analizados fríamente, no puede afirmarse con rotundidad que forman parte del espíritu de la Obra, de sus estatutos, de su carisma fundacional, o incluso ni tan siquiera acordes con su mensaje específico, sí que forman parte del día a día de la institución y pueden verse reflejados aquí y allá de una manera más o menos repetitiva en la vida de los centros y en las conductas de muchos de sus miembros, tal vez de la mayoría, y frecuentemente propiciados (¿“bendecidos”?) por el modo de gobernar y por los criterios que han ido consolidándose de un modo más o menos explícito.
  3. Por último, aquellos elementos que pudieran verse como consustanciales a la institución, inadecuados en mayor o menor grado o que, de hecho, no puedan dejar de tener efectos perversos.

Resumiendo, los primeros serían errores puntuales, los segundos defectos instalados en las formas de aplicar un espíritu y un mensaje, y los terceros defectos achacables a características esenciales del Opus Dei.

Pues bien, a partir de aquí, pienso que lo difícil es enmarcar cada cosa en uno de los tres grupos. Seguramente, entre quienes acepten esta clasificación (en el supuesto de que alguno de los lectores lo acepte…) no será fácil el acuerdo acerca de qué episodios, qué realidades, pertenecen a un grupo u otro de cuestiones.

Para algunos, la mayoría de las críticas han de incluirse en el 3. El Opus Dei es de naturaleza perversa, una secta, una institución de suyo mala. Por supuesto, siendo esto así, a mayor abundamiento, no es extraño que se den problemas de los tipos 1 y 2.

Para otros, en rigor no hay críticas que puedan recogerse en el punto 3. En todo caso en el 2 y, para los más benévolos, únicamente en el 1. (Omito aquellos que consideran que ni siquiera pueden hacerse críticas del tipo 1 dado el carácter sobrenatural de la Obra y su impronta divina. Sencillamente, no creo que exista tal candidez).

Yo, como no podría ser de otro modo (por algo propongo la clasificación, je), me encuentro entre quienes piensan (en mi caso con alguna reserva, como luego diré) que pueden hacerse, con verdad, críticas de los 3 tipos.

Creo que no merece la pena detenerse en los errores de tipo 1. A nadie se le escapa que el pecado original existe y nadie, ni siquiera esos directores cuasi-vitalicios que pululan por el ancho mundo, está confirmado en gracia. El problema es que, en algunos casos, se corre el riesgo de convertir la anécdota en categoría, confundir las cosas y no encuadrar la crítica en el grupo correspondiente. Por poner algún ejemplo, hace poco algún ex numerario relataba el consejo que se le daba en la charla fraterna de que, puestos a enamorarse de una chica, que ésta fuera de alta alcurnia. Gilipollas los hay en todas partes (me refiero al director, obviamente). Así, muchos consejos, mandatos, requerimientos que unos miembros revestidos de mayor o menor autoridad hacen a sus dirigidos. Así también, muchas correcciones fraternas estúpidas. Así también, muchas conductas poco ejemplarizantes, por mucho que sus protagonistas fueran supuestamente “ejemplo” para sus hermanos. Cantidad de casos en que directores trataron a personas con falta de caridad, indiferencia, etc…, pertenecerían a este grupo.

¿Qué decir de los grupos 2 y 3, que son los verdaderamente interesantes, los que en realidad están causando daño a las almas? (Puesto que los del grupo 1, en la medida en que “sólo” fueran de ese tipo, tendrían mucha más fácil superación).


En mi opinión, los casos más relevantes del tipo 2 son:

  • la habitual actitud hacia las personas que no continúan en la Obra. Pasan a ser seres que nunca existieron, traidores a Dios, pobres desgraciados que nunca serán felices… Es cierto que hay documentos, incluso textos del fundador, que avalarían dicha actitud, pero creo que es del tipo 2 porque contradice a los estatutos de la Obra y a la predicación de la propia Obra sobre la misericordia de Dios y la filiación divina (véase mi teoría de los dos hemisferios –01.12.08-). Eso sí, es una praxis muy pero que muy arraigada. Pero también es cierto que no todas las personas de dentro lo viven así, y los hay que hasta son capaces de ver hijos queridos por Dios en los que se fueron, personas tan dignas como las que se quedaron. Aunque pienso que son minoría. El hombre-institución (dícese del hombre o mujer que vive los criterios internos como dogmas de fe) cae en este error profusamente.
  • el feroz proselitismo especialmente con gente joven incapaz de discernir adecuadamente algo de tanto calado como una vocación al Opus Dei. Es tal el avasallamiento que, como hecho significativo, los hay que ingresan en el OD sin tan siquiera tener una visión adecuada de lo que es la Iglesia misma. Y, aunque suene fuerte, así es. Alguno dirá, “eso como mucho puede ocurrir con algún aspirante; pero cuando uno se tenga que incorporar definitivamente, para entonces tiene formación más que suficiente”. Bien, eso me da pie al siguiente punto,
  • el falseamiento del espíritu que alienta la incorporación paulatina a la Obra. Igual que en otras instituciones de la Iglesia, están previstos unos tiempos de discernimiento. En el caso de la Obra, a los 14,5 años se puede ser aspirante (antes de 1982 se podía pitar ya como miembro), a partir de los 16,5 se puede pitar (pedir la admisión como miembro), a partir de los 17 se puede hacer la admisión, y a partir de los 18 la oblación (primera incorporación jurídica propiamente dicha). Después tendría que renovarse dicha incorporación año a año, hasta que, a los 5 años (por tanto, con 23 como mínimo, 21 antes de 1982) se puede ya realizar la incorporación definitiva o fidelidad (los numerarios y agregados, y algunos supernumerarios). Bien, si eso está previsto así, estaríamos hablando de unos tiempos de discernimiento, ¿no? Cualquiera que conozca la Obra de cerca sabe que, de puertas a dentro, eso no es así. Desde que uno pita, tiene vocación desde toda la eternidad y punto (¿cuál es la prueba de que eso es así? El hecho de que ha pitado y ya está). De manera que, salvo que a uno le echen o inviten a salir, una vez dentro tiene que seguir, si no quiere disgustar seriamente a Dios y poner en serio peligro su propia salvación y la de las almas que le rodean. ¿Alguien quisiera eso? Entonces, ¿alguien puede –aun en el presunto periodo de discernimiento- decidir abandonar ese camino sin un serio quebranto de su salud psicológica? Sin embargo, ahí están los estatutos y la tradición de la Iglesia para que yo concluya que este tremendo error forma parte de la “tradición del OD”, pero no puede formar parte de la esencia de ninguna institución que la Iglesia apruebe. Dicho en otros términos, que se trata de una praxis pastoral que podría cambiar, aunque en absoluto se me oculta lo difícil que es que así sea después de tantos años de manipulación de las conciencias.

Ahora viene el gran tema: El modo de llevar la dirección espiritual en el Opus Dei. ¿Punto 2 o punto 3? Recordemos que lo específico de la dirección espiritual del OD es que se trata de una dirección espiritual corporativa. Esto es, NO EXISTE PROPIAMENTE LA FIGURA DEL DIRECTOR ESPIRITUAL, como consejero personal al que uno acude para recabar luces en su lucha cristiana. El director espiritual de Fulanito (miembro de la Obra) es….la Obra misma. Eso significa que cualquiera que recibe las confidencias de Fulanito, no es más que un instrumento circunstancial que debe garantizar que está asesorando ad mentem Patris (según la mente del Padre). ¿Y eso cómo se garantiza? Pues comunicándose con los que hacen las veces del Padre (directores inmediatos) y así sucesivamente. En otras palabras, poniendo en conocimiento de otros la vida de Fulanito. Ahora me vendrá alguno con el rollo ese del fuero interno y el fuero externo, que nunca entendí. Porque vamos a ver, ¿de qué narices quieren saber los directores cuando preguntan a quien recibe la confidencia de Fulanito? Pues claro, del fuero interno. El fuero externo, su propio nombre lo indica. Para eso no es necesario abrir el alma ni hacer informes. Lo siento señores del OD: se informa sobre el fuero interno de las personas. Lo he visto hasta la saciedad en reuniones de consejos locales e informes escritos.

De manera que, este asunto (madre del cordero de casi todos los males del OD) está metido hasta los tuétanos en la praxis cotidiana de la Obra. ¿Puede ser corregida tal praxis manteniendo la sustancia del OD? He ahí la cuestión. Yo, personalmente, pienso (y espero) que sí. Pero sería toda una revolución.


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