Suponiendo que hay carisma

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Por Coplasuelta, 29.08.2008


Supongamos que la opus es de fundación divina. En la historia de la Iglesia se conocen casos donde el papado, obispados, laicos y demás huestes, han hecho de carismas y sacramentos un uso personal para garantizar el propio poder o placer. La inmensa mayoría de los atentados a la moral, sacramentos y carismas, han sido provocados por laicos, elevados o no, a rangos aristocráticos, para mantener su poder y su influencia sobre el resto de mortales. Los religiosos y consagrados, la jerarquía eclesiástica, en todos sus rangos, ha dejado ejemplos que son de todo menos edificantes.

Nadie niega la fundación divina de la Iglesia y de los carismas. Nadie niega la fuerza del Bautismo y como, a pesar de ella, la libertad se ha demostrado como algo inherente a la naturaleza humana, sobre todo, por el mal uso de ella.

La opus, en diversos sitios, en varias épocas y de diversas formas, ha tenido un comportamiento enfermizo. Y sobre ello tenemos todo el derecho a denunciar. No sólo el progre en medio de la selva es un enemigo de la Fe. Es enemigo de ella todo el que la usa para fines particulares y perversos. La nobleza de los herejes ha sido el largarse, en fundar algo propio. Últimamente tenemos más fundadores y refundadores de los necesarios.

Ese comportamiento enfermizo tiene más que ver con el comportamiento sectario de una ideología que con otra cosa, a mi juicio. Todas las recomendaciones sobre la relación entre personas sólo las puede llevar a cabo quien carece de empatía con los demás y tiene la mente perturbada por el deseo de poder absoluto. Y todos los qué tienen una constitución normal se sienten asfixiados, cansados, acomplejados y mortificados por esos seres que, milagro de milagros, están siempre en posición de revista, en pleno entusiasmo. Es la primera vez que se eleva a conducta moral irreprochable y a la santidad todos los rasgos elementales de personas enfermas. Hartos estamos de ver virtudes definidas como pillería cuando no es más que atroz sometimiento de los demás. Nunca la mentira ha sido elevada a un fin en sí misma para la gloria del grupo. Estamos cansados de ver a personajes que, por una parte, en sus relaciones con los demás es arrogante, superficial, mentiroso y embaucador. En particular, hace de la mentira la clave de su existencia y, a la vez, se siente superior a los demás, aunque no reconocido en sus méritos. Por otra parte, en sus relaciones afectivas muestra una radical carencia de empatía, es decir, es absolutamente incapaz de ponerse en el lugar del otro. Esto dura lo que dura la percepción de que, por el fin último del triunfo del grupo, es necesario ese comportamiento. Pero, una vez que pasa esa excusa, sólo quedan los desesperados porque no pueden dar marcha atrás y los descerebrados que han hecho de su existencia el parasitismo sobre la vida normal de otros seres.

Si se supone que hay un carisma, lo que ha provocado la opus es un problema aún mayor. Se ha tomado el nombre de Dios en vano y se ha puesto muros a la acción del Espíritu Santo. Una de las peores conclusiones que he podido sacar es el escándalo provocado a personas, mujeres y hombres, heridos de por vida. De ese pecado, ya colectivo, se ha de dar cuenta de forma especial.



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