Sobre supernumerarios

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La vida cotidiana

1. Isabel Nath (7 de noviembre) escribió un texto conmovedor sobre las dificultades de la vida de los supernumerarios y supernumerarias, y acertó de lleno en muchas de las situaciones que ocurren en la realidad.

No es la primera vez –ni será la última- que manifiesto mi especial adhesión a los textos de algunas participantes femeninas en la web, con cuyo “estilo de reflexión y de escritura” me identifico especialmente. Isabel Nath, pero también Aquilina, Carmen Charo y, naturalmente, Agustina. Aunque con los matices personales de cada una, todas escriben con mucho sentido del equilibrio, de forma ponderada y sensata que me es muy apreciada. Sin extremismos en relación que la forma de encarar el fenómeno “opus dei” suscita...

Claro que hay también representantes del sexo masculino cuyos textos poseen estas cualidades, pero, de una forma general, son menos constantes...


2. De esta forma, el texto de Isabel me movió para volver a insistir en algunos puntos que traté en escritos anteriores y tal vez, a procurar decir algo que todavía no haya “hablado” en esos numerosos y largos textos cuya publicación inicié en octubre de 2004.

Uno de esos aspecto –que está reflejado en el texto de Isabel- pero del cual mis amigos que fueron numerarios/as y agregados/as nunca le prestan mucha atención, es el siguiente: la separación interna de la obra en dos secciones no es sólo un síntoma de no actualización, sino que constituye para los miembros supernumerarios, para los cooperadores y para todos los que participan en las actividades de la obra sin un compromiso de celibato, una enorme fuente de complicaciones:

  1. Si ambos miembros del matrimonio pertenecen a la institución o frecuentan sus medios de formación, pasan el tiempo “artificialmente” separados uno del otro: círculos, retiros mensuales, retiros anuales, convivencias, todo se hace por separado y por “duplicado”... lo que tiene como consecuencia muy grave que los miembros del matrimonio no aprenden a tener una vida religiosa unida (de matrimonio y de familia), sino paralela o yuxtapuesta, lo que es muy diferente. Por experiencia personal, sé que hay movimientos e iniciativas en la Iglesia mucho más simples y que disponen de medios aunque más reducidos, pero que son muchísimos más positivos a la hora de ayudar a los casados y a las familias cristianas, simplemente porque se adaptan a la realidad de la vida, mientras que la obra obliga a los casados y a las familias a adaptarse a su estructura interna ¡que fue creada pensando en los miembros solteros!
  2. Si unos de los miembros del matrimonio es supernumerario/a o cooperador/a, la situación no mejora nada, al contrario. La tendencia será que esta persona “construya una vida aparte” en la que no participan o su cónyuge o sus hijos. En el plano de la formación religiosa y de las prácticas de piedad tenderá a apartarse cada vez más de la vida de los otros miembros de la familia; en algunos casos, conseguirá, a fuerza de insistir, conducir al respectivo marido o esposa a participar en las actividades de los centros de la “otra sección” pero se mantiene siempre la sensación de que las cosas suenan a falso, porque, en verdad, no surgen de forma natural. Lo mismo sucederá con los hijos y también aquí la separación de sexos en los colegios y en los clubes tienen sus consecuencias. ¡Cuántas familias hay en mi ciudad que –teniendo hijos e hijas-, en cierto momento deparan que hay como un “foso” entre la formación de unos y de otras porque, por ejemplo, por la distancia a la que se encuentra el colegio femenino del masculino, sólo llevan a los más pequeños, mientras que a los otros los llevan a una escuela pública o a una escuela no confesional que queda cerca de casa!
  3. Estas discrepancias –admitiendo que fuese positiva la opción de recibir formación en la obra- acaban por tener enormes consecuencias. A nivel de los hijos, conozco casos en que los dos niños “hacen planteamientos doctrinales” durante las comidas, mientras que la hermana apenas sabe los rudimentos de la catequesis...

En lo que se refiere al equilibro entre marido y mujer... –como tan bien plantea Isabel Nath- los riesgos son mayores. Todos los casados saben bien cómo la relación hombre/mujer exige una serie de cualidades para que vaya por buen camino. Imaginaros ahora la situación de un supernumerario que tiene que imponer a la mujer situaciones como las siguientes:

  • Para no coincidir con los horarios laborales, el círculo semanal está señalado para los martes, a las 22 horas durante todo el año; la mujer que nunca supo qué es un “círculo” ni por qué es tan importante, protesta todas las semanas porque se tiene que quedar sola con los niños de 2, 4 y 5 años (por ejemplo); peor todavía cuando el día del círculo coincide con el día de su cumpleaños o del aniversario de boda, y el marido le explica que “su director le es tan importante que blá, blá, blá”...
  • Si los sábados por la mañana es el único día en que los críos pueden ir a natación, desgraciadamente es también el día en que el marido supernumerario se puede confesar. Después de nueve semanas de llevar sola a los niños, la mujer pregunta al marido por qué es necesario confesarse todas las semanas; si es para pedir perdón por la falta de apoyo que él le da a ella precisamente ¡porque la deja sola para irse a confesar!
  • El retiro anual y la convivencia anual, entonces, ¡son “dramas absolutos”! Son la principal fuente de discusión entre ambos: “¡¿Cómo es posible que desde hace tres años no tengamos tiempo para pasar un fin de semana los dos solos en un pequeño hotel en el campo y tú te las arreglas de manera que todos los años te vas a una “mansión” de 5 estrellas para que te “retires”?! “En las vacaciones de verano, es inadmisible que de las dos o tres semanas de vacaciones que te dan el trabajo dediques una semana entera al “opus dei” y las sobran se quedan para mí y para los niños...”!


3. Por este tipo de situaciones que son bien reales, se comprende que en matrimonios que en sólo uno es adepto a la obra, ésta constituya para el otro el ¡“principal enemigo”!. No puedo decir que, de por sí, este hecho sea causa para la desgracia de los matrimonios, porque al mismo tiempo, los directores reducen la presión si los “síntomas negativos” aumentan... Pero, sin duda que en muchos casos, la obra es la principal causa para que el matrimonio no esté unido y feliz. Hay algo esencial –la comunión de ideales, de objetivos, de actividades, de metas-, que queda fuertemente comprometido.


4. Admitase la hipótesis inversa de que sea la mujer la que pertenece a la obra o que es una cooperadora muy implicada. Las consecuencias negativas son idénticas a las citadas en el caso de un marido supernumerario, pero debido al tradicional carácter matriarcal de las sociedades latinas (donde la obra está fuertemente implantada), tales consecuencias serán, en general, todavía más graves:

  1. En efecto, el funcionamiento orgánico de la familia depende casi por entero de la mujer y madre, desde la “gestión de la casa”, a la educación de los hijos. Si esa mujer se empeña en cumplir el 100% de las prescripciones de la obra (normas de piedad, medios de formación, etc.) tendrá necesariamente que descuidar su presencia y atención en relación a la familia y en especial, al acompañamiento de los hijos. A la hora que los niños llegan de la escuela, estará en el centro para hacer “la charla”, confesarse, recibir el círculo, asistir a una tertulia “apostólica”, etc. Y si pretende ser también una madre dedicada y eficiente, entonces entrará en una “espiral de carreras” de un lado para otro que –si además tiene un trabajo profesional mínimamente exigente-, terminará con un “agotamiento nervioso” o algo parecido, como desgraciadamente vi que les sucedió a diversas supernumerarias cuando sus hijos eran pequeños y especialmente, si nacieron muy seguidos (fenómeno en que las “orientaciones de la obra” ¡también tuvieron interferencia!) ...
  2. Como si no fuera suficiente el día a día, además surgen en el centro de S. Gabriel del que depende la supernumeraria, una de las interminables “campañas económicas”. Esta vez, el pretexto será el de recaudar fondos para una escuela de hostelería en una ciudad del interior del país (léase, construcción de un centro para conseguir vocaciones de numerarias auxiliares). La supernumeraria no puede contar con el apoyo y la comprensión de su marido, pero algo tendrá que hacer:
  • Así, se decide a, de entre sus cosas, entregar a la obra una joya que perteneció a su abuela o a su bisabuela; con suerte, el marido desconoce la existencia de tal objeto por lo que nunca le preguntará por él...
  • En cuanto a las peticiones que hacer a otras personas, la situación es más difícil; en la última campaña, se atrevió a contactar con algunos matrimonios amigos y el marido se enfadó muchísimo con ella por haber ido a “mendigar” dinero a esas personas. Bien, ahora tendrá que pensar sólo en personas conocidas por sus relaciones de trabajo, de manera que el cónyuge no se dé cuenta de esas peticiones... Pero siempre hay un riesgo, porque en estas cosas, todo acaba por saberse y, en verdad, el marido podría enfadarse seriamente si se entera de que ella continúa con esa práctica. Claro que le intentó explicar eso mismo a la directora del centro, pero ¡¿cómo es que podrá entenderla?! Salió de casa en la adolescencia y nunca en la vida hizo nada a no ser el dedicarse a las actividades internas de la obra.
  • Pero la supernumeraria tiene que reconocer que –al contrario de lo que siempre le han dicho-, las relaciones con su marido se han vuelto cada vez más complicadas por culpa de la obra: los horarios, las exigencias “apostólicas” y muchas otras cosas... Entre las que se incluyen cuestiones que sólo debían inmiscuirles a los dos, pero que las directoras le estaban siempre dado “criterios” de acuerdo con el espíritu de la obra. Una de las que más aborrecía el marido era la cuestión en la manera del vestir. Le decía que ella había cambiado a peor, que ahora se vestía “como una vieja...” No es que a él le gustase verla fingiendo ser más joven de lo que era, pero ¿por qué dejó de lado todos los vestidos de “toilette” ¡que tan bien le quedaban!? La mujer no se lo decía, pero había oído tantas predicaciones sobre el asunto que cuando miraba esas ropas le parecían “demasiado atrevidas”. Bueno, también es cierto que tenía algún recelo de que, si volvía a usar una de esas prendas en una comida o en una fiesta, ahí se encontrara a otras supernumerarias y... días después tuviese que oír una de las típicas “correcciones fraternas”: "este tipo de ropa no es propio de nuestro estilo". Extraño era que su propia madre, siempre tan sensata, no encontrase que los vestidos “tenían algo de malo”, mientras que los criterios de la obra llevaban a encontrar en todo “señales de pecado”...

Problemas serios

Los problemas de una supernumeraria “dividida” entre la obra y la familia no quedan sólo en lo que cité antes:

  1. Cada mes se presenta la dificultad de saber qué aportación económica debe entregar al centro. Claro que tiene una asignación fijada y alguna independencia financiera, pero reconoce que –si fuese el marido quien tuviera que hacer donativos a una institución y que a ella no le dijera nada al respecto- se quedaría muy incómoda. Mejor dicho, se quedaría ¡muy irritada!. Por eso, intenta hacer que las directoras comprendan que, en conciencia, no puede aumentar la cantidad que regularmente da a la obra. Pero –una vez más-, parecen “cassetes” que repiten siempre lo mismo: "la obra es una familia numerosa y pobre...” Claro que la supernumeraria tiene buena voluntad, pero basta con entrar en su centro para verificar que toda aquella decoración había sido extremadamente costosa y que ella no habría podido costearlo en su propia casa. Además de que íntimamente entendía que mejor debería contribuir a los pobres de su parroquia que para reformas en una “casa de retiros” que ya fue renovada tres veces ¡en los últimos quince años!
  2. La cuestión de la educación de los hijos era otros problema y más de un motivo de desacuerdo con el marido. Las directoras no dejaban de insistir que "sólo se podía confiar en los colegios de la obra" para educar a los niños; el marido era de otra opinión, sabía que había otras escuelas de calidad y, además, insistía en lo absurdo que era separar a las hijas de los hijos. Con eso ella estaba plenamente de acuerdo, tanto por razones prácticas (tener que contactar con dos instituciones en lugar de con una), como por razones de fondo: ¿cómo entender que en los tiempos actuales se pretendiera separar a los niños de las niñas y a los jóvenes, ¡en función del sexo!? Más tarde eso podría dar problemas serios, cuando cada uno de ellos descubriese “de repente” que existía todo un mundo desconocido donde chicos y chicas aprendían a convivir...
  3. En cuanto a los hijos, sin embargo, una cosa estaba bien asumida entre la supernumeraria y su marido: nunca dejarían que se aproximaran de igual forma al opus dei –en concreto a dos clubes- donde pudiesen ser “pescados” para la obra siendo todavía adolescentes o jóvenes no preparados.
  • Ese era un asunto que intentaba “no tocar” en las charlas con las directoras; ya había asistido a situaciones muy graves con hijos de amigas, algunas de las supernumerarias, cuyos hijos habían sido “captados” de esa manera y haría todo para que lo mismo no pudiese ocurrir con sus hijos. Estaba el caso de una adolescente que había sido numeraria y después dejó la obra; la reacción de la familia toda “opus” había sido tan cruel que se quedó asustada con el fanatismo de esas personas. Tenía “escondido” ese episodio del conocimiento del marido porque él lo acabara por saber, su reacción había sido “¡como la de un león enjaulado!” Felizmente, en su familia, sólo ella era de la obra, por lo que si –por un gran azar de la vida- les sucediese algo idéntico -la obra “les robara” un hijo en la adolescencia o juventud-, si después él quisiera regresar a casa, sería recibido con todo cariño.
  • Y debe confesar que si tal “captación forzada” sucediese, sería para ella imposible continuar ligada a una institución que hubiese hecho tanto daño a un hijo suyo. Por fortuna, su “instinto maternal” no estaba afectados por los años de permanencia en la obra, como veía que sucedía con otras supernumerarias.

Interferencia de la obra en las relaciones íntimas de los casados

1. Al decidirme a escribir algunas palabras más acerca de la “vida de los supernumerarios” -estimulada por el texto de Isabel Nath de 7 de noviembre – pensaba incluir también este tema más “melindroso” de la existencia de intromisiones de los directores de la obra en la vida sexual de los matrimonios, en los que ambos o uno de ellos es supernumerario (o simplemente cooperador)

Bien sé que todo aquello que diga respecto a “temas sexuales” despierta una curiosidad muy grande en el comun de los lectores; y creo que no me equivoco si digo que los lectores de “opueslibros” no son aquí una excepción. 'Por eso mismo quiro dejar bien clara la perspectiva que me lleva a abordar este asunto: no voy a tratar de la doctrina moral de la Iglesia sobre el matrimonio y la vivencia de la sexualidad, ni mucho menos de las controversias que tal doctrina suscita, sobre todo en lo que respecta a los medios contraceptivos aconsejados y desaconsejados. 'Esta problemática que es muy importante y muy compleja sobrepasa las fronteras de mis escritos en la web, lo cuales inciden básicamente en el fenómeno “opus dei”...


2. Voy a procurar por tanto dar testimonio de aquello que, personalmente y por medio de la observación directa de lo que pasaba con otros matrimonios conocidos, pude constatar que es una práctica habitual de los responsables de la “obra”, práctica ésta que viola directamente las siguiente indicaciones morales de la propia Iglesia:

  1. La importancia de que los matrimonios vivan una “paternidad y maternidad responsables”, lo que implica que consciente y generosamente decidan a lo largo de la vida el número de hijos que tienen posibilidad de tener, teniendo en cuenta los múltiples factores que condicionan la vida de la pareja y de la familia, entre los que destacan la salud de la madre y la capacidad para educar a los hijos ya nacidos;
  2. El entendimiento de que las decisiones en estas materias deben ser tomadas en el seno de la pareja, en diálogo entre marido y mujer, en el cual nada ni nadie debe interferir; cabe a la pareja el derecho de, si asi lo entiender y por su iniciativa, consultar a otras personas (médicos, sacerdotes, etc) que puedan ayudar a tomar decisiones más acertadas.
  3. Todos los demás asuntos y cuestiones de las relaciones íntimas de la pareja le deben exclusivamente respeto; apenas marido y mujer podrán solicitar a otras personas consejo o auxilio sobre algún aspecto de su relación sexual.


3. El “opus dei” no respeta ninguna de estas orientaciones de la Iglesia post-Concilio Vaticano II y ¡se rige todavía por parámetros pre-conciliares y por una mentalidad de asociación permanente entre sexo y pecado!

De este modo, los directores y directoras de la obra interrogan periódicamente a los supernumerarios y supernumerarias en la charla “fraterna” acerca de estos temas, pretendiendo sobre en concreto lo que está pasando en la pareja...

Las situaciones pueden varias pero la aptitud se repite:

  • Se trata de una pareja joven todavía sin hijos, difícilmente habrá una única charla en la que no haya preguntas sobre “cuando esperarán un bebé”; este tipo de interrogatorios sólo termina cuando haya una respuesta afirmativa o entonces, cuando se expliquen que existen dificultades para concebir.
  • Si la pareja ya tiene uno, dos o más hijos, no se piense que las preguntas cesarán. Puede ser que durante algún tiempo dejen a la supernumeraria o al supernumerario en paz; pero después, siempre volverá la pregunta sacramental: qué estan haciendo en este campo; atención a la imposición moral de tener siempre abiertas “las fuentes de la vida”, etc.


4. Lo que es verdaderamente espantoso es que, en última instancia, los miembros célibes de la obra – que nada saben de las dificultades de engendrar un hijo, de sufrir un parto, de amamantar, de criar a un recién nacido, de tener un niño que puede hacer que hasta los tres años sus padres no duerman una noche entera – consideran “normalisimo” que las parejas de supernumerarios tengan un hijo por año!!

  1. ¡Como bien se sabe, algunas parejas tienen ocho, diez, doce, catorce o dieciséis hijos! En las sociedades actuales, se sabe que se trata de “familias del opus”, tal como sucede por ejemplo en los Estados Unidos con las “familias de los mormones”. Este fenómeno era uno de aquellos que personalmente más me daba la sensación de “pertenecer a una secta”....
  2. Naturalmente que entre esas familiar muy numerosas – en las que generalmente tanto el marido como la mujer son de la obra – habrá bastantes que corresponden a un “sentido vocacional” por el cual la pareja se siempre ampliamente realizada. Pero infelizmente, el hecho de pertenecer a la obra no constituye por si solo garantía de que se tenga simultáneamente “vocación de padre y, sobretodo, de madre de familias tan grandes”. Y entonces se viven auténticas ficciones:
  • O porque la familia dispone de muchos medios económicos y las criaturas son educadas “estilo siglo XIX” por las empleadas y “amas de cría”..
  • O porque la pareja tiene medios económicos normales y la mujer y madre se sacrifica hasta la extenuación para conseguir orientar un ejército de hijos;
  • O porque marido y mujer son “tremendamente tranquilos” y acaban por “sobrevivir” descuidando aspectos importantes de la vida y educación de los hijos:
  • etc, etc.
  1. Con respecto a esta última hipótesis – criar a los hijos al estilo “descuidado” – tengo presente algunos casos concretos que conocí:
  • Un matrimonio con once hijos, generalmente muy bien vestidos y arreglados, pero que, en términos escolares manifestaban graves dificultades que los padres no conseguían ayudar a superar, bien como carencias afectivas resultantes de situaciones insólitas como, por ejemplo, la de, con frecuencia, los padres se olvidaban de ir a buscar a uno de sus hijos o de sus hijas a una fiesta de cumpleaños o incluso al club de la obra después de que el niño hubiera estado una semana en actividades fuera de la ciudad...
  • Otro matrimonio de supernumerarios en que la madre, para más señas médico de profesión, dejó de trabajar al 8º hijo y tuvo dos o tres más corriendo riesgo de vida tanto en los embarazos como en el parto.... Además de eso, las condiciones económicas era muy limitadas por lo que vivían en un apartamento pequeño perfecto para cuatro o cinco personas.....

¡Son vidas donde la frontera entre “heroísmo” o “fanatismo” se confunde!


5. Cuando solamente uno de los miembros de la pareja es de la obra, la situación acostumbra a ser algo diferente porque el otro elemento se opone a seguir estas exageraciones. Además de eso, acaba muchas veces por servir de argumento para aquel que es de la obra para “protegerse” del ataque cerrado de los directores/as (y, eventualmente, del sacerdote), invocando la opinión contraria del marido o de la mujer....

  1. Pero ni aun así escapará al “estilo inquisitivo de la obra”, porque le preguntarán miles de veces: ¡¡¡¿Pero entonces vosotros pensáis quedaros con esos cuatro hijos?!! ¡¡¿Pero tienes conciencia de aquello que no puedes hacer para evitar nuevos embarazos??!!! ¡¡¿Tienes claro que el acto sexual debe ser realizado de forma completa para que sea lícito?!! ¡¿Y que no se puede buscar directamente el placer sexual y que es ilícito consentir en ese placer cuando no sea alcanzado mediante las citadas “relaciones sexuales completas”?!! Y que......
  2. De vez en cuando el sacerdote aumenta algo en la confesión (o en la dirección espiritual) siempre en el mismo sentido, lo que agrava muchísimo el sentimiento de culpa porque así el “asunto” aparece asociado a las materias de confesión, o sea, a los “pecados” contra el 6º mandamiento....


6. Este tema tiene en el seno de la “obra de S. Gabriel” varios desarrollos que aun no referí:

  1. Uno muy curioso y con una elevada dosis de riesgo, es el fenómeno de los nacimientos tardíos: se trata de parejas o de mujeres que conocen la obra alrededor de los 40 años, que ya tienen una familia formada por dos, tres o más hijos ya crecidos... y que, fruto de la influencia de los directores, acaban por concebir una o dos criaturas más, que nacen con un intervalo de diez o quince años en relación a los demás hijos.....
  2. En estas situaciones, como además en todas aquellas en que la madre ya no es joven, la posición oficial de la obra es de “total insensibilidad para los riegos de nacimiento de una criatura deficiente, bien como para los riegos que atañen a la propia madre....”¡ Los principios son aquí absolutos, no se pueden adaptar a las situaciones concretas! Y entonces, a veces, surgen situaciones dramáticas:
  • Una supernumeraria que con nueve hijos tuvo un hijo con Síndrome de Down; y después todavía volvió a quedarse embarazada y pasó los nueve meses de embarazo llorando por la elevada probabilidad de volver a tener una criatura deficiente..... ¡lo que se confirmó! Todas las personas de la obra decían: “Es una santa, Dios la recompensará! Ninguna directora se cuestionó si sus posiciones tan “inflexibles” no habrían conducido a semejante situación, ni mucho menos cómo es que esa pareja iba a vivir pues pasaba a tener once hijos dos de los cuales eran deficientes y con necesidad de apoyo especial.
  • Una supernumeraria amiga mía que vive al otro lado del Atlántico me telefoneó un día llorando porque supo que estaba embarazada por quinta vez. No es que no adore a sus hijos, pero, en la casa en donde vive, más de cuatro hijos supone una vida muy difícil: la familia está a miles de kilómetros; no hay “empleadas de hogar”, no hay guarderías antes de los 3 años de edad (y hasta esa misma edad, las que existen funcionan a tiempo parcial); y el marido pocas posibilidades tiene de ayudar en casa porque viven de un solo salario y por eso él tiene que “reforzar” su dedicación en el trabajo ¡para poder sustentar una familia tan numerosa!

Más sobre las relaciones íntimas de los matrimonios

1. Por lo que queda expuesto se vuelve evidente que las actitudes de los supernumerarios/as ante las “indicaciones” en materia sexual de los directores/as son muy variables:

  1. Si se trata de un matrimonio en el que ambos son de la “obra” es muy difícil “escapar” a esas intromisiones e imposiciones de principios por parte del “opus dei”. En realidad, ocurre lo que ya en tiempos definí como una “vigilancia dentro del matrimonio”: cada uno funciona como eventual “delator” del otro en estas materias como en otras. Probablemente la mayor parte de los supernumerarios/as no sabrá qué al hacer en su charla fraterna está dando a la obra datos sobre su propia conducta sexual y sobre la conducta de su cónyuge, informaciones que –como sabemos- pueden “circular” de una sección para la otra...
    En fin, estamos ante una situación de la que difícilmente puede “escapar” porque está preso en una red que mezcla su matrimonio con su pertenencia a la obra (y frecuentemente, también con su trabajo profesional). No menospreciemos las situaciones de gran sufrimiento que tanta falta de libertad y de autonomía pueden causar!!!...
  2. Si sólo uno de los miembros del matrimonio es de la “obra” tiene un “margen de actuación” bastante más amplio. Por mi experiencia personal sé que lo mejor en estas materias tan delicadas es establecer una “barrera protectora” de intimidad del matrimonio que los directores no puedan traspasar. Claro que eso no se puede hacer claramente, sino con alguna habilidad, como por ejemplo: dar respuestas vagas a preguntas “impertinentes”; afirmar que cuando se tiene alguna duda se consulta con el sacerdote; dar a entender que el marido o la mujer siempre coincide con las orientaciones tipo “opus”, etc. Pero es evidente que si aparece un director o una directora del género “intransigente”, tendrá que haber un “enfrentamiento” directo. Estos casos que ocurren casi siempre con las supernumerarias que “osan” enfrentarse a los criterios de la “obra” cuando los nacimientos en cadena... terminan invariablemente con la no renovación de pertenencia a la institución el día 19 de marzo!


2. Mientras tanto estas orientaciones retrógradas de la obra, van causando sus estragos en la relación de algunos matrimonios. No puedo afirmar que sean la causa de separación y de divorcio de ese matrimonio, pero – cuando las cosas ya no van bien por otros motivos- entonces una “posición rígida de la mujer/supernumeraria” en materia de relaciones sexuales será la “gota de agua” que hará desbordar el vaso:

  1. Viví de cerca dos casos de supernumerarias de mi grupo que comenzaron a sospechar de la fidelidad de sus respectivos maridos; cuando los actos de infidelidad se comprobaron, ellos “les echaron en cara” el hecho de que es imposible vivir con las imposiciones morales que ellas tenían dentro de la cabeza. Y de tal forma las cosas sucedieron que los familiares de los maridos invocaban el mismo argumento para justificar que ellas “no eran mujeres normales”!
    Estas situaciones confirman plenamente el desconcierto que muchas personas casadas que contactan con la obra tienen: no tiene sentido que los medios de formación separen marido y mujer, novio y novia. Claro que es posible y probable que marido y mujer tengan las misma posición ante la religión y la fe cristiana; pero lo que la obra no debería hacer es aumentar la diferencia entre ellos, sino al contrario, debería hacer todo para que ambos participasen en conjunto en los medios de formación, orientando su mensaje de acuerdo con el estado matrimonial que –siendo un estado sacramental- tiene un valor muy superior al de la simple pertenencia al “opus dei”!
  2. Naturalmente que las orientaciones erróneas tienden a aumentar por el hecho de que los responsables de la sección masculina no tienen ninguna experiencia personal del trabajo y desgaste que las tareas caseras originan. Aquella “inspiración” del Fundador en crear las administraciones de los centros –pensando sobre todo en la sección masculina- limita muchísimo la capacidad de los directores para orientar debidamente a los miembros supernumerarios y a los cooperadores en relación a la necesidad de compartir las tareas domésticas como es propios del mundo actual. Que yo sepa, en mi país ya no son frecuentes aquellas instrucciones machistas de las que nos hablaba Brisas en alguno de sus escritos. Pero estoy segura que eso sucedió en las primeras generaciones de supernumerarios y supernumerarias (entre los años 50 y 70 del siglo pasado). Y algunos vestigios de tal postura machista todavía existen; basta dar el ejemplo de los miembros de la sección masculina que –lo dicen en público- defienden que el lugar de la mujer está, sobre todo, “en casa”...


3. Hay todavía una grave consecuencia indirecta de promoción indiscriminada de familias con un enorme número de hijos de la cual la obra se eleja completamente: la tragedia que deriva de las situaciones en que el padre o la madre de todas esas criaturas muere cuando todavía no están criados. Claro que cuando tenemos hijos, esta hipótesis no puede ser un factor condicionante. Pero cuando el número de hijos asciende a seis, ocho, diez, doce, catorce, etc., -y su nacimiento es “en cadena”– ese factor debería ser tenido en cuenta-. Los padres deberían pensar: si uno de nosotros (o incluso ambos) morimos de pronto, ¿qué será de nuestros hijos?! Acompañé personalmente a tres matrimonios de supernumerarios a los que les sucedió una tragedia de este tipo, a la cual siguieron muchas otras tragedias con la “reconstrucción” de la familia y la educación de tantos hijos:

  • Un caso que me afectó mucho en la infancia: falleció en un accidente de automóvil la madre de un compañero de la escuela; teníamos siete años de edad y él tenía cinco hermanos más pequeños! De inmediato surgieron ayudas de unas tías y, más tarde, el padre se volvió a casar (con una supernumeraria, naturalmente). Pero nadie puedo evitar los traumas que todos aquellos niños sufrieron por haberse quedado sin madre en edad tan temprana y de que claramente el padre no fue capaz de desempeñar solo el papel de padre y de madre;
  • En otro matrimonio de supernumerarios habían nacido siete hijos en ocho años; la interrupción de un año se debió a que uno de los embarazos no fue por buen camino, habiendo estado la madre en peligro de muerte. Cuando todo parecía superado, el padre (probablemente afectado con tantas angustias causadas por los dramáticos partos de su mujer) tuvo un ataque cardíaco fulminante y falleció. La mujer se quedó sola con siete hijos en el que el mayor tenía ocho años de edad, sin apoyo económico suficiente, con necesidad de trabajar y con dos de los niños con problemas psico-motores debido a las dificultades en los respectivos nacimientos. Al final, las supernumerarias de la ciudadad nos unimos para ayudar al menos económicamente. No me consta que la obra en cuanto tal le haya dado ni un céntimo!
  • La tercera situación consigue ser todavía más grave que la anterior: el matrimonio tenía doce hijos, todos seguidos, cuando a la madre se le diagnosticó una grave enfermedad y murió en pocos meses. El marido intentó “aguantar el barco”, pero ni siquiera conseguía la ayuda de empleadas domésticas para una casa con tantos niños, los mayores de los cuales estaban perturbadísimos con la muerte de la madre y en plena “crisis adolescente”. Siguieron problemas de todo tipo: fracaso escolar, consumo de aocohol, consumo de drogas, comportamientos violentos, etc. Después de algunos años apareció un “hada madrina” dispuesta a casarse con un hombre con doce hijos, pero naturalmente ya era demasiado tarde para que la mayoría de los hijos la aceptasen como “madre sustituta”...


4. Procurando terminar: en este terreno de la moral conyugal, como en todos los demás que atañen a la vivencia de la sexualidad, la obra tiene siempre las posiciones más retrógradas, no respetando ni siquiera la doctrina de la Iglesia sobre los diversos temas! Y aplia de forma ciega aquello que se designa como una “ética de principios o convicciones” sin tolerar cualquier desvío en función de los casos concretos; o sea, sin adaptar esos principios a las vidas a veces dramáticas que las circunstancias pueden crear, o, peor todavía, sin adaptar tales principios a aquellas vidas dramáticas que nacen del propio fanatismo del “opus dei”!

Ante los relatos verídicos que hice a lo largo de este texto, resuenan las palabras del Señor jesús, aplicadas ahora a los responsables de la obra: “Son como sepulcros blanqueados!” '


Original