Secuestrados

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Por Flanpan, 22.04.2015


Le gustaba decir al fundador que en la obra había una puerta pequeña para entrar y una muy grande para salir.

Mentira.

Por lo menos, en muchos casos, mentira. Y mentirota gorda...

En el entorno de la obra trabajan muchos numerarios y numerarias. Ya se ha comentado bastante que la gran mayoría de los numerarios están inmersos en un mundopus, que no trabajan en el mundo exterior, sino que acaban de un modo u otro en trabajos ligados a las labores de la obra.

Pero hay un espécimen determinado de numerario, que por sus especiales circunstancias podríamos decir que está secuestrado. Tal vez ellos no sean conscientes de ello, pero claramente están secuestrados en la obra: no tienen posibilidad de recobrar la libertad, o por lo menos esa posibilidad se la imaginan tan remota que ni se la plantean. Me refiero a los que trabajan en la más interna de las labores internas: vocales de sm, oficiales de la dl o la cr, currantes de la oficina del aop, trabajadores todos en la multitud de oficinas de delegaciones, comisiones y consejos.

Personas humanas que desde jóvenes, una vez terminada su carrera de medicina, derecho, arquitectura, historia, ingeniería... se han puesto a trabajar en labores internas, y se han profesionalizado en ellas. Tal vez empezaron de oficial de la dele, pasaron a ser director de un centro de estudios, para luego volver como vocal a la dele, y más tarde ascender a la comisión, y finalmente volver a trabajar en otra dele. La diferencia con don Pepito, profesor de un colegio de esos, que entró con 24 años y ahora tiene 60, es muy grande. Don Pepito tiene currículum de profesor. Experiencia de profesor. Don Pepito lleva dado de alta 36 años. Existe de cara a la seguridad social. Tendrá su pensión de jubilación. Tiene una salida. Pero hay otros que nunca han ejercido su carrera civil. No pueden presentar en ningún sitio un currículum laboral serio. Tal vez se acercan a los 60, y su cotización a la seguridad social es cero. La herencia de sus padres la entregaron a una fundación de una labor corporativa. No tienen cuenta corriente. No tienen nada.

No tienen a dónde ir, y lo peor es que cuando en unos pocos años no estén en condiciones de trabajar, no van a poder contar con una pensión que les sostenga. Su futuro sería miseria, o ser una carga para alguien.

Si están en los 30-40 años, las opciones son mayores. Yo diría que bastantes. Pero si ya están en los 50 la cosa pinta mal. Todo lo que conocen, todo, todo, es opus: amigos, conocidos, lugares de trabajo. En su eventual salida se encontrarían en una inmensa tierra quemada. Con más de 50 años ya es difícil encontrar trabajo, pero si tu currículum y experiencia es cero, la cosa es mucho peor. Y si además te vas a encontrar con que todos los que te conocen te dan la espalda, o aún peor, se molestan en impedir cualquier posible colocación que puedas alcanzar... pues entonces estás saltando sin paracaídas.

Y si has cumplido 60... Malo, malo.

Cuando no se tiene alternativa, no hay libertad.

¡Al que no le guste cómo piloto, tiene la puerta lista para salir!, decía el fundador a manos de su avión a 12.000 pies de altura. ¡Al que no le guste como gobierno esta nave, tiene libertad para abandonar el barco!, decía el fundador del barco, en medio del océano.

Eso no es libertad. Eso es estar secuestrado.

Qué fácil es decir con la boca bien grande que aquí hay una libertad enorme, y quien no quiere estar, ahí tiene la puerta abierta para salir. Claro, para salir al vacío, a 8.000 metros del suelo, o para salir al mar, a mil millas de la costa. Un poco sarcástico ¿no?

Ese currante de una oficina de la obra no es libre, pero es que muchas veces ni siquiera es capaz de tener libertad mental. Libertad mental que tal vez los más fuertes se pueden permitir. Los más fuertes pueden tener una libertad intelectual que te lleva a elevarte mentalmente sobre el sistema, darte cuenta que esa estructura en la que estás no es buena, reconocer que tal vez la mejor alternativa es quedarse, pero con una restricción mental que sepa buscar una válvula de escape, algo que te permita vivir dentro pero con la cabeza fuera. Algo que evite que te vuelvas loco. Pero los menos dotados, que ya tienen una edad, están destinados a seguir ahí hasta la muerte, convencidos de lo que hacen. Ni siquiera se plantean la posibilidad de plantearse una posible situación distinta a la que tienen. El que va en un avión, no se plantea la posibilidad de abandonar la aeronave. Es posible que cada varios años, vea que hay un tío que salta en paracaídas, sin tener la mínima formación sobre el uso del mismo. Un loco, seguro. Pero a ellos, ni se les pasa por la cabeza esa posibilidad.

Y tal vez no les guste lo que ven en ese avión. Tal vez estén cansados de las charlas del comandante de vuelo, de la misma cantinela. De la vida en burbuja. Pero están ahí, y ahí van a morir. Secuestrados, pero sin ser plenamente conscientes de ello, sin considerarse como tales.

¿Qué ocurriría si de repente se dijera a todos y cada uno de los que llevan 30 años trabajando en lo interno, que se les ha cotizado a la seguridad social durante 30 años y que van a tener una pensión de jubilación? ¿Qué pasaría si se les dijera que tienen a su disposición la herencia que recibieron de sus padres y de una tía abuela rica y soltera? ¿Qué pasaría si se les entregara una libreta de ahorro con unos miles de euros correspondientes a parte del trabajo desarrollado durante tantos años?

¿Qué ocurriría si hubiera esa Libertad? ¿Qué ocurriría si para abandonar el avión, este hubiera aterrizado y tuvieras una plataforma de embarque que te llevara a una moderna terminal, donde te dieran un billete para embarcarte a cualquier parte del mundo? ¿Qué pasaría si realmente se posibilitara la libertad de esos internos de la obra? La estructura es muy grande. Estamos hablando de muchas, muchas personas.

La pregunta no es cuántos se marcharían. Yo creo es que la cuestión es: ¿Cuántos se quedarían?

Y una última cuestión: ¿por qué si la obra es tan laica, y los miembros tan iguales a los demás ciudadanos, se cercena deliberadamente esta libertad económica de sus célibes miembros? La respuesta es clara: porque la obra sabe que si no mantiene secuestrados a sus cuadros, si no les corta las alas, la desbandada sería histórica. Si hubiera verdadera libertad, tal vez no quedaría ni la mitad de numerarios que hay ahora.




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