Realidad e ilusión en el Opus Dei

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Por Zuri, 2.02.2007


Queridos amigos excombatientes y queridos actuales miembros-socios-fieles de la Prelatura Opus dei, hoy analizo un aspecto que creo interesante: las pequeñas traiciones a uno mismo, que motivan que la vocación se construya sobre un engaño. En algún momento de mi vida en el Opus Dei cedí en mis convicciones y empecé a traicionarme a mí mismo. Bueno, supongo que hubo varios hitos, pero recuerdo claramente uno que os voy a contar.

Tenía yo ventiun años y en el centro en que vivía, el ambiente superficialmente optimista de las tertulias exigía que todo fuera “supermaravilloso”: los chicos, las notas, los planes apostólicos, los comentarios. Todo muy optimista, todo positivo, hasta la negación de la realidad. Yo siempre me había resistido a esa falsedad, (Zuri, 3 de mayo de 2004) y cuando no podía alabar me callaba. Pero un día, no se por qué, cedí. Hice unos comentarios optimistas, exultantes, positivos e irreales de no recuerdo que plan o actividad en la tertulia de mediodía. Recuerdo los comentarios felices y la actitud oronda de los miembros del consejo local ante mi intervención. Recuerdo la mirada de pena y los comentarios sarcásticos de un amigo residente después de la tertulia: no sé que le argüí. Que había cedido por buen espíritu, por colaborar al ambiente positivo... lo que fuere. Me miró con afecto y se disculpó. No volvimos a comentarlo.

Puede parecer una bobada pero creo que en ese y sucesivos hitos está un problema grave de los miembros-socios-fieles. El problema es cambiar las convicciones propias, ya sea en temas banales o importantes, por la versión oficial. Esto puede motivarlo el ansia de ser aceptado, que creo que fue mi caso, junto con el miedo al rechazo, el afán de ser dócil pensando que ahí está el secreto de la perseverancia y de la felicidad. En definitiva, fue ceder progresivamente las propias convicciones ante los criterios, principios, eslóganes y propagandas oficiales del Opus Dei. En los temas más importantes como ya comenté hace tiempo, la cesión se hace en pro de la fe, en la vocación propia, en la sobrenaturalidad del espíritu de la obra... Pero todo eso es destructivo y hace que uno viva en una permanente disociación entre lo que sabe, lo que piensa, y lo que debe buscar, defender, justificar, difundir... incluso ante sí mismo (Zuri, 30 de marzo de 2004).

Hasta aquí la teoría, vuelvo a los hechos: ¿a cuanta gente le han pitado dos amigos al año? A mí uno en toda mi vida, y a la mayoría de la gente parecido. Exigir algo tan inalcanzable era claramente una señal de incongruencia pero había que tragar. La mayor parte de mis amigos aparecían a planes amistosos: estudiar, nadar, hacer algún deporte, ir de excursión etc. Incluso los que aparecían a actividades piadosas era por que les servía o les apetecía esa en concreto: charlas, vigilias, meditaciones, visitas del Papa, la que fuera. Muy poca gente venía de manera asidua. Es necio pensar que la asistencia a meditaciones, círculos o retiros depende de nuestra propaganda o de nuestra mortificación, y que se podrían llenar siempre. La realidad demostraba que en largos periodos nadie "se jalaba un rosco". Y eso durante años. Negarlo en pro del buen espíritu era una aberración. Y yo sabía que era una aberración y lo intentaba creer a la vez.

En definitiva, negaba lo que era, en pro de lo que creía que debía ser. Estos dos campos, que no deben confundirse, eran mezclados constantemente. ¿Os acordáis de las preguntas de lo retiros? mezclando siempre el examen con la propaganda, lo que debíamos analizar de nuestra conducta, con nuestras disposiciones, con nuestros deseos y con nuestras obligaciones. En frases, rocambolescas y barrocas casi siempre, se construía un “totum revolutum” en el que uno era presionado a tener unas disposiciones ficticias e irreales, independientes de su comportamiento y de sus posibilidades. Cuando me enamoré(Zuri, 25 de febrero de 2005), renuncié a seguir intentando mi perseverancia porque se me apareció clarísimamente que mi vida descansaba sobre una trama de incongruencias y mentiras. El terremoto fue bastante gordo pero además la barraca era muy frágil. Imposible arreglarla.

En el Opus Dei se daba una realidad perversa en este sentido, pero fue mi claudicación (mis sucesivas claudicaciones) lo que permitió que me dañase. No pretendo analizar más las responsabilidades, que se podría, sino buscar la solución.

Bueno, y ahora mi reacción, en esta fase de mi vida, ante el problema detectado: me he propuesto, en mi proceso de reconstrucción, analizar lo que soy y lo que hago. Después habrá que decidir lo que quiero ser y lo que quiero hacer. Ver si está a mi alcance y trazar un plan para lograrlo. ¿Parece fácil, verdad? Bueno quizá os cuente algo pronto. Este escrito parecerá banal a la gente con la cabeza muy bien amueblada, pero espero que pueda ser útil a alguno: en definitiva, puede servir para ver en donde fallamos y por donde incidir para tirar p'alante.



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