Querida Opus

Autor: Satur - febrero 2005


Hemos caminado juntos

Querida Opus:

Hemos caminado juntos un buen trecho del camino de nuestras vidas. Durante ese tiempo bebí tu formación, tus modos, tus gestos... me deslumbraste desde muy joven y caí rendido a tu gracia. Dejé de ser yo para convertirme en ti: mi amor sólo tenía sentido en tu destino. Eras amiga, novia, madre, y no eras amante porque tú no sabes de eso, aunque aconsejabas que me abrazara a una imagen de nuestra Señora, o acunara un Niño Jesús, o besara un Crucifijo, o que cantara canciones de amor a Santa Catalina de la Lutvafe. Curiosos sucedáneos del cariño que a todos nos acompaña desde el primer latido, placebos de afectos que responden a necesidades muy anónimas y muy humanas. Tú eso no lo entendías. Tu eras completa, total, perfecta, esculpida hasta el último detalle: LA OMNICOMPREHENSIVA...

Y besaba imágenes, acunaba y cantaba... hasta que caí en la cuenta que eso, contri menos, es una histeria, sentimentalismos extraños, mecanicismos que pueden estar tan lejos de Dios como la niña que habla con su muñequito Chispipí, y lo acuna, lo abraza, le riñe y le pone un supositorio. Hasta que descubrí que era Él el que me besa cada día, y me habla: descubrí que no importa tanto lo que yo ame.

Contigo no había manera porque tenías la panacea a todos los problemas. Eras un compendio de máximas que uno, en los primeros años de nuestra entrega, creía a pie juntillas. Dabas mucha seguridad, chica: el que obedece no se equivoca nunca, te prometo la salvación si me cumples las normas y me eres fiel, basta que hayas visto mi amor una sola vez, en un solo segundo, para que no dudes que yo soy para ti... y uno, feliz, enamorado, ciego y loco, bebía los vientos por estar a tu lado.

Pronto las cosas entre nosotros no fueron del todo bien pero, como era yo quien fallaba, me sentía en deuda contigo. Tú me perdonabas, mirabas para el otro lado, disculpabas y decías "pase lo que pase, no pasa nada, y si pasa, qué importa, y si importa, qué pasa".Y sí que pasaba, sí.

Eras, esa es la verdad, pelín aristocrática y, como todo aristócrata, te gustaba tapar, que no se dijera que "a nosotros nos puede suceder esto". Los marqueses que a la hija embarazada sorpresivamente se le envía a las Batuecas, o el burgués nuevo rico al hijo tonto a estudiar un Management School Economist of Lousiana, y así, tapando, todos somos maravillosos, encantadores. Tienes mucho de eso, cariño.

Descubrí un día que te importaba más tenerme a tu lado que quererme. Peor: tenerme a tu lado, aunque yo no te quisiera. Dios, por entonces, ya nos quedaba muy lejos de ti y de mi. Tú me hablabas de un dios que no tenía nada que ver conmigo: era un Madel Man. Y yo hablaba con Otro, le hablaba de ti, y sentía que era con Ése con el que debía de comenzar, otra vez, de nuevo. Y lo descubrí porque iba a contarte mis cosas, esas que cualquier otro me hubiera aconsejado con más prudencia y sensatez que tú, y la respuesta siempre era la misma. Siempre. Te importabas más tú misma que mi situación.

¿Recuerdas cuándo tenía 22 tacos y me escapé de ti un mes sin decirte oste ni moste?. Escapé porque tenía más mierda que el culo de un gitano -con peldón de los gitáááános-,y no podía más. Un mes entero, en mayo, perdido, sin que ni tu ni mi familia supierais de mi. Un mes de locura. Me encontraste en una estación de tren por el chivatazo de uno y me acompañaste a casa de mis padres. Hablamos mucho. Te conté todo. Y era para temblar. Al dejarme en esa casa me dijiste "mañana, si quieres, puedes volver". Y volví. Es alucinante. Tú sabes que no era ese el mejor consejo. Si vuelve a sucederte otra vez no aconsejes regresar. Pero... somos así: tú, por aconsejar eso, y yo, porque creía que sí, que el milagro se realizaría. Aunque, bueno, yo en esa época no creía nada. Yo era más tonto que mear en un porrón.

Lo que es un milagro, chica, es que uno esté como está ahora y que lleve tres años siendo fiel en mi nuevo camino. Ése sí que es un milagro... aunque no te lo creas.

Te dejé morir al borde del camino como a un herido al que se abandona. O quizás fuiste tú, cuando herido de muerte porque ya no podía seguir tu camino, me abandonaste. Porque tú sigues igual, tan distinguida, tan guapa y tan aristocrática, y yo las pasé un poco putas para asentarme en mi nueva vida... con cien mil pelas a los cuarenta y tres tacos, ya me dirás. En eso, amor mío, eres muy mala y muy jodida. Muy mal.

Otros poseerán esa alma, ese espíritu y esos modos. A ti y a mí sólo nos quedará mirarnos, cada vez desde más lejos, volviendo la cabeza, por caminos que se apartarán cada vez más hasta que nuestros horizontes se separen. Recuerdo los últimos días antes de dejarte y venían tentaciones, provocadas por la desesperación de esas horas insoportables, donde algo dentro de mi intentaba restablecer el equilibrio. Caí entonces en la cuenta de que la pena aflojaba sus garras y respiraba un poco al pensar que al perderte, no estaba todo perdido.

Sería muy duro reconocer que las cosas que uno ha perdido para siempre son las más preciosas y que ya nunca se podrán alcanzar de nuevo. Eso es mentira. Esa es tu gran mentira, cariño: hacer creer que "después de ti no hay nada", alimentar la desesperación en el alma de tus ex con un horror al vacío. Al contrario que la zorra de la fábula prefiero decirte "la parra está muy alta" en lugar de decir que "los racimos están muy verdes". Estás muy alta, y ya me buscaré parras más a mi alcance. Comeré las uvas que tú negabas a los mediocres.

Para mi eres un paraíso perdido, una utopía, algo que no existe, algo que fue y que me gusta recordar porque, esa es la verdad, tu y yo lo hemos pasado fantásticamente bien. ¡Cuántas cosas aprecio ahora gracias a que te perdí! Te escribo, en parte, porque escribir es un modo de rebobinar y manejar el tiempo, ese tiempo, a mi antojo. Puedo fijar un recuerdo y recrearme en él. Lo hago por mi, pero también por tantos y tantas que has dejado con muchas goteras. Tú de eso no te enteras porque dejas a la gente y ya está. Tu vas a lo tuyo. Si vuelven, los aceptas -faltaría más, siempre tan solícita-, pero eso de arrodillarte y besar las heridas de la tristeza de tus ex te da un poco de cosa. Eres muy pija y algo engreída. Lloras poco. Y lloras poco, probablemente, porque no tienes capacidad de hacerlo. Sin embargo, no llorar te convierte más en alguien desvalido que en alguien fuerte. Esa incapacidad de misericordia te hace increíblemente vulnerable... Ahora lo veo muy claro.

Y es cierto que hablas mucho de alegría -la alegría de los hijos de Dios-, de buen humor, pero si rascas en tu alegría se percibe mucho dolor amargo. Intentas permanecer y mostrarte siempre igual delante de todas las personas. Y eso es muy complicado.

Bueno, cielo, te escribiría más cosas, y quizás lo haga más adelante. Para bien y para mal anduvimos mucho tiempo juntos y, de algún modo, eres mi Arcadia.

Me voy a pasear con otra Arcadia, más pequeña que tú, más tierna, más a mi altura, con unos racimos buenísimos (algunos son amargos, es cierto, como los míos), menos sobrenatural y muchísimo más humana.

Desconfío muchísimo de tu moral

Desconfío muchísimo de tu moral -¡tan dura y seca!-, porque a menudo te detienes en ella empleándola como medio para justificar lo más inmoral de ti misma: tu miserable autosuficiencia egoísta y tu acritud al juzgar a los demás. Dices que de cien almas te interesan las cien. Preciosa frase. Lapidaria y contundente. Pero no es verdad, preciosa: de cien almas no te interesan las cien...

Con frecuencia juegas al pozo con la gente que se te acerca y la valoras según apariencias de virtud, talento, posición... cosas muy superficiales, muy exteriores y muy interesadas. Ya no te digo como tratas al que, por razones sensatas, nobles y limpias, te dice que decide tomar otro camino. A ti de cien te interesan las que te interesan: a otro perro con ese hueso.

En mi infancia se jugaba al pozo cuando estabas aburrido con la pandilla. Alguien decía a la chica de turno "oye, ¿si nos caemos fulanito, zutanito y menganito en un pozo, a quién salvarías, a quién dejarías en medio y a quién en el pozo?". Todas las miradas se centraban en aquella hermosura de niña esperando su respuesta. En esos momentos el corazón de esa mujer estaba hecho del mismo material que un gatillo.

A mi, no sé porqué, todas me salvaban... Y a Poyales no. Poyales al hoyo siempre.

Pues tú igual. Tienes unos cuantos miles de Poyales por allí, con unas goteras impresionantes, muy culpabilizados, con un poso de tristeza interior, unas conciencias desesperadas, chutados, con el alma como una nevera que sólo encenderá la luz cuando alguien la abra y la ponga al día. Están así, en parte, por tu culpa: ojales desgastados que buscan un botón donde abrocharse para siempre.

Entiendo, es tu modo de ser, que somos de los que ya no se puede hablar en las tertulias, el trozo que falta en tus fotos, las páginas arrancadas de unas cuantas publicaciones internas. En eso de que quede un recuerdo de alguien no abrigo grandes ilusiones. Lo que no se acaba de entender es que ese criterio lo mantengas también en los trabajos que tuvimos en tus Colegios, en tus Universidades, en tus Escuelas, en tus Institutos Superiores. Y que, como ha pasado recientemente, se celebre un 25 aniversario en un colegio y no te dignes siquiera a cursar una invitación a los actos de aquel día a los que también se dejaron algo más que su tiempo. Sí invitaste a otros que estuvieron, pero no eran de la opus. A esos sí.

Nos tratas como apestados, tipos de dudosa reputación, gente poco de fiar. Y, chica, te pasas, y das la medida de tu caridad. La hoguera de tu amor parece recién sacada del congelador. ¿Qué piensas?, ¿que no tenemos el mismo derecho al que tienen todos los que has invitado?. ¿Crees que no nos alegraría pasear por esos pasillos, abrazar antiguos alumnos y colegas de entonces, reír con los recuerdos de esos días?. ¿Piensas que no tenemos en esa gente, y en esas paredes, una parte de nuestro corazón, de nuestras ilusiones, de nuestro orgullo legítimo de haber estado allí?. ¿Y no es cierto que para bastantes de esa gente seríamos motivo de alegría en ese reencuentro? ¿De verdad te parece que esa es forma de tratar a tus ex?. Entre ellos hay alguno/as que no es que hayan colaborado más o menos, es que han sido la madre del cordero, auténticos fundadores de esas labores... no reconociéndoles esa dedicación te estás ciscando en cosas muy serias.

Hay excepciones a lo escrito. Sé que has invitado a algún ex, pero por razones de interés, de quedar bien: delegados de Enseñanza de la provincia, algún Director General, el hijo de algún Teniente Alcalde, prohombre de la ciudad... A mi mismo, seguro que lo harías, si mañana me nombran Comandante en Jefe de la Sexta Flota en el Atlántico Norte y Tal.

Invita, mujer, invita, que quedas fetén, y luego que cada uno decida si asiste o no. Es norma general en todas las empresas. En todas.

Estos día voy a rezar por ti, lo escribo de corazón. Me parece que vas por muy mal camino, y como no cambies, dentro de unos años, además de Prelatura Personal, vas camino de ser una rama de la Psiquiatría.

Una idea sobre ti que mantienes invariablemente pase lo que pase, lo diga quien lo diga, es que eres irreprochable. Mejor: eres LA IRREPROCHABLE. Una institución que se puede aceptar sin reservas, con plena y total adhesión, que cumple todas las condiciones admitidas, ya sea de un modo expreso o tácito, para ser amada. O sea, que juegas a cara y cruz con una canica. Eres perfecta...

Una lástima. Si fueras un pelín más tolerante, si aceptaras que no siempre eres perfecta, que metes la pata, que te equivocas, que estás sometida a las limitaciones que todos tenemos, te iría mucho mejor. Ese modo de ser no te invalidaría, al contrario, te haría más humana -en el sentido que a ti te gusta de "humana como más sobrenatural". Reconocer eso también te llevaría a decir "bueno, no está exactamente bien lo que se ha hecho, pero de ahora en adelante las cosas se van a intentar hacer de otro modo. Vamos a mejorar esto, esto y esto. Vamos a por ello".

Lo irreprochable es posible, pero sólo con esa condición de que podemos mejorar en el futuro, de que no es algo acabado, esculpido, inamovible, acortezado, fosilizado... Y esa es la condición que te falta. Más aún, cuando alguno intenta aconsejarte algún cambio en modos de tu espíritu, de tu modo de actuar, en criterios de forma o de fondo sobre la pobreza -te lo tendrías que plantear-, o sobre la formación espiritual que das -también deberías de planteártelo- de los modos de hacer proselitismo... das la callada por respuesta y le metes una patada a seguir, como en el rugby, que lo envías donde el viento da la vuelta... que se lo pregunten a Ruiz Retegui y a tantos otros que pasaron de la planta de la Semana Fantástica del Corte Inglés a Oportunidades de Hipercor en un abrir y cerrar de ojos. Eso sucede por pensar... ¡A quién se le ocurre!: en la opus no hay que pensar nada. En la opus el espíritu es "obedecer o marcharse".

Mira, la vida es un equilibrio entre certidumbres e inseguridad, pero las certidumbres nunca son absolutas. Hay que revisarlas, definirlas de nuevo, confirmarlas. No se puede decir, de ti ni de nadie: esto es seguro porque lo vi una vez con plena claridad. Las creencias tienen que ponerse a prueba en el tiempo, en el día a día, hay que andarlas. Nuestra conducta -la tuya también- tiene que estar apoyada en razones vitales que la aseguren y confirmen. No vale afirmar, como a ti te gusta repetir, eso de "¡te basta mi gracia!", negando la naturaleza, el carácter, la forma de ser de cada cual. Negando las "razones vitales personales". No somos iguales, aunque nos parezcamos.

Te olvidas de que existe una maravillosa posibilidad humana y es la de poder decir "desde ahora voy a volver a empezar".

Eres la remamangüeva. Ayer me escribía un ex, y me comentaba que todavía no había conseguido cerrar la boca ante el comentario que le hizo uno -uno así como muy preparado y todo un Jefe de planta de la Cosa- cuando leyó la carta que éste había escrito al Perlado de la opus pidiéndole la dispensa de sus compromisos: "eres un sentimental". Le dijo "eres un sentimental" como se dice "tú eres gilipollas". Y todo es que el chico había abierto su corazón de par en par sabiendo que se despedía, y lo hacía a su manera. Sangrando.

¿Y ése tío qué quería?. ¿Que le escribiera "vete a tomal pol culo tú, la opus y los cien mil hijos de San Luis y dame ya la dispensa que si no te meto un guantazo que ves a Tía Carmen vestida de Popeye el marino soy...?"... pero no. Era un sentimental, el pobrín. Y el otro un capullo. Y, encima, psiquiatra.

Y es que lo llevas en la sangre, encanto. Leyendo el comentario de este amigo recordé una frase de uno -éste ya no es que sea Jefe de Planta, éste tiene hasta nombre y apellido de calle en Barcelona- que me dijo un día en Roma refiriéndose al subdirector de San Rafael de una delegación "a fulanito lo que le pasa es que tiene sentimientos y sufre cuando hay que apretar para que pite alguien, y es que los de San Rafael tienen que ser tíos muy duros. Si son sentimentales sufren mucho". Y no le faltaba razón.

Nada. Tú a lo tuyo. A la irreprochabilidad.

Un conocido mío dejó a su mujer y contaba "se acabó con ella, chicos. Llevo días pensando sobre lo nuestro y sabía que algo se había enfriado entre nosotros. Y se lo dije: lo que echo de menos en ti no es tu piel sino tu ropa". Nos quedamos a cuadros.

Pues contigo es todo lo contrario: lo que se echa de menos en ti es tu desnudez. Hombre, algún fallo tendrás, algún defecto, alguna mancha, alguna cosilla. Y no me vengas, que ya nos conocemos, que los errores son de las pelsonas cuelpos humanos, que sí, que también, pero me parece que tú también tendrías que hacértelo mirar. Un poco.

En la carta de Don Álvaro que nos ha colgado Orejas, por ejemplo, dice unas cosas de nosotros que uno se pregunta si está leyendo a un santo o a un tío con ganas de joderte el resto de los putos días que te queden de vida. Porque da manteca fina para hartarse. Parece que estaba escribiendo y tal, y al llegar a la página de marras, la de los ex, dijo "todos fuera, dejadme solo, que se van a enterar estos... ¡¡¡dejadme soloooo!!!". Y a zumbarle a la badana.

¿Cómo se puede escribir así, a peso, al buen tuntún, midiendo a todos por el mismo rasero, eso de "si alguno de mis hijos se abandona y deja de guerrear, o vuelve la espalda, que sepa que nos hace traición a todos: a Jesucristo, a la Iglesia, a sus hermanos en la Obra, a todas las almas". Sí, hombre sí, y al Barça, y a las Clarisas de Cotatuero, y a mi abuela Dolores que en culo tiene flores.

Y eso de que "se ha puesto el corazón en los encantos de una vida mundana, y en lugar de servir, se ansia sólo triunfar; en lugar de darse, tener; en lugar de Amor, egoísmo; y al fin, en lugar de negarse a uno mismo, se niega a Dios. Entonces, donde había entusiasmo y alegría, aparecen el aburrimiento y la tristeza mala...".

Pues no, listillo. ¿Encantos de la vida mundana?: suena a "Manual de Urbanidad para señoritas". Los encantos de la vida mundana los viví contigo, que allí se vive encantadoramente bien. No me fui ni para triunfar, a ver si te enteras, ni pata tener -tú sí que tienes y, además, no das nada gratis, que vas a cobrar hasta el agua bendita en los cursos de retiro, y que no gastas ni en bromas -. Ni me fui para ser egoísta -donde lo era, y mucho, era viviendo como un burgués en cualquiera de tus centros y casas de convivencia, que se vive que te cangas-. Ni abandoné para negar a Dios -tú lo niegas en este texto donde cuesta reconocer que el opus sea del mismo Dios que se supone que tú y yo tratamos. El Tuyo es Jehowa el Terrible.

Y de aburrimiento y tristeza mala, narices. ¡¡¡Joder con el dichoso rejalgar ya, hombre!!!.

¿Pero no te das cuenta de que así no puedes ir por la vida?. ¿De verdad que no lo ves?.

Mira, me he cogido tal rebote leyendo la carta de Don Álvaro que me voy a la calle a hacer una pintada y así me relajo, que es que me pierdooooo.

 

Pesadilla antes de Navidad

Tuve una pesadilla. No es la pesadilla que se muerde la cola, como sé que a algunas/os se les repite noche tras noche. Te la cuento.

Estaba desnudo en un paisaje sin naturaleza. Tampoco había en él nada humano: era una superficie enorme, como un mar liso de mármol blanco que se extendía por los cuatro horizontes hacia infinitos de líneas delgadísimas. No recuerdo colores, aunque sí la luz...

Unas figuras se acercaron hacia mí desde muy lejos. Eran cientos de personas que caminaban decididas en silencio a mi encuentro. Me avergoncé de mi desnudez al comprobar conforme se acercaban que todas ellas me resultaban conocidas y, algunas, familiares. Se pararon ante mí y comenzaron a increparme. Sus voces se confundían en un griterío de insultos y denuncias que no conseguía escuchar. Tenía mucho miedo. Temblaba de miedo y también de estar tan sin nada, sólo deseaba tapar mis vergüenzas y escapar. Allí nada podía ocultarme.

Llegaste Tú de no sé donde. No te oí llegar, aunque quizás ellos sí lo vieran. No me atreví a mirarte.

- Éste es un traidor -me acusaron dirigiéndose a Ti. Un cerdo. Peor que eso: es el neceser de un cerdo. Durante años vivió con nosotros, en Tu nombre, maquillando su vida de entrega y haciéndose pasar por lo que no es. Vestía nuestras ropas, comía en nuestra mesa, disfrutaba de nuestras casas, hablaba nuestro lenguaje. Ahora nos traiciona y sabemos de él muchas cosas. Sabemos que es indigno de toda felicidad, de toda paz. ¡¡¡Rejalgar para él y sus descendientes!!!

Tú les mirabas en silencio. A tu lado, en cuclillas, no sabía qué hacer. Estaba aterrorizado, tiritaba mirando al suelo y con los ojos cerrados con una fuerza que me dolían. Las voces ya no se confundían y podía discernir quién era quién en sus acusaciones: Don Rafael, Don Ramón, Don José Ignacio, la familia Tal, Julio, Don José Manuel, Fernando, Evaristo... eran muchos y, uno a uno, esperaba su turno y sentenciaba.

- Éste -nadie me llamaba por mi nombre-... éste ha ido de prostitutas gastando el dinero que debía de entregar para Tu causa. Y ha sido adúltero y fornicador. No una vez, no, ¡¡¡repetidas veces!!!. Ha mentido, ha engañado, abusó de la confianza que Tú y nosotros le dimos manchando Tu nombre y el de nuestra Madre Guapa. Se dice que abandonó nuestra Obra, Tu Obra, y se lió con ex numerarias que dejaron su vocación por sus escándalos. Se dice que a una la dejó embarazada abandonándola a su suerte... La Ley dice que hay que apedrearle. Tú que dices.

Las denuncias, como la lista de la guía de teléfonos de Nueva York, se sumaban: mis vanidades tontas, mis pequeñas y tristes ambiciones, mis mezquindades, mis mentiras, mis egoísmos... las calumnias también, sus mentiras, sus torcidas interpretaciones. Era imposible defenderme de todo aquello, tan confuso.

No sé si mirabas a ellos o a mí. Sentía tus dedos acariciándome la cabeza.

- El que esté libre de pecado -sentenciaste- que tire la primera piedra.

Ignoro quien fue el primero que lanzó aquel pedrusco sobre mi sien... pero el cabrón tenía una puntería del patín de la baraja. Luego vino una lluvia de chuzos, cascotes, cantos rodados, cada uno con su grito y su insulto. Una confusión de ira que aterrorizaba. Con los brazos cubrí mi cabeza y perdí el sentido en un charco de sangre.

Desperté con mi cabeza ensangrentada en Tu pecho. Me acariciabas. Sentía el latido de tu pecho, como aquella otra vez, hace años. Sabía que eras Tú. Te miré: estabas sembrado de llagas y muy herido por las mismas piedras -¿cuántas te dieron a Ti, cuántas a mi? - que aquí y allá se desparramaban por el suelo.

- Satur, ¿alguien te ha condenado?.
- Pues... de sí. Me parece que sí. Y por ponerte cerca, mira lo que te han hecho: no todos son Guillermo Tell.
- Pues yo no te condeno. Anda y no peques más. Nunca mais.
- Vale, lo intentaré.
- ¿Cómo que "vale, lo intentaré"?. Te digo que no peques más, caradura.
- Es queeeee...
- ¿A que te comes estas piedras, campeón?
- Vale. Nunca mais.

Y me fui tan feliz y tan campante. Ya no estaba desnudo... o sí, pero no me importaba.

Eso de la muerte

Querida Opus:

Eso de la muerte

Los días anteriores a dejarte me asaltaba con frecuencia la idea de la muerte. Pensaba "¿y si muero al día siguiente de marchar?". Son curiosos los resortes sicológicos que se desencadenan cuando tomas decisiones de ese calibre, donde toda tu vida se replantea de una manera radical. Donde sabes que, además, no hay posibilidad alguna de marcha atrás. Apuestas no sabes exactamente a qué, ni a quién. Sencillamente apuestas. Y Dios dirá... si aún queda una idea de Dios...

¿Y si palmo?. Era el miedo. Tú misma lo fomentas desde la primera formación de un modo que tú sólo sabes hacer: antes pedir la muerte que abandonar la vocación. Incluso animabas a pedirla al Señor: Jesús, quítame la vida antes de dejar el opus dei. Lo expresaba mejor tu Santo Fundador "prefiero que me digan de un hijo mío que se ha muerto antes de que me digan que ha dejado la Obra". Acojonante. No faltaba quien la pedía para otros si los veían tambaleándose... que, también, hay que ser jodidamente retorcido. Creo que yo mismo lo hice en su día. Menos mal que Dios no te hace caso porque de ser así no ganabas para nichos, panteones y tumbas varias: tendrías que hacer una separata del In Pace en Romana como para empapelar los Museos Vaticanos. El miedo, que tú provocas -y eso tampoco está nada bien, chica- y que desencadena sentimientos de posibles futuras desgracias, de desesperación ante lo desconocido, de desdicha ante decisiones que nadie de los tuyos pueda comprender, de escándalo por el mal ejemplo que das a tus hermanos.

Miedo a lo imprevisto, a ser un pardillo el resto de tus días, a equivocarte, a la mala suerte, a lo incierto disfrazado de malaventura, de maldición y de tristeza.

Y -el que lo vivió lo sabe- en esos días de zozobra, desearías morir y no tomar ninguna decisión, "que me entierren en Villa Tévereeee, al pie de Nuestro Padreeeee, mis hermanos me amortajen, que es tierra de hombres cabaleeeeesss". A espicharla, y asunto zanjado.

Y, simultáneamente, uno decide que no, que venga... pero con la idea de que a lo peor, de regreso a casa, con todas las maletas en el coche y muchas explicaciones que dar, te metes un meko y, hala, al Valle de Josafat, y de allí a la Gran Laguna del Aflojamiento del Esfínter de Satán, con mierda hasta la barbilla y gritando toda la eternidad "¡¡¡NO HAGÁIS OLAAASSS, NO HAGÁIS OLAAAASSSS !!!".

Es tremendo lo que consigues con eso de la muerte.

Tremendo e injusto.

Recuerdo la famosa meditación que nos endilgabas en noviembre sobre como sería nuestra muerte en versión de San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás y de Barbastro y Piura Todo. Era un texto siniestro, de factura más que trasnochada, histriónico e histérico, barroco, de tintes inquietantes, sombrío, y de una mala leche... decía mucho de Chema, la verdad. Ese tío no se andaba con chiquitas con tal de tener a la peña hecha un ¡ay de mí!

"Han venido a decirnos que es la hora (muchacho, palmas ya, pero ya, ya, así que, venga, menos rollito de tío que agoniza y tal y a confesar con Don Peich Brawonauer) -predicaba Escrivá- y llega un sacerdote de Casa para atendernos. ¡Qué consuelo abrir una vez más el alma a un hermano tuyo - yo a un hijo mío- con quien has sido siempre sincero! Hacemos una confesión clara, entrecortada y breve".

Lo de entrecortada no se acaba de entender. ¿Entrecortada?

- No uuuu... ¡ajjjjj!, no uuuuu... so el aaaagugugu aaa,¡¡¡ +ajjjjjj!!!, bendididita desde, ¡¡¡¡AAJJJJJJJ!!!
- ¿Desde cuando no usas el agua bendita, hermano mío?. Habla, sincérate. No temas.
- ¡¡¡AJJJJJJJ!!!... dos dídídías.
- ¡¡¡Bieeeenn!!!. Sigue...

"Con caridad sacerdotal nos van ayudando, para prepararnos mejor al abrazo de Dios: ¿y esto?, ¿y esto?, ¿y esto?"... (¿ y lo de aquí?, y lo de allá?, ¿y lo de más arriba?, ¿y lo de más abajo?.. A propósito, hermano mío, fuiste tú el que me usabas la pasta de dientes cuando me iba de curso de retiro?).

- Sí... ¡¡¡ajjjjj!!!

- Cabronceteee; porque estás como estás, que si no te meto un guantazo que te pongo directamente en el álbum antiguo de Crónica del 63. Mamón. Era un clit Clisident.

"-Sí, sí, también". -añade san Josemaría. Ése "sí, sí también" daría para mucho. Ése hombre debía de preguntar hasta la marca del primer paquete de tabaco que robó el agónico a los quince años.

"Luego nos imponen una pequeña penitencia: di conmigo: Ave María Purísima, sin pecado concebida" (y luego, tú solito, te rezas quince rosarios, veintitrés credos y ochenta Triums Puerorums, por lo de la pasta de dientes. Listillo.). "A continuación, nos imparten la indulgencia plenaria in articulo mortis".

In artículo mortis in corpore in sepulcro.

"El médico dice que nos vamos, y sale a buscar una inyección... Tus hermanos vienen desde el oratorio, donde están rezando, con velas. Han llegado desde el Centro donde se guardan los Santos Óleos, para que nos administren la Extremaunción. Y recibimos también el Viático. ¡Qué alegría!".

¿Cómo qué "¡¡¡qué alegría!!!". ¡Vaya panda de cabrones!. Mientras el tío todavía está vivo, y aprovechando que el médico sale a buscar una inyección- muy profesional eso de dejarse la inyección no se sabe donde (¿cianuro, quizá?), aparecen alrededor de la cama unos tíos con VELAS. Encomendando, eso sí, que vienen del oratorio, pero con unos cirios que decoran las cuatro esquinitas que le acompañen. Vamos, ni Drácula. Y, claro, el tío acojonadete con el asunto. Ya no te digo cuando, además de colocarle las velas ve como empiezan a sacudir una sábana entre dos para alisarla.. . ¡¡¡Qué alegríííáaaaa!!!.

"Ya has muerto" -aclara más adelante. O sea, lo que he dicho: el urco aún estaba vivo. Del médico y la inyección, no volvemos a saber nada. Sospechoso.

"Así te envolverán: sin miedo, con inmenso cariño, deseando intervenir todos, sin asco, aunque tu cuerpo esté comenzando a descomponerse. No faltarán manos piadosas, que llenas de caridad -¡cariño sobrenatural y humano!-, te presten este último servicio. Uno de tus hermanos -quizá aquél que pensabas que no te tenía mucha simpatía- se sorbe las lágrimas con grandísima pena (¿dónde habrá dejado este pedazo de cosa mi fantástica y maravillosa pasta de dientes Kit Clisident); otro reza; otro no se atreve a entrar, porque sabe que va a estallar su emoción. Y esto, ¡que pasará!, sucederá a la hora en que humanamente nada esperan de ti".

La repanocha. Lo del "asco" da para una sesión: ¿asco de qué o de quién, Escrivá. ¿Tú sabes lo qué es de lo qué el amor fuera de la opus, o crees que sólo allí se sabe amar?. Y luego la imagen de todos allí interviniendo a saco " oye, que me dejes quitarle los calzoncillos, porfa", " pues, que no, que ya le desabrochaste la camisa, es que lo quieres todo..."

- Directooorrr, el escapulario lo tiene como muy pegado y...
- Venga, leche, ¿no veis que se está descomponiendo?. Tú, recoge ese dedo del suelo y pónselo en el pecho, y el de la sábana arreando que se nos putrefacta, y estaos quietos ya, hombre.
- ¿ Y si es incorrupto?
- Tu encomienda porque como nos salga incorrupto la tenemos montada.

Quizás me pase, que sí, que me estoy pasando, pero me parece que a veces ése hombre era un poco payaso.

Sí, ya lo sé, yo también lo puedo ser... pero yo no soy santo, ni ganas. Él sí.

De mi sé -con toda seguridad- que todo lo he aprendido de otros: todo; desde saber hacer pipí -¿te acuerdas mamá?-, hasta leer, cruzar un semáforo, o decir "gracias, es usted muy amable". Lo que no sé hacer o no me lo enseñaron -adiestraron- o soy más tonto que mear en un porrón.

Hay, sin embargo, un asunto que lo hice yo sólo. Nadie me lo enseñó, ni me lo transmitió, ni me lo inculcó. Nada. Lo hice yo sólo.

Fue nacer. Nací solito. Me acuerdo como si fuera hoy que estaba allí en el seno de mi madre nadando en el líquido simiolítico, o como se llame eso, y de reprononto vi una luz y, patapámpimpán, salí. Creo que de culo, pero salí. YO SOLO. Nadie me aconsejó. ¡¡¡LE HICE YOOOOO!!!. ¡¡¡LE HICEEEEEEEEE!!!

Y me huelo que cuando me muera, que es otra manera de nacer, me sucederá lo mismo: que estaré solo. Solo. Sin mis hermanos, sin velas, sin tanto rollo y sin nadie que pueda decirme "mira, ahora te vas encontrar con esto, con lo otro y con lo de más allá, y no hagas esto, di que tal y sé bueno". Nada. Solo.

Y la Piedra me cogerá la mano, putrefacta y descompuesta, y me pondrá cuatro velas -espero que ya "palmao-", y antes me habrá dicho mil veces que me quiere. Yo le diré que sí, que yo también. Pero estaré solo.

Y estoy casi seguro, casi... de que todo saldrá muy bien.

Aunque a ti, querida opus, esto no te gusta leerlo. Pero sí: esos "nacimientos" también salen naturalmente bien.

Y, como es Navidad, te voy a dar un consejo: vas a acojonar a tu Padre.

Por cierto, murió gritando ¡¡¡Javiiiiii!!!.

Puedes llegar a ser estructura de pecado

Querida Opus

Lo más fuerte que se ha escrito de ti en Orejas es de Antonio Ruiz Retegui: que puedes llegar a ser una estructura de pecado. Exactamente no lo predica de ti –aunque sí afirma que se puede dar en instituciones eclesiásticas… No lo afirma de ti, pero deja caer que podría ser que sí, que a ti también te puede suceder...

Quería decir que hay formas de organización de la vida humana que inducen a todos los que forman parte de ella al pecado anulando su conciencia moral. Un caso muy claro sería la administración y culturas nazis, pero hay más ejemplos. Una cultura como la nuestra donde se practican cerca de ochenta mil abortos al año con una insensibilidad extraordinaria está inmersa en esas estructuras de pecado. No hay conciencia moral y por esa razón, en muchos casos, no hay remordimiento alguno. Se aborta como se escupe, o como se tose, o como se suena uno los churretes.

A ti también te puede suceder, y te sucede: se anulan muchas conciencias.

¿Cómo se llega a esa situación? Pues, supongo, que al final de ese camino se termina en la disolución del individuo en la sopa institucional. Tú misma provocas que, por encima de la libertad personal y de limitarte a acompañar y asesorar buscando la felicidad y el bien hacer de cada uno, ir a lo más fácil: minar el campo de la conciencia de infinidad de normas, criterios y costumbres cada vez más complejas y marcar con ellas el termómetro de la bondad y felicidad de cada cual. Bondad y felicidad no siempre van cogidas de la mano… Se puede ser muy bueno y muy desgraciado.

¿Quién te ha dicho a ti que toda esa tupida red de normas, costumbres y criterios que año a año, mes a mes, copilas y tejes significan la bondad y la felicidad?. Por más que lo repitas - ¡cumplidme las normas y os aseguro la felicidad terrena y la eterna!-, o por más que te apropies de la omnipotencia divina como señal de la eficacia de tus palabras: este espíritu me lo dio Dios.

La verdad es que a uno cada vez más le cuesta creer en los milagros, en las teofanías y en pretendidas actuaciones extraordinarias de la divina Providencia. No sé, quizás es falta de fe, pero se intuye que Dios no es tan mecanicista como algunos tratan de hacernos creer. El beso sobre la reliquia de un santo está más cerca del que se repasa el cuerpo con la pata de un conejo que de Dios. Los quinientos días de indulgencia de la cruz de palo se puede parece mucho a la superchería del que se santigua tres veces y se besa los dedos antes de un partido.

Cuando afirmas que en tu fundación Josemaría “vio” la opus dei y que Dios se la insufló… pues, qué quieres que te diga. También podría ser que ese hombre, que se mortificaba de una manera exagerada, no sin cierto espectáculo (lo de dejar manchitas de sangre esparcidas por el lavabo es de traca. Si, vamos, cuando dejo una gotica de pis en la taza me caen los paquetes que me caen por La Piedra, no quiero de pensar que sería si le dejo todo el lavabo como una explosión de lentejas rojas), realizaba unos ayunos extraordinarios, tomaba un poquito de rejalgar, o ceniza, que tenía en una cajetilla en su despacho, pasaba sed hasta que la lengua se le cuarteaba… da que pensar si con veintiséis años, y ese tipo de vida tan tan, no sólo viera imágenes de la Virgen que le sonreían, niños Jesuses que cobraban vida, mensajes de lo Alto. Lo extraño es que no viera también a Amenhotep III saltando una comba que balancean Pío XI y el mismísimo Abraham Linconl mientras la cabra de la legión canta eso de “salta, salta,salta, pequeña langosta”.

Me contaron una anécdota hace unos días. Una numeraria que fue durante muchísimos años Majorete Mayor en Villa de la Rose -pongamos que se llama Chus Bermeo Toda- y que ahora han enviado a una ciudad de provincias, tuvo que ir a la consuta de una dentista que no es de la prelatura. Y estando en la sala de espera ojeando una revista, derrepenete, depronoto, patapám, le da un puntazo y arranca dos páginas . Y se dirige a la pobre chica de recepción y le dice que muy de mal, que esas publicaciones no son para ser exhibidas allí.

La pobre auxiliar la miró como mi madre cuando una tarde entró en su habitación y me vio en calzoncillos lanzándome desde su armario hasta su cama gritando a lo Tarzán (quede claro que no sabía que ella andaba por casa).

La revista era Telva.

Días después tuve un Telva en mis manos y por más que miré y remiré, no observé nada censurable para una mente conservadora. Lo único que hubiese arrancado con los dientes es la afoto de Covadonga Oh Shí, pero no por nada, es que esa chica se presenta al Cuerpo de Correos y le dan la plaza de buzón. Creo que Julio Iglesias se inspiró en ella para componer "A veces llegan cartas....".

Y uno piensa que con ese ladrillo de cabeza de Chus Bermeo Toda, que dirigió cienes y cienes de almas a través de escritos, criterios, charlas, que tuvo que aconsejar y asesorar, la cantidad de líos y de madejas de conciencia que debió de armar. Con toda su buena intención.

Y es que a lo mejor la moral no es algo que estorba, que impide vivir, y que encorseta las conciencias, a veces hasta el escrúpulo, la neurosis, el miedo y la enfermedad, y es algo más sencillo: conocerse mejor, conocer mejor a la gente, mejorar poco a poco, amar dándose como uno es -con sus problemas, y sus complicaciones personales- hablar con un Dios que no cumple las normas que unos julapis le dicen que tiene que cumplir. Como la anécdota del Padre Zalba, uno de los consultores que nombró Pablo VI para revisar la Casti Connubi, tenida por casi dogmática. Cuando la comisión vio que había que rectificar algunas cuestiones, Zalba preguntó "¿y qué hacemos con todas las almas que hemos llevado al infierno por la Casti Connubi?". Buen ladrillo llevaba ese también. A lo que le contestó la fundadora del Movimiento Familiar Cristiano " Zalba, esperemos que Dios no haga caso de nuestras órdenes".

Pues eso. Que no haga caso de las Bermeo Toda de turno, porque entonces lo tenemos clairo.

Como el chiste.

- Mamá, ¿er pááápa tiene peine?.

- Pos CLAIIIIRO, hija

Ana Botieso

Esta tarde de sábado nos ha visitado Ana Botieso, una amiga de la Piedra. Es una de esas personas que tienen el don de la oportunidad. Se presenta justo en el momento más mejor: a la hora de la siesta. Y no cuando uno está inmerso en ella -que entonces no hay quien pueda conmigo- sino al inicio, cuando empiezas a chuparte el dedico gordo. El de la mano...

Ana es buena chica, pero muy brasas. Me admiran sus monólogos, es capaz de estar hablando ella sola durante minutos sobre los temas más absurdos que imaginarse pueda. Se tiene la impresión, escuchándola, de oír las instrucciones de Bisolbón Compositum, por ejemplo, o la tabla de multiplicar del 7513. Una fiera. Muchas veces la recuerdo cuando voy a confesarme a una iglesia y veo que una ancianita de miles y miles de años se me adelanta, "que no sea una Ana Botieso, Señor", rezo. Pero, quiá, la mayoría de las ocasiones sí que lo es, o la es, o le es, y desde el inicio de la Misa hasta el Podéis ir en Paz allí está la buena señora, con su reúma pertinaz, su artrosis hiperanquilosante, de rodillas, raca raca raca. Y uno se pregunta qué clase de bestia parda debe de ser esa anciana, qué perversiones le acechan, qué cúmulos de graves culpas le maquillan… asesinatos, envenenamientos, adulterios, robos.

En esto, todo hay que decirlo, lo tuyo era un chollo. Te confesabas sin esperar a mujer alguna. Ibas y, pimba, en dos minutos a la puta calle. Sí señor, como tiene que ser. Y, además aconsejabas "las confesiones tienen que ser completas, concretas, concisas y breves". Muy bien, campeona.

No han cambiado las cosas en 27 años, que ya son años. Recuerdo de chaval que sucedía exactamente lo mismo. Te ibas a confesar a la parroquia y si se te adelantaba una de esas señora que conocieron el Mar Muerto cuando estaba Enfermo, lo tenías claro… Después, ya viviendo contigo, me olvidé de aquello. Y ahora que he regresado al mundo de los vivos me encuentro, para mi sorpresa, que allí siguen. No sé si son las mismas, pero se parecen muchísimo.

Bueno, que me voy de tema. Pues a la que Anita ha empezado a darle a la sin hueso hice mutis por el foro y me fui a visitarte en Intelnés. Paseé por los colegios donde anduve y, chica, tengo que decirte -otra vez- que alguna cosa me llamó la atención. Y es que eres muy pija, muy distinguida toda tú, muy clasista y también un poco paleta.

En todos los colegios, con más o menos gracia en el diseño, tienen una pestaña dedicada a la Asociación de Antiguos Alumnos… en alguno les llaman "Seniors". Entenderás que navegue por allí, pues son los que más conocí. Uno es sentimental y le gusta recordar, ver afotos de las promociones en los distintos aniversarios de promoción, eventos deportivos, aceitera, aceitera. Se dedica un apartado a Noticias y se trata de antiguos alumnos que se han casado -con nombre y apellidos de los contrayentes, como en el Hola-, si han tenido una niña, en qué trabajan, o si han tenido un cambio profesional. En estos casos todos son tipos que triunfan: directores ejecutivos, directores generales, socios de afamados despachos de abogados, financieros cracks, empresarios que ascienden en su vida profesional como pedo de buzo… No lées que Juan Martínez trabaja en el Banco de Zamora en la sucursal de Villafáfila, o que Felipe Lotas es comercial de vídeos Beta Max en Cibeles Noconduzcas, o que Alfredo Santos tiene una tienda de Tarot y libros de esoterismo en Aldehuela de En medio. Nada. Allí todos los alumnos son planetarios. Rompen la capa del ozono.

Una pena. Además, que algunos bastantes de esos que van de chiunfo en chiunfo resulta que el despacho de abogados donde le nombraron socio -oh casualidad- pertenece al padre de la niña con la que se casó -al queridísimo suegro-; que la empresa donde es director gerente tiene como nombre su apellido: Carlos Chistorra ha sido nombrado director gerente del Grupo Muebles Chistorra… Así cualquiera.

Y es que eres asín. Te gustan mucho las apariencias, los disfraces, los títulos, los honores, las distinciones, todos esos juguetes de vistosa apariencia que mucha gente estrecha contra su corazón incluso aunque se hallen al borde de la muerte. Hay que ver como disfrutas, y así se refleja en tus revistas, en tus páginas wells, en tus eventos, de toda esa inmensa fascinación de lo inútil. Da risa, aunque debería de dar pena. Parece que toda tu formación -pelín calvinista- fuese encaminada a eso: a salir en una foto preciosa de burgueses adinerados, donde se confunden felicidad, pelas, bienestar y posición social. ¡Cómo si nuestro corazón no tuviera capacidad para entregarse más que a juguetes, tonterías y apariencias!

Te encanta distinguirte con ese tipo de ex alumnos que son de lo más chachi, de los que pisan moqueta y molan mazo. Y a los otros, que les zurzan.

En fin, que no tienes remedio.

Repasando fotografías y curriculums de chiunfadores en esas páginas me topé con un rostro y me vino un flash a la memoria que tenía olvidado. Fue como cuando abres un armario desordenado y comienzan a caer sobre ti todo tipo de prendas de vestir, juguetes, libros… algo así: vi la afoto y fue como abrir el armario de la memoria y caérseme encima todo tipo de anécdotas de aquellos años cayendo todo tipo de recuerdos sobre mi. Leí que "Juan Dubidú ha sido nombrado Director de Marketing del Corporation Group Dubidú". El señor Dubidú es el papá de Juanito Dubidú… ¡difícil olvidar a Juanito!.

Estábamos en clase de Religión en 4º de la entonces EGB. Criaturas que acaban de salir tan sólo ocho años antes del líquido semionilitico, o como se diga eso. En esto que Juanito levanta la mano mientras mueve con fruicción las piernas como Marta Sánchez cuando canta eso de "Soy yoooo…". Se estaba haciendo pipí la criatura. Le doy permiso para salir al lavabo y el chaval sale zingado Y a los dos minutos entra dando unos alaridos inenarrables. Recordaba el final de Hey Jude. Algo escalofriante. Y observo, alucinado y desorientado, a Juanito con el ciruelito engachado a la cremallera del pantalón. Bueno, lo de ciruelito es un decir. Toda la clase se puso a gritar con Juanito, como si ellos mismos fuesen presa de la misma cremallera en su mismo nabo. Espeluznante.

No sabía qué hacer. Conozco rudimentos de primeros auxilios, pero ninguno de ellos trataba sobre "cuando la minga queda atrapada en una cremallera". Y el niño no paraba de dar saltos delante de mí y emitir unos gritos que, viendo el color que iba tomando el varonil miembro, me parecían sinceros. Muy sinceros. Lo llevé a la única persona que podía saber algo de eso: un colega que, además de ser padre de nueve criaturas, era profesor. "Éste tiene que saber de esto", pensé. Y allá me fui con Juanito, pasillo adentro, entre unos bramidos que ponían los pelos de punta, incluso el de las espaldas. Llamo a la puerta del aula donde estaba el "Preñón de Gibraltar" y le pido que salga con urgencia.

-¡¡¡JOOOOOOODEEEEEEEERRRRRR!!! -dijo el baranda cuando vio al chaval con el pimiento del Padrón apunto de explotar. ¡¡¡A URGENCIAAAAASSSSS!!!

Y allí se lo llevó.

Felizmente todo salió bien. Estuvimos unos días sin verle, pero salió bien.

Y, mira, ahora es Director de Marketing. Y me debe la vida el tío.

Me dicen que todavía hoy, en las noches de luna llena, se escuchan los alaridos de Juanito por los pasillos y aulas de ese colegio.

Estatua de sal

Querida Opus:

Se dice que la mujer de Lot quedó convertida en estatua de sal no porque fuese una cotilla paleta y de pueblo que no pudo resistir la curiosidad de contemplar aquel dramático espectáculo, sino porque en esa ciudad ardía el corazón que ella amaba…

También cuentan que no fue exactamente por esa razón, sino porque al girarse comenzó a gritar: "¡hala,guarros de mieeeerda, os lo tenéis bien ganado, cochinos, más que cochinos, piernas y sinvergüenzas! ¡¡¡Maricas!!!, que os lo tenéis bien merecido y que os den pol…". No pudo terminar la frase… pimba, estatua de sal que se quedó...

A ti te va a pasar lo mismo. Con esa visión rancia y negativa que profetizas a todo el que te deja, con esa formación cristalizada, lejos de la caridad más elemental, que desea -y así lo dejas escrito- una vida llena de miedo, de inseguridad, de tristeza a quien un día te dijo "oye, que no puedo, que esto no es lo mío", te mereces convertirte en estatua de sal. ¡Qué deplorables son las instituciones -y las personas- cuando intentan ser como Dios, cuando tratan a su peña como si los hubiera sacado de la nada, ejerciendo sobre ellos los derechos del creador!.

Algo de estatua de sal ya comienzas a tener. Debe de ser que la cosa se cristaliza poco a poco. Te estás volviendo como muy seca, muy institucionalizada y muy aburrida. Uno se pasea por Romana y aquello parece un "Manual de Buenas Maneras Vaticanas: usos y decoros". No sé. San Josema cuando escribía sus cartas no andaba con citas de Pablo VI, ni de Juan XXIII, ni del Acetato, ni glosaba la Populorum Progresio, o la Rerum Novarum, o la carta de Pío XII a los prelados Arapajoes de la diócesis de Dakota "Acascala totum". Escrivá no era nada institucional y le iba mucho el darle a la pluma y, venga, lo que saliera. Así le ha ido, que hay varias cartas bien guardadas porque con el paso del tiempo suenan como muy fuertes y no se las lee ni Magoo.

Pero era un tipo nada institucional. Iba directo a lo que le interesaba. Era, por decirlo de algún modo, ciento por ciento vocacional. Y, aviso a navegantes, muy crítico con la Iglesia de su tiempo, con el Papa de su tiempo y con bastantes obispos. No faltan testimonios que avalen lo escrito.

Y algunas de sus frases hoy a más de un lector/a de orejas le dejarían muy dolidos. Pero, claro, Pablo VI no era Juan Pablo II… ni, por poner un ejemplo, el cardenal Bueno Monreal, gran amigo de Escrivá, pero "pobrín, al final de su vida perdió la cabeza y está haciendo muchas tonterías", no era Rouco.

Todo eso ha cambiado y te has vuelto muy Prelatura. Lees los textos del Prelado y son como el Chiti chiti bang bang. Todo tan potito, tan acaramelado, tan de escaparate, tan oficialmente correcto. Tienes un doble código: el interno y el externo. Todos los textos del prelado en Romana son de una doctrina muy poco arriesgada, muy poco comprometida: frases hechas, lugares comunes mezclados, eso sí, de cientos de referencias a San Josemaría y citas a mayor gloria de Juan Pablo II a quien, por cierto, amo, respeto, admiro.

Lo que me joroba es la sutil adulación. Lo que me deja absolutamente frús es comprobar lo que Compaq y Brian demostraron con los cambios en la redacción del punto 115 de Camino, "Minutos de silencio- Quédese eso para los ateos, masones y protestantes que tienen el corazón seco…", y años después "minutos de silencio -quédese para los que tienen el corazón seco…". Eres una pelota de mil pares. ¿Qué harás ahora cuando el Papa advierte del resurgir de un laicismo agresivo en España?, ¿ponemos a los ateos de nuevo en el punto 115 para que vea el Papa que ya lo advirtió el santo hace años?. O cuando se vuelve a denunciar en algunos ámbitos eclesiásticos la influencia masónica en la sociedad, qué, ¿te apuntas a volver a colocar a los masones… ¡¡¡Mira que eres pelota!!! Y si eso te atreves a hacerlo con un texto del santo -que mira que eres rígida con las cosas del Fundador -, qué no harás por mayor gloria de la Prelatura. Pelota.

En los comentarios a la Semana Santa que Echevarría escribió y que emitió la cadena de radio EWTN de Miami se dicen cosas realmente preciosas… muy distintas del tono que se refleja en los vademecums, en las glosas y las cartas. Cuando se refiere a la entrada triunfante de Jesús en Jerusalem glosa el texto del burrito y dice "¡Qué pobre cabalgadura elige Nuestro Señor! Quizá nosotros, engreídos, habríamos escogido un brioso corcel. Pero Jesús no se guía por razones meramente humanas, sino por criterios divinos".

Muy bonito, sí señor. Ahora no sé qué "brioso corcel" usa el Prelado… Pero dudo mucho que sea un burrito SEAT Ibiza, por ejemplo. Y ya no digamos del nivel de vida de los numerarios de la prelatura, burritos ellos que sobreviven en pajares cinco espigas.

Y añade, "hay cientos de animales más hermosos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó en él, para presentarse como rey ante el pueblo que lo aclamaba. Porque Jesús no sabe qué hacer con la astucia calculadora, con la crueldad de corazones fríos, con la hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor estima la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo, la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a su palabra de cariño. Así reina en el alma".

Muy bien dicho, y a ver si te aplicas el cuento, porque exactamente esa es la imagen que comienza a esculpirte el paso del tiempo y el tono que te das: astucia calculadora, peloteo, crueldad de corazones -a los textos me remito-, hermosura vistosa, pero hueca… y no es fácil encontrar en ti, a nivel institucional, la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo, los ojos limpios y el oído atento no sólo a las palabras de cariño de Dios sino, también, a las palabras de auxilio de aquellos que te amaron y te necesitaron, que también son Dios que llora, que está solo, que está triste o enfermo.

Y es que eres como eres.

Nos ha escrito Gema y uno quisiera saber, ya que parece que ella lo tiene muy claro, que nos explique qué es exactamente Fomento, por fa, ¡¡¡supersocorro que me ataca un Lacoste!!!. Venga, por fa, dineslo, o dinesle, o dinesla. Y, ya que eres profesora de "Fomento No se Hunde, Fomento Bucea" te voy a dar una herramienta educativa que motiva mucho a las niñas y que a mí me fue de maravilla en mis años de docencia en esos colegios. Me lo agradecerás. Para que veas que no soy rencoroso y te hago participe -seas quien seas- de mis pequeñas estrategias.

 

No tengo mucho más que escribirte

Querida opus:

No tengo mucho más que escribirte. Es cierto que compartimos muchos años y eso hace que nos conozcamos muy bien. Para lo bueno y para lo malo. Los dos tenemos nuestras cosas buenas y nuestras cosas malas, aunque tengo para mi que tú no es que seas mala, es que eres muy rara. Ser raro no es nada malo, ni siquiera infrecuente. La Piedra dice de mi que a veces soy muy raro –y no le falta razón: por ejemplo, tengo la manía de estirarme todo yo para desentumecer los huesos (“huesos” he escrito) y gritar a la vez “¡¡¡HALA, MAJA, BAJA LA FAJAAAAA!!!”. Es algo que viene de nacimiento y que, la verdad, nunca me preocupó porque contigo esas cosas las hacía a solas...

Bueno, son rarezas. De pequeño tenía otras rarezas más raras: hurgarme la nariz hasta profundidades insospechadas, asearme en una bañera que había sido usada anteriormente por cinco hermanos, con la misma agua, el mismo jabón y la misma roña –una poza hedionda a su lado era un cendal flotante de leve bruma-, y allí me pasaba horas buceando y jugando al submarino (¡¡¡auúa, aúaa, arriba periscopio!!!). Todo eso, gracias a Dios, ya pasó y ahora soy el primero en bañarme y los demás que arreen. Lo del dedo en la nariz, nada, superado. Un campeón.

Algo de esa formación ruda y elemental me quedó para siempre porque aguanto cosas que a otros les hace potar hasta el wacawaca. Recuerdo que nos invitaron a otro y a muá a una tertulia en una convivencia de supernumerarios. Se celebraba al aire libre, de noche, y antes se hizo una costillada de esas de quitar el hipo. Llegamos tarde el baranda, un tipo así como muy estirado y que sabía mucho del AOP, y yo; gentilmente, uno nos ofreció una bandeja repleta de costillas, chorizos fritos, butifarras… en la oscuridad aquello parecía lo más de lo más. Nos pusimos literalmente hasta el culo de chupar y comer aquello. Ciertamente parecía que había poca carne y mucho hueso pero, en fin, el sabor era estupendo. Veinte minutos después comprobamos aterrorizados que nos habíamos cepillado las sobras que aquella piadosa panda de cochinos habían depositado en una inmensa bandeja. Y lo peor es que no supimos identificar al grandísimo hijo de la madre que le parió que nos ofreció la bandeja. Ya digo, era de noche. El descubrimiento fue letal para el del AOP. Y la potada llegó hasta el aparcamiento. No pudo estar en la tertulia, que di yo sin ningún problema, pues estaba acostumbrado a eso y cosas peores gracias a un entrenamiento en la vida primitiva. Años después, algún día que la administración ponía costillas, se lo recordaba y el tío, invariablemente, se levantaba con un “¡¡¡ calla, guarrrooo, no me lo recuerdes!!!”, y salía zingando del comedor.

Tú también eres un poco rara. Me recuerdas a un jambo que sale en la película “Atrapado en el tiempo”. En el flim al protagonista se le repite el mismo día. El día de la Marmota. El pobre, al principio, vive esa experiencia de un modo aprovechado, divertido, pícaro –sabe lo que va a suceder, y eso le permite jugar con la gente y disfrutar de lo lindo. Poco a poco cae en la cuenta que ese modo de vivir no llena su vida. Lo tiene todo: mujeres, dinero y tiempo.

Nada le interesa y nada tiene sentido. Se abandona, se desespera e intenta suicidarse. Sin embargo, tampoco consigue su propósito porque haga lo que haga al día siguiente vuelve a despertar en la misma habitación, el mismo día de la Marmota, con la misma música del despertador.

Sólo descubrir el amor le redime de esa pesadilla, y de su egoísmo. Cuando descubre que puede ayudar a los demás desinteresadamente en sus problemas, en sus enfermedades, en su carácter.

En la película hay una escena que se repite con frecuencia: se le presenta todos los días, a la misma hora, en la misma esquina y con los mismos gestos, un tipo con gafas, sombrero y que afirma que es vendedor de seguros. Reconoce al protagonista como antiguo compañero de colegio. Le ve y grita.

- ¡¡¡¿BILLL?!!!...¿Eres Bill ?

Bill pone cara de no saber quién le saluda tan efusivamente.

- ¡BILLL! –insiste el brasas- , soy zutanito, estudiamos juntos…

Poco después le intenta colocar un seguro, y su estrategia es acercarse mucho al rostro de Bill mientras le dice:

- ¿Necesitas un seguro, verdad, Bill?. ¿Tengo razón, o tengo razón?. ¿Tengo razón… razón, razón, razón…

Se le acerca hasta casi besarle y le repite “¿tengo razón, razón, razón…?.

La escena se repite varias veces durante la película y Bill no puede evitar encontrarse con ese tipo.

Pues así te veo. Alguien que su día se repite siempre, y siempre con los mismos argumentos. ¿Tengo razón, o tengo razón?... razón, razón, razón… Y a mi ese seguro de vida no me interesa para nada, ni esos argumentos, ni esas respuestas que ya conozco, ni esos modos.

Creo que tienes cosas buenas, y sobretodo gente que confía mucho en ti de un modo sincero, generoso y ejemplar. Gente que se toma muy en serio lo que dices, ciegamente existiendo. Algunos de ellos, con el tiempo, sufrirán sin merecerlo algunas de las consecuencias de tu formación –esas que tantos testimonios comparte estas páginas-, y las compadezco, A ti también te compadezco porque sé, me ha sucedido alguna vez, que cuando dices “lloré por ti”, lo dices de verdad. Llorar por alguien no significa mucho. También llora la amante despechada cuando su joven gigioló decide cambiar de carne y de perfume, o el hombre maduro cuando descubre que su chica le pone más cuernos que la sala de estar de Curro Romero. Se puede llorar porque has perdido alguien que pensabas poseías para siempre, mientras que la otra persona llora de alegría por lo mismo. Se llora por histeria, buscando excusas tipo “es que abandonó a Jesucristo”, y el otro llora porque, por fin, va en busca de Jesucristo.

¿Quién necesita más el pan, el que lo vomita porque está astragado de él, o el que se muere de hambre?, ¿quién necesita más amor, la pobre chica que anda buscando su príncipe azul o el disoluto que todo lo que toca lo prostituye?... ¡qué sabemos!.

Ojalá lloraras algún día por tus errores y equivocaciones, que las tienes. Lloraras también, un poquito, por ti. Te iría muy bien. Probablemente, se te desencaje un poco el gesto, y pierdas pose y algo de esa arrogancia aristocrática… ¡¡¡pero qué bien te iría, maja!!!


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