Qué personalidad! ¡Qué pena! Pero, ¡detengan la locura!

Por Vado Via, 6 de diciembre de 2006


Me han interesado los comentarios sobre la personalidad del fundador y de la influencia que ella tiene en toda la obra, tanto en los documentos internos, por insinceros que sean, como en la praxis del OD, que en algunos casos es completamente brutal. En particular me interesa saber por qué –estando uno adentro- casi anula por completo el juicio crítico indispensable para observar la obra y vivir en equilibrio interno y con la sociedad.

Creo que el fundador era una persona sagaz y muy carismático y que fue construyendo a su alrededor una estructura que enfatizaba ese carisma. No entiendo ni de sectas ni de líderes de sectas. Es probable que el OD tenga características de secta pero secta o no, su éxito relativo tiene que ver mucho con el esprit que el fundador le legó a través de su personalidad, a mi juicio, muy trastornada. Fue un mago en encontrar las personas que se interesaran en él, que lo comprendieran y lo tomasen en serio. Yo caí totalmente en su juego...

He leído en la web que sufría depresiones y ellas pueden haberse debido a que en su actitud de superioridad, ocultaba una profunda inseguridad y una autoestima precaria. Amenazada su autoestima, a la depresión, un paso. Y el OD es especialista en destruirle al autoestima a las personas y no me extraña lo que se publica en la web de que una buena parte de los numes viven empastillados.

Las relaciones del fundador con los demás eran de carácter histriónico, siempre en un plano de superioridad suya y por ello su afectividad podía parecer intensa y satisfactoria, pero en realidad, en la cercanía, era una persona fría, con una incapacidad de entender los sentimientos de los demás, los que despachaba como sentimentalismos baratos. El, esto lo reforzaba por esa enfermiza búsqueda de mortificación y por atribuirle el carácter de mortificaciones a lo que no lo eran. A cruces que no lo eran.

Como percibía y buscaba en los otros la prolongación de sí mismo, no era capaz de reconocer los sentimientos de los demás y entonces su pauta era que lo que él experimentaba es lo que debían experimentar cualquier otro a su alrededor. Sentimientos ajenos a los suyos, simplemente eran despreciables por demoníacos y como constitutivos de “riesgos” de fidelidad a la vocación, lo que endosaba, sin consideración ética alguna a una traición a él y a Dios: ¡qué enfermedad Dios mío!

Esa incapacidad del fundador de implicarse emocionalmente en una relación afectiva recíproca, hacía que buscara esa permanente unilateralidad hacia sí mismo. La igualdad emocional era imposible con él. La sola amenaza a su superioridad, lo hacía ponerse en guardia como león enjaulado, con esos ataques de ira que no eran aislados sino un patrón de conducta. Cuestionar su acción –leía el artículo en el que trata a una mujer de “gallina clueca” porque la pobre madre reclamaba por la coacción vocacional de la que eran objeto sus hijos menores- producía en él instantánea molestia con ataques de rabia, histéricos diría, porque las cosas no estaban dándose conforme a sus expectativas: el pobre fundador exhibía cero capacidad frente a la frustración. Y estoy seguro que esa madre habló en una tertulia, de esas que vimos “armarse” sin espontaneidad alguna, “fuera del libreto” pre-fabricado. Entiendo incluso que el caso es que la mujer –la injustamente llamada gallina clueca digo- le hace una pregunta más bien pre-aprobada y luego arremete con otra pregunta (la sorpresiva), para la cual, el “fundador” no tenía respuesta preparada…. Y ahí salió el “yo” verdadero del fundador con su grosería y altanería maleducada. Y los que lo conocieron de cerca saben que estos arranques de maleducado, de niño taimado, no eran aislados sino habituales. Un niño caprichoso. Ahora me explico como pasaba del amor al odio tan fácilmente (tantas historias como las de Miguel Fisac). En el fondo en sus relaciones era inconstante: idealizaba en forma extrema y podía pasar a la total desvalorización de la persona si la persona no era funcional a sus intereses. De la adoración al desprecio. Igual que un niño al que ya no le interesa su juguete. Sus rupturas con su confesor jesuita y con Poveda son elocuentes, entre muchas otras. ¿Que gatillaba una u otra conducta? Cualquier amenaza a que su persona o su obra no fuesen vistas como algo “perfecto”, lo enfurecía y taimaba. Adornaba su acción con esas patéticas falsas humildades diciendo que era él tan poca cosa y que era la pata de la mesa, que no eran otra cosa que expresiones de su complejo porque esas actitudes son exactamente lo que en psicología se observa como contrario a la humildad verdadera. Eran manipulaciones para obtener admiración. No soy ni psicólogo ni sociólogo pero me apasionan esas disciplinas como amateur.

En el fondo tenía incapacidad para amar. Tenía ese amor “capitalista” del te ofrezco lo menos posible y obtengo de ti lo que más pueda sacarte, y con desfachatez –producto de su trastorno que le impedía autoconocerse- argumentaba que esta conducta contaba con el salvoconducto divino. De ahí vienen su intransigencia, coacción y desvergüenza, las que nunca pueden ser legítimas por más que él lo asevere en Camino. Al leer en la web, me explico cada vez más la indiferencia con que trataba a los que ya no eran “suyos” y que ha transmitido –en sus infinitos códigos y praxis y sobre todo en la praxis- a sus “hijos” que tratan a los que ya no son “de casa” o ya no son pitables, como seres inexistentes, que se los tragó la tierra. Ya no son parte de esas cien almas de las que le interesan las cien. Quedaba tranquilo, como demuestran también quedar sus hijos, porque en su farisaísmo, los “idos” o no pitables, quedan fuera de la categoría de “almas”. Que pena les damos los descarriados…..el mundo que se pudre fuera del OD…..que tendremos que “dar cuenta” de haberlo conocido a él y su obra. ¡Que era desvergonzado, sí que lo era!

El fundador tenía una verdadera obsesión por su imagen y por la imagen de su Obra. En la necesidad de salvaguardar su imagen, se preocupaba no sólo del aspecto exterior, sino también de alejar de sí mismo cualquier sospecha de debilidad y fragilidad. Es espantoso lo que he leído en cuanto a la tergiversación de escritos, cambios de páginas en Crónica, fechas, o sea de falsificación de su propia historia, etc. No aceptaba sino ser visto como “perfecto”. Dramática enfermedad que lamentablemente, contagió y en la que se prestan algunos, sin aparente cargo de conciencia alguno.

El fundador se mostraba muy seguro de sí mismo –incluso arrogante y jactancioso me pareció en cada charla a la que asistí- pero podía entrar en sus “depres”, según he leído, de un momento a otro, en las que estaba como ausente, como reservado. Euforia cuando contaba con la aprobación de los demás; pero inmediatamente podía pasar a un estado de molestia, “desagrado” y posterior depre, si no estaba teniendo la consideración que él quería, o si era objeto de críticas; o porque no estaba teniendo la aprobación social de su “nivel”. Cuando yo tenía esos pensamientos de que el fundador era arrogante, altanero o jactancioso, medio “vendedor ambulante” digo, recuerdo que los despachaba inmediatamente como venidos del demonio, del mal espíritu. Pero estas cosas quedan en el subconsciente y cuando uno va reconstruyendo la historia, salen. Tranquilamente, salen a la luz.

Observado de cerca no se ve que el fundador haya tenido una relación profunda y auténtica con una mujer. Por los comentarios que he leído, ni siquiera con su hermana; ni menos con su cuñada. Entiendo que ésta no llegaba al nivel social que él quería para su hermano (en realidad en su narcisismo, no era su hermano la preocupación sino tratar de mantener la imagen de ser de estirpe de nobles y de santos). La falta de realismo en el tema de sus apellidos y títulos era patológica. Da la impresión que verdaderamente creía que iba a lograr pasar “gato por liebre” en la sociedad de la nobleza española en la que todos saben “quien es quien”. Cambiarse el apellido de Escriba sin acento, por Escrivá; después agregarle el “de balaguer”; y más encima agregarle la “y” antes del apellido de la madre, es una locura y que solo hace alguien que está completamente desquiciado de arribismo, cursilería y de falta de realismo. Es de locos. El resto, las justificaciones, son cuentos baratos. Ni que decir con el tema del título de nobleza que trató de legitimar hasta manipulando a cardenales para purificar el asunto. ¿Cómo este señor no caía en cuenta que la sociedad le diría mira: “a otro perro con ese hueso”? No me lo explico sino porque tenía una personalidad anormal. Todavía más: la obsesión con el tema de los escudos. Cualquier acto, sea en un colegio o donde sea, vamos poniendo los reposteritos con los escudos. ¿Es que no se dan cuenta de lo snob y anacrónico que es eso a los ojos del mundo? También parte de este disfraz social es la nula importancia que les dio a los miembros de su familia. Supongo –y con prejuicio admito- que como no eran “grandes”, no le gustaban cerca porque lo avergonzaban y le recordaban su pasado de español normal. Y tantos otros detalles, como reconstruir la casa natal pero haciéndole un “up-grade”. ¿Intentará convencernos de que eso es nada más que el cariño de sus hijos y que han seguido un criterio de mayor “funcionalidad”?

Su verdadera personalidad, después de leer tantos escritos en esta web, y los suyos propios, es un verdadero misterio. Se construyó una imagen de sí mismo idealizada y cristalizada, tras la cual ni él mismo supo lo que realmente había de si mismo.

Era “grandioso” y fue cada vez poniéndose más grandioso porque fue adquiriendo mayor poder, lo que justificaba espectacularmente con el cuento de los “regalos” de sus hijos (que se los socaliñaba con astucia disimulada) y la “perfección” en el amor a Dios: vamos pidiendo piedras preciosas, antigüedades, vamos rapiñando huesos o lo que fuera, lo que tampoco fueron conductas aisladas sino permanentes, pero eran todas Ad maiorem gloriam dei, como si Dios fuese a medir el amor ¡en kilates! Desde los relatos de sus pretendidas superioridades en el seminario, pasando por fotos falsas, como esa ridícula en que aparecía como dandy con su hermano en un banco de plaza, hasta el boato con que fue enterrado, denotan esa grandiosidad. Y no sólo en plano material y social sino que su ethos de grandiosidad era de carácter “universal”: el mundo se debía guiar por sus puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles, los que eran obviamente auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él, debían ser vistas con admiración que ha llevado a ese fideísmo interno que es insano. Una inagotable sed de admiración y adulación, lo fue incapacitando para reflexionar con honestidad. Se refugiaba, en su propia imagen de grandiosidad, y ello le permitía sobrellevar su maltrecha auto-estima, y sentirse mejor consigo mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asilaba en la admiración y la adulancia de quienes lo circundan.

Cuanta teatralidad y sutil búsqueda de reconocimiento de sus acciones, y en la eficacia y utilidad de las mismas. Su sagacidad, estaba obnubilada por la visión grandiosa de sí mismo y por su hambre de reconocimiento. Su discurso auto-dirigido lo hacía ser un inválido para reflexionar y escuchar lo que el mundo real le gritaba. Si el mundo no va por mi lado, entonces está camino a la perdición….. Y esa conducta es también el patrón que guía al actual prelado y sinceramente creo que no a don Alvaro: era evidente que este tenía más escrúpulos y sanidad de mente y era un verdadero “bonachón”. La paradoja será que para probar la santidad de don Alvaro, la Iglesia tendrá que examinar su fortaleza en el haber servido a un traumatizado mental como el fundador. Y cual narciso, el fundador se rodeó de estos “yes men”, que por su propia condición en la “orgánica” de la institución, eran inferiores a él.

Y siguiendo con el narcisismo, el fundador fue una persona exitosísima que no se planteo dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, fuesen ellas brillantes o no. Para él recapacitar, simplemente no era alternativa porque lo suyo venía de Dios y estaba petrificado desde el momento que Dios le sopló al oído todo, todo, todo (lo que es un absurdo por si mismo pero uno con tanto machaque y machaque de la idea, se creyó la historia). Aún las más insulsas ideas las expresaba con un espíritu mesiánico, y me he dado cuenta que se enamoró de ideas de otros (de Chardin y Poveda y las hizo propias, sin la más mínima consideración moral ni ética porque tenía que hacer calzar de que todo se lo había dicho Dios a él y a nadie más). Y logró capitalizar a una horda de gente –medio loca como yo- que creímos ingenuamente, en la “verdad” expresada por el “maestro”. Lo seguimos “fielmente”, sin capacidad de ver ningún error. Pero, gracias a Dios: un bel giorno, gracias a Dios dijimos: mi querido viejo, este puzzle no me calza y aunque me traten de traidor, de candidato directo al infierno, no me importa: ¡farewell!

Otro aspecto de su personalidad era que tenía la frecuente sensación de que los demás intentaban dañarle o perjudicarle, burlarse de él o de su obra. Llegaba a la locura de “cancelar” el amor a los papas anteriores al querido Juan Pablo II, porque no bailaban al son de su música y de sus obsesiones “estatuarias” en las que nuevamente demostró esa fijación de ser único: su proyecto, por supuesto, no podía humildemente “calzar” en ninguna categoría de la iglesia. Hubo que hacerle el chassis “especial” para el que no dudó en exigir de sus “hijos”, que éramos más bien esclavos de sus caprichos, cuanta ducha helada y azotes se pudiese. Un sadismo, creo. No existe en la historia de la iglesia –salvo enfermos- que hagan a sus seguidores autoflagelarse por las intenciones de una persona (no es que esté en contra de el uso de cilicios pero nunca pueden ser objeto de ofrecer a Dios esas mortificaciones por la intenciones de otro, menos si son ocultas). De estímulos neutrales como recibía de esos papas –que como Juan XXIII y Paulo VI, con toda razón querían sopesar la cuestión y darle tiempo al tiempo- él deducía interpretaciones hostiles hacia él porque su autocentramiento le impulsaba a buscar satisfacción inmediata de sus pretensiones y las demoras vaticanas para él, se transformaban en contrariedades de las que veía complot o falta de amor a Dios o el demonio en la iglesia. Y era rencoroso. Si que lo era. Qué duda cabe al leer tanto testimonio aquí. Eso explica que cualquier cosa le hacía ver conspiraciones en su contra. Y por eso entonces uno ve como controla “toda” la información –que esta web ha desvelado en parte- porque tenía el temor a que la información fuese utilizada en su contra. Cualquier crítica o falta de seguimiento, lo veía como una infidelidad y para manipular las conciencias, la atribuía a una infidelidad a Dios. Y por eso que sus seguidores –como él- están seguros que toda crítica, como esta web, es fruto de mentes retorcidas, rencorosos, desequilibrados, personas con problemas sexuales, demonios encarnados, etc etc. Supongo que nos culparán a nosotros y al perverso mundo de sus propios problemas. No aceptó ni el fundador, ni tampoco se ve que el actual prelado lo haga, examinar la conciencia por si acaso las dificultades son fruto de sus propias conductas erradas. Por eso que el fundador chocaba con la autoridad que no le era funcional o que se le escapaba a su control. Su tendencia a pensar que lo justo es recibir cuatro a cambio de dos. Por eso le gustaba ver la vida espiritual como una transacción: su obsesión por el ciento por uno…. hasta ahora me produce escozor. La gratuidad para él, no existía. Siempre tiene que haber un “resultado positivo”, alguna “utilidad” y a mí esa mentalidad de “capitalismo espiritual” que me legó el OD me ha costado mucho sacármela de la cabeza. El darse, sin esperar nada a cambio es un pilar fundamental de mi vida hoy. No más amistades por interés; no más clasificaciones; ni patrimonios; ni estudios; no más gente con doctorados, etc, etc. Sólo Dios y mis hermanos. Nada más. ¡Qué bien se está fuera del OD!

Otro rasgo de su personalidad era su aspecto personal exterior llevado en forma obsesiva y también funcional al falso yo que quiso proyectar desde los zapatos lustraditos en el seminario, hasta los zapatos con hebillas de plata con los que murió, muestran su “obsesión” que por supuesto él justifica con el cuento viejo de la “perfección” que mandaría Cristo, y que el pobre fundador nunca captó, como dije en un anterior envío, que el Señor nos pide perfección en amor a los demás, y que no nos pide perfección en los calcetines con iniciales, ni que mantengamos todo neuróticamente “en su lugar”; ni que es una infidelidad a Dios y “al padre” no arreglar un cuadro que está mal colgado en la pared. Ahora entiendo ese empeño que tenía de asegurar que Cristo no era hijo de un modesto carpintero que vivía en una cueva sino que un “constructor” como le gustaba decir. En el fondo, no le gustaba la imagen de un Cristo pobre y de una familia pobre. Si hasta la túnica de Jesús la convirtió en una de “cashmere” (sé que estoy ridiculizando) y eso justifica –según don J. María Escriba- que los de Pilato se las echaran a la suerte. ¿Qué sabe uno si con eso justificaba en su mente, sus propios gustos de nuevo rico? ¡Vaya a saber uno qué le pasaba a esa mente que quería subir de posición social a Jesús y su familia!

También me resulta curioso en el fundador lo poco que se explaya de su padre. Creo que se refiere a él, alguna vez perdida por ahí, como a “un santo”. Que me perdonen los lectores de la web, pero para mí, esa es una forma extraña de referirse al padre de uno. Es un lenguaje por decir lo menos, “impresionista”. Tal vez en sus dolores de niño, le molestaba ese padre malo para los negocios y pobre.

Como la crítica y la desaprobación le herían fácilmente, sólo se involucraba más a fondo con uno (don Alvaro) y sólo se involucraba con otros en la medida que había comprobado previamente que lo querían a él. Para él, por supuesto que no valía la regla de las amistades particulares. Para el resto, sí. Por eso también es que evita todo contacto social espontáneo porque tenía reticencia a exponerse a participar sin “seguridades” previas, por un profundo miedo al ridículo y perder “importancia”. Para ello se quejaba de su enorme carga de trabajo y sus preocupaciones, etc, etc porque así justificaba su “protegida” rutina, la que solo abandonaba hacia encuentros “seguros”.

La obsesiva preocupación por los detalles del fundador lo hacían cada vez más rígido, dogmático y “quejica” (es cuestión de leer las últimas dos cartas que publicó la web: son patéticas quejas acerca del mundo que nos rodea y de la iglesia y solapada pretensión de su superioridad moral y doctrinaria). Lo mismo con las enfermizas instrucciones en los vademecums (la palabra en si es ridícula en estos tiempos) que son una forma de control “actual”, del “pasado”, y de control del “futuro”, actuación que el actual prelado se ha comprado a fardo cerrado (y que debía derogar in actum). En la práctica, ahora y entonces, le impedían al fundador y al prelado ahora, ver los aspectos gozosos de la vida: de ahí arranca esa convicción de que tener sentimientos de “animal sano” son anticristianos lo que es una demostración más de que su mente no era precisamente “sana”. ¡Como si los sentidos no los hubiese creado Dios! Una locura. Me basta recordar la anécdota que alguno cuenta del prelado que llega a un lugar y no le gusta como está engarfada la lámpara en el techo. Fuera de ser una fijeza del clásico tío inseguro, el Prelado no es capaz de gozar del dormitorio que le han construido, sino que va al defecto y no duda sádicamente en poner nerviosos a los que están a su alrededor, nuevamente bajo la neurosis del “perfeccionismo”, con algo tan baladí como la terminación de una lámpara en el techo recientemente instalada. Es la “esencia” del obsesivo que, en virtud de su auto-conciencia y el excesivo énfasis en el "deber", no pueden gozar de la vida.

Parecerá absurdo lo que escribo a continuación pero es lo que pienso. Como he vivido con gente a mi alrededor con estos problemas psíquicos, el fundador me mueve a la pena porque sé positivamente como sufren las personas con estas conductas neuróticas, muchas de las cuales tienen reacciones y conductas “automáticas”, como si fuesen vidas independientes, en que la responsabilidad del sujeto está muy disminuida porque la voluntad está muy restringida por la “automaticidad” de esas conductas “instantáneas”. Es en serio: sufren lo indecible porque no pueden estar en paz consigo mismo y la capacidad de gozar de la vida está muy atrofiada. Pero el Prelado actual, que tiene varias de estas características –también me apena- pero creo que tiene una responsabilidad ineludible de arreglar las cosas: no camotear más la historia del OD y su fundador (un botón de muestra: no prestarse para adulterar ningún albún fotográfico más, ¿capisci? Y de ahí a lo grave, grave que se hace: no “acomodar” más la historia, ¿capisci?; terminar con todo tipo de manipulación de procesos de canonización, ya sea en quienes integran los tribunales como en toda clase de trucos para que los actos del vaticano sean a prueba de todo test de “legitimidad”, tanto jurídica como social, ¿capisci?; terminar con las practicas viciosas de apostolado movido por la conveniencia “capitalista” de almas ¿capisci?; terminar con la ilegalidad de coaccionar a los niños, sin fariseismo alguno como ese de que pitan pero no pitan, es que se incorporan pero es que no se incorporan porque no es sábado como para comer trigo, ¿capisci?; terminar con la acción elitista y meterse de verdad con los pobres, sin aprovecharse de ellos con fines apostólicos (leer Deus caritas Est), o con el afán de “mejorar la imagen”, ¿capisci?; terminar con la practica viciada con la charla confidencial y con eso de chequear los “pecados”, ¿capisci?; exigir de todos los miembros que terminen con el tufillo y aires de superioridad, ¿capisci?; de evitar formular críticas directas o solapadas a la iglesia y a cuanto ser vivo que no vive como ellos, ¿capisci?; a no sentirse el ombligo de la iglesia y prohibirle a sus miembros que siquiera piensen que el OD “es la iglesia” o que es la fuente “moral” que tiene la iglesia, ¿capisci?; que se integren a la iglesia en todos sus labores como uno más y no que la ignoren o sólo estén dispuestos cuando pueden tener una consideración “especial”, o sea, por ejemplo si hay una marcha de los jóvenes de la iglesia, que vayan y no desprecien el acto, ni menos murmuren contra el. Eso: tan pequeño y lo más grande también como escudarse en el cuento de lo especial de la “prelatura personal”, capisci? O sea, estar en el mundo y no encerrados, ¿capisci?; no hostigar a la gente con maniobras dilatorias cuando quieren irse, facilitarles las cosas y acompañarlas en su dolor en forma activa, ¿capisci?; permitir que los socios puedan experimentar el amor de sus familias y amigos verdaderos y no impedírselos eufemísticamente y de facto, ¿capisci?; terminar con la absurda prohibición de tener amistades particulares, ¿capisci? terminar con el uso de los colegios para reclutar niños, ¿capisci?; terminar con la indiferencia que ofrecen a los que se van o a los que no entran, ¿capisci?; terminar con la enfermedad del sexto, o declararse freudianos, ¿capisci?; dejar de escamotear su obligación de hacer meas culpas privados y públicos, ¿capisci? O sea paracticar el cristianismo con todas las fallas del mundo, pero cristianismo de verdad, ¿capisci?

¿Si tengo esperanza? Si, siempre la hay pero que este Prelado se ve tozudo y duro, se ve. Y con ganas de seguir siéndolo, se ve también. Dios dirá.



Original