Puntos del Catecismo de la Iglesia Católica que se refieren a la conciencia

1700.- La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización. Por sus actos deliberados, la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral. Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud, evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-31) a la misericordia de nuestro Padre del cielo. Así acceden a la perfección de la caridad.

La conciencia moral es la que atestigua el bien prometido por Dios. Desde el exterior, los Directores del Opus Dei no pueden edificar al ser humano, ni hacer que éste crezca. Tampoco las normas del plan de vida –ni el ingreso o mera pertenencia a ninguna Institución- que no sean un acto deliberado pueden edificar a nadie. Decir otra cosa parece contrario a la Doctrina de la Iglesia.

1776.- En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal … El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón … La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está sólo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella (Gaudium es¡t Spes, 16).

1779.- Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización. Retorna a tu conciencia, interrógala … retornad, hermanos al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).

1780.- La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad (“sindéresis”), su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o juicio.