Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado IV 8

8. JESUCRISTO, DIOS Y HOMBRE VERDADERO


La venida de Cristo

  • "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer" (Gal 4,4). "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (loann 1,14). Esta verdad es "el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de otras religiones. En el cristianismo no es solamente el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios en Persona quien viene al hombre"114.
  • La existencia histórica de Nuestro Señor Jesucristo es una verdad de fe (cfr. I Ioann 4,2) y es también un hecho que se puede probar fácilmente115. Jesucristo nació, vivió y murió en un preciso momento histórico (cfr. Le 2,1-2 y 3,1-2). Es Hombre verdadero: "trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre..."116; no es un mito, ni una creación de los hombres117.

114 JUAN PABLO II, Carta Tertio millennio adveniente, (10-XI-94), 6.

115 Juan Pablo II, en la Carta Tertio millennio adveniente, n. 5, además de citar el testimonio de los Evangelios, de los demás escritos del Nuevo Testamento —fuentes históricamente fiables—, y de la tradición cristiana, cita también las referencias a Jesucristo en otras fuentes antiguas, como las obras de Flavio Josefo (a. 93-94), Plinio el Joven (a. 111-113), Tácito (a. 115-120) y Suetonio (a. 121). A estos testimonios podrían añadirse otros muchos, de diverso orden.

116 CONCILIO VATICANO II, Const Gaudium et spes, 22.

117 Tampoco tiene fundamento distinguir entre el "Cristo de la fe" (el que conocemos por el Evangelio, transmitido en la Iglesia) y el "Jesús de la historia" (el que realmente vivió, cuyos hechos y enseñanzas habrían sido, al menos en parte, creados por la primitiva comunidad cristiana).

"Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separación entre el Verbo y Jesucristo. San Juan afirma claramente que el Verbo, que «estaba en el principio con Dios», es el mismo que se «hizo carne» (loann 1,2.14). Jesús es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puede separar a Jesús de Cristo, ni hablar de un «Jesús de la historia», que sería distinto del «Cristo de la fe». La Iglesia conoce y confiesa a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Cristo no es sino Jesús de Nazaret, y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos" (JUAN PABLO II, Enc. Redemtoris missio, (7-XII-1990), 6.

"La Santa Madre Iglesia ha sostenido y sostiene con firmeza que los cuatro Evangelios referidos —cuya historicidad afirma sin duda alguna— transmiten fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, hizo y enseñó efectivamente durante su vida entre los hombres, para su salvación eterna hasta el día en que fue levantado al cielo" (CONCILIO VATICANO II, Const Dei Verbum, 19).


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c) El mismo Jesucristo declaró que era Dios, Hijo Unigénito de Dios, de la misma naturaleza que el Padre, y manifestó su divinidad con su vida, su doctrina y sus milagros, sobre todo con su gloriosa Resurrección118.

La unión hipostática

  • El Verbo se hizo carne no por transformación de la divinidad en humanidad, sino mediante la asunción de la naturaleza humana —alma y cuerpo— por la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. "La Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre" (Catecismo, 464). A esta unión de la naturaleza humana con la naturaleza divina en la Persona del Hijo se llama unión hipostática.
  • La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a las herejías que la falseaban:
  • el "docetismo" negaba que la Humanidad de Cristo fuera verdadera (decían que era aparente); esta herejía fue rechazada por los Apóstoles (cfr. I loann 4,2-3; Catecismo, 465);
  • el "arrianismo" (herejía de Arrio), es un error sobre la Divinidad de Cristo; decía que el Hijo de Dios "era de una substancia distinta de la del Padre". Fue condenado en el Concilio de Nicea (a. 325), que enseñó que el hijo es "de la misma substancia (homousios) que el Padre" (Catecismo, 465);

118 «El Padre y yo somos una sola cosa" (loann 10,30). "Antes de que Abraham existiera, yo soy" (loann 8,58). "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (loann 14,9). "Nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo" (Mí 11,27; Le 10,22). Se podrían añadir otros muchos textos.

Así lo entendieron quienes le escuchaban, no sólo los Apóstoles (cfr. Mt 16,16) sino también los judíos que trataban de matarle "porque se hacía igual a Dios" (loann 5,18; cfr. loann 10,33).

De modo solemne proclamó su Divinidad cuando fue juzgado: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús respondió: «Yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder y venir entre las nubes del cielo" (Me 14,61-62; cfr. Dan 7,13-14). Por este motivo es sentenciado a muerte (cfr. Me 14,64).

Manifestó también su Divinidad con gestos propiamente divinos: con su autoridad para enseñar (cfr. Me 1,22-27; Me 5,21-22); su poder sobre la naturaleza (cfr. Me 4,41), la enfermedad (cfr., por ejemplo, Mí 4,23-24) y la muerte (cfr. Mí 9,18-26; Le 7,11-17; loann 11,1-45); su poder de perdonar los pecados (cfr. Me 2,5-12); la exigencia de dejar todas las cosas para seguirle hasta dar la vida (cfr. 'Mí 10,37-39; Me 8,34-38); la trascendencia de sus palabras (cfr. Mí 24,35) y la necesidad de seguirle para alcanzar la salvación (cfr. loann 10,9; 11,25-26 y 14,6); el cumplimiento de las profecías mesiánicas en El (cfr., por ejemplo, Is 52,13-53,12; Ps 21[22]) y su conciencia de cumplir esas profecías (cfr. Me 10,32-34; 15,34); etc.

Sobre todo, manifestó su Divinidad resucitando por su propio poder y apareciéndose a los Apóstoles y a muchos discípulos (este tema se estudia en la clase n. 11).

Conocemos todas estas pruebas no como testigos directos sino por el testimonio de los Apóstoles y de los primeros discípulos, que nos ha sido transmitido en la Iglesia. Escribe San Juan: "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos (...) os lo anunciamos también a vosotros para que estéis en comunión con nosotros" (/ loann 1,1-3). Se puede tener la certeza de que lo que nos ha sido transmitido es aquello que los testigos presenciaron, y de que el testimonio de estos testigos es verdadero. Todo esto no es suficiente para creer, pero muestra que es totalmente razonable creer en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.


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  • el "nestorianismo" (de Nestorio), decía que en Cristo había dos personas, una divina y otra humana. El Concilio de Efeso (a. 431) enseñó que en Cristo hay una sola Persona, la divina, que ha asumido una naturaleza humana. Este Concilio proclamó que María es "Madre de Dios" (Theotokos) (cfr. Catecismo, 466);
  • el "monofisismo" ("una-naturaleza": error de Eutiques), decía que en Cristo hay una sola naturaleza. El Concilio de Calcedonia (a. 451) condenó esta herejía enseñando que en Cristo hay dos naturalezas, la divina y la humana, "sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación" (DS 302; cfr. Catecismo, 467);

— para salir al paso de otros errores, el quinto Concilio Ecuménico (Constantinopla, a. 553), confesó: "No hay más que una sola hipóstasis [o persona], que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad" (DS 424). "Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cfr. DS 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cfr. DS 424) y la misma muerte: «El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la Santísima Trinidad» (DS 432)" (Catecismo, 468).

c) En estas enseñanzas el Magisterio de la Iglesia utiliza las nociones de "persona", "naturaleza", "substancia", etc.119. Estos términos están tomados del lenguaje común, expresan nociones comunes a cualquier verdadero conocimiento humano y tienen un sentido que supera los esquemas filosóficos griegos de la antigüedad. Si se entienden mal, se entenderá mal también la doctrina de la Iglesia120.

La Humanidad Santísima de Jesucristo

a) En la Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida"121 por la persona del Verbo.

  • Por no haber sido "absorbida" la naturaleza humana, la Iglesia enseña "la plena realidad del alma humana de Cristo, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y la plena realidad de su cuerpo humano" (Catecismo, 470).
  • Por haber sido "asumida", "la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido" (Catecismo, 470). Por este motivo la más pequeña de las acciones de Cristo por medio de su Humanidad tiene un valor infinito en orden a nuestra salvación (cfr. Catecismo, 515).

119 Por ejemplo, para afirmar que el Hijo es de la misma substancia que el Padre; o que en Cristo hay una sola Persona —la divina— y dos naturalezas —la divina y la humana—, unidas en la Persona: unión hipostática.

120 Entre los que han intentado exponer el significado de estos términos destaca Santo Tomás de Aquino (s. XIII). Este es uno de los motivos que explican por qué la Iglesia ha recomendado en el Concilio Vaticano II y en numerosas ocasiones precedentes el estudio de su doctrina, actualizándola con otras aportaciones sucesivas de la ciencia teológica.

Si interesa exponer con más detalle esta materia —que requiere una cierta formación filosófica en el alumno—, se puede consultar un buen manual de Cristología, o de Metafísica, o bien: Summa Theologiae, III, qq. 2 a 4 y l7 a 19.

121 CONCILIO VATICANO II, Const Gaudium et spes, 22.

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  • Anonadamiento. El Señor asumió la naturaleza humana sin manifestar en su Humanidad la gloria sobrenatural que le correspondía por ser la Humanidad del Verbo: "se anonadó a sí mismo" (Philip 2,7): padeció hambre, cansancio, etc. Quiso asemejarse a nosotros en todo, menos en el pecado.
  • La gracia de Cristo. Por su unión con la Divinidad, el alma humana del Señor tuvo desde el primer momento la plenitud de la gracia santificante. "Y de su plenitud recibimos todos, gracia sobre gracia" (loann 1,16). La gracia sobrenatural que Dios nos concede es participación de la plenitud de gracia de Cristo.
  • El conocimiento humano de Cristo.
  • Ciencia humana de Cristo: "El alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Este conocimiento no podía ser de por sí ilimitado (...)• Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, quiso progresar «en sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2,52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental (cfr. Me 6,38; 8,27; Ioann 11,34)" (Catecismo, 472). Todo esto manifiesta la realidad de la naturaleza humana asumida.
  • Ciencia infusa: en su conocimiento humano, Jesús demuestra "también la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres" (Catecismo, 473).
  • Ciencia beata: "Al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona"122: ante todo por el conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre. Además, "debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar" (Catecismo, 474).

e) La voluntad humana de Cristo. "Cristo posee dos voluntades y dos operariones naturales, divinas y humanas, no opuestas sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación" (Catecismo, 475)123.

f) El poder de Cristo. Jesús ha manifestado tener en cuanto hombre un poder que sobrepasa las fuerzas naturales del hombre, especialmente al realizar milagros. Aparte de la capacidad natural humana, su Humanidad es como un instrumento unido de su divinidad124.

g) El Corazón del Verbo encarnado. "Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: «El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal

122 Cfr. SAN GREGORIO MAGNO, Ep. 10,39: DS 475. "La naturaleza humana del Hijo de Dios, no por ella misma sino por su unión con el Verbo, conocía y manifestaba en ella todo lo que conviene a Dios" (SAN MÁXIMO EL CONFESOR, Quaestiones et dubia, 66: PG 90,840).

123 Cfr. CONCILIO m DE CONSTANTINOPLA: DS 556-559.

124 Cfr. SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, III, q.19, a.l, c.


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2,20). Nos ha amado a todos con un corazón humano" (Catecismo, 478), "El sagrado Corazón de Jesús es como el símbolo del Amor con que ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (cfr. ibidem).

h) A Cristo se le debe culto de adoración, también en su Humanidad, porque es la humanidad de Dios: "in nomine Iesu omne genu flectatur" (Philip 2,10).

i) En Cristo se manifiesta y revela la Divinidad a través de su Humanidad. La Santísima Humanidad del Señor es el camino para llegar a la Divinidad. Contemplar y escuchar a Jesús es tratar a Dios. La santidad consiste en imitar a Cristo y unimos a Él, para llegar a ser alter Christus, ipse Christus125, por la acción del Espíritu Santo.

El motivo de la Encarnación

a) El motivo de la Encamación lo afirmamos en el Credo: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo". El Verbo se hizo carne:

  • para salvarnos, reconciliándonos con Dios (cfr. Catecismo, 457);
  • para que conociésemos el amor de Dios (cfr. Catecismo, 458);
  • para ser nuestro modelo de santidad (cfr. Catecismo, 459);
  • para hacemos partícipes de la naturaleza divina: que llegáramos a ser hijos de Dios (cfr. Catecismo, 460).

b) La Encarnación es un inmenso don completamente gratuito que:

  • robustece nuestra fe, pues nos habla el mismo Dios (cfr. Heb 1,1);
  • aumenta nuestra esperanza, mostrándonos de modo supremo que Dios quiere que todos los hombres se salven, y enciende en nosotros el deseo de encontramos con Cristo: Vultum tuum, Domine, requiram (Ps 26,8);
  • inflama nuestra caridad, ya que al conocer cuánto nos ama, nos sentimos empujados a devolverle amor por Amor;
  • nos lleva a obrar mejor, ya que se encarnó para darnos ejemplo de vida, y nos aparta del mal al mostrarnos la gran dignidad de la naturaleza humana, después que Dios mismo la ha asumido.

Bibliografía básica:

Catecismo de la Iglesia Católica, 422-483.

125 Cfr. Es Cristo que pasa, 104.


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Lecturas recomendadas:

Homilía "Cristo presente en los cristianos", en Es Cristo que pasa, nn. 102-116.

Cuadernos 3, (Vivir en Cristo): "Identificarse con la vida de Cristo", pp. 9-22.