Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 32

APARTADO II Charla nº 32


I. La Admisión en la Obra

Nuestra Madre la Obra nos va llevando desde el principio, tanto en el orden ascético como en el jurídico, como por un plano inclinado. Este modo de proceder es una manifestación de prudencia, de amor a las almas, de profundo respeto a la libertad de cada uno. Nuestra correspondencia ha de ser generosa y exquisito nuestro afán por cumplir las demandas de nuestro Derecho particular, hasta sus menores detalles.

La Admisión de los Numerarios y Agregados se hace con una breve y sencilla ceremonia, en un oratorio de un Centro de la Obra, ante el sacerdote delegado por el Consiliario (de ordinario el que forma parte del Consejo local), estando presente el Director del Centro al que está adscrito el interesado o la persona que el Director designe. Los Supernumerarios no hacen ninguna ceremonia de Admisión. La fecha de su Admisión es la de la concesión, que se comunicará inmediatamente al interesado.

Para que se pueda conceder la Admisión, el candidato debe:

-tener uso de razón;

-haber cumplido diecisiete años;

-haberse ejercitado antes de hacer la Admisión, al menos durante seis meses, en el apostolado peculiar del Opus Dei, bajo la guía de los Directores;

-poseer todas las cualidades personales indispensables, de modo que sea idóneo para cumplir las obligaciones que comporta la vocación al Opus Dei;

-buscar la santidad personal, según el espíritu y la ascética propios del Opus Dei.

Para ser admitido, el candidato:

-ha de desearlo con plena libertad, conforme a un querer seguro, consciente y responsable;

-ha de conocer las obligaciones que la Admisión lleva consigo;

-especialmente, se ha de dar cuenta de que nuestra vocación nos exige una vida de trabajo continuo, porque la espiritualidad del Opus Dei gira alrededor del trabajo profesional, ejercido en medio del mundo;

-ha de entender expresamente, como un rasgo fundamental de nuestro espíritu, que la adscripción a la Obra no supone un cambio de estado, ni comporta la llamada vida consagrada; que no somos religiosos ni podemos ser equiparados a los religiosos desde ningún punto de vista; y que ha venido a la Obra para entregarse a Dios, con la condición expresa de no ser religioso ni equiparado a los religiosos";

-ha de ser capaz de obtener, con su trabajo profesional, los medios necesarios para su sustento y para contribuir generosamente al sostenimiento de las labores apostólicas.

4- Normalmente, es aconsejable, antes de hacer la Admisión, una confesión general. Así se comienza ir novitate sensus,

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con el alma limpia y fortalecida con la gracia especial del sacramento de la Penitencia, aunque la vida anterior haya sido también, en la mayoría de los casos, inocente y recta.

5. Las obligaciones que la Admisión lleva consigo son: procurar vivir las virtudes cristianas y ejercer el apostolado de acuerdo con nuestro espíritu, y el deseo de entregarse de por vida al servicio de la Iglesia Santa, en nuestra Obra.

II. Libertad que tenemos en las actividades de carácter profesional, social, político, etc.

Punto fundamental del espíritu de la Obra es la libertad de sus miembros en materias estrictamente temporales -así como en las cuestiones teológicas opinables-: somos autónomos, con libertad completa, la misma que tienen los demás católicos.

"Sois, hijos míos, libérrimos; gozáis -como todos los demás ciudadanos católicos, repito- de una absoluta y plena libertad en las cuestiones sociales, políticas, profesionales, dentro de los límites de la fe y de la moral y de las normas que, para todos los católicos, señale alguna vez la jerarquía eclesiástica" (De nuestro Padre).

"Nunca los Directores de la Obra pueden imponer un criterio político o profesional -temporal, en una palabra- a sus hermanos, porque en estas cuestiones -como en todas las otras temporales- la Obra no tendrá nunca un opinión colectiva, si la Iglesia no la impone a todos sus fieles, en virtud de su potestad" (De nuestro Padre).

"Este espíritu nuestro impide también que pueda introducirse entre nosotros la mentalidad de los que pretenden imponer un único criterio en lo político, o un monopolio pseudoapostólico en lo espiritual. Conviene proclamarlo mil veces: el Opus Dei nunca podrá tener una doctrina corporativa propia en cosas temporales. Y en el apostolado, veremos siempre con alegría la labor de todos los que trabajan por Cristo" (De nuestro Padre).

La Obra nunca podrá dar consignas en lo temporal. "Siempre -dice nuestro Padre- estamos por la libertad".

Consecuencia de la plena libertad es la plena responsabilidad personal en tales asuntos. Somos ciudadanos iguales a los demás y debemos actuar siempre de acuerdo con esta realidad, sin comprometer jamás a la Iglesia o a la Obra, tampoco en nuestra acción apostólica.

Estas actividades son campo muy importante de la labor apostólica, si hemos de llevar a Cristo a todos los hombres, tenemos que estar presentes -nuestro ambiente es la calle- donde los hombres viven y se reúnen con cualquier finalidad honesta.

III. Costumbres

Está muy dentro de nuestro espíritu de fieles hijos de la Iglesia, el amor, la obediencia rendida y la unión con la Se-

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de Pedro: omnes cum Petro ad lesum per Mariam; y a los Ordinarios de los lugares: tiramos siempre del carro en la misma dirección que los Obispos. Por eso, además de las oraciones que cada díase rezan en la Preces por el Papa y por el Obispo diocesano, todos encomendamos diariamente al Señor sus intenciones.

También desde el principio nuestro Padre nos ha enseñado a venerar y amar el sacerdocio. Una de nuestras Costumbres es rezar especialmente por los sacerdotes el 28 de marzo, aniversario de la ordenación de nuestro Fundador; el 25 de junio, aniversario de la ordenación de los tres primeros sacerdotes; y el día del Santo Cura de Ars.

Desde el comienzo hemos venido repitiendo todos los días, en las Preces, las palabras del Señor en la Ultima Cena: ut omnes unum sint. Además, de modo especial durante el Octavarlo por la unidad de los cristianos, que se celebra en el mes de enero, rezamos para que todos los cristianos lleguen a ser un solo rebaño bajo un único pastor, que es el Romano Pontífices sucesor de Pedro, Vicario de Jesucristo.

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