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Carta de Antonio Petit a Ramón Herrando de 12 de junio de 2006


Transcripción del texto íntegro


[1] Barcelona, 12 de junio de 2006


Querido Ramón [Herrando = Vicario Regional de España]:

Como te prometí, te escribo explicándote las razones de mi decisión.

En primer lugar muchísimas gracias por cómo me atendiste el pasado día 2. Hoy seguramente me darán el alta del tema del estómago porque al final no operaron y está mejor e iré a ver a mis padres.

Como sabes, hace diez años me fui a Sevilla porque como me indicó Manolo Dacal [= entonces Vicario (Director) de la Delegación de Barcelona, hoy Sacerdote Secretario del Consejo General de la Prelatura] aunque me podía quedar en Barcelona me conocía mucha gente y así pareció mejor. Como me dijiste, cometí alguna imprudencia, yo creo que la que ha tenido más repercusión el decir que una persona no paraba de llamarme por teléfono del orden de más de 20 veces diarias. Esto provocó la reacción de esta persona que lanzó una campaña de difamaciones y calumnias contra mí, que solo se detuvo cuando una persona ajena a la Obra fue ver a Manolo Dacal y le comentó lo que estaba pasando, con datos concretos.

Me comentabas el día 2 que todo esto yo no lo había asimilado. Y sí. Creo que sí lo asimilé en su momento, pero tu mismo me dijiste que mejor no volver a Barcelona por la opinión que tienen de mí, determinadas personas. Lo llamativo [2] es que esa opinión apoyada en calumnias y difamaciones siga perdurando después de diez años y nadie les haya dicho a esas personas de la Obra, que hay obligación de reparar la difamación, sino que al revés Juan Vera [entonces Director Espiritual de la Comisión de España] me dijo que las difamaciones y calumnias me las había ganado yo. Se nos enseña a no hablar mal de ningún sacerdote, pero si es de la Obra parece que eso no cuenta.

Esto se me ha seguido recordando durante diez años, la última vez hace tres meses, y aunque yo lo procuraba olvidar, alguien siempre se ha encargado de recodármelo, a pesar de que en este tiempo no he dicho que no a nada de lo que se me ha pedido y he procurado hacer todo con la mayor ilusión posible, y que el Padre me dijera hace cuatro años, delante de varios, que soy una mala persona.

Todo esto me llevó el pasado 15 de abril a escribir la carta pidiendo la dispensa de mis compromisos y la excardinación de la Prelatura. En este tiempo he hablado con el director de mi centro varias veces, con Nacho Aparisi [todavía hoy miembro laico de la Comisión regional de España encargado de la atención de los numerarios], con Tony Pujals [= actual Vicario (Director) de la Delegación de Barcelona, que sustituyó a Manuel Dacal] y contigo. No he vivido en un centro por atender a mis padres y ahora por razones médicas, pero me parece que no es algo que me obliguen mis compromisos, y como te dije de este modo puedo buscar un Obispo benigno que me acoja.

[3] Ciertamente para mí es una de las cosas más duras de mi vida, pero que en Febrero se me dijera que con quién hablaba en mi habitación cuando me llamaba mi hermana enfermera para informarme del estado de salud de mi madre de 87 años hospitalizada, era, como reconoció el director de mi casa, entrar en la intimidad personal, y realmente así no podía continuar.

Me dijiste que el Sr. Arzobispo de Barcelona, casi con toda seguridad, no me acogería. Si así fuera buscaría otro obispo que me acogiera en otro lugar, pero lo que no entiendo es que me digas que no sigo las indicaciones de los Vicarios y que si concedes la dispensa no puedo ejercer como sacerdote, al quedar excardinado sin nadie que me incardine.

Esta posibilidad la rechaza abiertamente el CIC en el canon 267. Al especificar que una excardinación queda en suspenso hasta que no hay una incardinación por otro Sr. Obispo, para impedir que un sacerdote quede, en cualquier trámite administrativo, acéfalo. Soy Doctor en Derecho Canónico y he explicado todo esto durante muchos años y algo sé del tema. Por otra parte me he [4] asesorado sobre esta cuestión con uno de los canonistas de la Conferencia Episcopal.

El quedar suspendido de mi actividad sacerdotal solo se puede dar como una pena canónica, que supongo que se apoyaría en el artículo 36 de los Estatutos de la Prelatura, pero el término latino que se utiliza se refiere a un fugitivo, en ningún momento ha sido mi caso, y especialmente un sacerdote que desee la reducción al estado laical, que da la impresión que es lo que se pretende con esta medida, lo cual no tiene nada que ver conmigo ni con lo que he pedido.

Muchas gracias de nuevo por toda tu preocupación por mí. Un abrazo muy fuerte y me tienes a tu disposición para lo que quieras. [sigue la firma].

Fdo. Antonio Petit Pérez

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