Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 44

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APARTADO III Charla nº 44

Apostolado

1. "La vocación cristiana es esencialmente vocación al apostolado" (Conc. Vaticano II, Decr. Apostolicam actuositatem, n. 2). La llamada a la Obra intensifica el sentido apostólico de nuestra vida, lo lleva a su plenitud, hasta el punto de que para nosotros el apostolado es como el latir del corazón; ¡ay del día en que se pare! Si nuestro corazón late por amor a Dios, latirá también por amor a todas las almas, en un afán incontenible de acercarlas a Dios.

2. "Somos portadores de Cristo y hemos de ser luz y calor, hemos de ser sal, hemos de ser fuego espiritual, hemos de ser apostolado constante, hemos de ser vibración, hemos de ser el viento impetuoso de la Pentecostés" (De nuestro Padre). Sal que da sabor y preserva de la corrupción; luz que disipa las tinieblas de la ignorancia y del error. Sal y luz que se difunden con sobrenatural naturalidad por medio del trato, la conversación -que llega a la confidencia de vida interior-, y del trabajo santificado. ¡Qué pena si alguien que hubiese pasado junto a nosotros pudiera decirle al Señor: hominem non habeo! (Ioh 5,7). Como brasas encendidas hemos de ser.

3. Los medios: "el Crucifijo y el Evangelio" (Camino, n. 470); es decir, sacrificio, mortificación, penitencia, y doctrina, con don de lenguas. "La acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio" (Camino, n. 81; cfr. n. 105). Sin olvidar que fray ejemplo es el mejor predicador.

4. El apostolado surge con espontaneidad y abundancia en todo momento: con parientes, amigos, vecinos, colegas, etc., a quienes vamos iluminando con la luminaria de la fe y del amor: "damos una importancia primaria y fundamental a la espontaneidad apostólica de la persona, a su libre y responsable iniciativa, guiada por la acción del Espíritu" (Conversaciones, n. 19). Pero para extender el Opus Dei hasta el último rincón de la tierra -como quiere Dios- se requiere también “un mínimo de organización”, orden, dirección, obediencia: apostolado personal dirigido. No somos "apóstoles de pata libre".

5. Parte de ese apostolado personal dirigido es la intención mensual, que señala en cada momento a los miembros de la Obra aquellos apostolados que, por su especial importancia para la labor de toda la Obra y de cada Región, han de ser objeto de la oración, del estudio y del trabajo de todos. Se trata de rezar, y también -porque en nuestra ascética, oración y acción son inseparables- de desarrollar una extensa y profunda acción apostólica. Es una misión única común a todos.

6. Además, todos los miembros de la Obra -Numerarios, Supernumerarios, Agregados, jóvenes y mayores, sanos y enfermos-

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recibimos desde el momento en que somos admitidos, un encargo apostólico concreto, para realizar individualmente o trabajando en obras corporativas de apostolado. Se trata de una misión precisa, bien determinada, que -a diferencia de la intención mensual- puede ser distinta de la de los demás. Es manifestación expresa de la voluntad de Dios, que nos llega a través de los Directores.

7. Hay que realizar el encargo apostólico concreto con sentido de responsabilidad; sabiendo que no hay encargos de poca categoría: todos tienen la misma categoría: "¡Qué grande cosa es ser un pequeño tornillo!" (Camino, n. 830). "Ninguno de vosotros es una pieza aislada. Si tú te paras, haces que se paren todos" (De nuestro Padre). La labor de la Obra "es como un gran tejido que ofrecemos al Señor. Si todos cumplimos, si somos fieles y entregados, ese gran tejido será hermoso y sin falla" (De nuestro Padre).

Labor de San Gabriel

1. "Para la vitalidad, el desarrollo y la eficacia de nuestra Obra" es absolutamente necesaria "una abundante labor de San Rafael y de San Gabriel" (De nuestro Padre). "Con la obra de San Gabriel llenamos todas las actividades del mundo de un contenido sobrenatural, que -a medida que se vaya extendiendo- irá contribuyendo eficazmente a solucionar los grandes problemas de los hombres" (De nuestro Padre). "No deberá haber ningún pueblo, donde no irradie nuestro espíritu algún Supernumerario".

2. Propia de los Supernumerarios es la labor de Cooperadores, los cuales -sin haber recibido vocación al Opus Dei-ayudan a los apostolados de la Obra en todos los ámbitos de la vida social, y forman una asociación propia e inseparable del Opus Dei. Es una labor indispensable, porque "nosotros no podríamos hacer nada sin la ayuda de tanta gente estupenda" (De nuestro Pa­dre). Hay que aumentar siempre el número, sin miedo.

5. “A vuestro lado, hijas e hijos míos Supernumerarios -de manera semejante a vosotros y a los demás miembros del Opus Dei", serán para el servicio de Dios los Cooperadores -con la formación oportuna en retiros espirituales, en Cursos y, cuando sea conveniente, en Convivencias- oradores y conferenciantes, polemistas, productores de películas, escritores para la prensa y la radio, médicos y enfermeras con sentido cristiano de su misión profesional, especialistas en obras sociales, directores de muy diversas organizaciones de seglares.

Y en la oficina y en el comercio, en el periódico y en la tribuna, en la escuela, en el taller y en las minas y en el campo, amparados por vuestra oración, por vuestros consejos, por vuestro ejemplo y por vuestro constante trabajo, serán también portadores de Dios en todos los ambientes de los nombres, según aquellas palabras de San Pablo; glorificate et portate Deum in corpore vestro (1 Cor 6,20), glorificad a Dios con vuestra vida y llevadle siempre con vosotros” (De nuestro Padre).

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4. Pueden ser nombrados Cooperadores de la Obra personas católicas y no católicas, sacerdotes y laicos; e incluso comunidades religiosas, que ayudan con su oración y -si es posible-también con su trabajo.

5. Hay tres clases de Cooperadores: los llamados Cooperadores activos, que colaboran con su oración, con su limosna y con su trabajo profesional, en las obras que les aconsejen los Directores; los llamados sencillamente Cooperadores, que ayudan a la Obra con su oración y con sus limosnas; y finalmente, los Cooperadores no católicos -incluso no cristianos- o católicos apartados de la Iglesia, que contribuyen, al menos, con sus limosnas o con su trabajo profesional, social, etc..

6. Cuando un miembro de la Obra considera que alguien puede ser nombrado Cooperador: debe consultar a la persona que atiende su charla; si la sugerencia parece oportuna al Consejo local, el de Casa habla con el interesado, para asegurarse de que va a aceptar el nombramiento; explicarle con más detalle la finalidad de los Cooperadores y sus obligaciones características; y concretar la forma de realizar la ayuda a la Obra -oración, limosna, trabajo- y los posibles cauces; si la respuesta es positiva, se comunica al Consejo local; cuando le indican que su propuesta ha sido aprobada, se lo comunicará al interesado. Es el momento de hablarle de los grandes bienes espirituales que adquiere en virtud de la comunión de los santos -particularmente eficaz en quienes están unidos por la misma misión-, y de los medios de formación que la Obra pone a su disposición; así como de las indulgencias que puede lucrar.

7. Es preciso mantener con cada uno de los Cooperadores un trato asiduo, personal, de amistad y confidencia. "Atendedlos, formadlos: que tengan siempre una labor entre manos, algo que hacer. Mantenedlos en movimiento, como en ejercicios deportivos" (De nuestro Padre). La dirección espiritual, los Círculos, las Convivencias, son otros tantos medios para convertirlos en una “fuente (le energías espirituales y materiales” “que aprovechará Dios nuestro Señor, por medio de nosotros, para el servicio de las almas, bajo la obediencia de la Iglesia, a través de los Directores internos de la Obra" (De nuestro Padre).

8. Según sus condiciones personales, podrán colaborar en los Grupos Promotores y en los Patronatos de obras corporativas; como profesores en las labores de enseñanza que dirigen miembros de la Obra; en la labor apostólica con la juventud; en el apostolado de la opinión pública... Y todos pueden realizar en su ambiente un intenso apostolado en cuestiones de actualidad. Los Cooperadores activos deben cooperar en las labores apostólicas que señalen los Directores.

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Labor de la Sociedad Sacerdotal de la. Santa Cruz (Para sacerdotes Agregados y Supernumerarios).

Nuestro Padre sintió siempre una gran solicitud por los sacerdotes. Desde el principio comprendió que, desde el punto de vista teológico, la vocación para buscar la santificación según el espíritu y la ascética del Opus Dei era la misma para los laicos y para los sacerdotes diocesanos: "el mismo fenómeno teológico vocacional" (De nuestro Padre). Pero no encontraba la solución jurídica. Hasta decidió abandonar el Opus Dei, para dedicarse a una nueva fundación para sacerdotes diocesanos: por "amor vuestro, que es amor a Jesucristo" (De nuestro Padre). Pero el Señor le hizo comprender que no era necesario; que los sacerdotes diocesanos podrían, también jurídicamente, vivir según el espíritu del Opus Dei: "Agradezco a Nuestro Señor -les decía a un grupo de ellos, en 1972- que vosotros seáis hermanos de vuestros hermanos, y que no haya habido necesidad de escindir un corazón de padre y de madre".

Los sacerdotes que se adscriben a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz lo hacen en uso de un derecho natural -el de asociación- que la Iglesia reconoce a todos los fieles, sacerdotes y seglares; y, con vocación divina, se adscriben a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz única y exclusivamente para buscar ayuda espiritual, y hacer así más eficaz su vida sacerdotal y su labor diocesana, sin modificarlas en absoluto. Por eso, el sacerdote secular que se adscribe a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz no abandona su vocación diocesana, al contrario, se empeña en vivirla con plenitud, porque busca la santidad precisamente en el ejercicio de sus labores sacerdotales, como sacerdote secular diocesano.

Por lo tanto, no disminuyen, sino que refuerzan, su plena dependencia del Ordinario diocesano y su servicio a la diócesis. Para esto -de hecho y de derecho- se ponen todos los medios. La ayuda espiritual que se les presta está orientada a este fin. No forman parte del clero de la Prelatura, y no tienen más superior que su Obispo. En todo lo que se refiere al ejercicio de su ministerio dependen de su propio Ordinario, y viven constantemente el nihil sine Episcopo. En este sentido, su actuación es análoga a la de los miembros laicos respecto a sus propios deberes familiares, profesionales, sociales, políticos, etc. Un militar, un empleado municipal, un profesor universitario, dependen de sus respectivos superiores militares, municipales o académicos, en la misma medida que sus compañeros: la Obra no se entromete en esto. Los sacerdotes Agregados y Supernumerarios dependen de su propio Ordinario exactamente igual que antes de pertenecer a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y exactamente igual que los que no pertenecen a ella.

4. El Opus Dei da a esos sacerdotes una ayuda espiritual que les facilita el cumplimiento gustoso y sacrificado de su deber, con una espiritualidad secular y diocesana, que incluye como parte esencial la obligación de santificar y santificarse en los deberes de estado.

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5. El espíritu de la Obra, por lo demás, no puede dejar de fomentar en ellos la práctica de una caridad fraterna y delicada con los demás sacerdotes, que evita aun la más leve apariencia de cualquier división y promueve activamente la máxima unidad entre todos.