Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 36

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APARTADO III Charla nº 36

Nos comprometemos a vivir las virtudes cristianas

"Venir a la Obra es algo tan hermoso como enamorarse" (De nuestro Padre), y lleva consigo un compromiso de amor, que ha fluido, por iniciativa divina, de nuestra libertad personal, con valor de eternidad.

Nos hemos comprometido a santificarnos según el espíritu del Opus Dei, que conduce al cristiano corriente a la plenitud de su vocación en el mundo (sin sacarlo de su sitio, sin cambiarlo de estado). Nos comprometemos -nada más y nada menos- a practicar las virtudes cristianas propias de la condición secular -de sacerdote o de laico, soltero o casado, etc.-; y a colaborar en los apostolados propios de la Obra, en la medida de las posibilidades de cada uno y según la situación personal.

3. Para tal compromiso no se emite ningún voto. Los votos tienen una gran importancia para los religiosos, porque son la expresión de su consagración y de su separación del mundo. Por eso, la Iglesia -y, en su nombre, los Superiores internos- los recibe de los religiosos. Los votos comportan un vínculo sagrado que no responde en absoluto a la vocación que hemos recibido de Dios. "Lo que el Opus Del quiere son virtudes, y con virtudes es como nos ganaremos el Cielo" (De nuestro Padre).

Al Opus Dei nunca le han interesado, ni le interesarán jamás, votos o promesas en sus miembros; tampoco los ha recibido nunca. Lo que pide a sus miembros es que, "en medio de las deficiencias y errores propios de toda vida humana, se esfuercen por practicar las virtudes humanas y cristianas, sabiéndose hijos de Dios" (Conversaciones, n. 24). "Nuestro Fundador deseaba que nuestra unión con Dios se basara en la honradez de cristianos, en un compromiso de amor. A nuestro Padre le encantaba esta palabra: comprometerse" (Del Padre).

En la Obra necesitamos una virtud humana fundamental: la lealtad, que basta -con la gracia de Dios- para mantener a toda costa los compromisos adquiridos. Al dar nuestra palabra, nuestro fiat al querer de Dios, la fuerza que nos mantendrá vinculados a la Obra será, con la ayuda divina, nuestra honradez de cristianos; de hombres o mujeres cabales, que han dado al Señor su palabra, que tiene para El y para nosotros, un valor, humano y sobrenatural, enorme.

Faltar a la palabra dada, sería, en efecto, un gravísimo quebranto de nuestro honor, de nuestra dignidad de hombres o mujeres cabales, que se saben hijos de Dios. Sería, de otra parte, la pérdida de incontables talentos -todas las gracias que lleva consigo la gracia soberana de la vocación- para alcanzar la santidad propia y la de tantas almas que dependen de cada uno; pérdida también, de un premio eterno extraordinario. Bienes dema-

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siado preciados para venderlos por un plato de lentejas (cfr. Gen 25, 29-34). La hombría de bien, unida a la fe sobrenatural, bastan por tanto, para explicar el maravilloso fenómeno de la fidelidad de nuestros hermanos a su vocación divina de total dedicación a Dios y a las almas en medio del mundo.

7. Virtudes son, pues, lo que interesa al Opus Dei, que son "lo que hace bueno a su poseedor y buena su obra" (Santo Tomás, S. Th. I— II, q. 55, a. 3). "La verdadera dignidad y excelencia del hombre consiste, pues (...), en la virtud. La virtud es patrimonio común de todos los mortales, e igualmente la pueden alcanzar los altos y los bajos, los ricos y los pobres. Sólo a las virtudes y al mérito, en quienquiera que se hallan, se ha de dar el premio de la eterna bienaventuranza" (León XIII, Enc. Sapientiae christianae, 10-1-1890).