Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 15

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APARTADO III Charla nº 15

Trabajo y vida oculta

1. "El Señor suscitó el Opus Dei en 1928 para ayudar a recordar a los cristianos que, como cuenta el libro del Génesis, Dios creó al hombre para trabajar. Hemos venido a llamar de nuevo la atención sobre el ejemplo de Jesús que, durante treinta años, permaneció en Nazareth trabajando, desempeñando un oficio. En manos de Jesús el trabajo, y un trabajo profesional similar al que desarrollan millones de hombres en el mundo, se convierte en tarea divina, en labor redentora, en camino de salvación.

El espíritu del Opus Dei recoge la realidad hermosísima -olvidada durante siglos por muchos cristianos- de que cualquier trabajo digno y noble en lo humano, puede convertirse en un quehacer divino. En el servicio de Dios, no hay oficios de poca categoría: todos son de mucha importancia” (Conversaciones, n. 55).

2. En consecuencia amamos con predilección los servicios humildes y escondidos, que no hallan recompensa en la tierra. Esto no obsta para que procuremos alcanzar un sólido prestigio profesional, anzuelo de pescador de almas, manifestación de responsable espíritu de servicio a Dios y a los hombres.

3. Todos, en el Opus Dei, hemos de buscar la santidad dentro del propio estado, en el ejercicio de una profesión u oficié. "Hijos míos, el espíritu de la Obra nos lleva a santificarlo todo, y el trabajo es el quicio de esa santidad que deseamos alcanzar. La vocación profesional es, por eso, parte importante de nuestra vocación divina. No venimos a la Obra a hacer ninguna cosa extraordinaria; todo es ordinario en nuestra vida. Luego no podemos ser ni apáticos, ni imprudentes, ni como ésos a los que Dios vomita de su boca: tibios. Si no nos entusiasmamos con las cosas humanas, con las tareas propias de nuestra profesión u oficio, no las podremos divinizar" (De nuestro Padre).

4. No se comprendería la vida de un hijo de Dios en el Opus Dei sin ilusión profesional, porque es en el trabajo donde nos espera el Señor para realizar el milagro grande de nuestra santificación personal, de la santificación de nuestros colegas, y la santificación del mundo en el que incide ese trabajo.

"Todas las cosas de la tierra, también las criaturas materiales, también las actividades terrenas y temporales de los hombres, han de ser llevadas a Dios (...) Hemos de poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas" (De nuestro Padre).

5. El estudio es la preparación necesaria para realizar bien -con perfección humana y con perfección cristiana- el trabajo profesional. Ya es trabajo: medio de santificación y de apostolado. Es para nosotros una Norma de siempre, porque siempre he-

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mos de procurar el perfeccionamiento de nuestra actividad profesional, cualquiera que sea (cfr. Camino, n. 334).

6. "El trabajo no puede ser nunca para vosotros un juego, que no se toma en serio: ni tampoco cosa de dilettanti o de aficionados. Qué me importa a mí que me digan de uno de mis hijos que es, por ejemplo, un mal maestro y un buen hijo mío: si no es un buen maestro ¿de qué me sirve? Porque, en realidad, no es un buen hijo mío, si no ha puesto los medios para mejorar en su profesión. Hemos de trabajar como el mejor de los colegas. Y si puede ser, mejor que el mejor. Un hombre sin ilusión profesional no me sirve" (De nuestro Padre).

7. Por tanto, es lo nuestro un trabajo serio, intenso, acabado. Ha de haber en cada jornada, cantidad y calidad de trabajo. "No podemos ofrecer al Señor algo que, dentro de las pobres limitaciones humanas, no sea perfecto, sin tacha, efectuado atentamente también en los minaba detalles: Dios no acepta las chapuzas" (Amigos de Dios, n. 55; cfr. n. 56 y 62). El trabajo, en Casa, es una enfermedad crónica, contagiosa, incurable y progresiva.

8. "Es evidente que los chapuceros ni mejoran su conducta humana, ni pueden ser fieles a la acción continua y específica en nosotros del Espíritu Santo, que nos quiere generosos también en la perfección con la que procuramos hacer nuestra tarea humana, ni nos pueden comprender" (Del Padre).

9. Ho hay excusa: "la mujer que, por la iglesia, / deja el puchero quemar, / tiene la mitad de ángel, / de diablo la otra mitad. A mí me parece enteramente un diablo” (Conversaciones, n. 107).

El Señor omnia bene fecit; coepit faéere et_ docere» Enseñó primero con el ejemplo y luego con la palabra. Nosotros, que hemos sido llamados por Dios para recordar a todas las gentes el valor santificador del trabajo, tenemos el deber de ser ejemplares. Un vago -mientras no cambiase- haría daño a la Obra, porque escandalizaría y la desprestigiaría; y no se podría santificar.

Todo nuestro trabajo ha de tener un sentido sobrenatural: trabajamos por amor a Dios, para la gloria de Dios (cfr. Camino, nn. 780 y 784).

"El trabajo, que ha de acompañar la vida del hombre sobre la tierra, es para nosotros a la vez el punto de encuentro de nuestra voluntad con la voluntad salvadora de nuestro Padre celestial" (De nuestro Padre).

Al trabajar, habremos de sortear dos escollos: la frescura (pereza, irresponsabilidad); y la profesionalitis, que busca la gloria humana por encima de la gloria de Dios, y lleva a abandonar las Normas, la vida en familia, a no convertir el trabajo en medio de santificación propia y ajena. El trabajo ya no seria Opus Dei, sino opus diaboli.