Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 11

APARTADO III Charla nº 11

Algunos rasgos de la fisonomía espiritual de la Obra

La fisonomía espiritual propia del Opus Dei se caracteriza por la unidad de vida (cfr. Apartado II-4, I). "Es esa unidad de vida la que nos lleva a que, siendo dos las manos, se unan en la oración y en el trabajo. Trabajo que, al ser Opus Dei, es también oración: por eso no podemos decir que un hombre que viva el espíritu del Opus Dei es activo o contemplativo; porque la acción es contemplación y la contemplación es acción, en unidad de vida" (De nuestro Padre).

Dios es sencillísimo, absolutamente simple. Y cuanto más cerca -más unidas- están las cosas a Dios, tanto más sencillas son. El espíritu querido por Dios para el Opus Dei participa intensamente de la sencillez divina y nuestra vida interior es un proceso de descomplicación. Todas sus manifestaciones brotan de una sola raíz; la filiación divina, que es participación íntima de la vida de Dios, que se va intensificando con nuestra correspondencia a la gracia; y tiene un solo fin: la gloria de Dios, el amor de Dios.

3. Un solo fundamento -la filiación divina-, y un solo fin vivir enteramente para Dios- que se consigue mediante:

El amoroso cumplimiento de las Normas, que nos identifican con Cristo y nos enamoran de Dios;

El trabajo, que es amor de Dios cuajado en obras: "nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor" (Es Cristo que pasa, n. 48); es ordenación de todas las cosas de la tierra, de todos los asuntos humanos, a la gloria de Dios.

c) El apostolado, que “es amor de Dios que se desborda, dándose a los hombres" (De nuestro Padre). Y como "no hay compartimentos estancos en nuestra vida", también "la vida interior contemplativa es clamor de almas; y el trabajo, un esfuerzo sostenido de abnegación, de caridad, de obediencia, de comprensión, de paciencia y de servicio a los demás" (De nuestro Padre).

Así, todo es sencillo, coherente, armonioso; sin esquizofrenias, sin dobleces, sin compartimentos estancos. "Nuestra ascética tiene la sencillez del Evangelio. Se complicaría cuando fuéramos complicados, cuando dejásemos el corazón oscuro, cuando hubiera una solución de continuidad en nuestra sinceridad” (De nuestro Padre), cuando nuestra intención se torciese y los motivos humanos suplantasen los sobrenaturales.

El sentido de nuestra filiación divina nos lleva a buscar una presencia de Dios continua, sabiéndonos endiosados por dentro; y con un deseo tierno y profundo a la vez de imitar a Jesucristo, el Hijo de Dios por naturaleza, perfectus Deus, perfec-

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tus Homo, que es uno, una sola Persona, la misma cuando contempla, cuando trabaja, cuando llora, cuando ríe: todo en El proviene de su Amor inmenso, y al Amor se ordena. Y no puede separarse su condición de Dios-Hombre de su condición de Redentor.

El trabajo profesional y toda la vida ordinaria ha de ser para nosotros encuentro con Dios y con las almas: descubrimos a Dios en el trabajo y en las gentes; y unimos a Dios -¡con alma sacerdotal!- las gentes y las cosas todas que tocamos o pensamos.

Esto es vida de fe, vivir de la fe: "Verdadera fe es aquélla que no permite que las acciones contradigan lo que se afirma con las palabras. Examinando nuestra conducta personal, debemos medir la autenticidad de nuestra fe. No somos sinceramente creyentes, si no nos esforzamos por realizar con nuestras acciones lo que confesamos con los labios" (Amigos de Dios, n. 268).

Una sola raíz y un solo fin: ut cuncta nostra oratio et operatio a te semper incipiat et per te coopta finiatur. Los motivos humanos no confieren unidad de vida; más bien disgregan y dividen. Es preciso superar aun los motivos humanos nobles, para que la intención sea de veras pura, recta: derechamente encaminada -línea recta- al Corazón de Dios, a su Amor, a su gloria.

Como consecuencia, viene la entrega serena y alegre a la divina Voluntad: "¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!" (Camino, n. 762).

10. Para recorrer ese camino es también indispensable un medio abundante en el Opus Dei: la doctrina de la fe –ilustrada por la teología y la filosofía-, que ponderamos en la meditación y nos aproxima al conocimiento cada vez más profundo de Dios, que hallará su colmo en el Cielo. Por eso, el Señor, en su infinita misericordia, ha querido que sus hijos en el Opus Dei tengan piedad doctrinal: una santidad sin doctrina no es la santidad del Opus Dei. De ahí el empeño que hemos de poner tanto en adquirir una piedad de niños, como una doctrina de teólogos.