Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado IV 9

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9. LA ENCARNACIÓN


La obra de la Encarnación

  • La asunción de la naturaleza humana de Cristo por la Persona del Verbo es obra de las Tres Personas divinas. Todo cuanto Dios hace fuera de sí, es decir, en las criaturas (obras ad extra), es común a las Tres Personas divinas. La Encarnación es una obra ad extra porque la naturaleza humana de Cristo es creada (cfr. Catecismo, 258).
  • Quien envía al Hijo es el Padre, y quien se encama es solamente el Hijo, pero la obra de la Encarnación se atribuye al Padre (cfr. Gal 4,4), al Hijo (cfr. Philip 2,7) y al Espíritu Santo —a quien se apropian las obras de bondad y amor— como rezamos en el Credo: fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo (cfr. Lc 1,35 y Catecismo, 723).

La Virgen María, Madre de Dios

  • Desde toda la eternidad, Dios escogió a María para ser la Madre de su Hijo, contando con su cooperación libre (cfr. Catecismo, 488).
  • Para ser Madre de Dios, la Virgen fue llena de gracia (cfr. Le 1,28; Catecismo, 490). La plenitud de gracia de la Santísima Virgen significa que —después de la Humanidad de Cristo— ha sido santificada por la gracia como ninguna otra criatura, hecha partícipe de modo singular en la vida divina intratrinitaria, como Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa de Dios Espíritu Santo.
  • Para que fuera siempre llena de gracia, la Santísima Virgen rué preservada inmune del pecado original desde el primer instante de su concepción, en atención a los méritos de Jesucristo, su Hijo, que había de redimir al género humano: este es el privilegio de la Inmaculada Concepción (cfr. Catecismo, 491-492).
  • María es Toda Santa, Santísima, porque estuvo "inmune de toda mancha de pecado" personal a lo largo de toda su vida (Catecismo, 493); su alma estaba adornada con todas las virtudes y dones.

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  • Cuando la Virgen dio su consentimiento a la embajada del Ángel, al punto se formó en sus entrañas el Santísimo Cuerpo de Cristo, al que se unió su Alma racional; y la naturaleza humana así formada se unió a la divinidad, por lo que en el mismo instante Cristo fue perfecto Dios y perfecto Hombre. Por tanto, Santa María es verdaderamente Madre de Dios, pues "aquel que ella concibió como hombre... y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre" (Catecismo, 495). No ha engendrado la divinidad, sino el cuerpo —eso es ser madre— de la Persona divina del Verbo.
  • María fue siempre Virgen: antes del parto (concibió a Cristo no por obra de varón, sino por virtud del Espíritu Santo), en el parto (conservó su virginidad corporal al dar a luz a Cristo, por especial intervención divina) y perpetuamente después del parto (cfr. Catecismo, 496-500). María es a la vez Virgen y Madre (cfr. Catecismo, 502).
  • "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo" (Catecismo, 966). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.

h) María, Madre de Cristo, es también Madre de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, y Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros de ese Cuerpo (cfr. Catecismo, 963 y 968; loann 19,26-27). Es también Medianera de todas las gracias (cfr. Catecismo, 969-970).

Figuras y profecías de la Encarnación

  • Inmediatamente después del pecado de nuestros primeros padres, quedó anunciada la esperanza de la Redención: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su linaje y el tuyo; él te aplastará la cabeza y tú acecharás su calcañar" (Gen 3,15; cfr. Catecismo, 410).
  • Dios estableció una alianza con los hombres (Noé, Abraham) y renovó la promesa del Mesías a los santos Patriarcas y al pueblo de Israel, con profecías y figuras que le anunciaban: "investigad las Escrituras —dijo Jesús a los judíos—: ellas son las que dan testimonio de mí" (loann 5,39).
  • Las profecías predecían que el Redentor sería de la tribu de Judá y de la familia de David (cfr. Is 11,1; Jer 23,5); el lugar de su nacimiento (cfr. Miq 5,1); su pasión y muerte (Is 52,13 a 53,12); su reino espiritual, universal y perpetuo (cfr. // Sam 7,14).
  • Las principales figuras del Redentor en el Antiguo Testamento son el inocente Abel, el sumo sacerdote Melquisedech, el sacrificio de Isaac, José vendido por sus hermanos, el cordero pascual, la serpiente de bronce levantada por Moisés en el desierto y el profeta Jonás.

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Los nombres de Cristo

  • El nombre de Jesús significa "Dios salva". El Niño nacido de la Virgen María se llama Jesús porque Él ha venido para salvarnos del pecado (cfr. Catecismo, 430 y 435).
  • El nombre de Cristo significa "Mesías" o "Ungido". Jesús es el Cristo porque Dios le consagró en cuanto hombre, mediante la unción del Espíritu Santo, para que fuera Sacerdote, Maestro y Rey, con la misión de instaurar definitivamente el Reino de Dios (cfr. Catecismo, 436 y 439).
  • El nombre de Señor (Kyrios en griego) significa la soberanía divina, es decir que "el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús" (Catecismo, 449).
  • El nombre de Unigénito de Dios significa que sólo Cristo es Hijo de Dios por naturaleza. Cristo es también "primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8,29), porque gracias a Él nosotros somos hijos de Dios, por participación: hijos adoptivos de Dios y coherederos de la gloria (cfr. Catecismo, 443; Rom 8,17).
  • Cristo es el nuevo Adán, que inaugura la "nueva creación" (cfr. Catecismo, 504). Así como Adán, según la naturaleza, fue cabeza del linaje humano, así Cristo, de quien procede la gracia, es Cabeza de la Iglesia (cfr. / Cor 15,45-49; Catecismo, 359)126.

Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres. Maestro, Sacerdote y Rey

  • "Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre Dios y los hombres" (Catecismo, 480. Cfr. I Tim 2,5). Como Mediador, Cristo es Maestro, Sacerdote y Rey.
  • Es Maestro (o "Profeta") porque nos ha enseñado con propia autoridad el conocimiento de Dios Uno y Trino y de sus designios. Los Profetas del Antiguo Testamento fueron enviados con el fin de anunciar al supremo Maestro, que es "la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre" (Catecismo, 65): la plenitud de la Revelación.
  • Es Sacerdote porque el oficio propio del sacerdote es ofrecer sacrificios a Dios, por los pecados (cfr. Heb 5,1-3), y Cristo se ofreció a sí mismo a Dios en el sacrificio de la Cruz, para reparar por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios (cfr. Heb 9,14; Catecismo, 616-617 y 1544).
  • Es Rey, no sólo en cuanto Dios, sino también en cuanto hombre; y "no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la Redención"127. "Ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y

126 De modo semejante, María se compara a Eva (cfr. Catecismo, 411). Eva asintió a lo que decía la serpiente, y entró en el mundo el pecado y la muerte; María dijo sí al anuncio del Ángel y entró en el mundo la gracia y la vida.

127 PÍO. XI, Enc. Quas primas (1l-XII-25).


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su resurrección (cfr. Ioann 12,32)" (Catecismo, 786). Su reino es espiritual y eterno: comienza en la tierra y se perfecciona en el Cielo. Es un Reino de santidad y de justicia, de amor, de verdad y de paz128. "Cristo Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28)" (Catecismo, 786).

e) Todos los fieles "participan de estas tres funciones de Cristo y tienen las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas" (Catecismo, 783; cfr. ibid, 786).

Toda la vida de Cristo es redentora

  • En relación con la vida del Señor "el Símbolo de la Fe no habla más que de los misterios de la Encarnación (concepción y nacimiento) y de la Pascua (pasión, crucifixión, muerte, sepultura, descenso a los infiernos, resurrección, ascensión). No dice nada explícitamente de los misterios de la vida oculta y pública de Jesús, pero los artículos de la fe referentes a la Encarnación y a la Pascua de Jesús iluminan toda la vida terrena de Cristo" (Catecismo, 512).
  • Toda la vida de Cristo es redentora, también los años de vida cotidiana en familia y de trabajo en Nazaret, que tienen un gran significado129:

"Toda la vida del Señor me enamora. Tengo, además una debilidad particular por sus treinta años de existencia oculta en Belén, en Egipto y en Nazaret. Ese tiempo — largo—, del que apenas se habla en el Evangelio, aparece desprovisto de significado propio a los ojos de quien lo considera con superficialidad. Y, sin embargo, siempre he sostenido que ese silencio sobre la biografía del Maestro es bien elocuente, y en cierra lecciones de maravilla para los cristianos. Fueron años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevó una vida corriente —como la nuestra, si queremos—, divina y humana a la vez; en aquel sencillo e ignorado taller de artesano, co­mo después ante la muchedumbre, todo lo cumplió a la perfección"130.

c) Cristo es nuestro modelo (cfr. Catecismo, 520). "Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros" (Catecismo, 521).

128 Cfr. Misal Romano, Prefacio de la Misa de Jesucristo Rey del Universo.

129 "Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cristianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más diversos lugares del mundo" (Es Cristo que pasa, 14).

130 Amigos de Dios, 56; cfr. Catecismo, 533.


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Bibliografía básica:

Catecismo de la Iglesia Católica, 484-570,721-726 y 963-975.

Lecturas recomendadas:

Homilía "El triunfo de Cristo en la humildad", en Es Cristo que pasa, nn. 12-21.

Cuadernos 6: Piedad y doctrina: "La Humanidad Santísima del Señor", pp. 43-55.