Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 22

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APARTADO II Charla n° 22


I. Obediencia

El pecado -raíz de todos los males- es desobediencia. Dios quiso que la redención nos viniese a través de la obediencia de Cristo: Obediens usque ad mortem, mortem autem crucis (Phil 2,8). Siguiendo el ejemplo del Señor -"mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra" (Ioh 4,34)- somos corredentores con Cristo.

La aparente oposición entre obediencia y libertad, se resuelve obedeciendo libremente, porque nos da la gana, que es la razón más sobrenatural. "Bendita esclavitud de Amor, que nos hace libres. Nada más contrario a nuestro espíritu que la coacción: pero, al vivir la obediencia, debéis coger al vuelo las insinuaciones de vuestros Directores, que nunca son coacción" (De nuestro Padre).

"Es evidente que todo lo que tiene vida, aunque conste de muchas partes diferentes, está unido. Pues lo mismo pasa en la Iglesia y en la Obra. Si se da libertad a la mano, al cerebro o al pie, van irremisiblemente a la corrupción, a la muerte; se pudren, porque han perdido la atadura que los une al resto del cuerpo, atadura que les daba vida y libertad. Esta es la libertad que no queremos tener: la libertad de la autodestrucción, de la muerte. ¡Bendita sea esa sujeción nuestra, ese yugo, que es la mejor señal de nuestra libertad y de nuestra vida: iugum meum suave est, et onus meum leve (Mt 11,30), que es suave el yugo y no es pesada la carga" (De nuestro Padre).

La obediencia en Casa es sobrenatural. No obedecemos por motivos humanos: queremos cumplir la voluntad de Dios. Obedecemos a nuestros Directores porque en ellos vemos al Señor, a nuestro Padre: "Cada Director es como si fuera yo" (De nuestro Padre).

5. Voluntaria. En Casa, el mandato más fuerte se hace con un "por favor" o con una frase análoga. De ahí la importancia de querer obedecer siempre, de amar la obediencia, de buscarla.

6. Obediencia pronta. "Todas las piezas del reloj van a un ritmo. Si una pieza va mal, se retrasa... daos cuenta del daño y de la ineficacia que se hace retrasando el obedecer" (De nuestro Padre),

7. Obediencia alegre, porque "un servicio que se hace con mala cara -en mi tierra usan una palabra tremenda: 'de morro'-, un servicio hecho así no lo agradece nadie. Hay que hacerlo con ilusión" (De nuestro Padre). Servite Domino in laetitia. "¡Jesús, que haga buena cara!" (Camino, n.626).

8. Obediencia inteligente. "Si os parece una barbaridad lo que os mandan, decidlo. Si os dicen que lo hagáis -no siendo una ofensa de Dios, pequeña o grande- hacedlo" (De nuestro Pa-

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dre). Al obedecer nunca nos equivocamos, no porque los Directores sean infalibles, sino porque Dios quiere que obedezcamos.

9. Al obedecer, hemos de poner en juego toda nuestra capacidad de iniciativa, de modo que, sin "interpretar" las indicaciones recibidas, las llevemos a cabo del mejor modo posible.

Es fundamental en el espíritu y en la vida de la Obra, nuestra plena libertad, responsabilidad e independencia personal para pensar, opinar o actuar en todas las cuestiones temporales y teológicamente opinables. El -ejercicio de esa libertad no es un problema para la Obra, sino "manifestación de buen espíritu" (Conversaciones, n. 38; cfr. ibid., nn. 28, 29, etc.).

Los Directores, en la Obra, están puestos por el Padre para servir a los demás. Los cargos, son cargas. El miedo a los Directores es la tentación más diabólica. Confianza ilimitada. Han de conocernos exhaustivamente, para hacernos llegar en todo momento la Voluntad de Dios. Les debemos respeto y cariño. Así, además, les facilitamos su tarea.

II. Las Normas de siempre (I)

Hemos recibido, con nuestra vocación, la llamada a ser almas contemplativas. Nuestro Padre nos ha enseñado que la contemplación -tener de continuo la mente y el corazón en Dios- no es cosa de privilegiados. Lo conseguimos, por la gracia de Dios, con el cumplimiento fiel, amoroso, de nuestras Normas diarias, que están entrelazadas por las Normas de siempre.

Presencia de Dios: es recordar que nuestro Padre Dios preside todos los instantes de nuestra vida, que está en todas las cosas y, especialmente, en el alma en gracia, que nos contempla siempre con una mirada de amor infinito. Así brota un diálogo incesante. Pero es preciso luchar con "industrias humanas", con "despertadores", para alcanzar la presencia de Dios habitual. Comenzar y recomenzar. Algunos ejemplos prácticos. Insistir una y otra vez.

Considerar nuestra filiación divina, que es el fundamento de toda nuestra vida de piedad y matiza todas nuestras relaciones con Dios. De ahí, la alegría, el optimismo, el omnia inbonum!, la seguridad, la fortaleza: Abba, Pater!; rezo del Padre Nuestro, etc.

Comuniones espirituales. Es lógico que siempre tengamos el deseo ardiente de ser una sola cosa con Jesucristo, presente en la Eucaristía, y que lo actualicemos muchas veces al día. La comunión espiritual que nos enseñó nuestro Padre.

Acciones de gracias. "Dale gracias por todo, porque todo es bueno" (Camino, n* 268). Gratias tibi, Deus, gratias tibi!

III. Comentario del Evangelio

Ha de ser breve, sencillo, práctico, que pueda servir a

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todos para vivir mejor el tiempo de la noche. Presentarlo con tiempo al Director.