Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 47

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APARTADO III Charla nº 47

Proselitismo

El bien, por su propia naturaleza, es difusivo. Cuanto mayor es el bien, más poderosa su fuerza expansiva. Y la gracia soberana de la vocación al Opus Dei es un bien enorme. "Tenéis en vuestras manos el espíritu del Opus Dei: una riqueza divina, que habéis de amar, custodiar y transmitir. Si de verdad sois fieles, seréis proselitistas: el proselitismo es muestra clara de amor a la Obra, la mejor manera de conservar ese tesoro sobrenatural y de hacerlo fructificar en otras almas" (De nuestro Padre). "Si no tuviéramos la preocupación del proselitismo, parecería que no éramos felices. El que tiene la felicidad, el bien, procura darlo a los demás" (De nuestro Padre). Una familia sin hijos, se extingue.

No desvivirse por el proselitismo significaría no valorar el tesoro que Dios ha puesto en nuestras manos; no haber asimilado el espíritu de la Obra -"cuyo fin es precisamente difundir en el mundo la santidad" (De nuestro Padre) -, o de haber dejado de vivirlo. "No ocuparse del proselitismo sería un síntoma de flojera, de enfermedad y quizá de muerte". Habría que exclamar quizá el iam foetet! (Ioh 11,39). En cambio: "Ese afán de proselitismo que te come las entrañas es señal cierta de tu entregamiento" (Camino, n. 810).

Por lo tanto, el proselitismo es vital, esencial en nuestra vida de hijos de Dios en el Opus Dei. No es algo yuxtapuesto: ocupa un lugar intrínseco y permanente. Es como el latir del corazón, como él respirar.

Tenemos en toda circunstancia el derecho a hacer proselitismo: un derecho natural, como el que todo el mundo tiene a hacer partícipes a los demás de los bienes que posee. Y el derecho sobrenatural que nos confiere un mandato imperativo de Cristo; porque es voluntad expresa de Dios que la Obra se extienda por el mundo entero, de polo a polo. "Yo ¿por qué me voy a meter en la vida de los demás? ¡Porque tengo obligación, por cristiano, de meterme en la vida de los demás! ¡Porque Cristo se ha metido en vuestra vida y en la mía!" (De nuestro Padre), sin pedirnos permiso, por Amor. Derecho y deber que no es agresivo ni violento, sino sereno respeto a la libertad de todos.

"Para que no haya almas que puedan decir que no aspiran a la santidad porque nadie las llamó -guia nemo nos conduxit (Mt 20,7)-, los socios del Opus Dei tienen el derecho y el deber de plantear el problema vocacional -ascende superius! (Lc 14,10)-, y de provocar esta crisis entre toda clase de personas, que den esperanzas de una posible vocación" (De nuestro Padre). De modo que "no tenéis más remedio que ser proselitistas" (De nuestro Padre). "Proselitismo. Repetidlo siempre: que

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el Padre no dispensa a nadie de esa obligación, porque todos -jóvenes y viejos, sanos y enfermos, listos o menos listos- hemos de dar sentido apostólico a nuestra vida. En cuanto tenemos a alguien a nuestro lado, sin hacer cosas raras, buscamos el modo de contagiarle nuestra alegría, la alegría de sentirse hijo de Dios y de vivir como hijo de Dios" (De nuestro Padre). Dispensar del proselitismo sería tanto como dispensar de ser santos, de amar a Dios, a la Obra, a la propia vocación.

7- Consecuencias prácticas. Por ejemplo:

"Es necesario que mis hijos busquen la ocasión de hablar, dé comunicar estas maravillas qué el Señor nos ha confiado. No basta la presencia, para trabajar cristianamente. ¡No es verdad! Lo dicen los que se avergüenzan de Cristo. Jesús se hacía presente, y hablaba y daba doctrina. No basta la presencia. No tiene razón quien diga que eso basta. Hay que hablar, con don de lenguas, con simpatía" (Dé nuestro Padre); opportune et importune: si no hay ocasión, se crea.

Hemos de preguntarnos todos los días en el examen: "¿He manifestado con hechos mi espíritu de proselitismo?" (De nuestro Padre).

"Hay que decir en la Confidencia: he hecho esto, he pensado lo otro, he rezado tanto, me he mortificado, he preparado esa visita. Y si tu hermano no te lo pregunta, debes decírselo lo mismo" (De nuestro Padre).

De este modo habrá resultados tangibles, porque "quien hace proselitismo, consigue vocaciones; quien hace poco proselitismo, consigue pocas vocaciones; quien hace mucho proselitismo, consigue muchas vocaciones. Si no hay vocaciones, falta amor de Dios. ¿Está claro?" (De nuestro Padre). Por eso "ninguno de mis hijos, puede estar tranquilo, si no trae cada año cuatro o cinco vocaciones qué sean fieles (...)" (De nuestro Padre). La "intranquilidad", entonces, no habría de ser amarga, sino esperanzada: la paz de la contrición, con firmes propósitos de mayor santidad.

Como el proselitismo es latir de nuestro corazón, ha de durar hasta el último instante de nuestra vida en la tierra. Y aun más allá -si aquí hemos sido fieles- nos abrasará el afán de almas: haremos proselitismo, como sigue haciéndolo nuestro Padre desde el Cielo.

8. El proselitismo de nuestro Padre y de nuestros hermanos mayores fue heroico. "Cuando terminó la guerra civil española, formábamos la Obra el Padre y diez o doce hijos suyos. Al cabo de un año recorríamos España en todas direcciones, y había puntos de ignición en muchas ciudades. Viajábamos en aquellos trenes horribles, o por aquellas carreteras machacadas por la guerra. El fin de semana -que entonces no era tan largo como ahora: solamente duraba el domingo- lo aprovechábamos para ir a diferentes sitios, y al poco tiempo surgieron vocaciones en todas partes" (Del Padre).

9. Hemos de poner una gran vibración humana y sobrenatural en el proselitismo (cfr. Camino, n. 791). Hasta humanamente se ve que no puede haber "negocio" más importante. Pero además, el amor de Cristo nos urge y nos enciende; como la brasa.

"...Habéis de hacer, pues, y habéis de exigir que se haga el proselitismo como se ha realizado desde el principio, como nos lo ha enseñado nuestro Padre con su ejemplo y con su doctrina diaria: a base de una amistad sincera, que nos impulsa a abrir el propio corazón a nuestros amigos, y que enseña a los otros a buscar el consejo que necesitan. Hay que tratar directamente a las almas, una a una, para hablarles del amor de Dios que alienta nuestra vida entera, y para conseguir llevar a esos amigos, que con el esfuerzo que sea necesario vamos buscando, a los cursos de formación y a la dirección espiritual" (Del Padre).

Hemos de hacer el proselitismo con sobrenatural prudencia, que a veces puede parecer imprudencia a los ojos humanos. "Tenemos lengua para hablar, también con imprudencia. Vamos por el mundo alegres e imprudentes. ¡Cuanto mas imprudentes seáis, mejor!" (De nuestro Padre)."Solo que no hay que forzar a la gente, ni facilitarles demasiado la entrada. Se les fuerza con la oración, con el ejemplo y con la mortificación que por ellos se ofrece. Es Jesucristo quien fuerza los corazones con su gracia" (De nuestro Padre).

Como el fin es sobrenatural, los medios han de ser proporcionados, es decir, sobre todo, sobrenaturales: oración y sacrificio. "Si hay personas que parecen difíciles, es porque rezamos poco. Es cuestión de fe y de encomendar; entonces desaparecen todas las dificultades, porque para Dios no hay nada imposible: basta que quiera una cosa para que se cumpla. En cambio, el menor dedalito de tierra se convierte en una montaña cuando no acudimos al Señor. -¡Vamos a rezar más!" (Del Padre).

La obediencia siempre tiene una eficacia sobrenatural. Cuando los Apóstoles echan la red donde el Señor les indica, "¡llena, llena se manifiesta la mar, y han de venir las otras naves a ayudar, a recoger aquella cantidad de peces! ¿Lo ves? Si tú reconoces tu humildad y tu ineficacia; si tú, en lugar de guiarte por tu propio juicio, te dejas guiar, no sólo te llenarás de maravillosos frutos, que harán fecunda tu labor de apostolado, sino que, además, de la abundancia tuya tendrán también abundancia los otros" (De nuestro Padre). Para plantear la vocación a la Obra, es preciso contar antes con la aprobación expresa del Director local.

14. Somos para la muchedumbre; nos interesan todas las almas. Pero la vocación a la Obra exige la calidad del fermento que ha de mejorar toda la masa. De ahí que en la labor de proselitismo sea precisa la selección, llena de amor a la Santa Iglesia, a la Obra y a todas las almas. Para dejar que alguien pida la admisión es necesario tener certeza moral de que, con la gracia de Dios, pueda perseverar. Ha de contar con una base de virtudes humanas: "No caben: los egoístas, ni los cobardes, ni los indiscretos, ni los pesimistas, ni los tibios, ni los tontos, ni

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los vagos, ni los tímidos, ni los frívolos. -Caben: los enfermos, predilectos de Dios, y todos los que tengan el corazón grande, aunque hayan sido mayores sus flaquezas" (De nuestro Padre). Han de ser personas con carácter y con prestigio profesional. Las condiciones, se podrían resumir de algún modo en una sola palabra: generosidad. "En el Opus Dei, hijos, no caben los egoístas; pero los demás, sí" (De nuestro Padre).

15. Para discernir la vocación, habrá que medir la idoneidad -que reúna las condiciones requeridas-, la rectitud de intención y la generosidad.