Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 43

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APARTADO III Charla nº 43

Desprendimiento (II)

1. "De la pobreza te diré que cuando tú, en cualquier circunstancias, vaciles y no tengas con quien consultar, no olvides el criterio claro que os he dado: nosotros somos padres de familia numerosa y pobre. Verás cómo aciertas" (De nuestro Padre).

2. Un padre de familia numerosa y pobre, no estira el brazo más que la manga; no se concede gastos que supongan lujo, capricho, vanidad; no se crea necesidades; mide, calcula, programa sus gastos; estudia la manera de gastar menos, cuando es posible. Pero también pone los medios a su alcance para ganar más, buscar el máximo rendimiento económico de su trabajo profesional, para sacar adelante a la familia.

3. "La Obra ha sido pobre desde sus comienzos, y lo será siempre, ya que el Señor no dejará nunca de pedirnos más labores apostólicas, más iniciativas, mas gastos de dinero y de personas en su servicio" (De nuestro Padre).

4. El amor a Dios, a la Obra, a las almas, nos lleva a procurar la indispensable rentabilidad personal. Cada uno ha de cubrir gastos, sostenerse económicamente y ayudar a las necesidades -sostenimiento y desarrollo- de las labores apostólicas. Ninguno puede vivir a costa de los demás.

5. Además, cada uno personalmente, consigue los medios económicos para costearse a sí mismo los gastos de su formación profesional. Los Numerarios también han de lograr, con cariño y pillería -sin que los Directores intervengan en modo alguno- que sus padres hagan por ellos lo mismo que por los demás hijos: es de justicia. Pueden contar también -según los casos- con becas, préstamos -con el oportuno permiso-, donativos, o trabajos remunerados compatibles con sus estudios: clases particulares, enseñanza de idiomas, colaboraciones en revistas o periódicos, representaciones comerciales, etc.

6. Nuestro Padre nos ha enseñado a aborrecer el señoritismo: en Casa no caben los "señoritos". Hemos de tener, en cambio, el señorío del trabajo responsable, de la pobreza vivida dignamente para mejor servir a las almas.

7. Sería incomprensible que una vez terminada la carrera, algún miembro de la Obra no sintiese -como sus iguales- la necesidad de pasar cuanto antes al pleno ejercicio de su profesión. Y habrá de cobrar siempre lo justo por su trabajo, no menos que los demás; para obrar de otro modo, en algún caso extraordinario -por ejemplo, trabajando en algún establecimiento benéfico- se necesita la autorización de los Directores.

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8. El amor a Dios y a las almas, el sentido de responsabilidad y de justicia, nos llevará también a buscar toda la ayuda posible para nuestros apostolados, no sólo de organizaciones privadas, sino también del Estado: "Debemos procurar también que el Estado subvencione económicamente nuestras obras corporativas, porque de ningún modo es contrario a la justicia ni al recto orden. Todos los Estados suelen subvencionar a los ciudadanos que dirigen obras docentes o de beneficencia, etc.: por eso, si nos ayudan, no puede decirse que sea un privilegio para nosotros -del que aborrecemos-, sino, por el contrario, un derecho razonable: porque con esas labores apostólicas formamos a la juventud, ayudamos a los necesitados, preparamos buenos ciudadanos, y llevamos a cabo otras tareas semejantes que redundan en servicio y en bien de toda la sociedad" (De nuestro Padre; cfr. Conversaciones, n. 121). Consultar cuando se ve la posibilidad de conseguir tales ayudas.

9. La aportación mensual de los Supernumerarios no es una cuota fija: depende de las circunstancias personales; y cada uno obra con libertad. Pero no puede ser algo de "lo que sobra"; debe suponer un verdadero sacrificio, que se hace alegre y silenciosamente: "Os digo esto: el que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que siembra a manos llenas, a manos llenas cosecha. Cada cual de según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado. Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9,6).

Son muchas las necesidades económicas de las labores apostólicas y han de salir adelante, en primer lugar, con el trabajo profesional de los miembros: los Numerarios y Agregados lo dan todo; los Supernumerarios en apariencia aportan solo una parte, pero en realidad el Señor les llama a una entrega que de alguna manera es total, y que tiene claras manifestaciones prácticas. Un índice de esta entrega es, por ejemplo, el esfuerzo que supone la aportación mensual.

También conviene hacer aportaciones extraordinarias, cuando se consiguen ingresos extraordinarios, o cuando se realizan determinados gastos (para cambiar de coche o de piso, para ayudar a alguno de los hijos que se va a casar, etc.): es lógico que en estos casos se piense en el bien de los suyos, pero al mismo tiempo, con espontaneidad y en la medida de las posibilidades de cada uno, se deben atender las necesidades de la Obra.