Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 27

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APARTADO III Charla nº 27

Devoción a la Santísima Virgen

"Nuestro Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora. Ha sido la Madre buena que nos ha consolado, que nos ha sonreído, que nos ha ayudado en los momentos difíciles de la lucha bendita para sacar adelante este ejército de apóstoles en el mundo" (De nuestro Padre). "Pensad que ha sido la gran protectora, el gran recurso nuestro desde aquel 2 de octubre de 1928, y antes" (De nuestro Padre). "Madre, nos acogemos bajo tu amparo; sub tuum praesidium. Debajo de ese manto -de tu manto- hemos crecido como crecen los niños pequeños en brazos de su madre" (De nuestro Padre).

A la Virgen Santísima, Mediadora de todas las gracias, debemos cuanto somos y podemos. También por su mediación, el Señor nos ha dado la gracia soberana de la vocación: "Quizá una mirada de su Madre le conmovió hasta el extremo de llamarte a la Obra, por la mano inmaculada de la Santísima Virgen, Nuestra Señora" (De nuestro Padre).

Por eso la Obra es esencialmente mariana. "Sé de María y serás nuestro" (Camino, n. 494). No se entendería -es imposible- la vida de un hijo de Dios en el Opus Dei sin un gran cariño a la Madre de Dios y Madre nuestra, Regina Operis Dei. Por eso decía nuestro Padre: "yo pido que mis hijos amen con locura a la Madre de Dios, que es nuestra Madre" (De nuestro Padre). El camino son nuestras Normas y Costumbres marianas que, desde la mañana hasta la noche, nos permiten acudir a Ella en todas las situaciones.

Hoc autem sentite in vobis quod et in Christo Iesu (Phil 2,5). Esto es la vida interior: identificación con Cristo. Y ¿cuál es el primer amor de Jesús? Su Santísima Madre. De ahí que, en nuestra vida interior, después de la Santísima Trinidad, el primer lugar lo ocupa Ella: más que Ella sólo Dios. "Ella es la seguridad, Ella es la esperanza, Ella es la Madre del Amor Hermoso. Ella es el principio y el asiento de la sabiduría; y Ella, la Virgen Madre, medianera de todas las gracias, es la que nos llevará de la mano hasta su Hijo, Jesús. Hijos míos, cuando estéis alegres y cuando estéis tristes; cuando vuestras miserias sean menos aparentes y cuando os pesen más; acudid siempre a María, porque Ella jamás os abandonará" (De nuestro Padre).

5. Tenemos el ejemplo magnífico de nuestro Padre. En su profundísima humildad, no quería ponerse como ejemplo en nada, excepto en el amor a la Virgen. Era el suyo un recurso constante a la Madre de Dios, con una confianza plena. En verdad, amaba con locura a Santa María. Todo el arco de la vida de nuestro Padre está lleno de su amor a la Virgen y del amor de la Virgen -de modo no menos patente- a nuestro Padre. Desde su curación, por intercesión de Nuestra Señora de Torreciudad, cuando tenía dos años

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y estaba desahuciado por los médicos, hasta aquel 26 de junio de 1975, cuando -después de saludar a una imagen de la Virgen de Guadalupe- el Señor quiso llevarse a nuestro Padre al Cielo.

6. Especial empeño de amor hemos de poner en las Normas y Costumbres marianas. Porque "en el Opus Dei, junto a la filiación divina, tenemos el sentido vivísimo de nuestra filiación a María. ¿Cómo me cuidas las Normas y Costumbres marianas? ¿Cómo tratas de cumplir los detalles de amor encantadores, que hay en cada una? ¿Con qué empeño, con qué ansias de cariño filial? ¿Con qué deseo de agradar a Santa María, que es el conducto, el canal, por el que vienen desde su Hijo todas las gracias que necesitan tus hermanos, la Obra, la Iglesia Santa, la humanidad entera?" (De nuestro Padre).

7* "Sed piadosos, hijos de mi alma. Ya desde que os levantáis por la mañana, decid a Nuestra Señora con amor las oraciones que seguramente os enseñaron vuestras madres; yo las rezo despacio: Bendita sea tu pureza...; ¡Oh Señora mía!, ¡Oh Madre mía!... Son unas plegarias encantadoras. Repetidlas mientras os arregláis, hasta que llegue el momento de recibir al Señor (...)" (De nuestro Padre).

8. "Que no os importe repetirle durante el día -con el corazón, sin necesidad de palabras- pequeñas oraciones, jaculatorias. La devoción cristiana ha reunido muchos de esos elogios encendidos en las letanías que acompañan al Santo Rosario. Pero cada uno es libre de aumentarlas, dirigiéndole nuevas alabanzas, diciéndole lo que -por un santo pudor que Ella entiende y aprueba- no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta" (De nuestro Padre)

9- En los primeros años de la década de los 50, permitió el Señor "que de fuera vinieran duras y ocultas contradicciones” (como se dice en aquella lápida del Cortile Vecchio). Eran especialmente graves: "Se me negaba el dialogo, no se me concedía la posibilidad de explicar, de aclarar las cosas. Fue mucha mi amargura. Propalaban falsedades..." (De nuestro Padre). Era la "contradicción de los buenos". "No sabiendo a quién dirigirme aquí en la tierra, me dirigí, como siempre, al cielo. El 15 de agosto de 1951, después de un viaje -¿por qué no decirlo?- penitente, hice en Loreto la consagración de la Obra al Corazón Dulcísimo de María" (De nuestro Padre).

Nuestro Padre regresó muy contento de ese viaje, seguro de haber dejado en buenas manos todas sus preocupaciones. Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum!, repetía constantemente nuestro Padre y, a su lado, todos sus hijos. Y quiso que fuera ya para siempre "una continua oración corporativa de toda nuestra familia^ espiritual" (De nuestro Padre). Con esa misma jaculatoria también nos hemos unido todos a nuestro Padre y al Padre, para pedir a la Omnipotencia Suplicante por la definitiva solución jurídica de la Obra.

10. La Obra entera celebró sus Bodas de Oro con tres años marianos, procurando "todos meter a la Santísima Virgen con más

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fervor, con más fuerza, con más intensidad, con más deseo, con más realidad, en todo y para todo (...) Pues, de ahora en adelante -decía el Padre al acabar aquel jubileo-, lo mismo. Esta es la enseñanza y el querer de nuestro Padre" (Del Padre): "Mientras estemos en la tierra, será tiempo mariano para nosotros" (Del Padre).

11. "Sed más marianos, hijos, que así seréis más de Dios. Por lo tanto, esforzaos para que cada jornada nuestra tenga más sabor de María" (Del Padre).