Predicación del Prelado del Opus Dei en Alemania

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Por Trinity, 1.09.2008


La verdad es que, escuchando las palabras de Mons. Echevarría en su estancia en Alemania, una saca la impresión de que aquí está todo el pescado vendido. Nada nuevo. Nada espiritual. Nada desinteresado. Y esto es muy malo pues, ya se sabe, donde no hay caridad (que es gratuidad, desinterés) y amor, ahí no está Dios.

Por desgracia, se trata de un discurso en el que Dios no aparece por ninguna parte. Dios no es lo importante, sino la Obra. Y así, insistió en que el Papa quiere mucho al Opus Dei (¿es lo único importante en la actuación del Papa?), o en que tenemos que tener fe en J. Escrivá (¿la fe no era sólo en Dios?), o en que lo importante son las 500 vocaciones de numerarias, las 500 vocaciones de agregadas y las 500 vocaciones de supernumerarias.

Y, claro está, como parte de la base de que las vocaciones no surgen en las almas (por moción divina), sino que tenemos que promoverlas nosotras (cosa que es cierta en este tipo de proselitismo que él promueve), todo es cuestión de rezar, mortificarse y tener prestigio profesional, como si se tratase de una máquina de refrescos, a la que echas una moneda y te sale automáticamente el producto solicitado, ya que Dios no puede por menos que someterse a las directrices de los que gobiernan esta institución.

En esta predicación, tan sectaria como poco católica, no podía faltar la insistencia sobre la clave para el sometimiento de los miembros a la institución. En lo que se nota el afán de santidad –venía a decirnos Echevarría- es en vivir bien la dirección espiritual: lo importante es abrir el alma de par en par, y así, a través de la unidad, se fortalece la Obra (o sea, que lo importante no es ayudar al alma a encontrarse con Dios, sino que la organización se mantenga férreamente cohesionada). Y, para subrayarlo, no le tembló la voz para recordar el paralelismo que establecía el fundador entre la Confidencia y la Confesión.

Hay que luchar –subrayaba el prelado- para que la Confidencia sea como una Confesión: cuestión que la dirá por nosotr@s, porque desde luego en la Iglesia los que escuchan una Confesión deben guardar el más estricto sigilo, mientras que las directoras y los directores no se sienten obligados por el secreto de conciencia.

¡Qué pobreza espiritual! De este modo, una no se siente movida a acercarse a Dios.



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