Por la verdad, por la justicia y por el honor

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Autor: Manuel Mindán Manero, Julio de 2002


En un libro publicado por RIALP, la editorial del OPUS, titulado "Los años de seminario de Josemaría Escrivá en Zaragoza (1920-1925)" debido a la pluma de Ramón Hernando Prat de la Riba, se alude al apartado que yo dediqué en mi libro "Testigo de noventa años de Historia" al P. Escribá, a instancias del interlocutor que me preguntó especialmente sobre él. No se niega en él abierta y concretamente nada de lo que dije, pero se desvirtúa y se quiere poner en duda algunas de mis afirmaciones, fundándose en que no conocí ni traté suficientemente al interesado. Y se hacen unas suposiciones falsas como acostumbran a hacer los partidarios de dicho señor.

Me creo en la obligación de responder a estas falsedades, en honor de la verdad, de mi honor y de mi propio prestigio.

Escribá nació en el mismo año que yo (1902), él en enero y yo en diciembre. Escribá vino al segundo año de Teología a estudiar al Seminario de Zaragoza porque tenía allí un tío carnal, D. Carlos Albás, Arcediano del Cabildo, del cual esperaba protección y ayuda, aunque después se distanciaron las familias Escribá y Albás en el trato.

Se hospedó en el Seminario de San Francisco de Paula, fundado a finales del siglo XIX por el Arzobispo Francisco de Paula Benavides, que era un Seminario-residencia en el que había pocos alumnos (unos treinta y tantos), adscrito al Seminario Conciliar de San Valero y San Braulio, y que estaba situado en los pisos altos del Seminario de San Carlos, pero para el cual, como dije, había escalera distinta y servicios distintos.

La vida académica era la misma para los dos Seminarios, es decir, tenían la misma Secretaría, los mismos Profesores, las mismas clases y el mismo Prefecto de Estudios, que era el Jefe de todas las actividades académicas. En cambio, en cada uno de los Seminarios se daba la formación general y se establecía la disciplina.

Por lo que toca al Seminario Conciliar, donde radicaban la Secretaría, las clases, etc., y residían la mayor parte de los seminaristas, estaba encomendado el régimen interior, desde finales del siglo XIX, a la Congregación de Operarios Diocesanos, que se encargaban de nuestra formación religiosa, espiritual, humana y de la educación completa de los seminaristas. Estaban muy bien preparados para ello, puesto que a eso estaba dedicada la Congregación, la cual tenía muchos Seminarios en España. En cuanto al Seminario de San Francisco de Paula, había un Rector, nombrado por el Arzobispo entre los sacerdotes del clero secular que a veces tenían otros cargos. Y el Rector, como dije en mi libro "Testigo de noventa años de Historia" solía nombrar auxiliares suyos de disciplina a dos de los seminaristas mayores, sobre todo si llevaban ya manteos. A veces pasaba a ejercer este cargo algún seminarista mayor del Conciliar como pasó en el caso de Santiago Lucus Aramendía y de José María Bregante de mi curso, hombre serio y formal que pasó a ser Inspector de San Francisco en el último curso de la carrera.

Vengamos a las suposiciones o falsedades que se dicen en el escrito de ese señor. Afirma que Escribá y yo jamás estuvimos en la misma clase. Esto es totalmente falso y como dije en mi libro asistíamos juntos a una de las clases de Dogma cuando yo estaba en segundo de Teología y él en tercero. Él mismo afirma, en la página 149, que se agrupaban dos cursos distintos para algunas asignaturas, lo que supuso que coincidiera en clase con otros seminaristas que no eran de su propio curso.

Por lo tanto, como se puede comprender, esto era criterio general en el Seminario para evitarse profesores en algunas asignaturas; lo mismo que él asistió a clase con los del curso superior, mi curso también lo hizo. Más aún, yo solía entrar de los últimos del Conciliar y me sentaba en los bancos superiores en una clase que tenía los asientos en escalinata, detrás se colocaban los de San Francisco, que eran muy pocos y Escribá casi siempre se sentaba a mi lado y teníamos espacio para conversar sobre muchas cosas. Tuve muchos motivos y ocasiones para hablar con él.

Aparte de esto, uno de los de San Francisco (o como les llamábamos familiarmente los "pacos") con quien tuve más comunicación era Escribá, los otros eran Mauricio Adán, Atanasio Sinués, Mariano Lanzán, Arsenio Gómez y Jesús López Bello.

Respecto de la pelea con Julio Cortés nadie me ha contado nada, de todo fui testigo presencial y sucedió como dije en mi libro. Ahora bien, hay que rectificar algunas falsedades que dice el Sr. Hernando Prat de la Riba. En primer lugar, en la página 199 dice que el castigo que se les impuso fue por obra del Rector del Seminario Conciliar y hay que matizarlo.

El Rector comenzó por expulsar provisionalmente a Julio Cortés, que era de su jurisdicción y luego comunicó al Vicario Capitular, autoridad máxima en la Diócesis, por estar entonces vacante, el hecho y el castigo que pensaba ponerles, a lo cual dio el Vicario su aprobación y beneplácito. Y a continuación llamó al Rector de San Francisco para comunicárselo, el cual estuvo presente el día que se nos comunicó a las dos comunidades. Dicho castigo duró seis o siete días, aunque se nos anunció para un mes. Todo ello está confirmado en el único documento que existe y que publico en nota a pié de página.

(Crónica del Seminario. Libro 11, p. 189 (4ª línea):

"Riñen en la planta baja el diácono Julio Mª Cortés y José Mª Escribá, minorista e Inspector de San Francisco, ambos extradiocesanos. Fue público y despreciando la intervención del Superior. Los profesores lo vieron y se indignaron. De momento se mandó a la calle al Sr. Cortés hasta tanto resolviese el Sr. V. Capitular a quien se le comunicó y aprobó mi determinación. Se dispuso un acto de reconciliación delante del Vicario Capitular y luego estar unos seis días de rodillas en el presbiterio de nuestra capilla, mientras las dos comunidades recen el rosario").

El castigo lo recibieron los dos protagonistas del mismo modo, puesto que los dos cumplieron sin protestar lo más mínimo el castigo que se les impuso, que consistió en rezar y dirigir el rosario de rodillas en el altar mayor ante los dos seminarios que estaban en la Capilla.

Otra falsedad enorme: en la misma página 199 habla de un tal José Pino como Rector del Conciliar. Este nombre no corresponde a ningún Rector, ni Superior, ni Profesor. De Rector desde 1919 hasta la Guerra Civil española estaba D. Lorenzo lnsa, gran Rector en todos los sentidos, al cual debemos mucho todos los seminaristas que estuvimos en aquel tiempo en el Conciliar.

Es falso también que fueran compañeros de su curso Antonio Salas Sebastián y Atanasio Sinués del San Francisco de Paula y Jesús Barrado, Luis Borraz, Jesús Cuesta, José María Sánchez Marqueta, Andrés Ginés y otros del conciliar, los cuales eran de un curso superior.

Y así podríamos seguir señalando algunas falsedades más. Y es que los adeptos que escriben de este tiempo no conocieron ni el ambiente ni las circunstancias.

Admito que en general lo tenía como buena persona, dos veces lo digo en mi libro. También sostengo que era piadoso, pero que sus actitudes de piedad eran feminoides, por eso, no por otra cosa se le llamaba "rosa mística"; su piedad no se realizaba en actos prácticos o de apostolado. No colaboró nunca en "Nuestro Apostolado" revistilla que fundamos para ejercitar nuestro apostolado de prensa, ni actuó en ninguna velada que hicimos los dos seminarios juntos, ni formó parte del Catecismo, que teníamos los domingos por la mañana, ni perteneció a la "Asociación Misional de Seminaristas de Habla Castellana" que radicaba en Madrid.

Intelectualmente estaba académicamente entre los buenos: sacaba meritísimus como muchos otros, pero nunca matrículas de honor ni defendió nunca tesis latinas de Teología públicas o solemnes, que los profesores encargaban a los mejores de las clases. Y es extraño que después de estudiar varios años en Universidad Pontificia no obtuviese nunca ningún título o grado académico en la misma (Bachiller, Licenciado o Doctor).

No es verdad pues que "haya sabido de él por referencias a distancia" ni es verdad "que no coincidiese con José María en ninguna clase de la Universidad Pontificia". Y es falsísimo que se diga que ni le traté, ni pude captar mínimamente y con objetividad la personalidad de José María, ni que vea con poca simpatía su figura, ni que me haga eco de las incomprensiones que tuvo que sufrir por parte de algunos compañeros; no se trataba de incomprensiones sino de criterios que la mayor parte tenían de su persona.

Pero así se escribe la historia y sobre todo la historia del fundador del Opus por sus partidarios, porque me temo que cuando lo presenten para ser canonizado presentarán un Josemaría Escrivá de Balaguer (Marqués de Peralta, dimisonario) falso y ficticio en vez del auténtico e histórico José María Escribá y Albás que yo conocí.