Orfandad

Por Diplomaticbag, 27.03.2013


Hoy quería abordar el gran deterioro físico y psíquico que sufre la familia de un numerario/a cuando no se trata de una familia opusina. Estas familias pasan por varias etapas: la primera es aquella en que ningún o casi ningún miembro, se entera de la “película”, pero ven que la cara del protagonista cambia, al igual que cambian sus hábitos y costumbres. Su forma de tratar a la propia familia. Se observa como el brillo de sus ojos está muy disminuido. Y se percata un sinfín de detalles que, como mínimo son detalles de alerta. En esta etapa la familia no acaba de creerse que toda la trama vivida es seria. No tiene ni idea de que la programación de la personalidad del hijo/a ya he empezado, a la vez que ha empezado la desprogramación de cara a arrinconar a la familia de sangre. Este estadio, por bien que puede durar meses e incluso años, ocurre a los ojos de la familia, como si se pasara una película a cámara rápida...

La segunda etapa se caracteriza por la desaparición (me ha tentado la palabra ausencia) física del hijo/a de la casa familiar. Aquí la familia tiene que ejercitar mucho la memoria, ya que sólo le queda la grabación retiniana de la asistencia del hijo a todos los eventos. Ahora ya no asiste a NINGUNA REUNIÓN familiar. No participa en ningún evento. No está presente físicamente en ninguna “fiesta de guardar” en su casa. Su silla permanece vacía en el comedor; el sitio del sofá, nadie lo ocupa y su habitación está sin vida. Esta familia contempla estos hechos con estupor y observa el rapto físico y psicológico de su tan querido miembro por parte de algo llamado La Obra. Este hijo/a ya no llama y menos aún vive del ambiente familiar. Así la familia observa con incredulidad, como el Opus Dei rompe el cordón umbilical de su tan querido familiar. La familia se limita a sobrellevarlo, pues entenderlo es imposible. Si la familia es cristiana se pregunta cómo una organización que dice y hace llamarse cristiana (así lo proclama a cada momento a los cuatro vientos como estandarte) y está aprobada por la Santa Madre Iglesia, les hayan raptado a su querido familiar sin ningún tipo de explicación, sin una conversación llana con el núcleo familiar. Sin explicar los pasos que seguirá este nuevo “adepto”. ¿Cuál es la finalidad espiritual perseguida?

En este momento, la familia se hace un sinfín de preguntas a las cuales no sigue nunca una sola respuesta cristiana. La realidad es que la maquinaria opusdeística la ha dejado huérfana de este querido y necesitado miembro. Cuando a un cuerpo le amputas un miembro sin razón alguna, mal médico eres.

Llega aún una tercera etapa en la que la familia, por el mero hecho humano de subsistir física y psíquicamente, intenta dar un paso en el camino de la comprensión. Intenta no pensar y olvidar. Pero este juego se convierte en misión imposible.

Una cuarta etapa se dilata ante los ojos y mentes de los familiares revelándose como casi definitiva: el hijo/a está adiestrado para la “guerra” y sólo para la “guerra” con su familia. Apenas utiliza algún otro tipo de comportamiento. Se ha vuelto militaroide. Lo han adiestrado de tal manera que aquellas carcajadas espontáneas vividas con sus hermanos han desaparecido. Aquella naturalidad en el trato se ha esfumado. Ya no abraza a su madre. No entiende de cariño. Parece un carro de combate: BLINDADO. Ausente de mente en medio de una gran batalla que librar con sus propios padres y hermanos, dispuesto a disparar, ya que cualquier cosa que le diga la familia, por cariñosa o dulce que sea, él o ella dispara cual kalasnikov una ráfaga de improperios contra quien más cerca tiene. Estalla la guerra.

Aún un poco más allá, en una quinta etapa, la familia ha aprendido a callar para guardar la paz, pero así se queda huérfana de este miembro porque, tal y como ha calculado la fuente de des-educación de La Obra ya ha pasado el tiempo suficiente y éste, junto con la maléfica deformación administrada, ha hecho mella en la salud física y psíquica de los miembros de la familia, que ven con asombro como el miembro captado ni tan solo se inmuta ante cualquier hecho familiar, sea este positivo o negativo, gracias a la gran manipulación NO CRISTIANA ejercida sobre su mente, con la ayuda de una potente dosis de fármacos.

Me pregunto: ¿Qué debe hacer esta familia cristiana? Mi respuesta es: como cristiana que es debe denunciar estos hechos ante la Iglesia. Tiene obligación de ello. Debe también ayudar para evitar que la maquinaria de La Obra deje de ejercer semejantes crímenes atroces sobre otros seres humanos. Sólo le queda esperar y rezar. Tener la puerta abierta de par en par para, cuando el miembro captado vuelva a su única casa, destrozado de cuerpo y alma, echado, expulsado o evadido, poder acogerlo, arroparlo, curarlo. Quizá un día la Iglesia pida perdón por haber permitido este estropicio cometido con miles de cristianos que han sido atrapados.




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