Ocariz, segundo mariscal de la derrota

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Por E.B.E., 10.02.2021


Luego de un triunvirato de «exitosos» líderes (Escrivá, Portillo, Echevarría), le ha tocado al actual prelado el rol de mariscal de la derrota. No porque sea el responsable del fracaso del Opus Dei, sino porque es el que está al mando del «ejército en orden de batalla» en el momento presente de iniciar una retirada: le ha tocado blanquear la situación actual, que es más bien de arrastre, consecuencia de lo que hicieron sus predecesores y especialmente el fundador. Tal vez por ello haya dicho «no está en nuestras manos ceder, cortar o variar nada de lo que al espíritu y organización de la Obra se refiera» (Instrucción, 19-III-1934, n. 20). Lo dice para no asustar a nadie con los cambios que implementará, pero también para dar a entender que él no es el autor del fracaso...

El declive más notable de la Opus Dei como organización empezó con el fin del abusivo gobierno de las conciencias (columna vertebral), denunciado tantas veces aquí en Opuslibros (especialmente desde 2002 hasta 2010, cuando se publicó la nueva versión del Catecismo interno) y anunciado su fin –oficialmente- por Echevarría en su carta del 2 de octubre 2011. Esa epístola parecía un acto de hipocresía –que lo fue y sobre todo de burda rescritura de la historia institucional– pero también fue el anuncio de lo que hoy cristaliza en la decisión de Ocariz.

A ello se suma la propia crisis de vocaciones, de gente que no ingresa y de gente que abandona la organización, en definitiva, el raquitismo institucional y la disgregación de su vigor.

La extraña carta de octubre último (otro intento, más leve que el de Echevarría, de rescritura histórica) se entiende mejor a la luz de los cambios que se avecinan: ubicar al Opus Dei en una cierta perspectiva -definirlo- antes de la tormenta que el mismo Ocariz va a desatar y liderar, en vistas a la preparación del primer centenario (2028). La desorientación puede ser mucha –más de la que ya existe- y esa carta puede servir como brújula, como carta de navegación. Por cierto, extraño modo el de Ocariz de fechar cartas sin fiesta alguna que fuerce a ello: no ya a inicios del mes sino a fines de octubre, fin de enero, ¿fin de algo más?

El primer mariscal de la derrota, entonces, fue Echevarría, aunque tal vez haya pasado desapercibido. Casi diez años después, Ocariz emprende la segunda etapa, la contracción de estructuras visibles y es por ello que Ocariz cargará con una responsabilidad histórica que en gran medida no le corresponde.

Recuerdo a Del Portillo escribiendo en 1987 una carta más o menos extensa (en forma de librito) sobre la nueva expansión, especialmente hacia la vieja Europa, inaugurando nuevas expediciones apostólicas (Echevarría habla de nueva evangelización en su extensa carta de 2011, queriendo emular a Del Portillo –que realmente promovió una expansión- y disimular el rol que ahora Ocariz visibiliza).

Hoy le toca al actual prelado clausurar oficialmente esa etapa de expansión de 1987 y abrir –también oficialmente- una etapa de contracción, no ya con una extensa carta sino mediante algo semejante a una notita. Ha de ser seria la cosa, pues la ha anunciado abiertamente y por escrito.

Desde luego, le ha querido dar un tono, no ya heroico, más bien épico, como si fuera una aventura. Sin embargo, ningún plan de restructuración es una aventura aunque sí un desafío: reducir el daño al máximo sin que la cosa se desmadre. Como decía Lenin, «un ejército en retirada requiere de cien veces más disciplina que un ejército que avanza». El de Ocariz no es un proyecto, es un plan.

Cualquier restructuración es para empezar a temblar. Tal vez «el proyecto de ese plan» sea achicarse para luego expandirse de nuevo, tomar carrera para luego pegar el salto. No parece ser el caso.




Pero el verdadero asunto es si, aprovechando la oportunidad que se le presenta, el Opus Dei buscara reformarse -transformarse- de tal manera de despegarse de todo su pasado negro hasta disociarse de él y buscar así no rendir cuentas de nada a futuro (destruir documentos, marginar gente, etc., en definitiva, reconstruir toda una fachada nueva sin cambiar el interior de la casa, como ha hecho a nivel jurídico tantas veces). Es el momento ideal que el Opus Dei tiene para hacer lo que no se puede en tiempos de paz, es decir, de no restructuración.

Creo que el rol de Opuslibros será muy importante en los años que se aproximan, tal vez más que nunca, porque posiblemente el Opus Dei intentará dar vuelta la página de su oscura historia de manera definitiva. Y no se puede permitir que ello suceda.

Los abusos espirituales en la Iglesia es uno de los temas más importantes sobre los cuales se pondrá la lupa en un futuro nada lejano, luego de haberle llegado el turno a los abusos sexuales. El Opus Dei ha sido lamentablemente pionero en cometer abusos espirituales. Como es fácil imaginar, tiene todos los números de la lotería y sólo falta que anuncien el día del sorteo.

Ellos lo saben y al menos desde la carta de Echevarría de octubre 2011 han eliminado prácticas institucionales y cambiado la redacción o suprimido muchos documentos internos (incluso de OL, mediante juicio), pero ahora es posible que –detrás de la restructuración- se estén preparando para la batalla final, para cruzar silenciosamente y sin escándalos el Mar Rojo que se avecina y dejar atrás Egipto, su vasto pasado negro, para ingresar sanos y salvos al centenario de 2028. La gran diferencia en este caso, es que el que escapa es el Faraón con todo su ejército. Y ya sabemos lo que pasó cuando quisieron cruzar ese mar.

El Opus Dei ha sido por años una usina de abusos espirituales, pues no se ha tratado de una serie de personas o directores espirituales que aisladamente los han cometido, sino que la misma institución los perpetró de manera sistemática, es decir, los institucionalizó (cf. Catecismo n. 211 «es el mismo Opus Dei el que imparte la dirección espiritual, y nadie puede atribuirse el derecho exclusivo de ejercerla», o sea, el responsable central de lo que sucede con la dirección espiritual está más que claro).

Pensemos en el aberrante recurso a empastillamientos y a psiquiatras que implicó profundizar el abuso espiritual, para obligar a la gente a permanecer dentro del Opus Dei.

Pensemos en lo ridículo que es la existencia de un Coordinador de Protección de Menores del Opus Dei como vía institucional para denunciar los abusos (espirituales en este caso) a menores de edad sufridos dentro del Opus Dei, cuando es la misma institución la que por años ha abusado espiritualmente de menores de edad. Al abusado se le propone que acuda al abusador para buscar ayuda. En otras instituciones tiene sentido aquél cargo, porque los abusos son puntuales, no institucionalizados.

El Opus Dei ha sido esencialmente una institución abusadora en sí misma y su fundador canonizado ha sido el creador de dicho sistema. Esto es realmente dramático para la Iglesia. Irremediablemente habrá que explicar -por partida doble- cómo un abusador espiritual fue canonizado: por ser el autor de un fraude vocacional (es el abuso inicial) que institucionalizó y por los abusos espirituales que le subsiguieron y que también Escrivá institucionalizó.

El Opus Dei tiene un futuro complicado. No es sólo redistribuir gente y vender inmuebles.

¿Estará planeando el prelado desmantelar de manera oculta la estructura que ha sostenido por décadas los abusos espirituales dentro del Opus Dei?



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